jueves, 23 de octubre de 2014

RUIDO DE FONDO


     El ruido es todo lo opuesto a la música, lo inarticulado, lo que penetra violentamente en el cerebro y causa agitación y malestar. En la música hay ruido, sí, pero no se impone, no agrede, porque lo que define a la música no es el sonido sino el silencio, no el soplo ni la vibración ni el redoble sino las pausas entre los sonidos, la nada anterior y posterior y los fragmentos vacíos que se intercalan entre notas e instrumentos.
     Hay ruido en muchas películas cuya banda sonora es el miedo y el efecto del miedo, o la violencia sonora, o la risa falsificada y aumentada que fuerza otras risas sin objeto.
     Hay ruido en la arquitectura contemporánea, en las torres obsoletas, en los aeropuertos sin vuelo, en los palacios en ruinas, en los teatros de la ópera reducidos a una simple maqueta. Ruido en el World Financial Center y ruido en el Burj Dubai.
     Hay ruido en la pintura y en la escultura, en los grafitis de Banksy, en los tiburones de Damien Hirst y en los neones de Bernardí Roig. Hay mucho ruido plasmado en dos y en tres dimensiones.
     Hay ruido en la literatura, ruido de disparos de pistola en las novelas negras, ruido de la muerte y del diablo que saben venderse bien y ganan, invariablemente, todos los premios y reconocimientos.
     Hay mucho ruido en la política y en la economía, monedas que circulan en la oscuridad y chocan unas con otras y multiplican su potencial, voces cuya estridencia es la mentira, discursos y arengas que invalidan sus propios altavoces.
     Y hay, evidentemente, más ruido todavía en los medios de comunicación, en los debates y en las noticias, en los miles de millones de fotografías hambrientas como plaga de langosta, en los vídeos donde la nueva enciclopedia universal se está construyendo, en los mensajes que vuelan -como por arte de magia- de un extremo al otro del mundo sin necesitar de palomas mensajeras.
     Hay muchísimo ruido sobre los desiertos que guardan bajo su arena viscosas reservas de hidrocarburos, y ruido en la superficie de esos desiertos, en las ciudades roídas de esos desiertos, entre los tanques de la nueva afrika-korps, los silbantes misiles y los sibilinos drones.
     Hay ruido y alteración y énfasis entre los microorganismos, alrededor de los virus y las supuestas amenazas y las previsibles vacunas.
     Hay ruido en la desnudez y en la farsa, en las inquietudes inculcadas, en los programas de control mental, en las ventanas abiertas al universo, en la vida no nacida y en la inteligencia artificial.
     Al parecer este nudo histórico ha sido desanudado y se ha producido la gran aceleración que impulsa a la humanidad, primero, hacia delante y, luego, hacia atrás.
     Este concierto no será tarea fácil, interpretar la obra entrañará dificultades, un nuevo director de orquesta deberá desaparecer para que los músicos actúen. Los que desafinan tendrán que apartarse o ser apartados. Lo que se busca ya no es el ruido sino el silencio, no la distorsión sino la armonía. Voces que no aportan nada a la obra deberán callarse o ser calladas.
     Tiempos convulsos y ruido de fondo. No se apacigua el corazón ante los gritos de los exaltados, el fanatismo de los ignorantes, las grandes mentiras y los ídolos de barro. Adan y Eva ya no están desnudos en el paraiso, y en el árbol del conocimiento sólo crecen frutos podridos.
     Lo contrario a este ruido es hoy una danza macabra. Se vive aún. Se tiene la posibilidad de escuchar alguna música verdadera, de apoyar un violín contra el hombro y pasar por sus cuerdas un cuchillo. Participar en ello no es imposible.



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