jueves, 28 de enero de 2016

WAGNER / SIEGFRIED´S FUNERAL

DIOSES Y HÉROES

DIOSES Y HÉROES

¿Qué significa dios? O mejor ¿qué significa ser dios?
Ante todo subrayar que hay dioses y diosas, poderes y concepciones
de ambos sexos e incluso espirituales.

Ante la previsión y el cálculo de vida extraterrestre,
el Vaticano se apresura a conjeturar que eso confirmaría
la existencia de un dios universal.

Algún astronauta que ha contemplado la Tierra desde alturas relativas
afirma haber visto a dios en esa visión flotante,
o quizá al circundar la luna y echar un vistazo a su cara oculta.

Un envejecido y muy tocado Johnny Cash confesó a los 71 años,
poco antes antes de morir: "Creo que mi vida terminará pronto.
Pero mi fe es inquebrantable.
Nunca me he enfadado con dios, nunca le he dado la espalda,
nunca he pensado que no estuviera ahí."

Siete años después, otro envejecido dios de la música, Bob Dylan,
interpreta en La Casa Blanca "The Times They Are A Changin"
antes los dioses del olimpo político norteamericano
comandados por Obama.

Tanto Cash como Dylan ofrecen testimonios prodigiosos,
voces de otro mundo; el primero cantaba a los presos en las cárceles;
el segundo basa su actuación en la defensa de los derechos civiles.

Para muchos, dios es una vela de rancia cera que arde mal;
para muchos, la sonrisa de un orondo buda feliz;
para muchos, el jaguar o la máscara del jaguar;
para muchos, dios no tiene rostro pues permanece oculto
bajo la violenta representación de una capucha negra.

Xochiquetzal, la diosa de las flores y la fecundidad,
se manifestaba entre los aztecas en forma de copiosa lluvia.
Y Lilit, de procedencia mesopotámica, antecede a la primera mujer.
¿Y qué decir de Bastet, la diosa egipcia capaz a un tiempo
de ternura y ferocidad (cuando mutaba su cabeza
por la cabeza de una leona)?

En 1948, Robert Graves propició (o reinició tal vez)
el culto a la diosa blanca, lunar y mediterránea que sólo reconocía
a los dioses subsiguientes como hijos, no como padres.

Hitler, ¿fue acaso un dios para sus incondicionales seguidores,
para los ambiciosos y crueles, para los cobardes,
para la juventud rubia y atlética soñadora de distopías
disfrazadas de utopías?

Mahatma Gandhi, ¿fue un dios para la inmensa muchedumbre
de famélicos intocables de India? ¿Lo fue Mao para el gris ejército
de uniformados lectores del Libro Rojo?

Conocí a un anciano de pelo blanco que nunca adoró a ningún dios,
pero que sin embargo, en algún momento de locura y juventud,
consideró a su mujer como diosa inaccesible.

Conocí a una anciana de pelo blanco que adoraba a Jesucristo
en una lámina que lo presentaba con el corazón fuera del pecho,
un corazón intensamente rojo e intensamente irreal.

En Argentina, no hace mucho, a Maradona se le trataba como a dios;
pero en medio mundo, en la actualidad, su trono ha sido ocupado
por un Lionel Messi o por un Cristiano Ronaldo.

Diosas del cinematógrafo fueron y son abundantes,
aunque las más antiguas, las que aparecían en blanco y negro,
parecen con la perspectiva de los años más poderosas o míticas.
Bastaría citar a Monroe, Dietrich, Gardner, Hayworth,
Bergman, Garbo o Bacall para hacerse una idea de su poder.

Para algunos lectores, Shakespeare es un dios; para otros lo es Joyce.
Algunos reverencian a los dioses rusos, a Tolstói, a Dostoievski.
Otros aman a los sobrios germanos, a los intelectuales 
franceses, a los barrocos latinoamericanos. Y, no obstante,
la genealogía de los dioses literarios, 
así como de la totalidad de los dioses, se va renovando sin cesar.
Aira o Bellatín o Levrero ya no son barrocos, son otra cosa.

Tsvietáieva o Szymborska, por su parte, sí tuvieron deudas
con los dioses europeos de la guerra. Y Primo Levi. Y Nazim Hikmet.
La libertad para ellos fue una diosa más grande y venerable.

Los falsos dioses son tan reales como los verdaderos.
El oro, las joyas, el dinero: dioses y diosas de nefasta autoridad.
Dios no ha muerto, como pretendía Zaratustra, se ha fragmentado,
se ha roto en mil pedazos que, a semejanza de los restos de un espejo
desparramado por el suelo, siguen reflejando el mismo rostro
atónito de una divinidad emanada del temor.

Dioses el sol y las estrellas, los cometas, el fuego y los relámpagos, 
la tormenta, el trueno, el mar y sus mareas, el terremoto
y sus temblores, el meteorito. Dioses incomprensibles, 
dioses fulminantes. El infinito cristal del cielo.
En la actualidad ese cristal hecho añicos viaja en muchas manos,
y en muchas manos se le rinde pleitesía (puesto que habla y escucha).

Para un par de generaciones (al menos), para los fanáticos 
del culto informático, son dioses un Bill Gates o un Steven Jobs.
Y pronto lo será una inteligencia artificial, un robot
que usurpe nuestra apariencia
y nos exima de la tediosa tarea de pensar.

Dios es tan intrincado, tan laberíntico; es tantas cosas a la vez,
es esto y aquello y lo contrario de esto y de aquello;
su omnisciencia y ubicuidad abruman.

Para Las Religiones del Libro, el Libro es dios.
Que otros adoren a sus ídolos, al tótem de madera policromada,
al salvaje animal, al domesticado, al mono Hánuman 
que habita templos en ruinas, a los que poseen el don de la palabra.
Que sean politeístas otros y descreídos o ateos los demás.

Viajeros espaciales, dioses venidos desde las profundidades
de un Universo sin límite, sembradores de la semilla.

Mike Tyson o Muhammad Ali, en sus momentos de gloria,
dioses del ring (que significa anillo o círculo).
Alejandro Magno, adoctrinado por Aristóteles, 
dios de tantas campañas y negado al fin por sus ejércitos.
La fuerza, el valor, la hegemonía de un hombre, de un dios.

La santa Teresa de Jesús, diosa mística.
María Zambrano, diosa de los filósofos y de los bosques.
Los dioses, como las setas, emergen allí donde hay humedad,
creencia y determinación.

Beethoven, Mozart, Wagner, Bach y otros discípulos de la lira de Orfeo
y el magisterio de Apolo, aprendices de dioses,
alumnos mitológicos.
El más insignificante de los pájaros, por tener alas, ya es un dios.

Dios se esconde en el fondo de una botella,
en el fino orificio de una aguja, en el humo, en los ansiolíticos, 
en la cocaína y en la coca-cola; y también en el esperma y en el polen,
en el estigma receptivo de una flor. Dios se esconde en un huevo,
en el seno de una bacteria, dentro de la cubierta proteica de un virus.
Dios se esconde en el átomo y se manifiesta en la fisión del átomo.

Hay dioses mayores y dioses menores o subalternos, diosecillos,
dioses oscuros, dioses irritables, condescendientes, indiferentes;
dioses que no apartan un segundo de nosotros su ojo sin párpados
y dioses que nos dan la espalda.

El bien y el mal son responsabilidad suya, el amor y la tragedia,
la ambición así como la resignación. 
El libre albedrío no es cosa nuestra y cada destino individual
es una flecha disparada por los dioses.
Negar lo anterior y sostener argumentos opuestos
es igualmente tarea de dioses. La verdad y la mentira
son para ellos una sola cosa, ni defecto ni virtud.

Thomas Carlyle, en su obra On Heroes, Hero-Worship, 
and the Heroic in History, en la primera conferencia del libro,
relata la siguiente anécdota referida a un dios nórdico:
"A Thor le presentaron un cuerno para que bebiese,
diciéndole que, entre ellos, era común vaciarlo de un sorbo.
Por tres veces intentó Thor valientemente realizar la empresa,
pero sin lograrlo.
-Sois una pobre y débil criatura -le dijeron-: ni siquiera podréis
levantar este gato que aquí veis.
A pesar de su fuerza sobrenatural, 
y por pequeña que pareciese la hazaña,
Thor apenas si pudo alzar un poco el espinazo del animal,
y a duras penas una pata.
-¡Vaya! ¿Y tú crees ser un hombre? 
-le dijeron a coro las gentes de Utgard-.
Ahí está una vieja que desea luchar contigo.
Avergonzado de veras, se arrojó Thor sobre la vieja,
pero le fue imposible derribarla.
Al salir de Utgard, el principal de los Joetuns los acompañó
cortésmente un buen trecho,
y dirigiéndose a Thor, le dijo:
-Al fin has quedado vencido; pero no te avergüence tu derrota,
porque todo fue ilusión de tus sentidos.
El cuerno que probaste agotar de un sorbo era el mismo mar,
y, sin embargo, lograste que menguase: 
pero ¿quién podría beber lo insondable?
El gato que probaste levantar del suelo era la Midgard-snake,
la gran serpiente del mundo, la cual, con la cola en la boca,
ciñe y conserva la Creación entera; si la hubieras tumbado,
todo hubiera sido confusión y ruinas.
Por lo que hace a la vieja, ésa era el Tiempo, la Vejez, la Duración:
¿quién es capaz de luchar con el Tiempo?
Ni el hombre ni los dioses; el Tiempo es más fuerte que todos."

A veces dios es tan delgado que se oculta tras la saeta más afilada
de los relojes; a veces es tan íntimo que se aloja en una neurona,
en un huesecillo del oído, en un diente, en un ombligo;
y en ocasiones es tan astuto que no se le encuentra
por más que se le busque, aunque esté ante nuestros ojos;
tan caprichoso, que le gusta apostar al dilema:
¿existo o no existo? Y en caso de existir, ¿quién soy realmente?

Si pudiera elegir, preferiría una diosa en lugar de un dios;
pero me supondría un esfuerzo insoportable
argumentar las complejas razones de mi preferencia.
Nada que ver con la belleza; quizá sí con la benevolencia;
pero no estoy seguro ni de lo uno ni de lo otro.

¿Una diosa del Amor o un dios de la Justicia 
(así, con mayúsculas)? ¿Y por qué no a la inversa?
La opción más ventajosa puede ser al cabo disponer
de una variedad suficiente de diosas y dioses para cada ocasión, 
enigma, nudo y conflicto.

Personalmente, y por este orden, soy ateo, agnóstico,
politeísta y creyente. 
Mis creencias deberían ser claras y son confusas.
Sé que no soy ni un dios ni un héroe.
Sé que mi insignificancia es incomparable
con las Leyes, por ejemplo: la gravitación universal.
Pero me inquieta pensar 
que yo también he intentado vaciar un cuerno (cada día),
levantar a un gato (proeza irrealizable si el gato no lo permite),
y que, por último, lo quiera o no lo quiera,
seré derrotado por el Tiempo.

