lunes, 30 de junio de 2014
MICROPOEMAS 1
El reflejo de la gacela en el agua
a punto de saltar
y no muy lejos
las garras de una fiera desclavándose de la tierra.
Un helicóptero sobrevolaba esta tarde el aeropuerto de Son Sant Joan
otro helicóptero sobrevuela esta noche tu barrio
las aspas invisibles
batiendo el viento
emiten un rugido amenazador.
Es fácil no sentir vértigo cuando se es un animal de cuatro patas
que cuenta además
con una cola equilibrista.
Te asomas a una ventana y ves el mundo a tus pies:
una barcaza con 600 suicidas
y una nave espacial calificada como "platillo volante"
lanzada a 55 kilómetros de altura.
El 5 % de los suicidas lo consiguen
los demás son rescatados
aunque su futuro es incierto.
Para hacer una nueva droga de diseño
no se precisa más que la imagen de un fuerte destilado
wodka por ejemplo
una botella cristalina y una corteza de limón.
El río que tiene el nombre de tu hija
se desliza hacia su destino
su madre y sus pequeños afluentes y su cauce
son tan humildes como fuertes.
Un hombre que pronto cumplirá 59 años
pretende emular al niño que fue
al joven que fue
entre los 9 y los 19 años
y por esa razón se interna en el barranco.
La herida
a los pies de la montaña
tiene varios kilómetros de longitud
demasiado tiempo siendo herida.
Un hombre tiene durante años como libro de cabecera
un diccionario
aprende miles de palabras.
A lo largo de tu vida
te contemplas miles de veces en los espejos
como una gacela ante su reflejo en el agua
a punto de saltar.
Miles de libros han sido escritos por amor
o bajo la excusa del amor
miles de canciones para dibujar el amor y sus contornos.
Movimientos oscuros cuando el Príncipe le regala al Obispo
un edición de bolsillo de El Arte de la Prudencia de Baltasar Gracián
Maquiavelo se mueve entre las luces.
No se oculta nada
no se cree en nada
todo será cuestionable y digno de atención
la noche aclara su misterio
la casa abrirá sus puertas
la muerte inicia la partida.
Salvador Alís.
sábado, 28 de junio de 2014
HITLER - EL LOCO
Un discurso político (ejemplo o quintaesencia de todos los discursos políticos) es pronunciado por un lider ante una muchedumbre de ingenuos.
Un loco en una plaza pública se sube a un banco de hierro y comienza a proferir voces. Importan las voces, y de ellas el timbre y la intensidad y, en segundo plano, los contenidos. Pero importan también los gestos y las gesticulaciones y las muecas y la ira en los ojos y el juego de manos.
Pero este loco alzado sobre un banco, presumiblemente vestido con ropas ajadas, y con su cabellera blanca agitada y los zapatos agujereados, no sería por sí solo un espectáculo. Es necesario considerar a la masa de transeuntes que se detiene a su alrededor formando un anillo y le presta atención.
A muchos animales basta para controlarlos con un gesto de poder, un grito inarticulado o una simple palabra, cuanto más corta mejor. La orden más breve será la más efectiva. A un perro, a un caballo, basta con decirles "ven", "siéntate", "corre" o "alto"; a un animal más poderoso, un león o un elefante, basta con dispararle.
La música no falta en este discurso político: tambores y flautas y trompetas, un coro en formación, un saludo multitudinario. Bajo las trompetas, estandartes; sobre las cabezas y los torsos, las aureolas y las insignias. El sol parece que deslumbra igual que deslumbra la mentira.
Podemos imaginar a la Hormiga-Reina pronunciando un discurso telepático, aromático o vibrante, y consiguiendo del hormiguero una disciplina sin parangón.
Se reclama la paz y se habla de orgullo y felicidad, pero se buscan soldados. La meta es siempre la misma: la muerte, sean cuales sean los argumentos (las ideas del lider, la defensa de unas creencias, de un dios, de una nación, patria o muerte).
Todos los discursos políticos se parecen. La política no es otra cosa que mecanismos para ejercer el poder. Y unos lo detentan, otros lo persiguen, otros lo acatan ciegamente y otros se oponen en mayor o menor medida.
Un frase hecha, que no goza de adjetivos novedosos, dice que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.
El loco que vocifera por encima de su público advierte del peligro.
Cuando algo no se entiende -aunque fascine- se suele llamar loco al que lo hace, lo expresa o lo representa. La filosofía nació de la locura (indagatoria y profética). El arte nació de la locura (iluminada e introspectiva). Pero la política nació del interés.
El sentido común se impone a la locura, aunque tantas veces el sentido común se diseña o se programa o manipula para que penetre en el anillo de los detenidos y parados que asisten, en una plaza pública, al discurso de un loco que trata de imponer el sentido común.
Marionetas en un teatro; el diablo mueve los hilos.
