EL CIERVO
El castillo en el sueño no es más que un hotel.
Nos alojamos en la habitación en la torre.
Acaba un verano que nunca existió.
Una botella de champagne Delamotte se enfría
en la terraza, frente a la noche.
Tu vestido azul como cálida alfombra
junto a la cama aún sin deshacer.
El agua silba en el baño iluminado
pero calla en el río que se curva oscuro
alrededor de la montaña.
Desde lo más alto contemplo el bosque inmóvil
detrás del río, las estrellas en las alturas,
y tus pies mojados pisando las huellas
de un deseo anticipado.
Tu abrazo desnudo y las burbujas doradas
podrían hacer una velada perfecta.
Lo impide un marco vacío, donde falta
la fotografía del paisaje que se abre ante mis ojos.
Distingo en el bosque, a la luz de la luna,
un ciervo detenido que me observa.
Y veo en el río, también parada, una barca
y en la barca un cazador que apunta al ciervo.
El cazador, como yo, usa su visión nocturna.
En el sueño me abrazas por la espalda.
Acaba un verano que nunca existió.
Salvador Alís.
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