LECCIONES FILOSÓFICAS / Nº 2 / LOBOS
Alguien, a quien mucho se ha querido y se quiere, llamó LOBO a un perro
de ojos atentos empeñado en la defensa de la CASA y su moradora.
Habitualmente, no viven lobos en las casas, prefieren espacios abiertos,
incluso al aire de la noche más fría, bajo una LUNA helada.
El corazón del bosque y el perímetro del bosque,
a veces montañas, con preferencia los valles, un río donde saciar la sed,
también los desiertos, paisajes opuestos, la tundra...
Pero mejor si las patas no se hunden en la nieve.
Pero hay lobos y lobos. El perro fiel y el salvaje por su naturaleza
no son los únicos. Responde el primero a su nombre,
sin confundir el NOMBRE con la ESENCIA.
Y el segundo entiende otro lenguaje, más simple y determinante,
y se afirma con su AULLIDO.
Ninguno de los dos se disfraza, ¿para qué ocultar su SER?
El tercero no es realmente un lobo,
aunque en el fondo quiera serlo y se sienta como tal.
Se viste, se peina y se maquilla para no parecer el DEPREDADOR
que esconde bajo su camisa blanca y su corbata azul.
Y, sin embargo, algunos gestos lo traicionan: los párpados blancos,
la mirada que huye, o esa corbata alternativa color púrpura
o directamente roja mientras el luto se impone.
Este lobo determinista, discípulo de Hobbes, niega la libertad individual
o, en todo caso, la supedita al imperio del interés general
también llamado SEGURIDAD NACIONAL.
Elude pronunciarse respecto a la suya propia, su libertad única
y especialmente considerada e identificada como LEY.
Que los perros y lobos, tan diferentes e iguales, estén emparentados
nadie lo niega. Cánidos carnívoros, unos más cercanos,
indiferentes los otros. El lobo FALSO, sin embargo, es omnívoro
e insaciable. Y después de su festín de carne putrefacta,
escarba agujeros donde esconder sus espejos delatores, marfiles y oro,
el veneno de las serpientes y las ideas peligrosas.
De nuevo, la pregunta: ¿Qué tendrá todo esto que ver con la filosofía?
¿Se entenderá mejor si acudimos a una fábula?
Cierta mañana, justo después de amanecer,
La ESPERANZA y el PESIMISMO se cruzaron en una calle desierta,
no se tocaron, no estrecharon las manos,
les bastó con mirarse a los ojos y cada cual siguió su camino.
De dónde venían, a dónde iban, si acababan de despertarse
o aún el sueño faltaba -eran PREGUNTAS no esenciales.
Al día siguiente, con el sol declinando, se volvieron a cruzar
en la misma calle, pero en esta ocasión ante testigos:
un ciervo astado, un lobo famélico y un conejo blanco.
Se saludaron. Y la ESPERANZA dijo:
"Espero que el lobo, a pesar de su aspecto, haya comido."
Y dijo el PESIMISMO: "El ciervo sabrá defenderse,
el conejo está condenado."
En el tercer encuentro, en un claro mediodía,
la calle estaba más animada: paseantes tranquilos y otros nerviosos,
niños con triciclos y chupetes, muñecas de trapo,
ancianos con bastones y muletas, centauros en bicicleta,
perros enanos y algunos gigantes.
Como ya se conocían, el PESIMISMO se atrevió a preguntar:
"¿Dónde vas, mi buena amiga, bajo esta luz?"
"Hasta la orilla del mar -contestó la ESPERANZA-,
pues allí me han citado y debo ser puntual."
"También yo tengo una cita -confesó el PESIMISMO-,
aunque mejor si llego tarde, mejor si ELLA se cansara de esperar."
Al pisar la arena, agitado su cabello azul oscuro
por la brisa marina y extasiada por la música de las olas y la espuma,
en vano la ESPERANZA aguardó a que el PESIMISMO se presentara.
Pasó el tiempo. Cayó la noche. Compareció el LOBO.
Fuera de la FÁBULA, desde esta oscuridad presente
donde la historia funde su pasado y su futuro, y se confunden
las palabras escritas y las pensadas, alguien contempla un CIELO negro,
una LUNA helada. Las estrellas son ahora conejos blancos.
La filosofía quiere ser poesía. Y según la poesía...
Pudieron haber ocurrido, los encuentros y desencuentros narrados,
en el puerto de Mandráki. Sobre sus columnas,
los ciervos verdes siguen desafiando al LOBO amarillo.
Salvador Alís.
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