Dos alas encerradas en el pecho,
envejecidas, ya no blancas, contaminadas.
Dos alas, dos escudos que han soportado
flechas del amor y sus bronces,
espadas tras espadas y copas tras copas,
y de toda raíz han sabido
extraer su alimento y su veneno por igual.
Dos alas negras, dos barcas en la orilla,
boca abajo sobre la arena, al atardecer.
Dos alas encerradas en la jaula
de las cuadernas -sopla el viento
y las velas no se hinchan, y el sol se pone
y al horizonte incendia. Y mis pobres alas
como flores sin aroma y deshojadas.
Dos alas para la vida y para la muerte,
tesoro tan oculto, turbación tan escondida.
Dos alas, dos libertades consumidas,
dos banderas malogradas. Dos alas
que ya no vuelan como antes,
que ya no se precipitan ni comprenden
el necesario plan de vuelo y su valía.
Dos alas como dos universos paralelos,
estrellas y constelaciones y anhelos.
Dos alas encerradas en una pizarra negra.
Salvador Alís.
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