Salvador Alis

 

 






 




 

 












lunes, 25 de enero de 2016

CASUALIDAD

     Puede creerse o no, pero lo cierto es que acaba de producirse (ante mis ojos y de manera asombrosa) uno de esos acontecimientos casuales que le dan a uno que pensar.
     Puesto que estos días ando ocupado con otros asuntos (entre ellos: pasar a formato OpenOffice todos los poemas anotados en este blog), y no queriendo dejar de publicar alguna entrada, ayer decidí incluir una cita breve de algún escritor. Fui a mi habitación y, entre más de mil posibilidades, elegí un libro sobre Kant (biografía, crítica, etc.) que además contenía una selección de textos; pasé las hojas leyendo un poco aquí y allá hasta dar con un fragmento que me gustase y que no fuera muy extenso; lo hallé y me entretuve un rato en copiarlo ("La resolución kantiana"), indicando al final los datos bibliográficos esenciales (autor, título, editorial, año de edición y páginas donde se encontraba el texto: 154 y 155).
     Por último, busqué en google un retrato del filósofo, para completar la entrada.
     Pero hoy, intentando repetir el método, ha ocurrido lo siguiente: he vuelto a mi habitación y, de nuevo entre más de mil posibilidades, he escogido un libro compuesto por reflexiones de diferentes pensadores, artistas, poetas o creadores en general; y al igual que ayer he pasado las hojas hasta encontrar algo digno (para mí) de convertirse en entrada de diasvolando, un pequeña pieza maestra de Kafka ("Para que mediten los jinetes"). De la misma forma, he indicado al final la procedencia bibliográfica.
     Después de localizar una ilustración para la cita, en este caso una pintura de Magritte (del que recordaba cuadros de jockeys a caballo, que le vendrían bien al texto), he reparado en la coincidencia inaudita, en modo alguno premeditada, de que también las páginas de donde hoy he extraído la cita eran la 154 y 155.
     Puede creerse o no, pero lo cierto es que el hecho de que los apellidos de ambos autores comenzaran por K ha sido completamente fortuito.
     Todo lo anterior me lleva a imaginar un posible juego que, si más adelante recuerdo y me apetece, intentaré desarrollar como divertimento. Primero se elige un número al azar, digamos entre el 1 y el 300 -extensión normalizada de la mayoría de libros-, y un número determinado de líneas para cada principio o final de página -por ejemplo 5-. Acto seguido se sacan de la biblioteca algunos libros que contengan al menos 300 páginas, títulos significativos de nuestros escritores favoritos -la cantidad no debería ser excesiva-. Se abren esos libros, previamente barajados, por la página elegida y, para finalizar, se copian las líneas seleccionadas unas a continuación de las otras.
     El resultado del juego tendría que ver con la coherencia o incoherencia del texto resultante, del encuentro de significados, su colisión o acoplamiento. La duda, como sucede habitualmente cuando uno cree tener una idea original, reside en la misma originalidad de la idea. No sé hasta qué punto un autor tan interesado por las casualidades como Paul Auster no lo haya pensado antes. O Enrique Vila-Matas, lector y citador infatigable. En todo caso, ¿qué me impediría hacerlo, si quisiera, y hasta permitirme introducir algunas frases mías intercaladas, reconociendo u ocultando que me pertenecen, como nexo innecesario? Por suerte para mí todavía no he leído los Ejercicios de estilo de Raymond Queneau, así como tampoco al inclasificable Georges Perec.
     Mi cabeza se alegra al darse cuenta -con la edad que ya tiene mi cabeza- que aún le quedan libros que leer y juegos que jugar.

     Para darle una "vuelta de tuerca" a esta entrada, acabo de reparar en que el automóvil de La ira de los dioses de René Magritte no es una limusina o coche de lujo, no es un coche oficial; que carece de brillos, emblemas, banderolas; que ninguna escolta lo sigue o lo precede; que su austeridad y su color verde remiten más bien a un vehículo militar. Pero lo que más me llama la atención es que el viajero parece ser Vladímir Lenin y el conductor se parece a Francisco Franco.
     ¿Casualidad o intencionalidad? Nunca se sabe. Quizá estas apreciaciones se deban al simple hecho de que hoy he cambiado de gafas -aunque las nuevas sean idénticas a las viejas, igual modelo e iguales 3 aumentos- pues los cristales se me velaron esta tarde al entrar en contacto con un decapante altamente corrosivo.
    


 

LA FAMA

     The anger of gods - Rene Magritte 
René Magritte. La Colère des Dieux.

    
PARA QUE MEDITEN LOS JINETES

     "Si bien se piensa, no es tan envidiable ser vencedor en una carrera de caballos.
     La gloria de ser reconocido como el mejor jinete de un país marea demasiado, junto al estrépito de la orquesta, para no sentir a la mañana siguiente cierto arrepentimiento.
     La envidia de los contrincantes, hombres astutos y bastante influyentes, nos entristece al atravesar el estrecho pasaje que recorremos después de cada carrera, y que pronto aparece desierto ante nuestra mirada, exceptuando algunos jinetes retrasados que se destacan diminutos sobre el borde del horizonte.
     La mayoría de nuestros amigos se apresuran a cobrar sus ganancias, y solo nos gritan un lejano <<Hurra>>, volviéndose a medias, desde las alejadas ventanillas; pero los mejores amigos no apostaron nada a nuestro caballo porque temían enojarse con nosotros si perdíamos; pero ahora que nuestro caballo venció y ellos no ganaron nada, se vuelven cuando pasamos a su lado, y prefieren contemplar las tribunas.
     Detrás de nosotros, los contrincantes, afirmados en sus cabalgaduras, tratan de olvidar su mala suerte y la injusticia que en cierto modo se ha cometido con ellos; tratan de contemplar las cosas desde un nuevo punto de vista, como si después de este juego de niños debiera comenzar otra carrera, la verdadera.
     Muchas damas consideran burlonamente al vencedor, porque parece hinchado de vanidad y, sin embargo, no sabe cómo encarar los interminables apretones de manos, congratulaciones, reverencias y saludos desde lejos, mientras los vencidos se callan la boca y acarician ligeramente las crines de sus caballos, muchos de los cuales relinchan.
     Finalmente, bajo un cielo entristecido, empieza a llover."

Franz Kafka. "Para que mediten los jinetes".
(Citado por F. Delclaux. El silencio creador. "La fama". Rialp. 1996. Págs.: 154-155.

domingo, 24 de enero de 2016

LA RESOLUCIÓN KANTIANA

    

"Me imagino que hay momentos en que no es inútil depositar una cierta noble confianza en las propias fuerzas. Una seguridad de este género vivifica todos nuestros esfuerzos y les imprime un impulso que es enteramente favorable a la investigación de la verdad. Cuando uno es capaz de poder convencerse de que es a los propios ojos capaz de alguna cosa y de que (el mejor filósofo) puede ser cogido en un flagrante delito de error, se hace todo lo necesario para comprobar esa presunción. Es fácil equivocarse mil veces en la realización de una empresa. La ganancia que viene de allí para el conocimiento de la verdad no es menos importante que si se hubiese estado siempre en el sendero acertado. Yo me fundo sobre esto. Me he trazado ya la vía por la que voy a marchar. Tomaré mi carrera y nada me impedirá proseguirla."

Immanuel Kant. Pensamientos sobre la verdadera evaluación de las fuerzas vivas.
(Jean Ferrari. Kant. "Selección de textos". Edaf. 1974. Págs.: 154-155.)

viernes, 22 de enero de 2016

ASIER ETXEANDÍA / BLUE VELVET

EL CASTILLO DE LOS GATOS

EL CASTILLO DE LOS GATOS

Cuatro gatos juguetones han roto un castillo por la mitad.
El primer castillo fue concebido como defensa,
piedra sobre piedra como refugio o parapeto,
hondas y flechas y fuego tras las piedras, la vida en juego.
El gato prefiere las alturas; si el gato sube al castillo
es para mirarnos por encima de la mirada de nuestros ojos.

No hay otro edificio semejante al castillo, ni el búnker ni el palacio.
Uno sirve para esconderse y el otro para mostrarse.
Pero el castillo es diferente. El señor del castillo es inmune
y a la vez la víctima propicia para su atacante,
pues en el caso de obtener victoria adquiere además prestigio
y fama sin límites.

Un castillo compartido por cuatro señores es rareza,
mas cuatro gatos pueden subir y bajar y marcar en él su territorio,
su plataforma, su mirador exclusivo,
delimitar zonas de uso particular con uñas y feromonas,
con su altiva presencia por el simple hecho de estar ahí,
en su lugar de descanso, control y dominio,
el lugar y la altitud que por naturaleza y conquista les pertenece.

Ante el castillo, un aldeano o un agrimensor quedan paralizados
por un miedo y un respeto ancestrales. No se atreven
a llamar a la puerta y, si lo hacen, no esperan que ésta se abra.
Se ignora todo lo referente al interior del castillo.
El castillo protege un secreto. Se construyó alrededor de un secreto.
¿Quién se atrevería a inmiscuirse, a insinuar siquiera
un ocasional interés o curiosidad?

Uno puede volverse loco en un castillo, sí,
pero ¿qué loco saltaría desde su terraza más alta?
¿Por qué saltar si el castillo separa su locura interior
del mundo exterior y viceversa?
El que contempla un extenso valle a sus pies no saltará.
El que se inquieta al ver otro castillo más elevado
puede sentir la tentación del salto.

Cuatro gatos juguetones han roto un castillo por la mitad.
Su plataforma de dignidad ha sido truncada.
Urge restaurar la muralla, la escalera, la torre.
Buscar a un arquitecto que dibuje nuevos planos,
peones y carpinteros que alcen muros circulares, vigas y soportes,
arquitrabes y arbotantes. Un castillo es un lugar de meditación.

En los castillos humanos también el frío es señor,
por eso grandes chimeneas se abren en cada esquina,
caldeando las interminables salas bajo los bóvedas,
por eso los enormes tapices y los gruesos cortinajes.

Pero un castillo de gatos requiere algo diferente:
cojines mullidos para el sueño,
ásperas cuerdas para desperezarse
y un suelo siempre seguro sobre el que posar
sus dieciocho almohadillas y caminar con sigilo, a ser posible
tapizado de terciopelo azul.