Un loco en una plaza pública se sube a un banco de hierro y comienza a proferir voces. Importan las voces, y de ellas el timbre y la intensidad y, en segundo plano, los contenidos. Pero importan también los gestos y las gesticulaciones y las muecas y la ira en los ojos y el juego de manos.
Pero este loco alzado sobre un banco, presumiblemente vestido con ropas ajadas, y con su cabellera blanca agitada y los zapatos agujereados, no sería por sí solo un espectáculo. Es necesario considerar a la masa de transeuntes que se detiene a su alrededor formando un anillo y le presta atención.
A muchos animales basta para controlarlos con un gesto de poder, un grito inarticulado o una simple palabra, cuanto más corta mejor. La orden más breve será la más efectiva. A un perro, a un caballo, basta con decirles "ven", "siéntate", "corre" o "alto"; a un animal más poderoso, un león o un elefante, basta con dispararle.
La música no falta en este discurso político: tambores y flautas y trompetas, un coro en formación, un saludo multitudinario. Bajo las trompetas, estandartes; sobre las cabezas y los torsos, las aureolas y las insignias. El sol parece que deslumbra igual que deslumbra la mentira.
Podemos imaginar a la Hormiga-Reina pronunciando un discurso telepático, aromático o vibrante, y consiguiendo del hormiguero una disciplina sin parangón.
Se reclama la paz y se habla de orgullo y felicidad, pero se buscan soldados. La meta es siempre la misma: la muerte, sean cuales sean los argumentos (las ideas del lider, la defensa de unas creencias, de un dios, de una nación, patria o muerte).
Todos los discursos políticos se parecen. La política no es otra cosa que mecanismos para ejercer el poder. Y unos lo detentan, otros lo persiguen, otros lo acatan ciegamente y otros se oponen en mayor o menor medida.
Un frase hecha, que no goza de adjetivos novedosos, dice que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.
El loco que vocifera por encima de su público advierte del peligro.
Cuando algo no se entiende -aunque fascine- se suele llamar loco al que lo hace, lo expresa o lo representa. La filosofía nació de la locura (indagatoria y profética). El arte nació de la locura (iluminada e introspectiva). Pero la política nació del interés.
El sentido común se impone a la locura, aunque tantas veces el sentido común se diseña o se programa o manipula para que penetre en el anillo de los detenidos y parados que asisten, en una plaza pública, al discurso de un loco que trata de imponer el sentido común.
Marionetas en un teatro; el diablo mueve los hilos.
El discurso de lider viene traducido. Una lógica demencial hace que el significado de cada frase se oponga al significado de la siguiente. Respecto al poema recitado por el cantante, si alguien quiere saber más, conviene hallar una correcta traducción. El miedo aglutina una escenografía. La incomprensión se apodera de los impacientes. ¿Quién es el loco y quién es el cuerdo? Al más inteligente lector de este blog cabe dilucidar la contradicción.
jueves, 26 de junio de 2014
HITLER Y SU OPCIÓN
En 1935, Winston S. Churchill escribió un ensayo titulado "Hitler y su opción". Yo he tenido la oportunidad de leerlo en su obra Grandes Contemporáneos, publicada en español por José Janés en Los Libros De Nuestro Tiempo, en Barcelona y en la primera edicición de 1943. Este volúmen, comprado en un mercadillo benéfico y a un precio irrisorio, perteneció al Marqués de Mascarell.
Dice Curchill: "No es posible formular un juicio justo sobre una figura pública que ha alcanzado las enormes dimensiones de la de Adolfo Hitler, mientras no tengamos ante nosotros, íntegra, la obra de toda su vida. Aunque las malas acciones no pueden ser condonadas por posteriores acciones políticas, la Historia está repleta de ejemplos de hombres que han escalado el poder valiénsose de procedimientos feos y crueles, y hasta espantosos, pero que, sin embargo, al apreciar su vida en conjunto, se les consideró como grandes figuras cuyas vidas han enriquecido los anales del género humano. Tal puede suceder con Hitler."
Algunas veces, lo que un hombre o una mujer dejan tras de sí, al final de sus vidas, no es más que un signo de interrogación. Éste puede ser de mayor o menor tamaño, de un material u otro cualquiera, y puede aparecer en lugares más concurridos o más secretos; no por eso deja de hacer su pregunta. Y no por eso encuentra o no encuentra solución.
Las respuestas y los interrogantes se mezclan sin orden ni concierto. Algunas veces coinciden las partes adecuadas y se establecen, lógicamente, la conexión y la disolución; pero con frecuencia interrogantes solitarios y respuestas desparejas comparten una sala de baile donde la orquesta interpreta un tema sin objetivo y sin conclusión.
