miércoles, 20 de mayo de 2020

APLAUSOS


APLAUSOS


Gracias a todos. A todos os doy las gracias. A unos por los silencios, a otros por las palabras. Por las risas, los emoticonos, los chistes malos, las fotografías trucadas, los alucinantes vídeos, las comedidas dosis de machismo, racismo y otras fobias, la reflexión inoportuna, los miedos tan bien disimulados, las sinceras dudas, las locas propuestas puntuales y las informaciones precisas. El mundo es variopinto y nosotros somos una representación a escala. De verdad, no sé qué haría si algunos no estuvierais al tanto de las novedades, raudos en el afán de compartir esas noticias para ilustrarnos y suscitar el necesario debate. ¿Cómo podría saber el cariz que toman las cosas y cuál ha de ser la deriva de nuestro destino? ¿Y qué decir de esos aforismos tan adecuados, esa vertiente filosófica con la que suscitáis la iluminación y la sorpresa -tan bien explicada, por otra parte? De tal forma se demuestra que la vida propia importa poco, y así cunde la solidaridad y el sentimiento de pertenencia al grupo. Uno para todos y todos para uno. Cuando el lobo acecha, el rebaño se aprieta, se une, se concentra. Sustituir al lobo por un virus cualquiera no es relevante. Gracias por los momentos en que, desinteresadamente, prestáis ayuda: el que sabe al que no sabe con indicaciones tecnológicas, el que se burla de sí mismo porque quita hierro al asunto, el que da ejemplo minimizando su temor y su extrañeza porque normaliza la burla constante. No sabéis cómo me alegra el día ver un culo bien plantado o una mascarilla desubicada. Y cómo valoro esos enlaces noticiosos sin los cuales, sin duda, y al carecer de recursos informativos, ciego y sordo como soy, andaría yo perdido en este caos, "a dos velas" -como suele decirse. Seguid así, por lo tanto, no defraudéis las expectativas. El pésame al que muere teniendo nombre. Los muertos anónimos lo hacen bajo otra condición e incluso, tal vez, ni siquiera mueren, pues lo que no puede ser nombrado no existe. Y si decís que la culpa la tiene el desgobierno, aplausos. Y si pensáis que mejor un gobierno de salvación nacional, aplausos. Estos son pequeños detalles sin importancia. En lo esencial podemos estar de acuerdo. Por estrategia meditada, no suelo intervenir mucho en este diálogo caleidoscópico, pero no imagináis las ganas que tengo de volveros a ver y daros a todos un fuerte y viril apretón de manos. Qué ansiedad por regresar a nuestro entrañable espacio de trabajo, aviones llegando cargados de impresentables borrachos y suicidas a nuestras queridas pasarelas sucias. Con suerte los pájaros las habrán pintado con sus excrementos y una variada fauna -moscas y cucarachas, arañas y mariposas y hasta ratas- habrán recuperado ese hábitat que, por naturaleza, les pertenece. La felicidad de lo conocido y lo cotidiano. Gracias a los que no decís nada porque nada tenéis que decir, por vuestra discreción y vuestro autismo. Mejor no molestar. Mejor callarse. Como es o debiera ser sabido: si no puedes mejorar el silencio, guarda silencio. Y gracias a los que creéis que vuestro humor es el humor de todos. Pensamiento uniforme. Bendita ingenuidad. Lo que a mí me hace reír debe propiciar carcajadas, porque en el fondo todos son como yo, y yo con esto me parto de risa. Y al partirme de risa, ciertamente, evito sufrir y pensar, y así relego el miedo subyacente a un segundo plano o, mejor todavía, lo diluyo al compartirlo. En efecto, me parto de risa con las ocurrencias. Aplausos. Saludos. Caritas graciosas. Volver la mirada hacia el interior, ni me lo planteo. Considerar el mundo hoy (y por qué no, también ayer y mañana) y mi papel en el mundo, mi responsabilidad y mi actitud, ni pensarlo. Si tengo que mostrarme erguido, aunque sólo sea para diferenciarme de mis ancestros, sonreiré tontamente y juraré que miedo a morir no tengo, y con la muerte haré un chiste sin cuestión y muy gracioso. Cuando me falta la pasta, la parca no me importa. Aquí y ahora: mi sol, mi agua, mi asiento y mi pantalla. Cada día doy cien vueltas a la terraza. Miro al sol, cara a cara, cincuenta veces, y otras tantas le doy la espalda. Y cien pensamientos vienen y van. Y cien palabras se mezclan con cien palabras. Mientras compartís vuestras peculiares ideas, esos arrebatos donde el imbécil es rey y el enano es gigante, respiro profundamente y me contengo. Pero más tarde, digamos a las 5 ó 6 de la mañana, elevada en grado sumo la canción escuchada, la contención se rompe y aflora mi verdad, mi rostro en el espejo, mi soberbia. Aunque no lo parezca, el texto que termina es apenas un chiste sin gracia. Me motiva el hecho de la desaparición de los circos. Pasaron a mejor vida los tigres famélicos y los elefantes con falsos colmillos, los payasos torpes y lloricas, los saltimbanquis y los amaestradores de pulgas. Rascarse, si te pica, es una opción. Mas no se recomienda. Esta es una carta abierta. Por si no ha quedado claro, los posibles comentarios son prescindibles. Si has llegado hasta aquí, si crees que esto te incumbe, abre "tu ventana" y escucha a los pájaros. En un cielo azul donde predominan, a un lado, los tonos grises y, al lado contrario, los rojos y rosados, el humilde pajarito canta su canción interpretando este mundo cambiante. Toma ejemplo. Di lo que tengas que decir, pero con tu lenguaje y a tu manera. Tanto valen las mentiras como las verdades. De toda voluntad se extrae un motivo, una intención, una causa y -por qué no decirlo- una o más de una consecuencia. Avanzan las nubes que parcialmente van cubriendo a la media luna, mientras amanece, Aunque escucho, una y otra vez, a mi favorita, y por imponer otra alternativa más festiva, acabaré con las trompetas del idilio cubano. Nada que temer, es mi lectura. "La vida es un cataclismo de incertidumbres y penas, por eso las almas buenas van de cabeza al abismo."


Salvador Alís.

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