UN NIÑO MUERTO EN LA PLAYA
Un periódico llamado EL MUNDO lanza en la mitad de su formato
y en su portada, para los ojos de Nadie y ante mis ojos, la imagen de un niño muerto
sobre una playa. El agua azul y gris de un lado; del otro lado, la arena sucia.
Alguien sobre botas de cuero, de espaldas, manipula una cámara o un móvil.
Impacta, repugna y conmueve esta fotografía, porque el niño
podría ser un muñeco de plástico, y pudiera ser que -siendo real- estuviera dormido.
Y, sin embargo, su pequeña camiseta roja y sus pantaloncitos azules y
sus zapatillas o la suela de sus zapatillas nos dicen que es real y que está muerto.
El agua de esta playa no se inmuta. La lija de esta arena reduce a polvo los nácares
orgánicos e inorgánicos que aquí llegan y siguen llegando.
Durante todo el día y gran parte de la noche he pensado
que esta imagen posee una fuerza y una emoción que sobrepasa al MUNDO
y me sobrepasa. Carecen de sentido entonces el gran telescopio y la nave espacial.
No hay otros planetas que descubrir mientras no se descubra este planeta.
Me rompo la cabeza pensando a dónde ir de vacaciones en Noviembre,
considerando las múltiples limitaciones del pasaporte, el presupuesto,
el tiempo disponible, los enlaces, los compromisos, el miedo y las incomodidades.
Y olvido -pero no quiero olvidarlo- que otros no eligen ni se rompen la cabeza:
se juegan la vida tratando de llegar a Kos, a esa isla donde hace apenas una semana
yo pretendía llegar. EUROPA contempla su impotencia en esta playa.
Volveré a pensar en el Cíclope y en Circe, en los cerdos y en los corderos.
El más inocente maneja un fusil. Antes del final, aquí lo digo, alguien pagará
por esta imagen y por todo lo demás; lo juro, no habrá piedad ni perdón.
Un niño muerto en una playa. Un corzo de mayo abatido en un bosque.
No habrá piedad ni perdón. Lo único que me consolaba y daba razón era esto:
niños aún no malogrados, envueltos en sus pequeñas risas y sus pequeños llantos.
Pero no, no me convence ni la teoría, ni el análisis ni el reparto. No se puede
dividir la responsabilidad de ahogar a un niño en una playa cuando acaba el verano
y en las fronteras se muestran cuchillos, y en las fronteras aparecen exoplanetas,
y en las fronteras EUROPA y el MUNDO inundan el mundo
con muñecos de plástico vestidos con camisetas rojas y pantaloncitos azules,
como si la muerte no importase nada, como si no existiera la muerte.
Un corzo de mayo abatido en un bosque. Un niño de tres años muerto
en una playa como símbolo de la muerte. No habrá piedad ni perdón.
¿Ante qué dios? ¿Ante qué ley? NO HABRÁ PIEDAD NI PERDÓN.
Salvador Alís.
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