domingo, 27 de julio de 2014

ENGRANAJES

A las siete de la tarde, como otras muchas tardes
más o menos a la misma hora,
bajo el sol del cansancio,
sintiendo en los pulmones el calor de los engranajes
forzados del autómata,
subiendo escaleras, bajando escaleras,
pisoteando el hormigón
y sus corrientes de lava y sus estanques de sombra,
entre el ensordecedor ruido de los aviones
y los aparatos electrónicos,
la miseria de las voces altas sin sentido ni orientación,
sin mapa, sin territorio, sin tiempo,
la miseria de la jornada,
como otras muchas jornadas más o menos iguales
e igualmente inútiles,
la cabeza bajo el agua geométrica
de la próxima partida breve,
moviendo con la yema del dedo peones y caballos,
la estrategia del olvido de ser una pieza más en el tablero,
la repetición cotidiana,
el ir y venir bordeando el mar,
anotando un nombre falso,
garabateando una firma falsa,
numeros y letras, codigos y señales de alarma,
a las siete de la tarde,
inesperadamente, recuerdo que soy un hombre,
que soy débil, que mi corazón late,
y siento miedo y me echo a temblar por estar vivo.

SALVADOR ALÍS



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