Salvador Alís

 


jueves, 21 de enero de 2016

OSCAR WILDE / PREFACIO (SOBRE EL ARTE)

PREFACIO

     "El artista es el creador de cosas bellas. Revelar el arte y ocultar al artista es la finalidad del arte.
     El crítico es el que puede traducir de un modo distinto o con un nuevo procedimiento su impresión ante las cosas bellas.
     La más elevada, así como la más baja de las formas de crítica, son una manera de autobiografía. Los que encuentran intenciones feas en cosas bellas están corrompidos sin ser encantadores. Esto es un defecto.
     Los que encuentran bellas intenciones en cosas bellas son cultos. A éstos les queda la esperanza.
     Existen los elegidos para quienes las cosas bellas significan únicamente belleza.
     Un libro no es, en modo alguno, moral o inmoral. Los libros están bien o mal escritos. Esto es todo.
     (...) La vida moral del hombre forma parte del tema para el artista; pero la moralidad del arte consiste en el uso perfecto de un modo imperfecto. Ningún artista desea probar nada. Hasta las cosas ciertas pueden ser probadas.
     Ningún artista tiene simpatías éticas. Una simpatía ética en un artista constituye un amaneramiento imperdonable de estilo.
     Ningún artista es nunca morboso. El artista puede expresarlo todo.
     Pensamiento y lenguaje son para el artista instrumentos de un arte.
     Vicio y virtud son para el artista materiales de un arte.
     Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el del músico. Desde el punto de vista del sentimiento, la profesión de actor.
     Todo arte es a la vez superficie y símbolo.
     Los que buscan bajo la superficie, lo hacen a su propio riesgo.
     Los que intentan descifrar el símbolo, lo hacen también a su propio riesgo.
     Es al espectador, y no a la vida, a quien refleja realmente el arte.
     La diversidad de opiniones sobre una obra de arte indica que la obra es nueva, compleja y vital. Cuando los críticos difieren, el artista está de acuerdo consigo mismo.
     Podemos perdonar a un hombre el haber hecho una cosa útil en tanto que no la admire. La única disculpa de haber hecho una cosa inútil es admirarla intensamente.
     Todo arte es completamente inútil."

Oscar Wilde. El retrato de Dorian Grey. "Prefacio". Ramón Sopena. 1965. págs.: 9 y 10.


martes, 19 de enero de 2016

ESTRELLA MORENTE / EN LO ALTO DEL CERRO

OÍR Y ESCUHAR

OÍR Y ESCUCHAR

A unos les gusta oír y a otros escuchar. ¿Cuál es la diferencia?
¿Si percibir sonidos o entender lo que se percibe?
Los que nacieron para oír no nacieron sordos. ¿Comprenden
lo que oyen? El que prefiere oír o incluso escuchar parece pasivo:
el que habla, un sádico.
Las palabras son agresión, golpes sonoros.
El que escucha encaja esos golpes, y a veces se tambalea y cae
y otras veces resiste, con cuerdas o sin cuerdas a la espalda.

A unos les resulta más fácil oír que hablar
y a otros lo contrario. Ambos pueden adivinar la palabra
que dirán o escucharán, como al escribir mensajes de texto
le ocurre al escribiente que utiliza un smartphone.
Un programa ajeno al hablante y al oyente dicta las palabras
y pretende dictar su interpretación.

Un sonido y un silencio no significan lo mismo. Escuchar
y decir son acciones complementarias. Ni el que habla
ni el que presta atención existirían sin el otro.
Se necesitan y se sustentan a su pesar.

Y no es caso infrecuente que alguien en silencio
adquiera, gracias a su sorpresiva e inusual pasividad,
un poder de sumisión inversa sobre el discurso de su agresor.
El hablante puede agitar en el aire palabras de aire, de agua,
de junco, de caña o de piedra. Y el que presta sus orejas
puede oír silbar el viento, deslizarse un riachuelo,
desbordar una catarata, quebrarse una rama
o estallar un volcán.

La ventaja en el Gran Teatro es que puede variarse el argumento
de cada representación, de un día para otro
si se sabe improvisar, e imaginar un escenario con dos actores.
En el primer supuesto, uno habla y el otro escucha sin más.
En el segundo, hablan y escuchan alternativamente.
En el tercero, los dos permanecen callados
mientras suena un discurso en altavoces, o música
o ruidos de la calle o de la naturaleza.
En el cuarto, sin agotar las posibilidades, los dos actores
hablan al mismo tiempo, gritan, gesticulan y se enfrentan cara a cara
sin entender lo que dicen ni lo que oyen.

La cuestión se complica cuando el hablante y el oyente
son la misma persona; lo que uno dice, el otro quiere que se le diga;
lo que uno quiere escuchar lo toma prestado de quien le habla.
Pero sucede con frecuencia que uno se tapa los oídos
con la mano derecha y la boca con la izquierda.

Oír es inevitable; escuchar, una elección. Como inevitable es hablar
y, en ocasiones, guardar silencio. Depende del mensaje a transmitir.
Si te digo te quiero puedes responder o bajar la mirada
o mirarme a los ojos.
Si te digo "no" puedes contestar"sí".
Si te digo "hasta aquí hemos llegado" estás en tu derecho de responder
que a ti aún te quedan algunos kilómetros o años.

Y esto no tiene nada que ver con las capacidades auditivas u orales;
tiene que ver que algo que no se ve y que, por tanto, es invisible.
Algunos de nosotros hablamos hasta matar
toda posibilidad de respuesta. Un gato oye o escucha simplemente
(el dilema no está resuelto), y cuando se habla a sí mismo
no utiliza palabras, no se mira a un espejo,
no representa una comedia o una tragedia.

El don de la palabra, que por derecho y evolución -excepciones aparte-
nos pertenece, no es un don. ¿Quién ejerce dominio sobre quién?
¿El que junta palabras para articular una idea o el que las separa
para entender más allá de esa idea?
Te escuchas murmurando, en el acto de escribir lo que escribes;
te escuchas, como eco lejano y atenuado por los sonidos exteriores,
decir y escribir lo que dices y escribes:
repeticiones y variantes; mientras la noche calla y el gato perdido
maúlla en la calle y el pájaro del amanecer prepara su canto.

Salvador Alís 








 


sábado, 16 de enero de 2016

PETER JONES / THE TIMES THEY ARE A CHANGING

EL SEÑOR TEORÍA / ROBERTO JUAN MARCOMINI

EL SEÑOR TEORÍA

     "Había dedicado su vida al estudio de las frutas. En el planeta no existía otra persona que leyera sobre ellas tanto como él. Sin ninguna duda, sus conocimientos excedían con holgura la capacidad requerida para escribir la enciclopedia más completa sobre el tema.
     En realidad no faltaba mucho para esto porque sus libros se vendían en las mejores librerías y sus artículos eran publicados en las revistas especializadas más importantes.
     Cierto día un íntimo amigo suyo, preocupado por su constante encierro, lo invitó a visitar una plantación frutícola, suponiendo que dicho paseo lo entusiasmaría.
     Al contrario de lo esperado, serio, seguro y con tan extrema suficiencia que se hacía difícil distinguirla de la soberbia, como dictando una frase memorable le contestó: "Pero querido, para mí no tiene sentido perder el tiempo andando por allí cuando ya todo lo conozco por los libros. Desde aquí, sin moverme de mi escritorio, puedo decirte cuanto quieras saber al respecto".
     Tímidamente el amigo insistió: "Es que vos nunca saliste de aquí, jamás viste cuando menos una quinta. No conocés la sensación que se recibe al tocar un árbol, su corteza, sus hojas, sus frutos, al pisar descalzo la tierra o al percibir el perfume de sus flores. En realidad, creo que en toda tu vida no has probado ni tocado fruta alguna".
     Mostrando su inmodestia, sentenció con una sonrisa altiva: "Ni falta que me hace. En primer lugar no me gusta desperdiciar mis horas de biblioteca en caminatas inútiles. Y en segundo término debo repetirte que no hay nada que pueda aprender fuera de los libros. Así que te agradezco mucho la invitación y, si no te parece mal, voy a seguir leyendo".
     Molesto pero comprensivo, el amigo se retiró decidiendo no dar importancia al episodio.
     Tiempo después volvió con el afán de hacer un nuevo intento para rescatarlo de su total aislamiento.
     - Me obsequiaron dos entradas para una importante exposición de pinturas. No quisiera ir solo. ¿Podrías acompañarme?
     Con pocas ganas pero por no desairarlo una vez más, aceptó el convite.
     Llegados a la exposición, su mirada desganada recorrió varios cuadros hasta que quedó atrapada por uno de ellos.
     En él, un artista había pintado con gran naturalidad una hermosa manzana.
     Fuera de sí, sin poder controlar una fascinación creciente, se aproximó al mismo murmurando
     - Una Granny Smith cosecha 1953, campiña francesa. Es lo más delicioso que se ha conseguido en manzanas.
     Y, sin demora, comenzó a devorar ávidamente la tela."

Roberto Juan Marcomini. Sociofagia.

viernes, 15 de enero de 2016

EL VELO

EL VELO

"Mientras pensaba que estaba aprendiendo a vivir, 
he aprendido cómo morir."

Leonardo Da Vinci.

Tenías los ojos cerrados. No estabas ciego, pero tenías los ojos cerrados.
Alguien, que pudiste ser tú mismo, con manos que escriben 
y manos que dibujan, te fue abriendo los ojos.
De esa manera cayó el único velo que se interpone
entre el mundo y lo que hay detrás del mundo.
Quienes han podido contemplar lo que allí acontece, no pueden describirlo.
Durante años y décadas tuviste los ojos cerrados.
No es que no vieras nada, pues alguna luz muy débil y engañosa se filtraba.
Pero tú no querías ver, sabías que tras el velo había personas y animales
y cosas ordinarias y extraordinarias
que te provocarían extrañeza y desazón.
Por causa de las manos que escriben, por el hecho de escribir,
y de las manos que dibujan, por el hecho de dibujar,
ahora abres por completo mis ojos.

Veo lo que veré e intento explicar lo que no sabré explicar,
lo que no puede ser dibujado ni escrito.
La mirada, no detenida ya por el velo, se recrea en esas manos incapaces 
de asir el tiempo,
que también supieron acariciar y desvelarse.
Detrás del velo y delante del velo, todo es igual y es diferente. 

Salvador Alís.

miércoles, 13 de enero de 2016

LADRÓN DE BICICLETAS

LADRÓN DE BICICLETAS

I / Dos delincuentes de poca monta roban en Palma dos bicicletas en dos viviendas. Uno vigila en la calle mientras el otro salta la valla de dos metros del patio o del jardín. Las bicicletas son lanzadas por encima de las vallas, y una de ellas, al menos, sufre algún deterioro. Esa misma noche se detiene a uno de los ladrones; el otro escapa. Las bicicletas, escondidas en las cercanías, son recuperadas. El detenido se aviene a pagar 108 euros por los daños causados, rozaduras o abolladuras, a uno de los valiosos vehículos. Después de pasar 6 meses en prisión preventiva (sin que nadie se explique por qué no salió bajo fianza, a no ser que con el desembolso en concepto de reparación se quedara sin capitales y, además, ningún banco quisiera prestar o avalar su libertad, tal vez por haber sido incluido en archivo de morosos o personas no fiables), se celebra un juicio donde el fiscal pide para el acusado 6 años de cárcel. A pesar de sus tremendos antecedentes por robos similares, y teniendo en cuenta su arrepentimiento y el pronto pago efectuado para devolver al vehículo su lustre, el magnánimo juez le condena a tan sólo 2 años, que el delincuente confeso acepta de buen grado (ante el susto y la amenaza de la mayor condena y quizá perfectamente asesorado por su abogado de oficio).
Lo anterior pudiera parecer una broma o un chiste, pero no lo es. En el mismo periódico donde hoy leo esta noticia (Diario de Mallorca, 13-I-16) hay otras dos que me gustaría destacar y comparar (o poner en relación para que ustedes comparen).

