domingo, 30 de octubre de 2016

KATE TEMPEST / EUROPE IS LOST

NO HAY TRES SIN CUATRO

NO HAY TRES SIN CUATRO

"Creen algunos que la tierra absorbe de nuevo todas las aguas que derrama, y que si no aumentan los mares es porque en vez de conservar las corrientes que reciben, las restituyen enseguida. Conductos invisibles las llevan debajo de tierra, y habiendo salido a la vista, vuelven secretamente, filtrándose en el tránsito el agua del mar, que pierde su amargor a fuerza de agitarse en las innumerables sinuosidades de la tierra, y a través de las variadas capas del suelo dejan su sabor desagradable, pasando a completo estado de pureza."

SÉNECA

No hay una sin dos ni dos sin tres. Yo digo que no hay tres sin cuatro, 
que no se sale del laberinto sin esfuerzo, sin desgaste. 
La letra se hace pequeña, los ojos escuecen. Todo se cambia. 

Unos gritan y otros callan. Unos no saben siquiera sujetar un lápiz, 
trazar una espiral que indique la dirección adecuada: 
al centro, el corazón; en los extremos, el alma. 

No coinciden las horas, los tiempos, las vidas. No hay noche sin día, 
no hay mañana que no nazca de un entramado de raíces. 
La mente tamiza lo que el tiempo avanza como tormenta de arena.

En su momento, este nudo se desanudará. Lo complejo, simple. 
Iluminado lo oscuro. Desentrañado lo oculto. No hay tres sin cuatro. 
Se agrandará la letra. Verán los ojos. Todo es lo mismo.

Salvador Alís.

jueves, 20 de octubre de 2016

MORENA SON / CANDELA

FUTURA

FUTURA

Frente a la cuarta planta de mi casa, situada en una finca ruinosa,
a unos trescientos metros aproximadamente
en la diagonal derecha del balcón,
aparece por las noches un castillo
en la altura de otra ruinosa finca de unas doce plantas.
Durante el día, nada extraño. Un edificio normal y más bien gris
rematado por una terraza, un par de áticos,
algunos grandes depósitos de agua, antenas y otros elementos.
Con la oscuridad, la imagen cambia. La silueta recortada
sobre nubes blanquecinas o aceradas se convierte en fortaleza. 
No pertenece a un señor de la guerra sino a un maestro del silencio.
Y puesto que puedo volar y vuelo (en sueños), he decidido
hacerle al maestro esta noche una visita inesperada.

El maestro del silencio no se ha sorprendido, me esperaba.
Al descender yo planeando en su dominio,
mientras él contemplaba la noche, mi planear y el humo
de su cigarrillo, no se ha movido ni inmutado,
fijada en mí y en mi descenso su vista penetrante,
su visión anticipada, adivinándome quizá en las volutas
de su pausado fumar y las columnas bajo las que se cobijaba
(de la noche, no de mí). Habla -me ha dicho, cuando yo
pretendía hablar. Hace tiempo que me observas -me ha dicho,
cuando yo trataba de separar su figura de las sombras.

Quisiera decir -le he dicho-, pero no sé qué decir.
Quisiera escuchar, pero no sé lo que quiero escuchar.
Todo es igual, todo es lo mismo -me ha dicho.
Hablar, oír, guardar silencio, hacerse el sordo,
nada importa... ¿No ves que el día es semejante a la noche,
aunque parezcan diferentes? ¿No ves que yo soy tu espejo
y tú eres mi espejo? No hay nadie más. Estamos solos.
Habla y escucha. Di lo que tengas que decir
y escucha. En esta vida todos pretenden hablar a la vez,
todos tratan de imponer su discurso al discurso de otros,
todos ignoran que no hay discurso sino vocerío.
Cada palabra desea ser lo que es: una distorsión en la noche
del lenguaje. Di lo que tengas que decir y vuelve
por donde has venido.

El habitante del falso castillo no es un señor de la guerra,
es un maestro del silencio. Enciende sus pequeñas antorchas
(de un azul intenso) llamadas "Futura", y después
se desentiende y esquiva toda responsabilidad.

