martes, 27 de enero de 2015
CARPETA DE ANÉCDOTAS / 1
COMPARTIR EL AMOR
Lo he contado muchas veces, pero no recuerdo si lo he contado aquí. Sucedió a mediados de los 80 del siglo pasado.
Mi mejor amigo y yo compramos, a primera hora de la mañana, un conejo despellejado y destripado en el Mercado de Abastos de Valencia.
En muchas calles y plazas, todavía humeando, las cenizas de las Fallas, esas monumentales y grotescas creaciones de la burguesía y sus lacayos vecinales.
Al final de una larga noche de fuego y ruido, de alcohol y LSD, mi mejor amigo y yo emprendimos viaje hacia Castellón con un conejo muerto en la furgoneta azul Mercedes.
En el radio-cassette, a todo volumen, "Stairway to Heaven" de Led Zeppelin.
La carretera en paralelo a la costa y ese brillante amanecer.
Nos embargaban todas las emociones. Nuestro destino era Oropesa del Mar, allí nos encontraríamos con nuestros amores.
En la tarde del día anterior, ellas nos dijeron que estaban hartas del fuego y del ruido, de la música incesante y los desfiles, trompetas y tambores, lentejuelas y peinetas.
Decidieron marcharse y pasar la noche en el apartamento de Oropesa, y el siguiente día en la playa, sol y baños, un buen libro que leer, tranquilidad, intimidad y cierto grado de aislamiento.
En mi cartera cien o ciento y pico sellos de ácido lisérgico, cedidos a cuenta por un amigo que esperaba negocios en los festejos.
Diez o doce carajillos en la sangre, varias cervezas con vodka y decenas de ducados. Y de la comisión por las ventas, un par de sellos dosificados.
El conejo envuelto en basto papel gris, que ya comenzaba a mal oler, lo compramos pensando hacer una paella. A mediados de los 80.
Dar una grata sorpresa a nuestras místicas amantes, esa era la intención, presentarnos de improviso en el apartamento de Oropesa y despertarlas, hacerles el amor (poner el cadáver conejil en la nevera) y más tarde hacer una paella.
Pero en fin, la sorpresa la dieron ellas. En el apartamento nadie respondía.
El sol elevándose, subiendo la temperatura, y el conejo en la furgoneta con los ojos desorbitados.
Nos costó, a mi mejor amigo y a mí, convencernos de que no habían dormido allí. Ni reposo ni relax. Ni una pausada lectura mientras la luna se refleja en el mar.
Tomamos café en un chiringuito y paseamos por el borde del agua. Y en un recodo de la playa, sobre un peñasco claramente erosionado, mi mejor amigo y yo intentamos estrangular a una gaviota.
Volvimos al apartamento y nada. Perdidos en nuestras alucinaciones al filo del mediodía. Temiendo que el conejo empezara a pudrirse.
Comimos sardinas a la parrilla con sal gorda y una botella de vino barata.
Y como a la tercera va la vencida, al volver al apartamento, pero a distancia -Jimmy Page cantando: "hay una mujer que está convencida de que todo lo que reluce es oro y ha comprado una escalera al cielo"- las vimos llegar en un descapotable escarlata, naturalmente acompañadas.
A distancia las vimos bajar y besar y abrazar y despedirse. Y el conejo supurando fluidos en el asiento de atrás.
El encuentro no fue como había sido previsto. Pretextos y disculpas. A media tarde, en un desolado apartamento en Oropesa del Mar.
El conejo muerto sobre la mesa, maloliente, destripado, despellejado. Y a su alrededor las lágrimas y el perdón.
Sí, lo confesaron. Llegaron a Oropesa pensando en la lectura y la paz, pero antes decidieron tomar una copita en un local de moda, y ellos fueron tan simpáticos, eran tan atractivos, ¿quién se hubiera podido resistir?
Las invitaron a una casa en el pueblo, ni siquiera en primera línea de mar. Y pasaron la noche follando como locas, lejos del fuego y del ruido.
