domingo, 27 de noviembre de 2016

LA NATURALEZA DE MI JUEGO

LA NATURALEZA DE MI JUEGO

Temprano en la mañana, el once de noviembre de este año, antes de emprender el viaje a Cerdeña, habiendo cerrado ya la maleta, recordé un último detalle: debía esconder en un lugar seguro una hoja de claves, y ¿qué mejor lugar para una aguja que un pajar? De manera que elegí al azar un libro entre dos mil y coloqué esa hoja a resguardo entre sus hojas. El libro sin intención era de Leonard Cohen, la 2ª edición de sus Poemas escogidos publicado por Plaza & Janés (selecciones de poesía universal) en septiembre de 1974 (en la tercera página, bajo mi nombre, la fecha de compra: noviembre de 1974). Apenas una hora más tarde, en un taxi de camino al aeropuerto, la radio anunciaba la muerte de Leonard Cohen.

He tardado diecisiete días en sacar de nuevo el libro de la biblioteca, las claves siguen en él, y lo abro por donde se abre con la intención de copiar aquí algún fragmento como homenaje. En la página 45 encuentro este breve poema traducido (se trata de una edición bilingüe), y ya no necesito buscar más:

"Me pregunto cuánta gente en esta ciudad
vive en habitaciones amuebladas.
A alta hora de la noche, cuando miro hacia las casas
juro que veo un rostro en cada ventana
que me devuelve la mirada.
Y cuando me retiro,
me pregunto cuántos vuelven a sentarse ante sus mesas
y escriben esto mismo."

Hay muertos que hablan después de haber muerto, y que continúan hablando durante días, años y hasta siglos. Hay muertos que hacen mucho ruido al principio y luego nada. Hay muertos que, a la vez, hacen ruido y hablan.

La gerontocracia cubana ha perdido su más ilustre cabeza. Nadie es inmortal, nada es eterno, ni las ideologías ni los sistemas económicos. Quizá alguna idea pueda ser considerada de larga duración. Quizá el concepto de un dios concebido para serlo. Quizá el poder lo sea, en tanto punta de lanza que se adapta para atravesar los tiempos mientras es afilado por las dificultades. Pero en el fondo, nuestras definiciones de eternidad e inmortalidad provienen de mentes mortales cuya duración es efímera. Desde cuándo existen y hasta cuándo existirán por ejemplo el amor y el odio, pasiones humanas ante todo (sin descartar que otros animales puedan sentirlas, más la primera que la segunda), sino durante el intervalo durante el que somos vida entre la vida.

Para "juzgar" la historia, para formular mis propias opiniones, para establecer mis creencias, siempre me he apoyado en mi instinto. Los datos son lo que son, referencias incompletas, manipuladas, sesgadas. El instinto es otra cosa (tiene que ver con el sentido común, el olfato, la lógica...) De la unión de dos puntos en el espacio se obtiene una recta. De la unión de tres puntos un triángulo. Pero si hablamos de mil puntos el resultado es un laberinto. ¿Cuántos puntos temporales hay que unir para obtener una biografía coherente?

De la muerte de una ex alcaldesa de una ciudad significada por el número de electrones en su momento energético más bajo, ciudad hoy conocida por las ruinas de sus proyectos de futuro, sus hogueras inquisitoriales y sus fuegos fatuos, no quedará en el recuerdo más que ruido, un sonar de campanas que reclaman atención para una iglesia vacía donde se exponen, sobre el altar mayor, las treinta monedas de plata de Judas Iscariote.

Tras la muerte de Cohen quedarán canciones y poemas, mejores y peores, quedará la imagen imborrable de un viaje por carretera hacia "ninguna parte", viaje de juventud y de inicio (¿de qué?), cuando escuchando sus canciones, el cálido viento del verano entrando por las ventanillas, me enamoré irracionalmente (¿de qué otra forma se puede uno enamorar?) de Analuisa, de su pelo negro, sus ojos azules, sus facciones geométricas. Tras la muerte de Cohen quedará su discurso ante los príncipes, la historia del suicidio en Montreal de su profesor de guitarra y estos comentarios memorables (a propósito de sí mismo y de Federico García Lorca):

