viernes, 22 de agosto de 2014

POLVO DE LIBROS

Dias sin escribir. La culpa es de la nicotina. Espirales de nicotina entrelazadas con mi ADN, antes incluso de nacer. Toda mi vida una fuga de nicotina ocupando el espacio vacío el lenguaje verdadero

En la publicidad de estos días, invariablemente, higiene y enfermedad. Hay que acabar con la suciedad hasta lograr la asepsia absoluta, y prevenir y combatir y derrotar cualquier infección y avance de los malignos microorganismos que flotan y proliferan

Las palabras atascadas en la garganta como en una cañería obstruida. Bronquios inflamados. Debilidad cronificada

Días sin escribir. La culpa es del polvo de los libros. Un gramo de polvo en cada viejo libro leído, multiplicado por mil. Todo ese polvo en el aire levantado cada noche por el ventilador y aspirado por los pulmones que sueñan con palabras no pronunciadas

Agosto frío. Las toses que impiden conciliar el sueño a pesar del hidrogenosuccinato de doxilamina, el que causa visión borrosa, secreción bronquial aumentada, insomnio y vértigo

Inmune a toda alergia que pudiera derivarse de la convivencia con gatos, pero perdida la inmunidad al polvo de los libros. Trasladé los libros del comedor a mi habitación precisamente a causa de la costumbre de Nube de sacar los libros de las estanterías con las uñas y desparramarlos por el suelo. Y a continuación se rompe la cinta de la persiana de la única ventana. Mil libros en penumbra permanente, apenas una abertura de tres centímetros, el aire que no se renueva, el ventilador en agosto que levanta el polvo

El medicamento tomado durante años para dormir, comprado sin receta, anunciado en televisión, contraindicado para la bronquitis crónica y responsable de mi creciente dificultad para la lectura. Aun así, nada me impide leer cada noche, frotando los ojos para activarlos, intuyendo a veces más que leyendo, palabras y polvo de palabras. Y cuando el sueño se resiente, y cuando sobreviene un súbito despertar, una inyección de nicotina para calmar los nervios

Días sin escribir. Días sin fumar lo necesario para que el lenguaje tenga sentido. Días caóticos siguiendo las recomendaciones de higiene y prevención, envenenándome con diversos venenos engañosamente curativos: paracetamol, amoxicilina, zamene, avamys, iniston, ibuprofeno. De médico en médico, de urgencias al hospital, días de baja, apenas vino, un máximo de diez cigarrillos frente a los cuarenta habituales, bebidas energéticas, multivitaminas

La bronquitis crónica puede deberse al humo y puede deberse al polvo. La contaminación ambiental no se considera. Puedo deshacerme de la necesidad de ingerir nicotina pero no sé qué hacer con los libros. No puedo encerrarlos en cajas selladas, no puedo echarlos a la hoguera

El lenguaje como un virus que no acaba con el huesped. Precisamente estos días de frenética actividad, virus controlados por el poder y los medios de comunicación, las farmacéuticas y sus vacunas contra el miedo, el negocio de la inseguridad y la epidemia

¿Hasta qué punto son indispensables espirales de humo y de polvo entrelazadas con mi ADN para que sigan fluyendo las palabras? La visión borrosa ¿acaso no me hace entender mejor los mecanismos que contaminan al lenguaje parasitándolo y haciendo de él, a su vez, un parásito

Días sin escribir. Las cañerías de los bronquios, los nudos de las amígdalas, la copa medio vacía, los cigarrillos que se consumen en un instante. Hay que acabar con cualquier mancha, hay que estimular las defensas




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