Pero ahora estaban arrepentidas y nos invitaban a cenar en uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Pedimos pescado y el vino más caro, y yo puse sobre el mantel cuatro sellos impresos con cuatro corazones de color rojo encendido, para compartir la experiencia.
Más tarde, en la habitación del apartamento, le dije a ella que todo lo que reluce no es oro, que la escalera puede subir o bajar, y le pedí que clavara las rodillas sobre la almohada y que apoyara las manos en la pared. En la habitación contigua se escuchaban claros gritos de amor.
Al día siguiente, antes de volver a la humeante Valencia, arrojamos a un cubo de basura al rígido conejo de ojos negros.
Lo he contado muchas veces, pero no recuerdo si lo he contado aquí. Sucedió a mediados de los 80 del siglo pasado.
Mi mejor amigo y yo compramos, a primera hora de la mañana, un conejo despellejado y destripado en el Mercado de Abastos de Valencia.
En muchas calles y plazas, todavía humeando, las cenizas de las Fallas, esas monumentales y grotescas creaciones de la burguesía y sus lacayos vecinales.
Al final de una larga noche de fuego y ruido, de alcohol y LSD, mi mejor amigo y yo emprendimos viaje hacia Castellón con un conejo muerto en la furgoneta azul Mercedes.
En el radio-cassette, a todo volumen, "Stairway to Heaven" de Led Zeppelin.
La carretera en paralelo a la costa y ese brillante amanecer.
Nos embargaban todas las emociones. Nuestro destino era Oropesa del Mar, allí nos encontraríamos con nuestros amores.
En la tarde del día anterior, ellas nos dijeron que estaban hartas del fuego y del ruido, de la música incesante y los desfiles, trompetas y tambores, lentejuelas y peinetas.
Decidieron marcharse y pasar la noche en el apartamento de Oropesa, y el siguiente día en la playa, sol y baños, un buen libro que leer, tranquilidad, intimidad y cierto grado de aislamiento.
En mi cartera cien o ciento y pico sellos de ácido lisérgico, cedidos a cuenta por un amigo que esperaba negocios en los festejos.
Diez o doce carajillos en la sangre, varias cervezas con vodka y decenas de ducados. Y de la comisión por las ventas, un par de sellos dosificados.
El conejo envuelto en basto papel gris, que ya comenzaba a mal oler, lo compramos pensando hacer una paella. A mediados de los 80.
Dar una grata sorpresa a nuestras místicas amantes, esa era la intención, presentarnos de improviso en el apartamento de Oropesa y despertarlas, hacerles el amor (poner el cadáver conejil en la nevera) y más tarde hacer una paella.
Pero en fin, la sorpresa la dieron ellas. En el apartamento nadie respondía.
El sol elevándose, subiendo la temperatura, y el conejo en la furgoneta con los ojos desorbitados.
Nos costó, a mi mejor amigo y a mí, convencernos de que no habían dormido allí. Ni reposo ni relax. Ni una pausada lectura mientras la luna se refleja en el mar.
Tomamos café en un chiringuito y paseamos por el borde del agua. Y en un recodo de la playa, sobre un peñasco claramente erosionado, mi mejor amigo y yo intentamos estrangular a una gaviota.
Volvimos al apartamento y nada. Perdidos en nuestras alucinaciones al filo del mediodía. Temiendo que el conejo empezara a pudrirse.
Comimos sardinas a la parrilla con sal gorda y una botella de vino barata.
Y como a la tercera va la vencida, al volver al apartamento, pero a distancia -Jimmy Page cantando: "hay una mujer que está convencida de que todo lo que reluce es oro y ha comprado una escalera al cielo"- las vimos llegar en un descapotable escarlata, naturalmente acompañadas.
A distancia las vimos bajar y besar y abrazar y despedirse. Y el conejo supurando fluidos en el asiento de atrás.
El encuentro no fue como había sido previsto. Pretextos y disculpas. A media tarde, en un desolado apartamento en Oropesa del Mar.
El conejo muerto sobre la mesa, maloliente, destripado, despellejado. Y a su alrededor las lágrimas y el perdón.
