domingo, 22 de mayo de 2016

CAUSA Y EFECTO

CAUSA Y EFECTO

En la noche acabada o a punto de acabar, una luz insignificante
viene desde el firmamento protegida y escondida en su velocidad
y se hunde sin dolor en el centro de tu frente,
entre tus cejas-arcos de una arquitectura inmóvil,
y siembra una semilla que en milésimas de segundo germina
y hunde raíces y alarga inverosímiles ramas como enredadera
y florece y da frutos y pierde hojas y muere y renace
y acelera las estaciones, los ciclos, las voluntades,
hilo conductor de casualidades que producen reacciones
no previstas, una sala oscura y sin aire donde la fotografía
del rostro de Louise Bourgeois ejerce el poder de su imagen
sobre sus pequeños formatos, y días después, adormecido
tras un día de duro trabajo, despiertas a un documental
sobre la franco-norteamericana y ves sus celdas, sus arañas,
y descubres que ese documental se emite con motivo
de la exposición que el Guggenheim de Bilbao
ha compuesto y dispuesto hasta el cuatro de septiembre,
razón por la cual, a las cinco de la mañana, te lanzas frenético
sobre el ordenador para conseguir un vuelo y un hotel,
decidido y arrepentido, poseído, incapaz de sustraerte
a la causa y al efecto, llamado a fijar una meta a medio plazo,
a confiar en vivir lo suficiente, a realizar ese viaje que,
a pesar de su breve intensidad, procurará largueza
a otro año que comenzó torcido o enrevesado,
y te propones, como seguro y reserva de intenciones,
construir un gato gigante, un gato que cause admiración
y temor, porque todo es inevitablemente dual,
fin y principio, azar dibujado por la máquina diseñada
para dibujar el azar, y entre la pequeña araña y la gran araña,
la sonriente Mara te vende un cuaderno hecho a mano,
papel artesanal y cubiertas de cuero, cosido en líneas rectas
y paralelas y cruces arriba y abajo, primera y última página
llamadas de agua, y la idea de tener un cuaderno uno 
y un cuaderno dos, y el hecho de haber obtenido recientemente
una pluma estilográfica, refuerzan el propósito de escribir
una carta titulada vida, y al tiempo te preguntas
(o te pregunta la luz) si el gato-vivo no será más importante
que la representación del gato, y por qué la obra importa más
que el autor, por qué una nace mientras el otro muere,
por qué aunque cambie el escenario y cambie la música, nunca,
nunca cae el telón, nunca se escucha el aplauso final, nunca
se concede el perdón ni el descanso y, ni vuelto de espaldas,
puedes quitarte la máscara, mostrar tu piel maltrecha,
tu imposibilidad de ser otra cosa que el espectador
de tu papel, por más que Mara intente venderte una marioneta
articulada, vestida, ofrecida para ser usada, por más
que en la noche acabada o a punto de acabar
te reclamen los pájaros y los cantos de los pájaros
y acuestes tu cabeza-enredarera sobre la almohada hundida
por el deseo no satisfecho, por el deseo de seguir
contemplando las estrellas y que tu deslumbrante enemigo,
el sol de los últimos días, sea derrotado por la persiana
que te habla sin palabras, voz acusadora, causa y efecto:
más vale dormir cinco horas que no dormir nada...,
más vale saber algo que no saber, más vale ser que no ser,
más vale distanciarse que aproximarse,
más vale no ser claro no siendo oscuro
y apurar la copa de vino que mañana contendrá agua salada.

Salvador Alís.

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