Ernst Jünger, soldado de Hitler, escribe sobre Hitler: "Si no tomamos parte en un error general, nos consideran perturbados. Me hallaba en un balcón durante una visita del Führer a Goslar. Era de noche; había unos enormes fuegos artificiales sobre el Rammelsberg. Abajo, en la calle, dos centinelas iban de un lado a otro. En un descanso escuché cómo uno decía a su compañero:
- Y todavía sigue habiendo bestias que no creen en el Führer, ¿te lo puedes imaginar?"
Intercambiar signos por palabras no mejora las cosas. Algunas veces, los hombres y las mujeres, y hasta los perros que aullan como lobos y los lobos que ladran como perros, al final de sus vidas, no dejan sino una interrogación mayor, una dualidad, un contrasentido. Se abandonan las palabras a su libre vagar en busca de interrogantes que ya existen o que aún no han sido generados. Todo resulta muy incierto.
Termina Churchill su ensayo con una advertencia (estamos en 1935): "Mientras tanto, (Hitler) echa discursos a las naciones, que a veces están caracterizados por la ingenuidad y la moderación. Recientemente ha ofrecido unas palabras tranquilizadoras, ávidamente recogidas por quienes se han equivocado tan trágicamente sobre Alemania en el pasado. Sólo el tiempo puede descubrir la verdad, pero en el ínterin las grandes ruedas giran y producen los rifles, el cañón, los tanques, las balas, los obuses, las bombas de aviación, los cilindros de los gases asfixiantes, los aeroplanos, los submarinos, y ahora los comienzos de una flota fluyendo en raudal cada vez más copioso de los arsenales y factorías de Alemania, ya en plena y bélica movilización."
Que nadie se llame a engaño. Proponer una cruz gamada no equivale a ser nazi; se trata únicamente de un signo de interrogación que busca su respuesta. Y busca su respuesta porque todavía, a pesar de los años transcurridos, ese signo continua vagando entre nosotros.
Algunas veces, la respuesta puede ser obscena.Y, a pesar de todo, el juicio no admite discusión.
Dice Jünger (en alguna página de Esgrafiados): "Cuando hay que repartir tres huevos entre tres comensales, se le puede dar uno a cada uno. Pero también se le puede dar a uno las yemas, al otro las claras, al tercero las cáscaras. Este tipo de división es incluso lo más usual."
Dice Curchill: "No es posible formular un juicio justo sobre una figura pública que ha alcanzado las enormes dimensiones de la de Adolfo Hitler, mientras no tengamos ante nosotros, íntegra, la obra de toda su vida. Aunque las malas acciones no pueden ser condonadas por posteriores acciones políticas, la Historia está repleta de ejemplos de hombres que han escalado el poder valiénsose de procedimientos feos y crueles, y hasta espantosos, pero que, sin embargo, al apreciar su vida en conjunto, se les consideró como grandes figuras cuyas vidas han enriquecido los anales del género humano. Tal puede suceder con Hitler."
Algunas veces, lo que un hombre o una mujer dejan tras de sí, al final de sus vidas, no es más que un signo de interrogación. Éste puede ser de mayor o menor tamaño, de un material u otro cualquiera, y puede aparecer en lugares más concurridos o más secretos; no por eso deja de hacer su pregunta. Y no por eso encuentra o no encuentra solución.
Las respuestas y los interrogantes se mezclan sin orden ni concierto. Algunas veces coinciden las partes adecuadas y se establecen, lógicamente, la conexión y la disolución; pero con frecuencia interrogantes solitarios y respuestas desparejas comparten una sala de baile donde la orquesta interpreta un tema sin objetivo y sin conclusión.
Ernst Jünger, soldado de Hitler, escribe sobre Hitler: "Si no tomamos parte en un error general, nos consideran perturbados. Me hallaba en un balcón durante una visita del Führer a Goslar. Era de noche; había unos enormes fuegos artificiales sobre el Rammelsberg. Abajo, en la calle, dos centinelas iban de un lado a otro. En un descanso escuché cómo uno decía a su compañero:
- Y todavía sigue habiendo bestias que no creen en el Führer, ¿te lo puedes imaginar?"
Intercambiar signos por palabras no mejora las cosas. Algunas veces, los hombres y las mujeres, y hasta los perros que aullan como lobos y los lobos que ladran como perros, al final de sus vidas, no dejan sino una interrogación mayor, una dualidad, un contrasentido. Se abandonan las palabras a su libre vagar en busca de interrogantes que ya existen o que aún no han sido generados. Todo resulta muy incierto.