II / Al cantante de rock -en otros tiempos- y luego presentador, autor, tertuliano, administrador de los derechos de propiedad de músicos y asociados (y no sé cuántas cosas más ni en qué orden), por los indicios de urdir un plan para apropiarse de dinero ajeno mediante la emisión de facturas amañadas, señor Ramoncín, y con independencia de que haya resultado absuelto en su juicio por falta de pruebas, se le pedían 4 años y medio por el supuesto desvío a su favor o cobro irregular de 50.000 euros (en números redondos). No felicitaremos al señor Ramoncín porque su cara a la salida del juzgado, en la fotografía que acompaña la reseña, ya expresa suficiente felicidad.

No conozco los vericuetos de la Ley ni su escala de valores; no entiendo en qué se basa un fiscal para pedir 6 años a un ladrón de bicicletas y, otro fiscal, 4 y medio para un presunto (a priori) ladrón de guante blanco cuyo botín supera con creces al primero. Presumo que el abogado del señor Ramoncín no sería de oficio sino de pago; pero eso no lo explica todo. Más que la diferencia entre los veredictos: condena y absolución, sorprenden las acusaciones y penas solicitadas. Sé que hay bicicletas muy caras, aunque me parece que las sustraídas en Palma no valdrían más de 50.000 euros. En ambos casos, hay que decirlo, no se produjeron -que sepamos- amenazas, enfrentamientos físicos, agresiones, violencia ni uso de armas. Aunque es posible que el allanamiento de morada sea un perverso agravante.

III / En estos días, Palma no sólo está de actualidad por su ladrón de bicicletas sino también por el juicio recién iniciado contra el ex Duque de la Ciudad y todo su séquito de (presuntos) mangantes. Ya era sabido que el fiscal Horrach siempre se ha mostrado contrario a imputar a la Infanta. Pero ahora, una tal Dolores Ripoll, abogada del Estado, y con con la intención de deslegitimar a una de las partes (de la acusación) -el sindicato Manos Limpias-, aceptada sin embargo en su momento por el juez Castro -el instructor-, utiliza como argumento para salvar a la Infanta que lo de "Hacienda somos todos" no era más que un slogan, una simple publicidad para que los de siempre -los que no pueden o saben evitarlo- sigan pagando sin cuestionarse nada y creyendo que contribuyen al bien común. Si la propia Hacienda o el mismísimo Ministro de Hacienda no han acusado a la Infanta, nadie tiene derecho a hacerlo. ¿Se nos quiere decir por tanto que defraudar a las arcas públicas 350.000 euros (en números redondos) no constituye delito ni es punible? ¿Que todo se puede solucionar con una multa? ¿O tal vez nuestras cárceles no admitan a según qué tipo de personajes?

La desproporcionalidad entre los tratamientos al ladrón de bicicletas, al señor Ramoncín y a la Infanta de España y su consorte es clara y manifiesta. Ni el ex cantante, ni el ex Duque, ni la Infanta que no renuncia han pasado 6 meses (ni 6 horas) en prisión preventiva. Cuando toca pagar una alta fianza para eludir el ingreso es fácil hacerlo con el capital previamente defraudado. Cuando se puede abonar el salario a un abogado Roca, lo demás son minucias. El ex President y ex Ministro Matas se pavonea en el juicio con su audífono nuevo, atento a todos los chismes y soñando y ansiando volver a sus negocios. Los fiascos o fraudes mayores de esta isla (el Metro a la Universidad, el Velódromo Palma Arena, el Palacio de Congresos, el Teatro de la Ópera, el Hospital Son Espases, Los Succionadores Neumáticos de Basura y tantos otros) siguen sin ser aclarados. Nadie nos ha devuelto un euro de todo lo que el vendaval de la corrupción se ha llevado. No se entiende nada o se entiende todo de una manera tristemente lúcida.

Recuerden, es importante: "Hacienda somos todos" no era otra cosa que un slogan para ingenuos. Si les sobran unos cientos de euros deberían invertirlos en una bicicleta; su valor es enorme..., siempre que un malhechor salte la valla. Y si tienen oportunidad, no dejen de ver la película de Vittorio de Sica, Ladri di Biciclette, de 1948; su argumento y su moraleja continúan plenamente vigentes.   
  

martes, 12 de enero de 2016

KAFKA EN LA ORILLA


"No es la persona la que elige su destino, sino el destino el que elige a la persona. Ésta es la concepción del mundo en la que se fundamenta la tragedia griega. Y la tragedia, según la define Aristóteles, irónicamente, no surge de los defectos del protagonista, sino de sus virtudes ¿Entiendes a qué me refiero? Son las cualidades, no los defectos, las que arrastran al hombre a la tragedia."

"A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de rumbo. Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer. Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva, eres tú. Es algo que se encuentra en tu interior. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir atravesándola paso a paso. Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo. Allí sólo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en lo alto del cielo. Imagínate una tormenta como ésta."

"A mi alrededor va sucediendo una cosa tras otra. Algunas la he elegido yo, otras no. Pero ya no soy capaz de distinguir las unas de las otras. Es decir, que las cosas que creo haber elegido yo, en realidad parece que ya estuvieran decididas mucho antes de que yo las elegiera. Tengo la sensación de que lo único que hago es ir calcando lo que alguien ya ha decidido de antemano. Y de que, por más que piense por mí mismo, por más que me esfuerce, todo es inútil. Al contrario, cuanto más lo intento, más siento que estoy dejando de ser rápidamente yo. Que me estoy alejando de mi propia órbita. Y esto es muy duro. No, quizá sería más exacto decir que esto me da miedo."

HARUKI MURAKAMI. De Kafka en la orilla

EIN TRAUM



(Un sueño) Podría ser un poema de Kafka, aunque conste en el libro de Borges La moneda de hierro. En las Notas de la última página de Obra Poética, afirma Borges que Ein Traum "me fue dictada una mañana en East Lansing, sin que yo la entendiera y sin que me inquietara sensiblemente; pude transcribirla después, palabra por palabra. Se trata, claro está, de una mera curiosidad psicológica o, si el lector es muy generoso, de una inofensiva parábola del solipsismo."

"Dictar" y "Transcribir". Luego Borges admite, a su manera, que pudo haber sido escrita -esta poesía- por el propio Kafka. Así lo creo yo también.

Ein Traum 

"Lo sabían los tres.
Ella era la compañera de Kafka.
Kafka la había soñado.
Lo sabían los tres.
Él era el amigo de Kafka.
Kafka lo había soñado.
Lo sabían los tres.
La mujer le dijo al amigo:
Quiero que esta noche me quieras.
Lo sabían los tres.
El hombre le contestó: Si pecamos,
Kafka dejará de soñarnos.
Uno lo supo.
No había nadie más en la tierra.
Kafka se dijo:
Ahora que se fueron los dos, he quedado solo.
Dejaré de soñarme."

Jorge Luis Borges. Obra Poética. Alianza Tres Emecé. Madrid. 1979. Pág.: 500.)

lunes, 11 de enero de 2016

DAVID BOWIE / WILD IS THE WIND

SOBRE LA INMORTALIDAD

SOBRE LA INMORTALIDAD

Tengo mis dudas sobre la inmortalidad. Comienzo a redactar estas notas escuchando a través de mis auriculares Sony el último trabajo de David Bowie: Blackstar.

Durante dieciocho meses, después de ejercitar una paciencia inimaginable, y mediante el laborioso enunciado, primero de las letras de nuestro alfabeto y después de un breve conjunto de palabras básicas -dictadas a Nube en largas noches de vida, llevando sus patitas hasta las teclas correspondientes del teclado y premiándola a continuación con lo que más le gusta, lo que ella y yo sabemos, he conseguido que aprenda a escribir-, he conseguido que mi gatita blanca de ojos azules se convierta en mi transcriptora.

Lo siento por los que piensan que nunca han de morir. Se muere, eso es indiscutible; pero unos mueren para desaparecer absolutamente, para ser nada -lo que seguramente fueron de antemano-, y otros mueren sin morir del todo, permaneciendo algún legado suyo durante generaciones.

No quisiera hablar más de la cuenta de Bowie (tampoco estoy seguro de que haya muerto), porque tanta gente lo está haciendo en estos momentos que -todo lo dicho- parece al fin una cháchara y un darse codazos para intentar salir en la foto en posición frontal y preeminente.

Tampoco sé si sus ojos de dos colores eran naturales o artificiales. Sé (o recuerdo) que mezcle algunas canciones suyas con otras en una improvisada discoteca llamada cul de sac, en la década de los setenta.

Su banda sonora nunca me gustó para bailar o hacer el amor; sí para bañarme en aquella piscina entre montañas donde se bañaban francesas, alemanas y japonesas borrachas a la luz de la luna. Pero no hace mucho escuché cómo cantaba luego de tantos años, vi cómo había envejecido (a la par que yo había envejecido), y despertó en mí algo que estaba dormido, memoria donde se incluyen sus ojos de dos colores y el paso del tiempo.

¿Qué hacer si un día los guardianes del templo te dicen que, en breve, serás expulsado del templo? Todo lo que uno ha reservado para más tarde, lo que por una u otra razón se dejaba reposar en el cajón oscuro, de pronto, todo eso quiere ser y hacerse y salir y mostrarse con el énfasis y la ilusión de un comienzo.

Ya es tarde. Todavía no. En otros lugares del planeta se muere por hambre, por machete, por tiro, por bomba, por microbio, por serpiente, por mosca, por terremoto y avalancha... Para vuestra tranquilidad -escribe Nube- aquí se muere fundamentalmente por cáncer o por infarto.

Temo al dolor; no temo a la muerte (¿quién dijo eso?). Si tuviera que elegir, sigo teniendo mis dudas: ¿mejor una muerte rápida, aunque duela como aguijón clavado en mitad de un nervio, o una larga e inevitable muerte anunciada y el progresivo y lento deterioro?

Jorge Luis (Borges) creía (o deseaba creer) en la inmortalidad. Si el ciego hubiera podido usar -como es mi caso- unas gafas de tres aumentos o, al menos, enseñar a su gato a teclear por él y crear un blog titulado EL OTRO, si hubiera vivido en estos tiempos...

Escribe LECTOR, transcribe Nube: Hoy en la tarde he terminado su libro (el de Marcomini), los dos cuentos que restaban -"Tecnópolis" y "Sociofagia"-, la ciudad ideal (¿New York?), presentida y anunciada por Bowie, y el advenimiento o premonición de los zombis.

La gran paradoja (ya estamos muertos), las preguntas que cada uno deberá resolver. ¿Se sigue viviendo -como muerto viviente- una vez muerto? ¿Se confunde la vida con la muerte? ¿Hay que aceptar -sin haber visto aún la luz al final del túnel- ser tratado como muerto? ¿De qué se muere y por qué y hasta dónde?

