sábado, 5 de noviembre de 2016

TRASTORNO

TRASTORNO

"Hay personas que se refugian hasta tal punto en la oscuridad, 
que todo lo que es luz les parece confuso." 

Pomponio (citado por Séneca).

Si deseas trastorno, lee a Thomas Bernhard. Si no lo deseas, lee cualquier best-seller o libro de auto-ayuda. O mejor no leas nada. 

Escribir me calma y, a la vez, me agita. Hacer un dibujo me calma y, a la vez, me agita. Pensar y vivir (o vivir y pensar) me calman y me agitan. Dice Séneca, a propósito de la elección de amigos: "Estos dos extremos deben alternarse entre sí: el ocioso debe actuar, y el que actúa debe descansar. Consulta a la naturaleza y te dirá que ha hecho el día y la noche." 

Si deseas dormir calmado, lee a Ernst Jünger. Si no lo deseas, entra en la cama en completa oscuridad, cierra los ojos (o déjalos abiertos) e intenta responder en silencio a las preguntas planteadas por el día. La noche -ya lo sabes- no hace preguntas: crea sueños, resuelve enigmas. 

La importancia de los pequeños detalles, cuyo error, falta o incumplimiento, nos trastorna: la puerta no cerrada por donde Nube se escapa; el fuego que no arde; los papeles que no se lleva el agua; la mediocre performance con una botella de vino; la puesta en escena de una actriz incapaz de representar su verdad o su tragedia; la inexplicable negación contra natura en su contexto; la evasión sistemática por el orden de las horas; el rechazo del espejo vertical, de la confrontación, del cara a cara; el miedo a la mirada directa; el lenguaje no aprendido. 

Si deseas viajar, viaja. Si no puedes pagarte un hotel, duerme en la playa. Te recuerdo que se puede hacer cualquier viaje -como ya fue establecido y es canónico- sin salir de la propia habitación (siempre que se disponga de habitación propia), y cuando uno disponga de una mente viajera y preparada para el viaje. 

Nunca me has llamado por mi nombre (lo que podría significar una negación inconsciente), ni por mi nombre completo ni por el simplificado. Te refieres a mí -por mi nombre- cuando hablas con terceros, pero hecho de menos oírlo de tus labios, por ejemplo, como llamada. 

En el fondo, a menos que tú creas que estoy exagerando, yo tenía razón: no hay tres sin cuatro, y no hay cuatro sin cinco, seis, siete, etcétera. 

Al final (y espero que sea realmente un final), acabo por pensar que un viento maldito nos ha complicado la travesía: los inconvenientes se suceden sin dar tregua. Penélope aguarda el regreso de Odiseo cercada por los pretendientes, pero Odiseo se entretiene durante años con sirenas, brujerías, cíclopes, hombres armados y otras adversidades. La preguntas esenciales, en realidad, son si Odiseo desea regresar a su palacio, si desea tensar su arco intensable, si desea matar o morir. 

Se hace tarde (siempre se hace tarde) y uno debe interrumpir su viaje, entrar en la oscuridad, caer en la cama, no hacerse más preguntas, dejar que las cosas sucedan como deben suceder -sin intervenir-, poner el despertador, lavarse los dientes, engullir un orfidal, buscar el merecido descanso, cerrar la boca por un tiempo, dejarse llevar. 

Bajan las temperaturas; en la noche hay relámpagos. No me preocupa la noche, porque la conozco bien. 

Hace un par de días murió en esta isla una niña de doce años por un coma etílico. Yo no he muerto todavía; la prueba es que aún escribo. ¿Hasta cuándo? ¿Y por qué razón? Mi oscuridad es mi luz. 

Me preocupa lo que se manifiesta externamente, si la piel es expresión repentina de un malestar. Esta noche pienso y pensaré -sobre todo- en mi hija, en su piel herida y en su vestido de novia. Mi corazón que late tan acelerado, y mis gatos reales e inventados, viajamos a su vida para darle la caricia que todo lo cura

No deseo más trastornos. Lejos de mí la hechicera Circe. Admito mi soberbia pero no admito el egoísmo. 

Todo esto me causa gran pesar. Todo lo hice por ti y todo lo haré por ti. Y sin embargo -que no se olvide- todo tiene su límite. 

Si no tengo nada, pido algo. Si algo tengo, lo doy con la generosidad que no entraña pérdida sino ganancia. Cuando lo he necesitado, he pedido. Cuando tú lo has necesitado, lo has tenido. En la medida en que uno da, se da a sí mismo (y recibe a cambio). Quien no da sino toma (con abuso y sin respeto), no merece palabras ni dibujos. 

Seguramente estoy algo enfurecido; ¡joder, sí, lo reconozco, lo admito! 

Me consuela el que me ofrece una copa de vino por sorpresa; me consuela rescatar a mi gatita huida (cuatro pisos abajo y arriba y el corazón a punto de salir del pecho); me consuela Lila cuando canta contra el muro, contra el personaje aupado por las audiencias televisivas. 

El imbécil que dijo que había que construir un muro en la frontera (¡¿qué frontera?!), y que ese muro lo pagarían los excluidos. ¿Cuál es su miedo? ¿Acaso teme perder su hortera peluca y su traje amarillo y su ancha corbata y su grasienta barriga? 

Nada que perder. Me fascina el J-20 chino presentado hace unos días (volando en horizontal y en vertical) en el Salón Aeronáutico de Zhuhai. El gran problema sin solución es que sobre un único tablero (de ajedrez) pretender jugar (mover las piezas), no dos, sino muchos contrincantes, viejos y jóvenes, estrategas y creativos, famosos y ocultos. 

Y el imbécil local, que se muestra tan satisfecho con los objetivos logrados de su inoperancia. 

Y el "jefe" entre comillas, atemorizado por la luz. 

Seguramente estoy algo enfurecido: ¡joder, sí, me doy cuenta! Mezclo lo personal con lo general. Pero si no quiero trastorno, no saco Trastorno de la estantería. Algunos creen que el mundo es suyo, a gran o pequeña escala, el Mundo, nada más y nada menos que el mismísimo MUNDO con mayúsculas, pobres pretenciosos poseídos por la ambición de ser los primeros, los únicos, los privilegiados, los que se escapan de las horas, los que han sido esclavizados por sus móviles y por sus móviles acoplados a las aparatosas gafas turbias de visión 3D. 

Hace ya muchos años que Salvador Dalí imaginó el retrato de Mae West que puede ser utilizado como apartamento. Y antes aún, en 1829, Simon von Stampfer inventó el estroboscopio. Entonces ¿de qué estamos hablando? 

Salvador Alís.




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