miércoles, 10 de julio de 2019

VIESIMA IMENITAIA PERSONA

VIESIMA IMENITAIA PERSONA

En el aeropuerto de Son Sant Joan hay tres salas VIP y una sola zona para fumadores.
El que sueña con introducir forzosamente a quien lo merezca en esas salas
fracasará sin duda. Por un idiota que pregunta, se confundirán mil libertades.

Nací con seis dedos en cada pie. Pero a los quince me pagué de mi bolsillo un hacha.
Sin nada que perder me adentro hoy en el complejo bosque donde todo lo perdí.
El claro de ese bosque es el lugar elegido.

Qué maravilloso circo y qué compendio de canciones,
personajes y temas al azar: la gran nariz del debutante, la contención en la bofetada
del más cruel, el sibilino, las banderas multicolores.

No cambio nada ni a nadie por mis gatas pues solo mis gatas son sinceras,
solo ellas ante el final me dicen "detente, sigue un poco más, nos gusta tu piel
y tus caricias". Y me dicen que cada noche tiene un mañana.

Cuando Nube me lame el antebrazo con su lengua de lija rosada,
cuando Lolita viene y se va, cuando Sombra parece que ha entendido lo esencial,
que en realidad no hay un mañana (y tampoco una noche) donde esconderse.

Las amo a ellas porque el amor importa, porque desde su sinceridad
se desliza el amor -así lo imagino- como un río que supera cualquier obstáculo.
La sala VIP en Pasaje de Marte se reduce a un balcón y su paisaje.

El tronco de Brasil y sus hojas anavajadas salen perdiendo.
Voces que no cortan el aire, que no expresan ni significan. Esta ola de calor
provoca cortocircuitos mentales. El odio y la ira son flores de verano.

Pero me cruzo, en mi ir y venir de este lado al otro lado, con Nube.
Ella me entiende, ella sabe lo que pienso, lo que siento.
Las tres aspas del ventilador no se detienen. Todo sigue girando.

Los VIP que descienden la escalera no saben que un tiro en la nuca,
que una aguja atravesando una inusual esfera de plomo,
que un gesto apenas esbozado o una simple decisión modificarán sus vidas.

Algunas veces, cuando escribo, me visitan fantasmas del pasado
que tratan sin éxito de rejuvenecer mi discurso. Si de mí dependiera...,
copas a cambio de poemas.

Sin duda hablo por hablar. No me importa lo que cueste esta copa, esta botella,
este trago. Pero vivo en un cuarto piso sin ascensor
y cada día bajo y subo y vuelvo a bajar sin descanso a los infiernos.

El viaje comenzó más pronto que tarde, para superar la soledad y la muerte.
Mil kilómetros sin contar hasta el Norte, donde él cayó vencido
y fue derrotado por el fuego y por su mano.

Un sueño atemporal huye de las llamas y de las frases hechas que aparecen
por todas partes. El ayudante del asesor dice que ha encontrado un final
para este sueño que deberá ser ofrecido, indirectamente, a quien ya no duerme.


Salvador Alís.



















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