"Podría decirles que cuando yo era joven, un adolescente que ansiaba tener una voz, estudié a los poetas ingleses y me familiaricé con su obra y copié su estilo; pero no pude encontrar la voz. Fue al leer, aunque estuvieran traducidos, los textos de Lorca, cuando comprendí que había una voz. No es que copiara su voz (no me atrevería), sino que él me dio permiso para encontrar mi voz, esto es, encontrar un yo, un yo que no es estático, un yo que lucha por su propia existencia. Con el paso de los años, comprendí que esta voz incluía algunas instrucciones. ¿Cuáles eran estas instrucciones? Nunca plañir con displicencia. Y que si alguien va a expresar la gran e inevitable caída que nos espera a todos, debe hacerlo dentro de los estrictos límites de la dignidad y la belleza."
(Fragmento del discurso de aceptación de Leonard Cohen del Premio Príncipe de Asturias de las Letras, 2011).

Cuanto estuve en la Habana, en noviembre de 2008, Fidel Castro aún gobernaba Cuba como figura omnipresente (no fue hasta 2011 que delegó sus poderes en su hermano Raúl), pero ya entonces todos los taxistas y camareros hablaban de la gerontocracia imperante. Creo que a Fidel se lo comió el tiempo, que no supo anticiparse (la recomendación de Sándor Márai: no esperar a que la lucidez nos abandone para tomar la gran decisión), retirarse y dar paso a unas elecciones lo más democráticas posibles, previa legitimación de otros partidos políticos distintos al PCC, y que hubieran dado lugar a un gobierno elegido. Respecto a los miles de muertos que se le atribuyen, presos políticos, carencias, imposiciones ideológicas y represiones, no diré ni que sí ni que no (no confío en los datos). Sé lo que vi en la Habana en aquellos catorce días: decadencia arquitectónica, disciplina, resignación, música, baile, ron, tabaco, alegría, orgullo, viento y fuerza. Al menos Fidel tuvo lo que hay que tener para plantar cara al tirano, reconquistar una isla y mantenerla aislada, y no ceder ante los superpoderes del Capitán América.

Nací en Valencia, accidentalmente, en 1955, y viví en un pueblo absurdo, en una casa oscura bajo el dominio de un imponente castillo (así me lo parecía) hasta 1973. En 1975 volví a instalarme en la ciudad, pero abandoné esa tierra hace ya más de 30 años para regresar (con mayores o menores implicaciones) sólo ocasionalmente. ¿Podría haber vivido en la Habana? Sí. Y en cualquier otro lugar sin duda pues no padezco la enfermedad del patriotismo.

Una lectora (no diré su nombre) publicó hace poco un comentario a propósito (supongo) de mi entrada sobre Donald Trump, pero no aquí, en días volando, de hecho no sé dónde ni tampoco me interesa averiguarlo, donde decía algo así como: "Ay, viejito, creo que te pasaste con el vodka..." Etcétera. No le contesté en su momento ni en su medio. Te contesto ahora: Pues no, viejita, no me pasé con el vodka. Lo cierto es que hace tres décadas que no tomo. Prefiero las uvas a las patatas. ¿Entendiste lo que dije, viejita, o tengo que explicarte algo tan obvio como que de las primeras se obtiene el vino y de las segundas (se puede obtener) el destilado de referencia?

En Cerdeña (en concreto en un pequeño pueblo llamado Maracalagonis) alquilamos un ático al que se accedía desde la calle mediante una escalera de caracol. Desde ese ático pude contemplar el universo o una muestra o representación simplificada del universo: el amanecer, el sol, las nubes de variados colores, el viento, el frío, la lluvia, la tormenta y sus relámpagos, la luna y su anillo, las estrellas, mi imagen en los espejos, y hasta cinco de mis obsesiones dibujadas:
- Un niño que se ahoga.
- Un hombre que habla.
- Una fiera amarilla.
- Un ángel mentiroso.
- Una sombra que se multiplica.

Hay muertos que hablan y muertos que hacen ruido. Lo mismo pasa con los vivos. Pero esa es otra historia. Siempre falta tiempo para lo esencial. Lo secundario tiene acceso a las más reputadas relojerías y puede adquirir sin ningún problema las mejores obras maestras del tiempo mecánico. El tiempo real no se mide impunemente. Quedan nueve meses para que el libro único se haga. Todo lo demás habrá de resentirse. Faltarán noches a los días, palabras a la voz, opiniones al respecto. El diseño de la botella antes que el contenido de la botella. El vodka que prefiero es el Crystal Head.

Salvador Alís.



 

   





     

No hay comentarios:

Publicar un comentario