viernes, 23 de febrero de 2018

LA JUBILACIÓN DEL CHE

LA JUBILACIÓN DEL CHE

Si el ejercito boliviano y la CIA -wikipedia dixit- no hubieran asesinado en 1967 a Ernesto Guevara, hoy estaría cerca de cumplir 90 años, y no resultaría del todo descabellado pensar que en algún momento, a causa de sus desavenencias con los Castros, se hubiera exiliado en España y, de seguir vivo, fuera uno de tantos jubilados que se resisten a morir y se quejan del ridículo aumento del 0,25% en sus pensiones. De hecho, en las terribles imágenes contempladas ayer en televisión, se pudo ver una representación del mito, una constatación de su vigencia, pues un anciano anónimo y decrépito pretendía diferenciarse de los demás exhibiendo en una camiseta negra que, sin duda, no era de su talla, la famosa fotografía de Alberto Korda como símbolo.

Antes de seguir, un apunte necesario. Más le valdría a muchos de los que ahora protestan volver a la escuela, bien fuera nocturna o para adultos, y repasar sus nociones de matemáticas. Pues un cero a la izquierda -es bien sabido- no tiene valor, no significa nada. De manera que tal vez yerren los ignorantes y la nueva valorización de sus pensiones sea en realidad y para sorpresa suya de un 25%.

Dicho esto, manifestar que ayer se pudo echar de menos y desear la entrada en vigor de una nueva y actualizada Ley de Vagos y Maleantes. No obstante, antes de proseguir con la clara exposición de los hechos, una advertencia para ignorantes, simples y censores: la ironía es la clave. El humor negro es, por definición, oscuro. Que cada cual encienda su linterna.

Una horda de radicales violentos y vociferantes, interfiriendo el natural transcurrir de la convivencia cotidiana, tomó ayer las calles de muchas ciudades españolas, atreviéndose incluso a sitiar y asaltar el Congreso..., ante el estupor lógico de los atemorizados leones que custodian sus puertas, y arrollando y desbordando a los policías que allí se encontraban para cumplir sus órdenes y responsabilidades, valiéndose de su fuerza y superioridad numérica, a los que empujaron sin contemplaciones cargando contra sus defensas y vallas y amenazándolos con palos y papeles.

¿Y qué es lo que pretendían y exigían estos anti-sistema? Algo tan injusto como alarmante: cobrar por no trabajar, que se les siga pagando y que se les pague aún más por jugar a cartas en los cafés, por dar de comer a los pájaros en los parques, por observar con desprecio y burla como otros trabajan por ellos en las obras, salen de madrugada a pescar o, jugándose la vida, apagan los incendios. En resumen, que se continúe subvencionando su vagancia.

Y no debería minimizarse el peligro, pues el peligro es real y muy considerable. A todos nos afecta. A todos debería interesarnos. Esta inmensa subversión cuenta nada más y nada menos que con un ejército potencial de nueve millones y medio de revolucionarios dispuestos a todo (algunos menos: los privilegiados con pensiones máximas y pensiones regaladas).

Alérgicos al trabajo, algunos ni siquiera han trabajado nunca, negándose a contribuir con su esfuerzo al mantenimiento del bienestar social, pretendiendo vivir del cuento durante una larga vejez dorada que ya no puede considerarse tal vejez en virtud del incremento generalizado de la salud, calidad y expectativas de vida. Reconozco que yo puedo ser uno de ellos, pues hasta los cincuenta me negué a pasar por el aro, mi libertad ante todo. Pero, una vez asumida mi falta, tampoco exijo ni exigiré que se me mantenga por capricho. Ya buscaré la fórmula propia que me permita vivir, si deseo vivir, o despedirme según mis necesidades.

Volviendo al tema principal, la mayoría de los manifestantes eran drogadictos, qué duda cabe, que pretenden que se les sigan recetando libre y gratuitamente todo tipo de medicamentos a los que se enganchan con placer. Exigiendo además, tan alterados como irresponsables, vacaciones pagadas, descuentos en los transportes públicos, cines y teatros, luz y calefacción gratuitas y toda una serie de prebendas que otros no pueden gozar.

Las terroríficas secuencias visuales vistas ayer en televisión mostraban a esa horda ("comunidad de salvajes nómadas o grupo de gente que obra sin disciplina y con violencia", según la RAE), profesionales de la subvención y, lo que es peor, gamberros experimentados, comunistas, anarquistas y ateos, pretendiendo que el Estado no recorte sus derechos con propuestas irreales e inconvenientes.

Decían algunos, envalentonados, que debería el Gobierno, mediante Decreto-Ley, reducir a la mitad el sueldo de los futbolistas de élite, que no puede ser que por darle una patada a una pelota ganen, según el caso, más que uno que ha cotizado 40 años. No se dan cuenta de que su propuesta puede ser nefasta para el deporte en general, el magnífico espectáculo balompédico en particular, y afectar al ocio indispensable de todos.

