APLAUSOS
Gracias a todos. A todos os doy las gracias. A unos por los
silencios, a otros por las palabras. Por las risas, los emoticonos, los chistes
malos, las fotografías trucadas, los alucinantes vídeos, las comedidas dosis de
machismo, racismo y otras fobias, la reflexión inoportuna, los miedos tan bien
disimulados, las sinceras dudas, las locas propuestas puntuales y las
informaciones precisas. El mundo es variopinto y nosotros somos una
representación a escala. De verdad, no sé qué haría si algunos no estuvierais
al tanto de las novedades, raudos en el afán de compartir esas noticias para
ilustrarnos y suscitar el necesario debate. ¿Cómo podría saber el cariz que
toman las cosas y cuál ha de ser la deriva de nuestro destino? ¿Y qué decir de
esos aforismos tan adecuados, esa vertiente filosófica con la que suscitáis la
iluminación y la sorpresa -tan bien explicada, por otra parte? De tal forma se
demuestra que la vida propia importa poco, y así cunde la solidaridad y el
sentimiento de pertenencia al grupo. Uno para todos y todos para uno. Cuando el
lobo acecha, el rebaño se aprieta, se une, se concentra. Sustituir al lobo por
un virus cualquiera no es relevante. Gracias por los momentos en que,
desinteresadamente, prestáis ayuda: el que sabe al que no sabe con indicaciones
tecnológicas, el que se burla de sí mismo porque quita hierro al asunto, el que
da ejemplo minimizando su temor y su extrañeza porque normaliza la burla
constante. No sabéis cómo me alegra el día ver un culo bien plantado o una
mascarilla desubicada. Y cómo valoro esos enlaces noticiosos sin los cuales,
sin duda, y al carecer de recursos informativos, ciego y sordo como soy,
andaría yo perdido en este caos, "a dos velas" -como suele decirse.
Seguid así, por lo tanto, no defraudéis las expectativas. El pésame al que
muere teniendo nombre. Los muertos anónimos lo hacen bajo otra condición e
incluso, tal vez, ni siquiera mueren, pues lo que no puede ser nombrado no
existe. Y si decís que la culpa la tiene el desgobierno, aplausos. Y si pensáis
que mejor un gobierno de salvación nacional, aplausos. Estos son pequeños
detalles sin importancia. En lo esencial podemos estar de acuerdo. Por
estrategia meditada, no suelo intervenir mucho en este diálogo caleidoscópico,
pero no imagináis las ganas que tengo de volveros a ver y daros a todos un
fuerte y viril apretón de manos. Qué ansiedad por regresar a nuestro entrañable
espacio de trabajo, aviones llegando cargados de impresentables borrachos
y suicidas a nuestras queridas pasarelas sucias. Con suerte los pájaros las habrán
pintado con sus excrementos y una variada fauna -moscas y cucarachas, arañas y
mariposas y hasta ratas- habrán recuperado ese hábitat que, por naturaleza, les
pertenece. La felicidad de lo conocido y lo cotidiano. Gracias a los que no
decís nada porque nada tenéis que decir, por vuestra discreción y vuestro
autismo. Mejor no molestar. Mejor callarse. Como es o debiera ser sabido: si no
puedes mejorar el silencio, guarda silencio. Y gracias a los que creéis que
vuestro humor es el humor de todos. Pensamiento uniforme. Bendita ingenuidad.
Lo que a mí me hace reír debe propiciar carcajadas, porque en el fondo todos
son como yo, y yo con esto me parto de risa. Y al partirme de risa,
ciertamente, evito sufrir y pensar, y así relego el miedo subyacente a un
segundo plano o, mejor todavía, lo diluyo al compartirlo. En efecto, me parto
de risa con las ocurrencias. Aplausos. Saludos. Caritas graciosas. Volver la
mirada hacia el interior, ni me lo planteo. Considerar el mundo hoy (y por qué
no, también ayer y mañana) y mi papel en el mundo, mi responsabilidad y mi
actitud, ni pensarlo. Si tengo que mostrarme erguido, aunque sólo sea para
diferenciarme de mis ancestros, sonreiré tontamente y juraré que miedo a morir
no tengo, y con la muerte haré un chiste sin cuestión y muy gracioso. Cuando me
falta la pasta, la parca no me importa. Aquí y ahora: mi sol, mi agua, mi
asiento y mi pantalla. Cada día doy cien vueltas a la terraza. Miro al sol,
cara a cara, cincuenta veces, y otras tantas le doy la espalda. Y cien
pensamientos vienen y van. Y cien palabras se mezclan con cien palabras.
Mientras compartís vuestras peculiares ideas, esos arrebatos donde el imbécil es
rey y el enano es gigante, respiro profundamente y me contengo. Pero más tarde,
digamos a las 5 ó 6 de la mañana, elevada en grado sumo la canción escuchada,
la contención se rompe y aflora mi verdad, mi rostro en el espejo, mi soberbia.
Aunque no lo parezca, el texto que termina es apenas un chiste sin gracia. Me
motiva el hecho de la desaparición de los circos. Pasaron a mejor vida los
tigres famélicos y los elefantes con falsos colmillos, los payasos torpes y
lloricas, los saltimbanquis y los amaestradores de pulgas. Rascarse, si te
pica, es una opción. Mas no se recomienda. Esta es una carta abierta. Por si no
ha quedado claro, los posibles comentarios son prescindibles. Si has llegado
hasta aquí, si crees que esto te incumbe, abre "tu ventana" y escucha
a los pájaros. En un cielo azul donde predominan, a un lado, los tonos grises
y, al lado contrario, los rojos y rosados, el humilde pajarito canta su canción
interpretando este mundo cambiante. Toma ejemplo. Di lo que tengas que decir,
pero con tu lenguaje y a tu manera. Tanto valen las mentiras como las verdades.
De toda voluntad se extrae un motivo, una intención, una causa y -por qué no
decirlo- una o más de una consecuencia. Avanzan las nubes que parcialmente van
cubriendo a la media luna, mientras amanece, Aunque escucho, una y otra vez, a
mi favorita, y por imponer otra alternativa más festiva, acabaré con las
trompetas del idilio cubano. Nada que temer, es mi lectura.
"La vida es un cataclismo de incertidumbres y penas, por eso las almas
buenas van de cabeza al abismo."
Salvador Alís.
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