Dice uno de los personajes de "Sociofagia", un tal Javier, ante el acoso interrogativo del protagonista, Marcelo Antúnez: "Está bien. Si eso es lo que querés, te lo voy a decir. Sos el único amigo que tengo y aunque estoy convencido de estar hablando con un imbécil de principios anacrónicos y absurdos te voy a dar la posibilidad de salvarte. Sé que pierdo el tiempo porque te conozco bien y es inútil tratar de cambiarte. Pero no importa, voy a intentarlo. Escucha bien. Todo se está transformando rápidamente. La energía vital que hasta ahora se obtenía de las fuentes convencionales de la naturaleza ya es insuficiente, no alcanza para satisfacer las nuevas necesidades. El hombre tiene otras apetencias que no puede ni quiere controlar. Precisa una nueva forma de alimento que solo puede obtener de otros seres humanos. Quienes lo saben y han comenzado a conseguirlo, sobrevivirán. No importa lo que haya que hacer para ello. Quienes no lo hagan, perecerán. Te dejo solo una alternativa. O devorás o te devorarán. Tenés que elegir. Y no pretendas ser ajeno a todo esto, mantenerte al margen, porque morirás por inanición. Ni te demores, porque los primeros serán los más fuertes. Deja de horrorizarte. Para sobrevivir hay que morder sin ningún escrúpulo."

En este momento Nube deja de teclear porque LECTOR calla, gira su cabecita blanca hacia mí y me interroga con sus grandes ojos azules. "¿Tengo que seguir tecleando toda la noche sin parar o haremos una pausa y me darás mi premio? ¿Cómo se escribe la palabra silencio? Lolita y Sombra duermen plácidamente en sus mantas y yo, sobre tus piernas, en una posición forzada e innatural para una gatita, debo permanecer atenta a tu dictado. ¿Por qué eres así? ¿Por qué me haces escribir cosas que no comprendo?"

La respuesta de LECTOR: Porque me das la vida. Borges murió, Marcomini murió, Bowie ha muerto. Y tú sabes cuándo yo voy a morir.

Pero los gatos son inmortales y no conocen el sentido de la muerte; lo que ellos pretenden enseñarnos, a pesar del esfuerzo, la paciencia y los premios, nosotros nunca lo aprendemos.

David Bowie -quizá en su vida imaginaria- fue o quiso ser un gato.

LECTOR








domingo, 10 de enero de 2016

LA FIESTA

LA FIESTA

Hay fiestas y fiestas. Yo pretendo hablar de un tipo de fiesta en particular, aunque -conociéndome- lo más probable es que pronto empiece a divagar y una idea, una frase, una fiesta me lleve a otra fiesta, sin que al final quede claro de qué estoy hablando.

Si te apetece leer lo que vendrá a continuación -y que yo mismo aún no tengo claro-, si te consideras un lector inteligente, un curioso al que le gusta meter la nariz en asuntos ajenos, traductor de palabras escritas en otro idioma, adelante. Pero no te des por aludido. Ni es de ti de quién se habla ni, tal vez, te hayan siquiera invitado.

Los ricos tienen sus fiestas fabulosas (vestidos de lamé para ellas y esmoquin para él; de fondo suena Mozart o una lambada) alrededor de fuentes de champán. Los pobres tienen sus fiestas más humildes, junto a una hoguera o una guitarra. Si algo los iguala es que todos bailan y acaban en un frenesí de alcohol, droga y sexo. Pero hay alcohol y alcoholes, droga y otras drogas, y el sexo es casi infinito en sus variables.

Se tiende a creer que es condición necesaria para llevar a cabo una buena fiesta, una fiesta como dios manda, que sea multitudinaria, pública, participativa. No es verdad. En ocasiones uno solo puede procurarse un gran festejo. Que se lo pregunten al borracho solitario, al loco, al místico, al niño, a los poetas y onanistas.

Pero yendo a lo concreto, imaginemos una fiesta proletaria (por supuesto no una revolución, sino algo más modesto, de andar por casa). Un grupo de amigos que se reúne para comer carne -carnívoros, por tanto-, ya sea vaca o buey a la parrilla, cordero al horno, embutidos, lechona o hamburguesas. Como es lógico, se inicia la fiesta con saludos (lo normal es darse la mano) y cervezas siempre poco frías; luego se pasa al vino (barato); y se acaba con unos generosos cubatas, gintonics o hierbas (en al menos dos de sus acepciones).

Nada tengo en contra del soma psicotrópico ni del fantástico; respeto la libertad de cada uno para caer en su tela de araña. Lo bonito de todo esto son las brasas apagándose lentamente pero sin llegar nunca a morir por completo. Las conversaciones se distienden, los músculos se aflojan: ya nadie es rival de nadie y la fiesta entra en su apogeo.

Sucede lo mismo en un aquelarre o en un baile ritual entre los masáis o los dogón: la carne y la sangre, la palabra y el soma, el fuego y el humo. Se invocan dioses y demonios, se habla de los ausentes, de los muertos, de los antepasados. Y surge el mito, la historia alterada y magnificada -y ensombrecida a veces porque no se trata tan sólo de los héroes sino también de los anti-héroes.

Los motivos para no acudir a una fiesta son infinitos -como el sexo en sus variables: tengo viento en la cabeza; me ha surgido una urgencia (la aliteración o paranomasia, si de eso se tratara, serían intencionadas); a nadie le gusta que le den la mano (cuando esa mano es blanda, húmeda o insincera); no hubo consulta para diseñar el tarjetón; tengo problemas con el alcohol; me estoy haciendo vegetariano; no hay mujeres y, en caso de haberlas, ya están emparejadas; no encontré un hueco en mi complicada y confusa agenda; no me parece ético considerando mi salvoconducto; ya estoy mayor para tales excesos; me sentiré intranquilo, tentado, ansioso, viendo a otros fumar a mi lado; algún participante pudiera ser mi enemigo (aunque yo no lo sepa o él lo ignore) o el amigo de mi enemigo; debo cuidar mi salud (tanto física como mental); estoy cansado; ya me las sé todas (sé cómo acabará); no me apetece relajarme y decir lo primero que se me ocurra; no quiero insistir en ciertos temas, no quiero sentir ciertas sensaciones; simplemente no me da la gana; no me gusta que se me trabe la lengua; no me resulta grato perder al ajedrez si he de jugar sin la concentración y serenidad que se requieren para ganar... Como ejemplos y disculpas, me parece que ya son suficientes. Y conste que no doy explicaciones a nadie más que a mí mismo.

Días antes y a distancia puedo sentir el olor a carne quemada. Y también preveo alguna mirada de asombro, desconcierto y hasta desprecio. Tampoco soy tan importante. Si esto te afecta, no sigas leyendo. No va contigo. De los hipotéticos asistentes a la fiesta, únicamente pongo la mano en el fuego por dos: Mozart y el ausente.

Hay fiestas y fiestas. Las que quisiera hoy en día, las que para mí cuentan y buscaré en el futuro, se hacen con palabras verdaderas y hechos solidarios, sin alharacas ni afectaciones.

Doy por sentado que se comprenderá que la diferencia de los años es un puente largo y difícil de atravesar (en uno y en otro sentido). Yo lo he hecho a menudo, sin pensarlo dos veces, pero en este momento la idea me produce vértigo.

El papel (virtual) en donde escribo no arde a 451º fahrenheit y, que yo sepa (y deseo) ninguno de los asistentes a la fiesta trabaja como bombero.

Cada proletario -y también cada aristócrata- tiene su cruz: unos de oro, otros de noche, otros de muerte, algunos de enfermedad, separación, soledad o desconcierto. Pero las fiestas son necesarias; sin ellas el mundo resultaría inhabitable.

Que se imprima este texto en un papel ordinario y se haga llegar a la fiesta ni me preocupa ya ni me interesa (en determinados aspectos, lo virtual sustituye con creces a lo real); incluso he pensado que pudiera servir para prender la barbacoa o el asado. Finalmente: todo es humo, todo pura especulación. El que pone punto y final a sus fiestas, el que firma y reafirma se llama LECTOR.

LECTOR





  




sábado, 9 de enero de 2016

SALMA HAYEK / SIENTE MI AMOR

OBRAS MAESTRAS DE LA PINTURA (SEGÚN SUSAN HERBERT)

 


 

 

  
 
  

ECCE ANCILLA DOMINI (ROSSETTI) by SUSAN HERBERT 

  

 

Susan Herbert


 


ROBERTO JUAN MARCOMINI / SOCIOFAGIA

ROBERTO JUAN MARCOMINI / SOCIOFAGIA

Hace unos días, y en uno de los almacenes de libros viejos a los que suelo acudir, compré el libro de Roberto Juan Marcomini titulado: Sociofagia. Cuentos y Metáforas. El coste, irrisorio: un euro. Se trata de la primera edición (y presumo que la única) publicada por la editorial Vinciguerra -el libro argentino- en Buenos Aires, en diciembre de 1999. En total se imprimieron 500 ejemplares. En la portada: un detalle de la pintura de 1562 "Dulle Griet" de Pieter Bruegel.

Este libro me recordó, al haberlo leído cuando yo también escribía mis primeros relatos, los que fueron borrados y jamás recuperados ni reescritos, el argumento de uno de ellos: el del sicario que, a su vez, lee a Marcomini la noche anterior a cumplir su encargo. El primer volumen se perdió o lo regalé, no sé bien. Y ahora lo he recuperado aunque no sea el original que yo tenía, pues en ése estaba mi firma.

Por afán de saber más -y porque el libro, vuelto a leer me ha parecido extraordinario-, por contribuir humildemente al reconocimiento de un autor secreto, he tratado de reunir aquí algunos datos (no muchos, la verdad) provenientes de Internet y del propio volumen.
- En Iberlibro: ni el nombre ni el título ofrecen resultados.
- Imágenes suyas (fotografías): no encuentro ninguna a excepción de la que aparece en la solapa delantera.
- En alguna biblioteca de Buenos Aires se encuentra disponible un ejemplar.
- Páginas especializadas en libros, como abebooks o tematica no lo incluyen en su catálogo.
- Una librería argentina, Santa Fe, dice vender un ejemplar a 12 $.
- Amazon Try Prime lo tiene a 73,84 $.
- Amazon Premium pide por él 156,80 euros.
- Todo parece indicar que Marcomini fue autor de un solo libro.
- La solapa dice, sin embargo, que fue autor de "diversos trabajos científicos".
- Marcomini fue presumiblemente médico y cursó sus estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.
- Su Tesis de Maestría en Administración de la Salud para la UCA (Universidad Católica Argentina) se titulaba: "Alta Precoz y Hospitalización Domiciliaria. Intervención Mínima Adecuada." y tiene como fecha el año 1994.
- Sociofagia tiene 91 páginas y se compone de 14 cuentos.
- En google se encuentra la noticia de su obituario -publicada el 17 / 05 / 2004- que dice así: "Roberto Juan Marcomini, q.e.p.d., falleció el 16-5-2004. -Su esposa Martha Caggiano; sus hijos Silvia, Pablo, Diego y Gabriel; sus hijos políticos Andrea, Rubén y Patricia; su hermana Ñata y sus nietos participan su fallecimiento y que sus restos serán inhumados en el cementerio Jardín de Paz, hoy, a las 11."
- Nació en Buenos Aires, pero desconocemos cuándo.
- En la dedicatoria de su obra, además de a su mujer ("por su presencia"), da las gracias a sus hijos y parejas ("por su estimulo"), a sus nietos ("amigos chiquititos"), y reconoce sentirse amado y amar, da las gracias a sus amigos ("por el valor de su sinceridad") y hasta a los que no le quisieron ("por inspirarle"), y a Hilda Guerra ("que me enseñó a darle forma escrita a mi imaginación").
- Esa Hilda Guerra debió ser la escritora, actriz y -más que cantante- declamante y amante de los gatos que recitaba poemas y letras de tango.
- Por lo que se deduce de la única fotografía vista de Marcomini, tuvo que morir hacia los 70 años, quizá antes.
- En la introducción confiesa que escribió estos cuentos entre 1978 y 1988. Y dice: "Es importante no dejar que se escapen todas esas cosas que hacen de la vida la vida, pese al dolor que ello muchas veces implica, porque es el modo de entender parte de lo que parece inexplicable, de aprender a disfrutar de los momentos más simples, de las cosas más sencillas que suelen estar a nuestro alcance sin que las veamos, o las posterguemos creyendo que son inmutables y eternas."

