He comprado una Glock 19. Una pistola autriaca, fiable, discreta. La empresa fue fundada en 1963 por Gastón Clock. 9 mm parabellum. 15 proyectiles. Apenas 600 gr de peso, 850 cargada. Y poco más de 500 euros el precio. Me gusta llevarla conmigo. Esto es ficción o no ficción. No estoy seguro, pero creo que antes de inventar la cuchara o el tenedor, los seres humanos -nuestros ancestros- inventaron el cuchillo, el arma antes que la herramienta. Aquel original progreso y la incipiente civilización requerían el uso de instrumentos que facilitaran la resolución de muchos problemas cotidianos de índole doméstica, que hicieran la vida más cómoda -en una palabra. Pero previamente fue necesario contrarrestar los peligros y amenazas. Así pues, el cuchillo, el hacha, la flecha, el mazo y la lanza debieron imaginarse en primer lugar para asegurar la defensa y la supervivencia y, más tarde, ya vendría el tiempo de construir la jarra y el plato, el peine y el espejo, la joya y la cama. En ausencia de brutales guerras, las armas simplifican los conflictos sociales. En prueba de lo que digo, basta pensar en ese espacio mítico llamado "El Oeste". Si alguien pretendía imponer su ley en perjuicio de otros, si el cacique, el ganadero, el atracador de diligencias, el shériff corrupto, el banquero, el tahúr o el asesino vocacional intentaban joderte, en lugar de interponer una denuncia y esperar una larga y cuestionable decisión de los jueces, siempre te quedaba el recurso de sacar tu pistola. La razón y la verdad de parte del más rápido, del más hábil. Si tu contrincante dispara primero, tu mueres y el vive. Si aciertas tú, la compensación es inmediata. Y en estos tiempos que corren, tan inestables e inseguros, en posesión ya de todos los utensilios posibles e imaginables (hasta cepillo de dientes eléctrico y dispositivos anti-cucarachas), sinceramente echaba de menos un arma.
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