EXTRAÑO EN EL PARAÍSO
Un poco de veneno cada día,
la mínima dósis para no morir y estar muriendo,
cristalina copa servida en la oscuridad,
en esta fiesta a la que nadie fue invitado,
y en un paraíso extraño donde el amor
baila con zapatos de papel.
La arañas colgantes no emiten luz,
los tapices en las paredes rezuman tinta negra,
todo el decorado un torpe dibujo
de una realidad ajena.
Sólo la orquesta es aceptable,
la cantante y su voz que se alza y adormece.
Periódicos en el suelo y pantallas en las paredes,
las mesas sin manteles y los cubiertos de hierro,
las panecillos ácimos,
surtidores de agua enfangada
y fumarolas infernales.
Hombres uniformados y mujeres marcadas
se deslizan en turbios abrazos
y giran hasta perder la consciencia,
asesinos y camareros en las esquinas
atentos al menor deliz.
Un poco más de veneno en la copa oscura,
las escaleras de mármol como un trampantojo,
no hay piso superior para los no iniciados
y se precisa un pase especial para acceder al palco,
a los bellos jardines, a la infinita bodega.
El amor baila con los zapatos mojados,
la amistad se resuelve en lances de esgrima,
negocios sucios, delación y diplomacia.
Tontos y ladrones en esta fiesta sin final
y sin principio, ángeles infaustos clavados en los muros
del paraíso fortificado
donde se esconde la cobardía
y se celebra la ambición.
Velas consumidas y humeantes,
las falsas flores y los falsos arbustos,
las armas latiendo bajo los trajes alquilados,
solo la orquesta es aceptable.
La cantante sin maquillar y su voz distorsionada.
He perdido entre el barullo y la burla
a mi pareja, a mi confuso doble,
bajo las arañas colgantes que no emiten luz.
Palabras y más palabras y ni siquiera una afirmación,
ni siquiera una palabra que acabe
con todas las palabras.
Salvador Alís.
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