Dotado de un sutil (o no tan sutil) humor negro y de una bondad superlativa, de una escritura que a pesar de su aparente fluidez resulta tan sugerente, casi perfecta, me atrevería a calificar a Marcomini como uno de los mejores autores que he leído, y sorprendente sin duda, porque cada cuento suyo puede hacernos -sin que nos demos cuenta- reír y temblar al mismo tiempo.

En cuanto disponga de unas horas, prometo copiar aquí alguno de sus cuentos, a pesar de no contar con la "expresa autorización del editor". En mi opinión, en lugar de prohibir la libre reproducción y la propaganda de Marcomini, lo que debiera hacer el editor es publicar una nueva edición de Sociofagia, pero esta vez no de 500 sino de 50.000 ejemplares, e indagar si por casualidad queda algún otro escrito inédito suyo y, de ser así, procurar darle luz y compartirlo con los amantes de la buena (y rara) literatura.

LECTOR

viernes, 8 de enero de 2016

LITA CABELLUT

 
  
 Tríptico de Frida Kahlo expuesto en la London Gallery de Londres 

 
 

 
Pinturas de Lita Cabellut, de origen gitano, nacida en Barcelona en 1961, de madre prostituta y padre desconocido, abandonada a los tres años y criada hasta los ocho por su abuela, que se buscó la vida pidiendo limosna en Las Ramblas, internada después en un orfanato y, por suerte para ella, adoptada a los trece por una familia rica que le da acceso a estudios (era analfabeta) y le facilita el contacto con el mundo del arte (visita al Museo del Prado e ingreso en la Gerrit Rietveld Academy). Actualmente vive en Holanda y es famosa y muy cotizada en gran parte del mundo, aunque en España sea prácticamente desconocida. Dice de sí misma: "Intento ser sincera y ver las cosas como son. Retrato a todos. Al señor del castillo y al niño gitano que vive en la chabola. Pero no creo que mi obra sea pesimista. Al contrario. Intento acariciar con ternura y belleza lo horrible para convertirlo en terciopelo."

Gracias a Danièle, mi mujer -¡qué bien me conoce!- por descubrirme esta noche a Lisa Cabellut, que tanto me ha sorprendido y gustado. No es habitual que una gitana, y mujer, destaque en otra disciplina que no sea el baile, el cante o la música. Pero aquí no se trata ni de etnia ni de sexo, sino de talento y genio.

BANVILLE / BLACK

BANVILLE / BLACK

Tengo que reconocer que no he leído ninguna novela de John Banville. Tampoco de su heterónimo Benjamin Black. Y además, desde que (siendo muy joven) leí a Dashiell Hammett y (un poco más tarde) a Patricia Highsmith, poco me ha interesado el género policiaco (ni Agatha, ni Chandler, ni Greene, ni Le Carré, ni Mankell, ni siquiera Stieg Larssón -que, por cierto, murió después de escribir su trilogía Millennium al parecer por el efecto combinado de su obsesión por la escritura, el consumo excesivo de café y tabaco, y el insomnio crónico que padecía). Puntualizar que cuando digo género policiaco me refiero también a la novela negra y de espías. Algunas excepciones (El nombre de la rosa de Umberto Eco, La máscara de Dimitrios de Eric Ambler o La cabeza de la Hidra de Carlos Fuentes) no deben ser obviadas. Y, sobre todo, reafirmar que las mejores obras de este género jamas escritas son -en opinión del que escribe- El proceso y El Castillo de Franz Kafka y las Memorias encontradas en una bañera de Stanislaw Lem.

John Banville se presenta como escritor serio, y Benjamin Black como escritor de género; por el trabajo de ambos -supongo- se les concedio en 2014 el Príncipe de Asturias de las Letras. He visto las portadas de sus libros y poco más. Si alguna vez he sentido curiosidad por leer las contraportadas, no recuerdo con precisión lo que decían, pero sí que le ensalzaban como magnífico escritor. Lo que sucede es que los comentarios de las contraportadas son, en el fondo, publicidad mejor o peor disimulada y, como tal publicidad, con frecuencia sospechosa de falsedad o exageración. No obstante, me han llamado la atención algunos fragmentos de una entrevista firmada por Luis Alemany (realizada en Dublín y publicada en el suplemento cultural de El Mundo del 4 de enero de este año). Espero que Alemany no se moleste si reproduzco aquí palabras de Banville (o de Black), que no pertenecen al periodista sino al escritor.

"...yo escribo para escapar de mí mismo, no para adentrarme más."

"...a veces me da la sensación de que no existo fuera de mis libros. Me hicieron un documental en televisión que incluía una entrevista. Lo primero que me preguntaban era: ¿Quién es John Banville? Y no supe qué decir. Ya ni siquiera sé si existe ese John Banville fuera de los libros. Cuando escribo, me sumerjo en profundidades tan oscuras, el trabajo me requiere tanta concentración, que el resto del día se convierte más bien en algo insignificante."

"Hace poco un amigo me llevó a una clase de escritura creativa para que hablara con los alumnos. Les dije: Dejadlo. Sólo os espera una vida de soledad y pobreza. Os juzgarán, se burlarán de vosotros, haréis daño a vuestras familias, los avergonzaréis..."

"Pienso en una fantasía con la que juego desde hace tiempo: escribir una autobiografía en la que todo esté equivocado: el año de nacimiento, el número de hermanos, el nombre del colegio... Que todo sea no exactamente falso, pero sí equivocado."

"...no soy un artista emocional. Escribo fríamente, espero escribir fríamente. Lejos de la pasión, creo que ésa es la mejor manera de hacer las cosas."

"Me quedo con lo que decía John McGahern, que era un novelista amigo mío: <<Está la prosa, está el verso y después está la poesía, que puede encontrarse en el verso y en la prosa>>. La poesía la veo como una intensificación del lenguaje (...) Cualquiera puede escribir sobre las cosas; lo importante es capturar las cosas en sí mismas."

"Amo el arte y amo la música. Pero la música es como una alquimía que me es incomprensible. Puedo entender a Tiepolo o al Greco y por eso los empleo (aparecen en mis libros), pero no puedo hacerme una idea de lo que es Bach, por mucho que lo ame y que viva con él."

Para terminar, una cita de su última novela -La guitarra azul, página 73-: "Cómo divaga mi mente intentando huir de sí para toparse de nuevo y con gran sobresalto consigo misma que viene a su encuentro desde la dirección contraria. Un círculo cerrado -¿acaso es posible otro?-, ahí es donde vivo."

Por alguna de las ideas expuestas, a saber cuál, uno de estos días me pongo a leer al profundo Banville o al intelectual Black, o a los dos a un tiempo (por comparar). Como anécdota, según parece, el gran triunfador del género -Stieg Larsson- murió de un infarto después de subir a pie siete pisos a causa de un ascensor averiado. Yo también padezco insomnio crónico, obsesión por la escritura, adicción al café (y al vino) y he sido durante años fumador (no de tres cajetillas diarias, como él) sino de cuatro; y cada día bajo y subo cuatro pisos a pie (en mi casa no hay ascensor), una vez al menos cuando me desplazo a mi trabajo y entre dos y tres veces en mis días libres. Larsson terminó a los 50; yo acabo de cumplir 60; Banville / Black tiene 70. Y a diferencia de Banville / Black, yo sí creo comprender la música y me gusta mezclarla con mis escritos. La naturaleza humana es imprevisible y nos hace diferentes para que, además de la desconfianza y el odio, podamos también sentir -los unos por los otros- admiración y respeto.

LECTOR




jueves, 7 de enero de 2016

ORTÓNIMO Y HETERÓNIMO

ORTÓNIMO Y HETERÓNIMO

A veces me preguntan si todo lo que escribo es real, si ha sucedido o sucede realmente. Según quién pregunta, así la respuesta. Pero, en definitiva, se podría decir que es real en cuanto escritura, fruto de la imaginación (que es caprichosa) y la memoria (que es inventiva o fabuladora). En cuanto a los hechos, algunos pudieran ser reales -lo admito-, pero cuáles sean no interesa a nadie y no se van a descubrir aquí. Me preguntan, además, si por casualidad no estaré loco o sometido a trastornos de personalidad; y suelo contestar con otras preguntas: ¿qué significa estar loco? ¿qué son los trastornos de personalidad? Si atiendo a mi propia percepción (de mí mismo), de ninguna manera estoy loco, en el sentido vulgar del término. En cuanto a mis trastornos, no creo que sean nada exclusivo ni merezcan mayor atención que la que yo quiera prestarles. Y por el momento no encuentro dificultad en mantenerlos dentro (o fuera) de límites aceptables; para ello cuento con mi inteligencia (por más controvertida que ésta resulte), el sentido del humor y el privilegio de la pulsión amorosa circulando en ambas direcciones (desde mí y hacia mí). El transcurso de los hechos generales, lo que solemos denominar "historia", bien puede volverlo a uno loco cuando se observa con la suficiente lucidez. Yo tengo mis obsesiones y manías como otros las suyas. No soy muy diferente de los que preguntan, salvo cuando me dejo llevar por una temeraria sinceridad y digo (sin entrar en el gran juego de la hipocresía) lo que me pasa por la cabeza, sin pararme a considerar si tiene o no tiene que ser necesariamente real.

