martes, 6 de octubre de 2015

ELECCIONES

ELECCIONES

     Para llegar a ser un lobo decente es necesario sufrir un poco en esta vida,
sufrir y morir al menos unas cuantas veces, y renacer otras cuantas,
y cambiar de piel.
El camino es largo y, por eso, sólo los más pertinaces se adelantan,
se anticipan, se detienen, se proyectan, se dan la vuelta y alcanzan la meta.
     Como suele decirse: hoy los corderos eligen a sus lobos.
     Entre los candidatos, los hay más jóvenes y los hay más viejos,
pero ni unos ni otros se resignan a que su elección dependa de los electores,
y todos buscan su triunfo y su lugar enseñando los dientes.
     El problema inicial es saber qué tipo de lobo eres tú y qué tipo de lobo
soy yo. Conozco hasta el mínimo detalle mi historia,
la real y la inventada,
pero dudo ciertamente que tú sepas quién fuiste ayer y quién serás mañana.
  
     El más complaciente vota sin pensar. El adversario se vota a sí mismo.
El estratega valora si conviene emitir tres votos o sólo dos o sólo uno.
El hipócrita te asegura que se decidirá por ti.
El que más se queja no asiste a las votaciones.
Nadie dice claramente lo que piensa. Unos te felicitan y otros te esquivan.
Te dan la mano. No te miran a los ojos.
     Lo que ignoran los corderos es que todo depende de un sencillo algoritmo,
de una secuencia lógica de pasos que conducen desde el punto inicial
al punto final. Noches sin dormir y tanto aliento perdido.

     Lobos frente a lobos disputándose el mejor disfraz.
Si no hablo, no me implico; si oculto lo que pienso, no me expongo;
si me adentro en mi cueva, dondo todo es oscuridad...
Y el lobito que saca las uñas. Y las víctimas por vocación.

     El jefe de la manada ignora su condición de espantapájaros,
puesto allí por manos superiores para ser movido por el viento.
     En este juego de ovejas negras y ovejas blancas, los que apuestan
a dos caras verán más pronto que tarde que su premio es la ruina,
que la ruleta está trucada, que los dados no son cubos regulares,
que las cartas no son de póker sino arcanos de Tarot.
Que la tirada dice que sobre El Diablo El Emperador,
que en el origen La Torre Truncada, que al final El Colgado,
que El Loco Con Su Locura dicta las reglas
y que El Mundo Ordena y da sentido y que El Amor Espera, aún,
agazapado y al acecho, con su arco de precisión y su mira telescópica,
tras la puerta y a la vuelta de la esquina y en aquella isla lejana...

     Se convence, en definitiva, al iluso, y se le detiene con mano invisible.
De un zarpazo se aparta al no elegido por la naturaleza
para superar las pruebas de vida. Ley de supervivencia engañosa,
final de raza, belleza traicionada y herida.

     El que vota en blanco no tiene peso ninguno en el asunto,
y nada significa su afirmación, su corrección, su interrogación, su promesa
incumplida, sus pocas luces y pocas nueces.
El que vota con disimulo, ocultando el hecho de que vota, no elige y,
por supuesto, no es elegido.
El que escribe su nombre en el sobre, desafiando a su miedo,
proporciona un voto nulo, sin consecuencias.
Una sola mujer vota mezclada con cuarenta ladrones, su nombre
lo dice todo.
Pequeños pendencieros enfrentan sus tatuajes en recortes y gestos,
campanas y pancartas y sangre en las narices.

     Un verano con tantos alicientes y tantos días malogrados
y noches maldormidas. Se me deben por completo las vacaciones de julio,
horas de sueño, palabras secas y otros excesos, la ira, la saliva.
Se me deben años y horas y verdades.

     Pero, en fin, en esta noche sin pulmones, imagino a un joven lobo
inmóvil en su terraza sobre la piscina que una luna azul marino apenas ilumina,
contemplando la imagen de su amor entre el humo del ayer
y del mañana no acontecido y no resuelto. El aullido permanece
como semilla en la garganta, y quién sabe cuándo dará su fruto,
cuándo florecerá y estallará como verdad y color incontenible, más allá
de su lobezna dormida y su amor en equilibrio.

     Corderos y lobos, unos u otros soñando ser y jugando a ser
lo que no son. El lobo más viejo utiliza sus artimañas. El pastor ausente
no protege al rebaño de sí mismo. Todo se abisma a un fracaso existencial
porque no hay pastor que dibuje el fuego en la chimenea, porque
hoy los corderos han elegido a sus lobos.
     Se leen en voz alta los votos, se anotan designios, se firman documentos:
ovejas blancas y corderos no se dispersan. Sólo yo me disperso,
sólo yo soy consciente de que mis ojos son brasas y el bosque es negro.

     Me desprendo de esta piel. No en vano la metamorfosis...
Me desprendo de esta piel, por un plazo de vida para no vivir,
para retrasar la muerte como reloj de cuerda, por un equívoco tic tac
que nada significa y donde todo acontece.
     Viejo lobo irascible al que una sombra de mí no cuida, ni protege
ni contempla.
  
     Una vez sofocada la rebelión: vinagre y miel en mi boca.

Salvador Alís.



     

     

    

     


   
     
    

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