Termina Churchill su ensayo con una advertencia (estamos en 1935): "Mientras tanto, (Hitler) echa discursos a las naciones, que a veces están caracterizados por la ingenuidad y la moderación. Recientemente ha ofrecido unas palabras tranquilizadoras, ávidamente recogidas por quienes se han equivocado tan trágicamente sobre Alemania en el pasado. Sólo el tiempo puede descubrir la verdad, pero en el ínterin las grandes ruedas giran y producen los rifles, el cañón, los tanques, las balas, los obuses, las bombas de aviación, los cilindros de los gases asfixiantes, los aeroplanos, los submarinos, y ahora los comienzos de una flota fluyendo en raudal cada vez más copioso de los arsenales y factorías de Alemania, ya en plena y bélica movilización."
Que nadie se llame a engaño. Proponer una cruz gamada no equivale a ser nazi; se trata únicamente de un signo de interrogación que busca su respuesta. Y busca su respuesta porque todavía, a pesar de los años transcurridos, ese signo continua vagando entre nosotros.
Algunas veces, la respuesta puede ser obscena.Y, a pesar de todo, el juicio no admite discusión.
Dice Jünger (en alguna página de Esgrafiados): "Cuando hay que repartir tres huevos entre tres comensales, se le puede dar uno a cada uno. Pero también se le puede dar a uno las yemas, al otro las claras, al tercero las cáscaras. Este tipo de división es incluso lo más usual."
domingo, 22 de junio de 2014
EL BARRANCO
Hoy he batido algunas marcas: 60 cigarrillos y 6 botellas de vino.
Hoy me he superado a mí mismo.
Otra vuelta de tuerca en la noche de mi vida.
Día completo disponiendo sobre la mesa pornografias y cuchillos.
El ventilador en una esquina removiendo el aire.
Confesiones y falsas apariencias.
No moriré mañana.
En julio atravesaré el barranco, desde San Luis hasta el Puente Natural.
Echo de menos las grandes piedras y los guijarros.
Infancia perdida y recuperada.
Ningún fantasma en mi camino. Valles y montañas y manatiales.
Soy el que fui, eso no admite discusión.
Hoy he batido algunas marcas: la botella vacía y el convencimiento
de ser, otra vez, yo mismo.
En julio atravesaré el barranco.
Y subiré hasta el castillo, cámara de fotos en mano,
para captutar los instantes de la desolación.
Ese pueblo y ese valle y esos contraluces.
Siendo un infante, en brazos del hermano y del amor del hermano,
en la carretera y en el agua del verano.
Siendo un infante y cortando las venas de mi muñeca una grapa de hierro.
En el sótano entre papeles y en la calle portando un cigarrillo.
Al final de la carretera: la diosa de la pornografía exhibe sus agujeros.
La Orbea negra sube y baja las montañas como si tal cosa,
y mi corazón late acelerado igual ayer que mañana.
No moriré todavía.
Atravesaré de punta a punta el barranco, en julio, en absoluta soledad
y portando en la mano derecha mi cuchillo.
Buscaré la cueva de los huesos y el té de roca y el tomillo.
Buscaré al niño que no supo nadar, al cobarde ante las aguas, al que prendió
a un águila por las patas y la hizo descender hasta el suelo.
Fuego de gas enciende el último cigarrillo y vinho de Madeira se agota.
Amanece y otro cielo gris se vuelve azul.
Hoy me he superado a mí mismo.
Otra vuelta de tuerca en la noche de mi vida.
Día completo disponiendo sobre la mesa pornografias y cuchillos.
El ventilador en una esquina removiendo el aire.
Confesiones y falsas apariencias.
No moriré mañana.
En julio atravesaré el barranco, desde San Luis hasta el Puente Natural.
Echo de menos las grandes piedras y los guijarros.
Infancia perdida y recuperada.
Ningún fantasma en mi camino. Valles y montañas y manatiales.
Soy el que fui, eso no admite discusión.
Hoy he batido algunas marcas: la botella vacía y el convencimiento
de ser, otra vez, yo mismo.
En julio atravesaré el barranco.
Y subiré hasta el castillo, cámara de fotos en mano,
para captutar los instantes de la desolación.
Ese pueblo y ese valle y esos contraluces.
Siendo un infante, en brazos del hermano y del amor del hermano,
en la carretera y en el agua del verano.
Siendo un infante y cortando las venas de mi muñeca una grapa de hierro.
En el sótano entre papeles y en la calle portando un cigarrillo.
Al final de la carretera: la diosa de la pornografía exhibe sus agujeros.
La Orbea negra sube y baja las montañas como si tal cosa,
y mi corazón late acelerado igual ayer que mañana.
No moriré todavía.
Atravesaré de punta a punta el barranco, en julio, en absoluta soledad
y portando en la mano derecha mi cuchillo.
Buscaré la cueva de los huesos y el té de roca y el tomillo.
Buscaré al niño que no supo nadar, al cobarde ante las aguas, al que prendió
a un águila por las patas y la hizo descender hasta el suelo.
Fuego de gas enciende el último cigarrillo y vinho de Madeira se agota.
Amanece y otro cielo gris se vuelve azul.
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