Sí, lo confesaron. Llegaron a Oropesa pensando en la lectura y la paz, pero antes decidieron tomar una copita en un local de moda, y ellos fueron tan simpáticos, eran tan atractivos, ¿quién se hubiera podido resistir?
Las invitaron a una casa en el pueblo, ni siquiera en primera línea de mar. Y pasaron la noche follando como locas, lejos del fuego y del ruido.
Pero ahora estaban arrepentidas y nos invitaban a cenar en uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Pedimos pescado y el vino más caro, y yo puse sobre el mantel cuatro sellos impresos con cuatro corazones de color rojo encendido, para compartir la experiencia.
Más tarde, en la habitación del apartamento, le dije a ella que todo lo que reluce no es oro, que la escalera puede subir o bajar, y le pedí que clavara las rodillas sobre la almohada y que apoyara las manos en la pared. En la habitación contigua se escuchaban claros gritos de amor.
Al día siguiente, antes de volver a la humeante Valencia, arrojamos a un cubo de basura al rígido conejo de ojos negros.
lunes, 26 de enero de 2015
APRENDIENDO A AFINAR PIANOS
APRENDIENDO A AFINAR PIANOS
El tren ya se aleja de la estación. Y yo en el andén, viéndolo partir.
Y yo en el andén, en la cabeza de la serpiente. Yo.
En la espera no cabe esa moneda, no. En la moneda, mi cara.
En la espera, la insaciable boca.
Se dice que el asesino fue el asesino. Pero él no dice nada.
En silencio afila su cuchillo.
Las canicas de cristal ruedan por el suelo. Los ojos del tigre
vigilan esos mundos helados que te vigilan.
En las cuerdas del piano, los arcos y las ballestas. La diana pintada
en las cortinas del decorado.
Y yo sentado al piano.
Y yo disparando las flechas.
El caballo de tres metros de altura. En las nubes, las alas.
Inclina la cabeza y resopla. Se inquieta y no vuela.
En el tren el asesino dejando atrás sus monedas. Y yo en el andén,
perdido en el humo, afinando el piano.
En la espera sujeto las riendas del caballo gigante.
Sus huellas omegas. Sus crines al viento.
El tigre vigila esos mundos helados. Y la canica corazón
rueda más despacio y todo se congela.
Cuerdas de acero templadas, alambres de resorte.
En la estación espera el invierno tiempos cálidos.
La enredada serpiente entre las patas del caballo muda su piel.
Monedas y escamas.
Entre el humo y la circunstancia, yo perdido,
yo afilando mi cuchillo, yo pintado en las cortinas de lona gris.
Espectadores ausentes. Y yo afilando mi cuchillo.
Salvador Alís.
El tren ya se aleja de la estación. Y yo en el andén, viéndolo partir.
Y yo en el andén, en la cabeza de la serpiente. Yo.
En la espera no cabe esa moneda, no. En la moneda, mi cara.
En la espera, la insaciable boca.
Se dice que el asesino fue el asesino. Pero él no dice nada.
En silencio afila su cuchillo.
Las canicas de cristal ruedan por el suelo. Los ojos del tigre
vigilan esos mundos helados que te vigilan.
En las cuerdas del piano, los arcos y las ballestas. La diana pintada
en las cortinas del decorado.
Y yo sentado al piano.
Y yo disparando las flechas.
El caballo de tres metros de altura. En las nubes, las alas.
Inclina la cabeza y resopla. Se inquieta y no vuela.
En el tren el asesino dejando atrás sus monedas. Y yo en el andén,
perdido en el humo, afinando el piano.
En la espera sujeto las riendas del caballo gigante.
Sus huellas omegas. Sus crines al viento.
El tigre vigila esos mundos helados. Y la canica corazón
rueda más despacio y todo se congela.
Cuerdas de acero templadas, alambres de resorte.
En la estación espera el invierno tiempos cálidos.
La enredada serpiente entre las patas del caballo muda su piel.
Monedas y escamas.
Entre el humo y la circunstancia, yo perdido,
yo afilando mi cuchillo, yo pintado en las cortinas de lona gris.
Espectadores ausentes. Y yo afilando mi cuchillo.