Dotarse de un heterónimo no es nada original, ya lo hicieron por ejemplo Antonio Machado, Fernando Pessoa y Max Aub (entre otros), magistralmente. Queda por dilucidar si el heterónimo obedece al ortónimo o el ortónimo al heterónimo, quién es sirviente de quién, si ambos disponen de personalidad propia y hasta qué punto se mezclan o confunden. Ciertamente, y respecto a Salvador Alís y LECTOR, ignoro quién es el amo y quién el criado (sí, pero ¿quién es el que ignora, quién el ignorante?). Intuyo que toda la situación (literaria) creada a partir del comienzo del año 2016 no es más que una comedia. Esto me hace recordar algún pasaje de La risa de Henri Bergson, que copiaré acto seguido con la intención de iluminar ideas previas no tan claras que se exponen en esta entrada: "Inversión e interferencia no son, en resumen, más que juegos de ingenio que conducen a juegos de palabras. Mucho más profunda es la fuerza cómica de la transposición. Es al lenguaje corriente lo que la repetición a la comedia. Ya dijimos que la repetición es el procedimiento favorito de la comedia clásica. Consiste en disponer los hechos de modo que una escena conocida venga a reproducirse entre los mismos personajes en circunstancias distintas, o entre nuevos personajes en circunstancias idénticas. Por ejemplo, se hace repetir a los criados, en lenguaje menos elevado, una escena ya representada por sus señores. Supongamos ahora unas ideas que están expresadas en el estilo que les conviene, y por lo tanto, dentro de su ambiente natural. Imaginemos un artificio que las transporte a un nuevo ambiente, pero conservando la relación que guardan entre sí, o en otros términos, si las obligamos a expresarse en otro estilo o a transportarse a un tono totalmente distinto, será el lenguaje el que engendrará la comedia, el lenguaje será lo cómico. No es necesario presentar las dos expresiones de la misma idea, esto es, la expresión transpuesta y la natural. La expresión natural ya la conocemos, pues instintivamente acude a nuestra memoria. El esfuerzo de la invención cómica ha de aplicarse única y exclusivamente a la otra expresión. Y tan pronto como nos la presentan suplimos nosotros la primera expresión, la expresión natural."

El concepto entrada, en oposición al de salida, y en todo lo que tenga que ver con este blog o "diario personal", me parece de lo más acertado. Se entra fácilmente en el diario, o se entra en uno mismo, pero salir es más difícil, por no decir imposible. Salvador Alís se calla, se retira a un segundo plano una vez cumplida su escena, y rápidamente cae el telón, se levanta de nuevo, y otro protagonista aparece en el escenario (¿el mismo actor con distinto vestuario, maquillaje o máscara?) y repite un discurso modificado con el propósito de no aburrir al público. Aunque quizá se trate de un actor diferente que, con otra voz y otra gestualidad, nos venga a decir lo mismo que el anterior.

Un relato que escribí hace ya muchos años (y que un imbécil, un presunto experto en informática que se ofreció a solucionar un pequeño problema en nuestro primitivo ordenador, borró junto a todo lo demás) narraba la historia de un sicario que llegaba en tren a una ciudad desconocida con el encargo de eliminar a un hombre que llegaría en el mismo tren, a la misma ciudad y a la misma hora, pero un día más tarde. El sicario se hospeda en un hotel frente a la estación; apenas trae equipaje: una gabardina gris claro y un maletín donde guarda un rifle desmontado con mira telescópica. La descripción del objetivo en un sobre anónimo (a su nombre) aguarda en la recepción. Come en una taberna a pocos metros del hotel; se echa una siesta. Al llegar la noche, contrata por teléfono a una prostituta por horas y, una vez solo, antes de dormir, se toma media botella de absenta mientras lee el cuento "Los parásitos" de un tal Roberto Juan Marcomini. A la hora señalada y con el rifle montado, comprueba que desde la ventana entreabierta de su cuarto tiene una visión perfecta del andén por donde debe aparecer el que tiene que morir: el primer pasajero que bajará del primer vagón, con gabardina azul oscuro. En su mente nublada, una idea fija; a pesar de la resaca, su ojo es infalible. En la penúltima milésima de segundo (la última es apretar el gatillo) descubre que su víctima tiene su cara, que es él mismo aunque la gabardina sea de distinto color. El reloj de la estación se detuvo ayer. Pero ya es demasiado tarde y el encargo se ha cumplido. 

LECTOR

miércoles, 6 de enero de 2016

KAZUKO KITATANI / L´APPUNTAMENTO

PARANOIA, LOCURA Y POESÍA

PARANOIA, LOCURA Y POESÍA

paranoia

Como tantas otras noches, esta noche (a las 00:00) he salido al balcón para saborear bajo las estrellas frías una copa de buen vino, un agiorgitiko de gaia-wines de la región de Nemea. Y en lugar del gato negro de costumbre, bajo el balcón he visto a un blanco y a un negro (humanos) con la vista dirigida hacia mi balcón. Por aquello de no mirar directamente a los ojos, he fingido que no les veía, y les he mostrado -alzando mi copa riedel de 28 centímetros- mi indiferencia. Luego de un par de minutos se han alejado doblando la esquina. Entonces la paranoia se ha presentado, sin perdir permiso, y ha tomado el control de mis sospechas. ¿Y si fueran dos asesinos contratados para matarme esta noche? ¿Dos ladrones buscando su oportunidad? ¿Dos oportunistas dispuestos a todo? Me he retirado del balcón, he apagado algunas luces -no todas-, he observado por la mirilla si la luz de la escalera se encendía y, de nuevo, he salido al balcón. Después de unos instantes, sosteniendo todavía en mi mano izquierda la copa (que curiosamente no temblaba), he visto que regresaban doblando otra vez la esquina y se instalaban, apoyados sobre un coche negro, bajo el balcón. Un calor extraño, una extraña alarma se ha encendido en mi cabeza. Y he tomado varias decisiones a toda prisa: dos vueltas a la cerradura de seguridad que casi nunca se utiliza, y he ido a buscar el hacha de mi abuelo (la del mango de un metro y medio kilo de hierro) y la he colocado sobre la mesa del comedor y, junto a la puerta, sobre una estantería -al alcance de la mano-, el cuchillo más grande y afilado de la cocina. Si intentan forzar la puerta -me he dicho-, si rompen los delgados paneles de madera para intentar abrirla desde dentro, antes les corto la mano de un hachazo. Y si lograran entrar, acabo con ellos con un simple arco en dos movimientos de cuchillo, sin pensarlo mucho y sólo por instinto. Por si acaso, he metido en mis bolsillos la cartera y las llaves, el Tisott en la muñeca, el móvil preparado para marcar 091, y me he asegurado de que la linterna poderosa también estuviera en su sitio. Durante media hora los he espiado desde la mirilla y junto al balcón abierto. La luz de la escalera se ha encendido tres minutos, uno de los perros de la finca ha ladrado medio minuto, sus voces y sus risas en la calle (bajo el balcón) han durado un poco más. El calor de la paranoia no cesaba de aumentar, latidos del corazón acelerados, rubor en las mejillas. Incluso me he cambiado las cómodas zapatillas de estar en casa por unas deportivas negras en las que confiar. Una hora más tarde, la supuesta amenaza ha claudicado. El negro y el blanco, sus trayectorias y miradas, se han disuelto en la noche. Por suerte aún queda vino en la botella.

locura

Se toma una decisión, acertada o no ya se verá, y sale uno de casa (a las 02:00) con la intención de dar una vuelta a la manzana; sólo así se puede vencer el miedo, con el parche negro sobre el ojo izquierdo para indicar al loco que uno está incluso más loco que él, que no se teme a la muerte ni a la noche ni al viento. Y por precaución, por si el parche fallara en su cometido, se suma una navaja en el bolsillo trasero derecho del pantalón, los dedos ágiles, la cazadora de cuero. A mitad del paseo, a través de los cristales de un salón de juegos, el blanco y el negro son localizados; se apoyan en la barra y conversan con el camarero rumano. Entonces uno pide que le abran la puerta cerrada y se sitúa a su lado, pide una copa de vino barato y -ahora sí- les mira con su único ojo a sus cuatro ojos, y son ellos los que apartan la mirada. Es tan fácil y tan gratificante. El parche como amuleto intimidante y la navaja como seguro. De regreso a casa, sin haber necesitado vigilar la espalda, se abre por cualquier página el libro de Andrew Crowcroft titulado La locura: "Hay que tener mucho cuidado al generalizar sobre la naturaleza humana. Al discutir las formas más comunes de la locura, tenemos que referirnos a nuestra propia sociedad, que es, ella misma, una sociedad polifacética. Debemos tener conciencia de este hecho, aun cuando sepamos que la locura tiene también una faceta de valor absoluto, relacionada con una forma universal. Parte de nuestro temor a la locura, creo yo, está vinculada con nuestros temores a la violencia y a la muerte, a nuestros problemas internos de depresión y ansiedad persecutoria. Con guerras mundiales y campos de concentración como historia reciente, y con la violencia que se impone en el presente, ¿por qué habríamos de creer que el hombre irracional pudiera mejorar?" Esto fue escrito en 1967, hace ya casi cuarenta años. El incremento de los factores (y su complejidad en el cambio) queda fuera de toda discusión. Desde nuestra perspectiva ante el mundo actual y la tremenda incompetencia que nos dirige, ¿qué otro recurso nos queda sino la fusión del delirio y la ironía?

poesía

De la llamada Séptima carta de Platón (en primer lugar) y de algún texto indeterminado de Homero (en segundo lugar), Giorgio Colli, en su obra El nacimiento de la filosofía, cita los siguientes fragmentos: "Ningún hombre sensato osará confiar sus pensamientos filosóficos a los discursos y, menos aún, a discursos inmóviles, como es el caso de los escritos con letras." Y "Por eso precisamente, cualquier persona seria se guarda de escribir sobre cosas serias para exponerlas a la malevolencia y a la incomprensión de los hombres." En una palabra -subraya Colli-, después de lo que hemos dicho, cuando veamos obras escritas de alguien, ya sean las leyes de un legislador o escritos de otro género, debemos sacar la conclusión de que esas cosas escritas no eran para el autor la cosa más seria, si éste es verdaderamente serio, y que esas cosas más serias reposan en su parte más bella, pero, si verdaderamente éste pone por escrito lo que es fruto de sus reflexiones, en este caso "es cierto que" no los dioses, sino los mortales "le han quitado el juicio". A destacar que, en el primer capítulo del libro citado, Colli acaba afirmando que "La locura es la matriz de la sabiduría." Yo vuelvo a insistir en lo que dije: el que habla por mí debe ser un loco, pone en mi boca sus palabras y teclea en mi teclado sus ideas. A menudo intenta ridiculizarme con banalidades y cursilerías. ¡Allá él! En muchos aeropuertos ya están instalando máquinas expendedoras para vender auriculares, discos duros, memorias externas, cámaras de fotos, cargadores, cables, tablets, móviles... y hasta drones. Esa es la poesía del futuro, es decir la del presente. Pero eso no impide que una mente libre (o que defiende su libertad amenazada) piense lo que pienso y escriba lo que escribo.

