martes, 16 de abril de 2019

ELEGIR UNA FÁBULA / ELEGIR A UN FABULADOR

ELEGIR UNA FÁBULA / ELEGIR A UN FABULADOR

Un grupo de lobos se congrega durante la noche del lado del bosque,
frente a un enorme redil de ovejas y carneros.
El lobo es carnívoro por naturaleza, y noble cuando sigue su instinto.
Pero esta noche es especial, pues algunos lobos hablan en voz alta
y exponen sus estrategias.
Cuando el lobo -en lugar de seguir su instinto- se pone a pensar,
se humaniza y pierde su nobleza.
Uno dice que para tranquilizar a las ovejas y carneros,
para que no huyan en desbandada, va a prometerles mejores prados,
hierba más fresca y más abundante.
Otro declara que se disfrazará de pastor y tratará de ganar su confianza.
El más joven e impulsivo de los lobos
sostiene que él atacaría directamente, por sorpresa, en un instante.
El calculador habla de la conveniencia de aunar estrategias,
acordar de antemano el reparto de víctimas
y lanzar ese ataque de manera coordinada.
El lobo prudente advierte de la necesidad previa de neutralizar
al pastor y a los perros que pudieran salir en defensa del ganado.
El más estratega sugiere dividir en primer lugar al rebaño,
mediante argucias dialécticas,
para debilitarlo en sus convicciones y atacar después.
El lobo fantasioso sugiere que todos, lobos y lobas,
se disfracen de ovejas y carneros, se infiltren en la masa
y acometan el ataque desde dentro.
Uno propone enviar una avanzadilla que siembre el desconcierto
y provoque una estampida, y que el resto de lobos,
situados en un círculo de acecho, aprovechen
esa disgregación y ese pavor devorando a los que huyen.
Incluso alguno, sucumbiendo a la soberbia, reclama el derecho
a ser el primero en dirigir su ataque.
Otro dice que usará su potente aullido y el fuego de sus ojos
para inmovilizar e hipnotizar a las ovejas y carneros.
La noche va pasando. Y los lobos, que confabulan
en el lindero del bosque, no se dan cuenta que, al alzar la voz
en su discusión y sus proclamas, han alertado al rebaño,
no a todo el rebaño pero sí a los más finos de oído.
Entre el rebaño se inicia, a su vez, otra discusión.
Los hay propensos a rendirse, a balar suplicando la ayuda
del pastor y los perros, a huir en dirección contraria,
a presentar batalla. Otros están convencidos, y quieren convencer
a los demás, de que el lobo es un amigo, un protector.
Algunas ovejas quieren abrir las cercas.
Algunos carneros -esquiroles según su propia definición-
optan por no ofrecer resistencia, según el argumento
que define su destino: ser sacrificados en el matadero o ser
comidos por el lobo.
Entre las dudas de unos y otros, el sol asoma por el horizonte
y todos, carnívoros y herbívoros, comienzan a ser cegados
por su luz. La luna aún ilumina zonas del bosque.
El pastor despierta, se ha extinguido el fuego en la chimenea,
los perros bostezan y luego levantan las orejas.
Siendo como es un dios doméstico, el pastor toma su vara
y sale a campo abierto. La jauría se retira
a lo profundo del bosque. Todavía su hambre no es determinante.
Quedan otras noches, las estrategias no son claras
y los oscuros pactos no han concluido.

Salvador Alís.








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