viernes, 6 de junio de 2014

¿POR QUÉ NOS REÍMOS?

"Moja la pluma en el tintero y la saca llena de barro; 
cree sentarse en una silla sólida y cae rodando por el suelo;
procede, en suma, al revés, funciona en el vacío, 
siempre por un efecto de velocidad adquirida."

Henri Bergson, La Risa. Losada. Buenos Aires. 1953. Pág.: 16.

Trabajamos sobre una tela de araña. Los hilos blancos que forman esa red, entrecruzados en diseños demenciales, están formados por palabras que a su vez forman frases cortas, sonidos humanos entremezclados con otros sonidos metálicos, eléctricos, en un nivel auditivo más soportable que el ruido de los motores de los aviones-abejas que sobrevuelan la tela de araña.
Y sin embargo nos reímos de todo eso. En muchas de las frases se encuentra explícita la risa, el silencioso recorrido de un laser que corta los hilos de seda de la araña para que ésta, sin tregua, los reconstruya.
No sería posible trabajar de otro modo. La peculiaridad de cada trabajador es su comicidad. La araña tejedora, después de su transplante de ojos, contempla cómo se ejecuta el trabajo con gran clarividencia.

"La mayoría de las arañas tienen ocho ojos, aunque la mayoría no puede ver muy bien con ellos. Las arañas tejedoras son casi ciegas, navegan su mundo sobre todo por el tacto y el olfato. Algunas arañas, tales como las de la familia Sicariidae, tienen sólo seis ojos. Las arañas de las cavernas y las que viven toda su vida en el suelo, puede no tener ojos en absoluto. También existen  algunas arañas que caen entre estos dos extremos, pero siempre con un número par de ojos(2,4,6). Estas arañas cazan a sus presas “a pie” y pueden tener una visión muy aguda. Entre los cazadores de ojo avizor están las arañas saltarinas y las arañas lobo, las cuales tienen al menos un par de ojos muy grandes que miran hacia adelante." 



Trabajamos con altavoces que filtran la risa. La ironía de cada uno es su altavoz y también su eco. Nos delizamos sobre los hilos blancos de las palabras y las frases cortas, y los vamos cortando para que la araña los reconstruya. 
Lualdi se cortó el pelo y se reinventó a sí mismo. X se ha comprado un coche negro no apto para la playa. El ángel de dos metros empieza a comprender que no puede volar. El ermitaño austero no se decide a compartir su comida. Pedro no avanza con su coche de piedra. El descendiente de conquistadores se pierde en otra selva. Bruto quiere acuchillar a César pero no puede. El que abandonó el hogar viene sólo a dormir. La risa de Ma y de Fu sucumben ante el día a día. El que medita en la montaña se queda en la montaña. Colores en la indumentaria del que niega el uniforme. Convencido del golpe de mano, el cobarde no se atreve. El que se cae del caballo ante una luz se levanta contra esa luz. El malvado C. se perdió en las sombras. El loco mantiene la distancia. El bailarín que gira como una peonza sobre una superficie irregular. Carlitos imita la voces y aguza el oído. El bien dotado y el que escasea. El orondo feliz y el advenedizo. El que, como Sansón, perdió su fuerza. El que se rompió los huesos. El que sopla y sopla para hacer con su cuerpo pompas de jabón. El viajante de comercio. El que baja las escaleras. El que escucha tras la puerta. El insomne. El aislado. El buen amigo.
Trabajamos sobre una tela de araña tejida con sonidos del inframundo. Y sin embargo nos reímos de todo eso. De las palabras y de las actitudes que cortan las palabras para que la afanosa araña las reconstruya. Los aviones-abejas interpretan los instrumentos que emiten los sonidos de está risible banda sonora. Cada trabajador se desliza por su hilo guardando su retaguardia. Pero la araña, en ocasiones, ataca de frente y sin previo aviso.


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