Salvador Alís.
domingo, 25 de enero de 2015
SYRIZA / PEQUEÑA LECCIÓN DE FILOSOFÍA
“Habéis vencido el miedo y recuperado la esperanza. Nuestra victoria es
una victoria de todos los pueblos de Europa que luchan contra la
austeridad y la humillación. Nuestra prioridad por encima de todo es devolver la dignidad
perdida a Grecia, con un Gobierno para todos los griegos, nos hayan
votado o no.”
ALEXIS TSIPRAS.
Al borde de la mayoría absoluta, a la espera del recuento definitivo de votos, SYRIZA -el partido de izquierda radical griego- ha ganado las elecciones.
"PRISIONERO Y PUESTO A LA VENTA EN UN CAMPO DE ESCLAVOS, DIÓGENES DE SÍNOPE RESPONDIÓ A QUIEN LE PREGUNTABA LO QUE SABÍA HACER: <<MANDAR. ¿QUIÉN COMPRARÍA UN AMO?>>"
(Jean Brun. Historia de la Filosofía. Volumen 2. La filosofía griega. Siglo XXI. 1975.)
ALEXIS TSIPRAS.
Al borde de la mayoría absoluta, a la espera del recuento definitivo de votos, SYRIZA -el partido de izquierda radical griego- ha ganado las elecciones.
"PRISIONERO Y PUESTO A LA VENTA EN UN CAMPO DE ESCLAVOS, DIÓGENES DE SÍNOPE RESPONDIÓ A QUIEN LE PREGUNTABA LO QUE SABÍA HACER: <<MANDAR. ¿QUIÉN COMPRARÍA UN AMO?>>"
(Jean Brun. Historia de la Filosofía. Volumen 2. La filosofía griega. Siglo XXI. 1975.)
HARIS ALEXIOU / APOPSE THELO NA PIO
"Esta noche quiero beber
para después no acordarme de nada,
para quedar atrapado en el humo,
para no temer las consecuencias.
Esta noche quiero beber,
quiero huir de mis confines.
Y entre el humo confesar
mis sueños perdidos.
Los encenderé con cigarrillos.
Los apagaré con bebidas.
Pero ahora tengo ganas
de mandarlo todo al diablo.
Esta noche quiero beber,
borrar a todos y todo,
desaparecer con el humo,
no volver la vista atrás."
jueves, 22 de enero de 2015
EL OTRO PÁJARO RIVAL
EL OTRO PÁJARO RIVAL
"Por sanar de una herida
he gastado mi vida
pero igual la viví
y he llegado hasta aquí.
Por morir, por vivir,
porque la muerte es más fuerte que yo,
canté y viví en cada copla
sangrada, querida, cantada,
nacida, y me fui..."
Alfredo Zitarrosa.
La verdad, miedo no tengo.
Heredé de mi madre el mal dormir,
pero siempre recuerdo a mi padre diciendo:
"¡Hasta que el agua llegue hasta aquí!".
Puedo morir mañana o pude haber muerto ayer,
¿quién lo sabe? Yo vivo me siento,
y más que vivo. ¡Y lo que aún me queda por vivir!
Un minuto para la explosión y el éxtasis,
una hora de felicidad y un día de resaca.
Todo vale la pena y todo me condena.
Yo soy así.
La verdad, miedo no tengo.
Precaución, la justa. Y arriesgo lo que arriesgo.
Un anónimo detenido le dijo al presidente:
"Es usted un desgraciado de mierda
y espero que pongan una bomba en su partido
y mueran todos." Lo dice la prensa.
La acusación es grave. Se ha traspasado
el límite de la crítica y se ha incurrido en amenazas.
Al detenido le puede ser aplicada
la ley antiterrorista
-eso a cualquiera le puede pasar. Y para desgracia suya
no será lingüista el abogado.
Los intocables son intocables hasta la bofetada.
Lo afirma hasta el mismo Papa:
"Si el doctor Gasbarri dice
una mala palabra contra mi mamá,
puede esperarse un puñetazo."
Heredé de mi madre el mal dormir,
pero siempre recuerdo a mi padre diciendo:
"¡Hasta que el agua llegue hasta aquí!".