"Ladrones, fachas, corruptos" les gritaban al gobierno, como si ellos no hubieran robado nunca y siguieran haciéndolo. No se dan cuenta, o no quieren darse cuenta, de lo mal pagados que están nuestros abnegados representantes públicos. No sabían ayer la noticia dada hoy: que nuestro próximo ex ministro de economía, el señor De Guindos, renuncia a su ministerio para ser vicepresidente del Banco Central Europeo, cargo tan exigente como mal pagado, apenas 340.000 euros para tal preparación y mayor dedicación. Se les olvidan las emocionantes confesiones de otros políticos o consortes de políticos que mal llegaban a fin de mes, o cuyos hijos paseaban (a pesar de su colección de deportivos) casi desnudos, con una mano delante y otra detrás. Esa precariedad política es la que justifica que, de vez en cuando, tengan que aceptar a regañadientes la exigua propina de algún empresario tacaño, que no valora suficientemente las contrapartidas, mas por necesidad y no -como se dice- por ambición desmedida.

Esta horda de jubilados radicales ha llegado a cuestionar que la solución a sus males sea económica, decantándose más bien por una solución política. ¡Qué sabrán ellos de economía si el único concepto que manejan es el derroche! El problema, si no saben gestionar su riqueza, es suyo y no de terceros. Si tan sólo invirtieran una parte de lo que malgastan en envenenar con chucherías a sus nietos podrían atesorar ahorros considerables o pagar los impuestos que en el presente no pagan y se resisten a pagar. Tozudos y egoístas, no piensan en otros que -en este mundo global- padecen más que ellos.

Que la solución pasa por crear empleo dice rajoy eme punto. Y no le creen argumentando que sus hijos, que sus nietos están parados. Pues que se muevan, como dijo el sarcástico. Los viejos empecinados dicen que se debería repartir de otra forma la riqueza, que los ricos..., que el gasto militar..., que los privilegios a las iglesias..., que los paraísos fiscales..., que las reposiciones debidas a la corrupción..., que los fraudes fiscales... Cómo se ve que ellos no gobiernan y no conocen la dificultades de gobernar.

Primero los viejos subversivos. Luego las feministas amargadas (el 8 de marzo). ¡A dónde vamos a ir a parar! Sólo falta que también los parados se movilicen. Y que los jóvenes con sueldos precarios se pongan a reivindicar lo imposible. El efecto contagio es un riesgo a tener en cuenta. Habría que frenar cuanto antes a esta horda. Una propuesta lógica para la estrategia de la distracción: que se construyan gradas sin fin en las explanadas frente a los estadios y que se facilite el libre acceso a los pensionistas para contemplar las épicas batallas entre los gladiadores y otros hinchas, diversión garantizada, realidad y espectáculo, un entretenimiento mejor que contemplar pájaros que sólo calientan la cabeza.

Si lo anterior parece o pudiera parecer extremo, decir (para los despistados que todavía no se han enterado) que nuestro mundo está cambiando como nunca. Que se mete en la cárcel a quien fantasea con matar (¿quién no ha tenido alguna vez en su vida ese pensamiento?) mientras queda impune el que de verdad mató. Y no sólo nos referimos a los que mueren en su selva o en nuestro mar, en nuestras minas o en sus miserias. Si ustedes recuerdan: un rey asesina un elefante (hay pruebas) y con pedir perdón se resuelve el conflicto. A un pobre diablo lo multan por usurpar la cara de Cristo. Al pobre ingenuo rapero que se atreve a meterse con la policía, la guardia civil y la monarquía, sin oficio para elaborar sus versos sin el respaldo de un argumento incuestionable, lo condenan a tres años y medio. En ese plazo, con suerte para el segundo, quizá pueda jugar al baloncesto una semana con el cuñado del monarca. Se fuerza la retirada de obras ¿de arte? de ferias y exposiciones. Se fuerza el miedo y se procura la auto-censura (siempre más efectiva y barata que la censura misma).

Para afrenta de la historia, se pasa de puntillas sobre el camino de otros: casas reales y reyes idiotas en los lienzos de Velázquez, fusilados y ahorcados en Goya, desnudos y monstruos y esqueletos en el Bosco... Ya lo dijo Octavio Paz (y tantos otros): no es posible ponerle "puertas al campo".

Vladímir Putin ataca con argumentos a los arrogantes científicos ateos. Al menos hay que prestarle atención. Sobre este gobierno y esta Europa y estos sobre-naturales organismos mundiales de gobierno, hay algo más que se nos escapa. Miles y miles de jubilados salieron ayer a la calle para cuestionar a sus dioses. Eso habría que tenerlo en cuenta. Eso y tantas otras cosas.

Salvador Alís.










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