"Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas,
pero por dentro son lobos rapaces."
Mateo 7:15-20.
Después de la hibernación, un oso diferente salió de la osera,
la nieve derretida, el agua fría corriendo montaña abajo,
incandescente el bosque iluminado por un sol redondo y fulgurante
más alto ya que los árboles más altos y sombríos.
El oso dejó atrás su cara, la piel y el pelaje que cubrían su cabeza;
y así desprotegido, sin ojos, sin lengua, sin olfato y sin cerebro,
caminó a cuatro patas y a dos patas
exhibiendo su calavera desnuda, las cuencas vacías,
algunos dientes gastados y otros puntiagudos,
las mandíbulas abiertas.
Hojas verdes, suelo verde, frondosas copas verdes,
oscuridad salpicada por flores multicolores;
y desde ese verdor y esa oscuridad saltaron ranas, culebras
y saltamontes, volaron pájaros negros y mariposas azules,
se deslizaron desde las alturas gusanos grises
y escalaron escarabajos color tierra el oso hasta su cima,
todos ellos atraídos por la blancura del cráneo,
por la diferencia entre estaciones:
planeta muerto pero andante, fiera estructura sin pensamiento,
concreto hueso que habitar como castillo y atalaya.
El oso sin cabeza acepta de buen grado su nueva condición;
pero entonces comienza a llover...
y la luz recién nacida se tomó un descanso.
Salvador Alís.
No hay comentarios:
Publicar un comentario