Antes de emprender de nuevo el vuelo de regreso a mi estar
y a mi ser, no olvido la importancia del castillo,
del significado y del significante, de la imagen y de la silueta,
y procuro penetrar desde la terraza
bajo la lluvia de octubre y a través de los ventanales sin cristal
en los aposentos guardados en ese contraluz.
En las pétreas chimeneas nada arde. Bajo los arcos
del laberinto de pasillos que unen los aposentos
nadie se detiene, nadie se apresura. Todo indica que el castillo
está deshabitado. Pero el maestro me urge a marchar,
a salir volando aunque sería tan fácil compartir
la evidencia de su soledad y el imperio de su silencio.

Al volver (y al volar) de vuelta hasta la cuarta planta de mi vida,
no vuelvo la vista atrás. Ya sé que el castillo es ilusión,
que fue real en otro lugar, en otra edad, pero ya no. Ya sé
quien habla por mí, quien dice lo que no deseo decir,
quien escucha lo que no digo y debería decir,
quien presta o prestará atención a las lecciones sobre poesía,
quien se mete en este mar. Porque a pesar de vivir en esta isla
-y no seguramente aislado- hace ya muchos años
que no piso la playa. Dice el maestro que el castillo no importa,
importa este mar rebosante de cadáveres,
esta acuática tumba donde no sólo perecen los menos
sino la misma idea y el proyecto mismo (ilusorio)
de nuestro humanismo cuestionado por los pájaros,
como su vuelo y su latiente corazón es cuestionado
en las fauces del instinto del gato que no confunde, jamás,
el hambre y el instinto.

¿Todavía queda algún lector pretendiendo entender la lectura?
A una de mis gatas la he entrenado para encender
y apagar las luces, a fuerza de apoyar su patita blanca
repetidamente sobre los interruptores.
Cuanto más hablo con mis gatas más seguro estoy
de no ser entendido. Me dijo el maestro del silencio
que el mundo está lleno de orejas escuchantes. Pregunto
entonces: ¿dónde están las orejas? ¿De verdad lo que digo
se guarda en archivos informáticos para la eternidad?
Y lo que callo o no digo ¿dónde se guardará?

Salvador Alís.



   

GATO COME PÁJARO


Resultado de imagen de Pablo Picasso - "Cat Eating a Bird" 

Pablo Picasso.

miércoles, 19 de octubre de 2016

MORENA SON / ESPERARÉ

EL JUICIO

EL JUICIO

Un juicio no se ha celebrado hoy. El demandante y el demandado
han sentido el mismo miedo, la misma
inseguridad, falta de argumentos y confianza en sí mismos.
Carentes de la debida estrategia, violencia, fuerza y voluntad
para hacer valer sus principios, para imponer su verdad, para ganar
a fin de cuentas, han regateado en la oferta y la contraoferta
hasta llegar a un acuerdo demediado. Ni para ti ni para mí
-se han dicho-, mejor dejarlo así, yo no pierdo, tú no ganas,
y el asunto queda zanjado.

El demandante no ha salido bien parado, a no ser que su intención
fuera obtener lo que ha obtenido: unos miles para él
restando la comisión de su abogado. Quizá esos miles, en billetes
no doblados, se unan a otros en una caja fuerte
cuya combinación ha caído en el olvido. Lo inexplicable
suele tener explicación cuando se accede a los espacios
más secretos, lugares donde ni siquiera se atreven a internarse
la nephila tejedora o el nicobium castaneum. 

El demandado, por su parte, ¿acaso conoce los papeles?
¿conoce acaso los hilos de oro? Cada día vuelan entre ciudades
abogados con corbatas azules o asalmonadas (el rojo puro
no está bien visto). La ley es un negocio.
Los testigos se quedan a las puertas y el juez se regocija
pues dispone de una hora regalada para tomar su enésimo café
con sacarina y echarle un vistazo al periódico que
-invariablemente- hablará otro día de él y sus trabajos.

Jugadores aficionados (reflejo de lo que pasa en otros ámbitos)
han pactado tablas antes de tiempo, faltos del valor de dar
o recibir jaque mate, cuando ambos tenían al alcance
de sus manos la posibilidad de vencer o sucumbir. Infelices
y discretos, por ellos levanto mi copa. Quien no sabe
juzgarse a sí mismo no sabe jugar con los demás.

Salvador Alís.