No ofende el que quiere sino el que puede.
Y el ofendido, a veces, lo es por su mala conciencia.
Cuando yo era niño fabricaba bombas:
carbón, azufre y pastillas de clorato
(de venta libre en droguerías y farmacias),
una calabaza seca y hueca con su mecha,
y la explosión y el éxtasis
y luego la resaca.
Soy culpable de ese fuego
que mataba hormigas en el campo y producía hogueras
donde el demonio reía
en el verano infinito.
La verdad, miedo no tengo.
Se pierde con los años, con lo que uno sabe
y es aprendido y constatado.
Puedo morir mañana o pude haber muerto ayer,
¿quién lo sabe?
Mi libertad se acrecienta con lo que sé.
Y aunque me quite el sueño
lo mucho o lo poco que me queda por vivir,
siempre recuerdo a mi padre diciendo:
"¡Hasta que el agua llegue hasta aquí!".
Salvador Alís.
miércoles, 21 de enero de 2015
LA CUCARACHA
LA CUCARACHA
Será porque eres pequeña y esquiva,
porque tu aspecto repugnante no encuentra una razón
que explique el sentimiento,
porque vives en las cañerías y desagües
y te alimentas en la basura y a veces vuelas
aunque tus vuelos sean cortos, torpes y molestos.
Será porque tu abdomen es más grande
que tu tórax y tu cabeza,
porque puedes sobrevivir sin cabeza muchos días,
porque eres fotofóbica, prácticamente ciega,
por tus antenas vibradoras y tus alas esclerotizadas.
Será porque eres sucia e insignificante,
vehículo de enfermedades, maloliente y contaminadora.
Porque pones huevos en rincones oscuros
y te reproduces con ansia
y te escapas por las grietas, bajo los muebles,
bajo las puertas.
Será porque bailas al son de una música chirriante
y repetida hasta la náusea,
porque bailas flexionando tus delgadas patas espinosas,
porque tus diminutos ojos no brillan ni expresan
la verdad de tus intenciones.
Será porque eres tan diferente a mí,
porque tu mundo a ras del suelo
se opone a mi mundo con el contrapeso de la cloaca
y lo podrido.
Será porque no produces nada útil
y vives a expensas de otros,
porque tu plana adaptación y tu perfil bajo
te garantizan un grado superior de supervivencia,
porque ni siquiera mis gatas cazadoras quieren saber de ti
y tengo que recurrir periódicamente al veneno.
Será porque en algún film te vistieron una gabardina
equiparándote al humano, porque ante algunos humanos,
ante la visión de sus pronotos y disimulos, surge el asco.
Será porque crujes, al morir, provocando desagrado
y tu sangre falsa, como el ácido, corroe y deja huella.
Será por todo eso por lo que renuncio,
cuando te tengo al alcance de la suela de mis zapatos,
a dejar caer sobre ti mi contenido enfado
y aplastarte.
Salvador Alís.
Será porque eres pequeña y esquiva,
porque tu aspecto repugnante no encuentra una razón
que explique el sentimiento,
porque vives en las cañerías y desagües
y te alimentas en la basura y a veces vuelas
aunque tus vuelos sean cortos, torpes y molestos.
Será porque tu abdomen es más grande
que tu tórax y tu cabeza,
porque puedes sobrevivir sin cabeza muchos días,
porque eres fotofóbica, prácticamente ciega,
por tus antenas vibradoras y tus alas esclerotizadas.
Será porque eres sucia e insignificante,
vehículo de enfermedades, maloliente y contaminadora.
Porque pones huevos en rincones oscuros
y te reproduces con ansia
y te escapas por las grietas, bajo los muebles,
bajo las puertas.
Será porque bailas al son de una música chirriante
y repetida hasta la náusea,
porque bailas flexionando tus delgadas patas espinosas,
porque tus diminutos ojos no brillan ni expresan
la verdad de tus intenciones.
Será porque eres tan diferente a mí,
porque tu mundo a ras del suelo
se opone a mi mundo con el contrapeso de la cloaca
y lo podrido.
