domingo, 2 de agosto de 2015

MATALEONES

     Un grandísimo hijodeputa, y conste que no me refiero a su madre sino a él mismo, dentista de dentadura arrogante y artificial, millonario a fuerza de adentrarse en bocas ajenas, ha matado -culminando su cima de crueldad y su destreza- a un león en Zimbabue, con ballesta y flechas.
     El león herido y muerto, despellejado y decapitado, espíritu, símbolo y leyenda, abrirá la boca en un rugido silencioso y atronador e impondrá justicia donde la justicia haya sido burlada y negada con gran menosprecio de la vida, la belleza y la libertad.
     Mi madre en su su tiempo, y por su educación y sentido práctico, llenaba la casa de cepos y veneno contra los ratones. Pero en cuanto a los gatos, disponía simplemente delante de la puerta botellas de plástico transparente llenas de agua, confiando en que las botellas, como espejos deformantes, repitieran la imagen de los gatos, los asustaran y se fueran.
     Walter Palmer, casa de millón y medio, fortuna de más de cinco millones, alto, serio, frecuentador de gimnasios y en forma, hurgador de caries y olfateador de fetideces bucales, depredador de animales y de mujeres, tan desprendido, tan aventurero, tan valiente que estaba dispuesto a pagar 20, 30, 40 ó 50 mil por abatir a una cabra o a un oso, se pasea por medio mundo derrochando sus dólares, arropado por pistoleros y guardaespaldas, para completar los circuitos de la muerte que, gracias a él, ahora, comenzarán a ser conocidos, como por ejemplo el denominado The Big Five (matar a los cinco grandes de África: un búfalo, un rinoceronte, un elefante, un leopardo y un león).
     Lágrimas en los ojos y furia indescriptible en el corazón. El dentista pretendía repetir la hazaña. El aparente prestigio ganado por el uso de su ballesta frente al habitual empleo de los rifles no significa nada. Para equilibrar la balanza tendría que haberse enfrentado al león solo y desnudo con un machete en las manos, y nunca apoyado por todoterrenos y tiradores de élite.
     Dicen que han puesto precio a su cabeza. Subo la apuesta. Estoy trabajando en mi mejor poema. Se titulará: "La muerte del león." Autógrafo, dedicado y firmado, será entregado a quien demuestre que le ha cortado la cabeza al cerdo dentista que invierte fortunas en la muerte.
     40 ó 50 mil dólares por arrebatarle la vida a un ser vivo que representa como ninguno la magia, la oportunidad y el milagro de la vida. Impresiona tanta ignorancia y capacidad destructiva.
     Por si alguien tiene dudas respecto a lo que quiero decir, a lo que siento, por favor lean el cuento de Rubem Fonseca titulado El cobrador. Después todo será más fácil.
     Dentistas y Reyes se creen dioses capacitados por su dinero o su fama para acabar con la vida cuando acaban con los símbolos vivos de la vida.
     Un gran león y un pequeño gato. Incluso una insignificante hormiga de dos milímetros.
     No se debe matar. No podemos matar. La muerte no es la solución.
     Todo lo que vive ha de vivir.
     El hijodeputa del dentista americano, ¿cómo transportaba sus ballestas de un continente a otro? ¿En el equipaje facturado o en el equipaje de mano? ¿O las compraba en el país de recepción?
     Odio profundamente a los dentistas. Y si a este odio le sumamos el odio a los cazadores, a los mataleones, a los cobardes, a los que prefieren a los perros frente a los gatos, a los partidarios de la represión, el orden, a los que pagan por quitar la vida...
     Mi madre mataba cerdos y pollos y conejos, sin que el pulso le temblara. Las ratas caían en la trampa. Usaba veneno verde, el canto de la mano, el cuchillo grande o el pequeño.
     Al final todo muere. La gran diferencia consiste en saber si tú me matas o yo me muero, si yo te mato y tú te mueres. El espíritu del gran león te ha marcado y jamás lo podrás olvidar.

1 comentario:

  1. Y aqui en este país dicen que matar toros es arte y en Israel quemar bebés es defender su religión. Cualquier cosa es buena para matar y no pensar !!!

    ResponderEliminar