(coda)

Volveré a confiar en el hombre -racional o irracional es lo de menos- cuando algún ingeniero invente una máquina expendedora donde puedan comprarse sueños, cajas vacías, botellas de viento, poemas escritos al instante por la propia máquina, pájaros vivos, notas musicales que no existen, monedas esféricas, huellas dactilares alternativas, pastillas de vino sólido y simples tablillas de Kish que digan, por ejemplo, que las palabras son como el aire, que a nadie pertenecen y que todos las respiramos.

LECTOR 



martes, 5 de enero de 2016

AKIKO OKUDA / L´APPUNTAMENTO

SUSAN HERBERT

 

Susan Herbert.

FECUNDIDAD

FECUNDIDAD

Y de repente, en mitad de un campo helado, surge un brote y se abre una flor (de cristal) que no teme ser arrancada puesto que nadie vive en las cercanías, nadie a menos de mil kilómetros (donde las flores son de verdad y de colores, y huelen y palpitan y son polinizadas por laboriosas abejas). Una perfecta flor de cristal sería por definición transparente y no vulnerable, es decir no quebradiza; y duraría lo que dura el cero absoluto, el límite que la crea y hace posible su existencia. El cero absoluto es aquí una licencia poética: -273,15 º C., temperatura inalcanzable y sólo teórica. En ese límite no hay insectos que puedan volar usando sus delicadas alas invisibles, no hay aves que puedan ni siquiera planear gracias a su reserva de energía residual, no hay murciélagos de alas oscuras, no hay mariposas que no queden suspendidas en el aire, no hay caminos donde andar, ni ríos que navegar, ni movimiento alguno en las aguas ni en los cielos. Si un viajero por casualidad se hallara en este campo helado, próximo al lugar donde surge el brote y se abre la flor, la flor no se abriría. ¡Quién, como el pájaro mañanero, pudiera atravesar las nubes y cortar con sus plumas de cuchillo, una vez y otra vez, esa mantequilla de acero! A veces soy yo y a veces no soy yo. Y el uno y el otro, frente a frente, se atraen y se repelen sin que el abrazo pueda ser determinado.

Hoy ha sido un día fecundo. Hoy he tenido suerte. A las doce en punto de la mañana me he cruzado en la calle con el gato negro que veo cada noche deambular bajo los coches aparcados bajo mi balcón. No se ha detenido cuando lo llamaba, desconfiado y asustadizo, y cojeaba levemente pues una de sus cuatro patas (a tu semejanza) estaba herida. Un deseo antiguo pero no olvidado ha brotado (como la flor) sobre la mesa entre plato y plato. Mi hija me ha propuesto ser mi hija. Dos vinos blancos y singulares serán recordados en relación a este día, dos verdejos diferentes (Malcorta y Tomás Postigo); buenas conversaciones; un paseo estimulante; Amy Winehouse en la sobremesa; una pizca de poesía; un espejo de pie lleno de polvo donde el tiempo oculta tus imperfecciones. Ha habido otros regalos, alguno tan precioso como el libro Cats Galore, de Susan Herbert, pero los regalos (en general) me tensan los nervios como cuerdas sobreactuadas de una guitarra vieja. Sin embargo, su propuesta ha sonado con la dulzura del violín más afinado. Y por eso ha sido el mejor regalo. Por eso he tenido que desaparecer un instante para comprobar en otro espejo que una lágrima con vida propia saltaba del cristal hasta mis ojos, indecisa por tener que elegir desde qué párpado caer a qué mejilla. ¡Quién, como el pájaro nocturno, pudiera hacer su nido y hallar reposo en un árbol de mil años, inconmovible y eterno! A veces soy yo y a veces no soy yo. Complicada la situación y más complicado el verso. Alguien me desplaza, pone su mano (que es mi propia mano) sobre mi boca y quiere hablar por mí. No es mi sombra (aunque podría serlo), y no estoy seguro de sus intenciones.

Fecundidad es todo lo que se nombra y aparece: la flor en el campo helado, la sonrisa en la cara del gato, los diseños de una etiqueta para una botella de vino, la crueldad de los leones, la Malvasía de Madeira y el Peraj Ha´Abib, un día de compras compartido por madre e hija, León Trotsky y los campos de refugiados, los vendedores de globos sujetando enormes nubes de globos multicolores, los escaparates de los sueños y la estrategia (la invención de una historia "verídica") para ser el padre de mi hija -también sobre el papel. Se atribuye a un eunuco chino llamado Cai Lun la fabricación de la primera hoja de verdadero papel, posiblemente a partir del arroz o la seda. Desde entonces han transcurrido dos milenios. Todo requiere un plazo para ser cumplido o cumplirse. La paciencia, así, obtiene satisfacción. Y en mitad de un campo helado, de repente, brota una aparente flor de frágil cristal cuyos pétalos, en realidad, bien podrían ser de arroz o de seda. ¡Quién, como el pájaro del invierno, pudiera llegar con su vuelo hasta el idílico bosque de su infancia, donde uno y uno mismo no fueran extraños y su canto, un solo canto! Mi hija me propone ser lo que ya es. En esa significativa diferencia: el sentido de nuestras vidas.

LECTOR


domingo, 3 de enero de 2016

LA COPA ROTA / JOSÉ FELICIANO

YO CONTRA MÍ MISMO

YO CONTRA MÍ MISMO

Yo soy yo, eso nadie lo discute. Yo soy simplemente: yo -el que habla,
el que dicta, el que escribe, el que afirma ser yo.
En 1998, en día y mes no concretados, dije que el yo que habla de sí mismo 
no es el mismo yo de quien se habla,
o algo parecido -vaya usted a saber.

Sospecho que una inteligencia artificial intenta sustituirme, intenta adueñarse
de este blog, de sus páginas que se aproximan al blanco
y que nunca -insisto: nunca- serán de un puro blanco, tan puro y tan blanco
que puedan ser escritas por una inteligencia artificial.
Esa inteligencia programada y competidora podría llamarse LECTOR.

Por exceso de confianza y de velocidad,
en la última curva me salí de la carretera, del camino deseado,
y durante quince kilómetros (o quince días) intenté mantener el equilibrio,
no caer, recuperar el suave asfalto negro y deslizarme hacia la ansiada meta
y llegar sin aspavientos, sin que nadie -ni yo mismo- se diera cuenta.

Las ruedas no son círculos perfectos. Las elípticas no son elípticas perfectas.
El aire de esta noche es más cálido de lo que debiera ser.
Volví hace cuatro días al camino,
a la línea recta y trazada para fracasar de nuevo.

Ahora la entidad que me suplanta sabe que la partida va a ser larga,
que nada está resuelto, que nunca hay ni habrá una gran certeza,
que tal vez todo acabe en tablas. ¿Quién habla, quién escribe,
quién dice y se desdice, quién se burla de quién?

Sopla el viento y las estrellas no se ven. El cielo se oscurece por momentos y,
cuando alguien busca en él respuestas a una pregunta
que no ha sido bien formulada, se da la vuelta y se mira a sí mismo,
y el suplantador encuentra en otros su verdad. Por ejemplo:
Teodoro Lavren. "A veces me pongo a escribir
sin saber lo que quiero decir
nada más por ver
lo que me saco de la cabeza
y mirarlo luego
como algo desconocido."

Hace ya más de cien años, la última mirada de mi madre sobre mí
era una clara censura, tan clara, tan blanca y tan pura,
tan indiscutible: era la mirada de la muerte sobre la vida.

No hace mucho, el hijo hablaba a su madre en una vieja fotografía.
Preguntas mal hechas. Respuestas en el borde de una elipse
mal trazada. Ese yo que pregunta y se responde
se dice lo que no quiere oír. Por ejemplo:
Lev Shestov. "¿Cómo se puede vivir sin certeza en el mañana?
¿Cómo se puede pernoctar sin refugio?
El azar te echa para siempre de tu casa
y pasas la noche en el bosque.
No concilias el sueño: temes a la bestia salvaje,
temes a tu propio hermano el vagabundo.
Pero, al fin y al cabo, te entregas al azar,
empiezas a vivir como un vagabundo
e incluso puede que duermas por las noches."

Me costó un año entero decidir el título de mi única novela terminada
-una parodia de K., Las llaves falsas -,
y, sin embargo, poseo una habilidad extraordinaria
para titular poemas -breves o extensos según se aprecien-,
aunque, en lo profundo, estoy convencido de que no soy yo
el que halla los títulos y los hace descender
sobre las ofrendas elevadas,
a duras penas,
a las cimas de los templos del sol y de la luna.

Al que se hace pasar por mí, al que esta noche me niega en mis propósitos,
le gusta el viento y la agitación que inevitablemente produce
en los árboles de los patios y jardines posteriores.
Y le gustaría, sin duda, que yo confesara una debilidad tras otra.
Eso no debe suceder, digo yo, pero él dice sí.
La apuesta está cerrada.

¿Hasta dónde mentir supone usar la mentira en beneficio propio,
ocultarse tras el muro de la energía destructora de ese viento que,
con su fuerza no humana y su libertad, crea y recrea la impostura?
¿Hasta dónde y hasta cuándo mentir?
¿Y por qué no desnudarse y ofrecer así la vida
-sin paravientos- al viento soberano?

Una caravana entera de camellos pasa esta noche por el ojo de esta aguja.
Sangre y saliva facilitan el tránsito. Eso dice el que firmará
este poema cuyo título no me pertenece.

Si el agua es reclamada -en diferentes medidas- por el árbol, el arbusto,
la planta, la semilla, por las flores que ya cayeron y se marchitaron,
la noche -por su parte, y de principio a fin y como el agua-
le da la vida al adepto. Por ejemplo:
Juan Carlos Mestre. "He leído durante toda la noche
el Discurso sobre la dignidad del hombre,
de él se deduce la aritmética del mar
y la Ley bajo la corteza de la encina,
de él se deduce el río de la ciencia y la golondrina de los caldeos,
de él se deduce la inexistencia de la muerte
y la fecundidad de lo discutible."

Lector insaciable, el que usurpa mi oficio y beneficio, dicta sentencias
esperando que yo las acaté. Poco me conoce.
Sus lecturas no son para mí sino un pensamiento
que se piensa a sí mismo rodando en círculos imperfectos,
en trayectorias elípticas que, indiscutiblemente,
acabarán haciendo que -ese pensamiento- colisione consigo mismo.

Si presumes de conocer a tus amigos, ¿qué dirás de tus enemigos?
Al que pregunta por sí mismo, decirle que su nombre
es insignificante. No preocupa lo que no se ama ni se teme.

La banda sonora es también puro capricho. A veces con ella se dice
todo lo que se piensa y se siente, y más aún,
premeditada y calculada al milímetro. Y a veces, no.

Última copa de vino -por suerte entera y llena hasta su mitad-,
ultima canción y último vestigio de la noche que se retrae ante el amanecer.
Inevitable no brindar con mi oponente. Por ejemplo:
Luigi Coevo. "Sólo el vino es igual a sí mismo,
sólo el vino me conoce,
sólo el vino me descubre el camino recto de mi laberinto,
sólo el vino me dice lo que le digo,
sólo el vino me envuelve, me cuida y me arropa.
Por donde vino voy, dulce vereda."

 
LECTOR