Será porque no produces nada útil
y vives a expensas de otros,
porque tu plana adaptación y tu perfil bajo
te garantizan un grado superior de supervivencia,
porque ni siquiera mis gatas cazadoras quieren saber de ti
y tengo que recurrir periódicamente al veneno.
Será porque en algún film te vistieron una gabardina
equiparándote al humano, porque ante algunos humanos,
ante la visión de sus pronotos y disimulos, surge el asco.
Será porque crujes, al morir, provocando desagrado
y tu sangre falsa, como el ácido, corroe y deja huella.
Será por todo eso por lo que renuncio,
cuando te tengo al alcance de la suela de mis zapatos,
a dejar caer sobre ti mi contenido enfado
y aplastarte.
Salvador Alís.
viernes, 16 de enero de 2015
sábado, 10 de enero de 2015
CARICATURAS
Nadia Khiari es una "caricaturista" tunecina que utiliza -fundamentalmente- gatos en sus viñetas. Sus gatos, de trazo muy simple, representan personas o, mejor, personajes que reflexionan, se manifiestan o debaten, complementando sus breves palabras con la expresividad de los dibujos.
Por mi parte, y ante la eclosión y urgencia de los últimos acontecimientos, y la necesaria clarificación de los mismos, he decidido -precipitadamente- entablar conversación con mis tres gatas, ilustrando con mis opiniones la extravagancia de sus dibujos.
Lolita -que de no ser gata podría haber sido paloma de la paz- me dice que matar no está bien, que ningún gato debe matar a otro gato, o a un perro (los ratones y las moscas no cuentan) y que, desde luego, no esta bién que los humanos maten a los gatos. Que un gato mate a un humano es cosa rara y excepcional.
Lolita tiene 9 años, edad considerable para una gata, lo que supone para ella experiencia y sabiduría.
Nube, que tiene 5 años, sostiene sin embargo que es lícito defenderse cuando otro gato o gata le ataca, aun a riesgo de muerte, por no hablar de un perro o un malvado humano.
Y Sombrita -la más inexperta y precipitada de las tres; la más joven (todavía no ha cumplido los 3 años) pero la más grande y fuerte- argumenta que ella ataca por placer y por juego, por exceso de energía, sin pretensión de daño.
Cuando Sombrita ataca no lo hace en nombre de Alá, no cree en ningún dios -si descartamos que yo, su protector y alimentador, sea dios-, y tampoco lo hace en defensa de su tierra ni su agua -repuestas cada día sin falta- ni en defensa de un tesoro petrolífero que ni conoce ni precisa.
Cuando Nube se defiende de los ataques de "la oscura" se lo toma muy en serio y, al tiempo, entra en el juego y sólo saca las uñas para mantener la distancia.
Lolita observa lo que sucede a su alrededor sin tomar partido; sabe que poco después el cansancio dará fin a las persecuciones y las enemigas dormirán juntas para darse calor.
Lolita me dice que los dibujos de Nadia son incomprensibles, que no pueden compararse gatos y humanos, que Nube no es la víctima de Sombrita ni Sombrita es una implacable asesina; me dice que, bajo la superficie de lo aparente hay siempre motivos ocultos y más complejos -claro está: en referencia a los conflictos humanos, no felinos-, que la rivalidad de ellas proviene de su naturaleza y no de conceptos abstractos o, incluso peor, económicos.
La cultura de los gatos -insiste Lolita- no es particular ni excluyente, hace tantos años que está globalizada que se remonta a sus propios orígenes. Un gato siberiano y un gato egipcio sienten, creen y piensan lo mismo. Las coincidencias en su carácter son abrumadoramente mayoritarias. Aspiran a lo mismo, a saber: calor cuando tienen frío, frescor cuando sube la temperatura, compañía y cariño -pero sin pasarse-, comida básica y, de vez en cuando, un regalo, un territorio mínimo sin ansias de conquista, protección frente a truenos y relámpagos, un cuento por las noches antes de dormir susurrado en voz baja cerca de sus atentas orejas y poco más.
Cuando Lolita calla, Nube toma el relevo. ¿Por qué -pregunta Nube- estás preocupado? Le digo que hombres armados han matado a hombres armados y desarmados, que algunos invocan el santo nombre de su dios y otros el más santo nombre de la libertad. ¿Qué produjo el ataque -pregunta Nube-, la simple maldad o la estrategia del poder? No lo sé -tengo que confesarle.
Sombrita mueve, como de costumbre, su inquieta cola de un lado a otro lado.
Nube dice que Nadia es muy guapa, la observa subida sobre mis muslos, atenta a la pantalla del ordenador. Le gustan sus profundos ojos negros, por contraste, frente a sus profundos ojos azules. Dice esto y luego busca refugio bajo mi jersey y se desentiende de mis problemas.
Pero entonces Lolita me plantea una cuestión a pensar: A ti, que has dibujado tanto, y que igualmente has representado a personas o, mejor personajes que reflexionan, se manifiestan o debaten, en la forma de gatos de trazos simples, ¿te gustaría que alguien te matara por ello? A Nadia no la han matado -es lo primero que se me ocurre. Sus gatos no llevan turbante, ¿pero los tuyos?
He conocido muchos gatos y nunca, ninguno de ellos, se ha disfrazado o me ha pedido un disfraz.
Desde hace más de 20 años colecciono gatos en miniatura -ya tengo más de 150- aunque jamás ninguno con cuenco de leche, corona ni servidores alados.
La libertad de expresión, como Sombrita, puede atacar a todo lo que se mueva, siempre que las garras no se usen para matar (los ratones y las moscas no cuentan).
La verdad es que Sombrita no es "la oscura". Ella tiene todos los colores del sol. "La oscura" es la irreflexión y la intolerancia, de un lado al otro de la vida humana, de los que matan y los que mueren, de las cuatro o cinco divisiones acorazadas, del documento de identidad perdido, del lapiz roto esgrimido como arma o crucifijo, de las bombas que no se ven y del submarino que acecha.
Es la "nueva realidad" -dice Lolita. Es "el año del gato". Se oirá hablar de todo esto. Nadie llegará a una justa conclusión. Un asesino en masa en París es un terrorista. Un asesino en masa en EEUU es un desequilibrado. La procedencia de las armas ejecutoras es distinta, pero el negocio es el mismo.
Nube sale del jersey -demasiado acalorada la discusión- y dice que todos los gatos árabes no son iguales, que en Túnez se les mata de hambre y en las orillas del Nilo se les momifica, que en Estambul son dueños de las antiguas columnas, que en Petra sueñan con subirse a los árboles. Y Sombrita, indecisa, sigue moviendo la cola.
Todos los gatos del mundo -dice Lolita- sin importar nuestra raza ni color somos ateos. En muchos países árabes se mata a los ateos. Un gato enmascarado, al que "su amo" le ha regalado un AK-47, y otro gato cuyas barbas son más profusas que sus bigotes, así lo han decretado.
Más allá de la frontera, gatos con cascos de acero, gatos pilotos y gatos con visión nocturna y gatos estrategas, ultiman naves espaciales para conquistar planetas y detener asteroides.
Nube dice que Lolita dice que unos y otros son locos, lo que para ellas es sinónimo de humanos.
Sombrita, entre tanto, piensa en su próximo ataque, en su próximo juego.
No es nada personal, pero es tan fácil.
El ratón desafiante y la pesada y torpe mosca caerán en sus fauces. No es nada personal.
La verdad es que Sombrita no es "la oscura". Ella tiene todos los colores del sol. "La oscura" es la irreflexión y la intolerancia, de un lado al otro de la vida humana, de los que matan y los que mueren, de las cuatro o cinco divisiones acorazadas, del documento de identidad perdido, del lapiz roto esgrimido como arma o crucifijo, de las bombas que no se ven y del submarino que acecha.
Es la "nueva realidad" -dice Lolita. Es "el año del gato". Se oirá hablar de todo esto. Nadie llegará a una justa conclusión. Un asesino en masa en París es un terrorista. Un asesino en masa en EEUU es un desequilibrado. La procedencia de las armas ejecutoras es distinta, pero el negocio es el mismo.
Nube sale del jersey -demasiado acalorada la discusión- y dice que todos los gatos árabes no son iguales, que en Túnez se les mata de hambre y en las orillas del Nilo se les momifica, que en Estambul son dueños de las antiguas columnas, que en Petra sueñan con subirse a los árboles. Y Sombrita, indecisa, sigue moviendo la cola.
Todos los gatos del mundo -dice Lolita- sin importar nuestra raza ni color somos ateos. En muchos países árabes se mata a los ateos. Un gato enmascarado, al que "su amo" le ha regalado un AK-47, y otro gato cuyas barbas son más profusas que sus bigotes, así lo han decretado.
Más allá de la frontera, gatos con cascos de acero, gatos pilotos y gatos con visión nocturna y gatos estrategas, ultiman naves espaciales para conquistar planetas y detener asteroides.
Nube dice que Lolita dice que unos y otros son locos, lo que para ellas es sinónimo de humanos.
Sombrita, entre tanto, piensa en su próximo ataque, en su próximo juego.
No es nada personal, pero es tan fácil.
El ratón desafiante y la pesada y torpe mosca caerán en sus fauces. No es nada personal.
lunes, 5 de enero de 2015
HEPATITIS C
Hay palabras simples y complejas, palabras formadas en una secuencia breve de letras minúsculas y palabras que se prolongan en números o en siglas representadas por mayúsculas. Nube es una palabra simple. Hepatitis C es una palabra compleja (algunos no la pronuncian, otros no la conocen). Las palabras complejas, a veces, agrupan a seres humanos, los señalan, los definen y al mismo tiempo los contienen en una jaula formada por números y palabras. En algún lugar he leído que los hígados tienen memoria. Son órganos vitales. Se necesitan para vivir. Un bombero -por ejemplo- es capaz de arriesgar la vida para rescatar a un gato encaramado a un poste de luz. Se toman medidas y se invierte sin pensar en la cantidad.
Se resuelven problemas individuales. Un problema individual se convierte en "acontecimiento" y así es más fácil publicarlo, utilizarlo en beneficio de la imagen o de la marca (palabra compleja) que se quiere vender. Los que poseen la marca quieren vender: son amos de lo que "no les pertenece". Los que poseen la marca excusan el comprar, sobre todo cuando el producto es insano: enfermedad, violencia contra las mujeres, pateras y buques cargados con seres humanos que quieren viajar al norte. El motivo del viaje es simple: el agua. En forma de ríos, lagos, manantiales, lluvia, glaciares, nieve y hielo, el agua en el norte está presente.
Los que conviven con monos y cocodrilos, al llegar al norte, solo esperan encontrar osos pardos y polares. Las cifras de la hepatitis C resultan alarmantes. Cuando se debe invertir sin pensar en la cantidad, cuando las medidas exigen ser tomadas en cuenta, no hacerlo entrañaría graves consecuencias.
Se resuelven problemas individuales. Un problema individual se convierte en "acontecimiento" y así es más fácil publicarlo, utilizarlo en beneficio de la imagen o de la marca (palabra compleja) que se quiere vender. Los que poseen la marca quieren vender: son amos de lo que "no les pertenece". Los que poseen la marca excusan el comprar, sobre todo cuando el producto es insano: enfermedad, violencia contra las mujeres, pateras y buques cargados con seres humanos que quieren viajar al norte. El motivo del viaje es simple: el agua. En forma de ríos, lagos, manantiales, lluvia, glaciares, nieve y hielo, el agua en el norte está presente.
Los que conviven con monos y cocodrilos, al llegar al norte, solo esperan encontrar osos pardos y polares. Las cifras de la hepatitis C resultan alarmantes. Cuando se debe invertir sin pensar en la cantidad, cuando las medidas exigen ser tomadas en cuenta, no hacerlo entrañaría graves consecuencias.
viernes, 2 de enero de 2015
BEN HOWARD - Oats In The Water ! April 2012
Me dicen que esta canción me gusto mucho en la primera noche del año.
Me regalaron una pipa con cabeza de gato.
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