miércoles, 9 de diciembre de 2015
martes, 8 de diciembre de 2015
REFLEXIONES EN TORNO A UNA MUELA
REFLEXIONES EN TORNO A UNA MUELA
"Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él."
Esta es la segunda vez que aplazo la extracción de una muela. No es una muela cualquiera. Yo tampoco soy el mismo que otras veces, movido sin duda por la inconsciencia, ha tomado decisiones precipitadas...
Hace tres noches, escribía: "Visitaré a un sacamuelas; si tengo suerte, acabará con un problema largo tiempo ignorado y desatendido, una solución postergada, un dolor calmado pero no resuelto..."
Por suerte, guardé el archivo de texto y no lo publiqué en ese instante, pues me hubiera arrepentido...
El asunto no tiene nada de literario; sólo un tercio de la pieza dental es visible, siendo dos tercios invisibles o interiores puesto que se hunden en el hueso de la mandíbula superior...
El fantasma de mi padre y sus largos dientes amarillos -eso sí puede considerarse pura literatura, sueño y memoria y desmemoria a un tiempo...
Pero una cosa es cierta: yo no invento mis procesos. No soy el fiscal, ni el abogado defensor, ni el testigo que señala o encubre, ni el juez que parte y reparte, que absuelve y condena...
Permanezco al margen. Tomo notas, apuntes; elaboro esquemas y bocetos...
Salgo de mí para observar lo que me sucede, pero me sumerjo en la vida para contemplar la vida...
Dentro de cinco días cumpliré sesenta años. Y, desde luego, no es lo mismo un cumpleaños con muela que sin muela, malestar, dolor y menoscabo...
Para la ocasión he dispuesto botellas de vino, especialmente dos, cuyos dibujos en blanco me complacen y atraen como centros de telas donde la flor, donde el centauro...
Dentro de cinco días...
Sesenta años...
Se entenderá mal o no se entenderá en absoluto el capricho de este gasto...
En mi descargo diré únicamente que no hay otro gesto efímero que me cause tanto placer...
En la mesilla de noche, junto a la lámpara de luz, el agua, los somníferos, el despertador, el antifaz negro, la torre de libros, las tijeras melladas, abierto por esa y no otra página al azar el último de Monterroso...
A veces el sexo, la aventura, la locura. A veces el sol del amanecer. A veces, ese sabor. Esa cuerda que se tensa o se retuerce sobre sí misma, adelgaza, se vuelve lazo, se vuelve nudo...
He sido elegido suplente segundo del presidente. Y a las ocho de la mañana del día veinte...
Muela insomne, dolor profundo bajo una manta ignífuga...
¡Qué mierda le importará a mi muela quién gobierne, qué niebla, qué frío, qué diciembre...!
El pinot noir es otra cosa, el ácido riesling, la abeja zumbadora, la rosa, la flecha...
A veces la vida y a veces la muerte...
Como esta noche (y tantas otras noches no distintas, semejantes) donde una gota desborda la copa. Y fuego en el aire, y la vida como un juego, y la muela desde siempre y sus tres raíces...
Como en esta noche, a las puertas de una estancia soñada donde el dolor no tiene fin...
Apenas la anestesia mitigará la falta unas horas. Y después...
Y después...
Sólo un tercio de la pieza dental es visible, siendo dos tercios invisibles o interiores puesto que se hunden en el hueso de la mandíbula superior; el asunto no tiene nada de literario...
"Un dolor calmado pero no resuelto, una extracción postergada, un problema largo tiempo ignorado y desatendido; si tengo suerte, dentro de tres días visitaré a un sacamuelas..."
Esa muela tiene aproximadamente mi edad; ha mordido, desgarrado, triturado, sujetado y presumido durante tanto tiempo...
Muela sin plomo, muela de ciervo y de cabrón, de marfil y de piedra viva...
Muela de pólvora...
Hasta aquí hemos llegado...
Si el lector es tanto o más inteligente que yo, habrá adivinado que, en realidad, el tema central de estas reflexiones no es una muela, por más especial que nos parezca, etcétera, etcétera...
Se trata, en realidad, del paso del tiempo, de no reaccionar cuando suena el despertador, o de hacerlo en sentido contrario, avanzando una y otra vez las manecillas (ganando cada vez algunos minutos), porque abrir los ojos, porque el agua fría, porque el café, salir de casa y todo lo demás...
Aún no sé cómo actuar con Clemens Strobl, el cumpleaños, las elecciones. Y le exijo imperativamente, le ordeno a la muela con vehemencia que permanezca en su sitio, al menos una semana, hasta final de año, un mes incluso, hasta las próximas vacaciones...
En el hueco -después del coágulo- dejado por esta muela, enterraré parte de la vida que todavía me pertenece. No pido mucho entonces. Estirar un poco el crédito. Otro mínimo plazo, antes de saldar la deuda, y respirar sin agobios esta noche...
Tampoco me tranquiliza conocer el nombre del sacamuelas...
Sin las raíces que sustentan este suelo, cuántos otros dientes cederán...
Una boca como mi boca, asimétrica, de labios tan finos bajo nariz prominente; esta boca que ha besado cientos de miles de cigarrillos y un par de labios y mejillas de ángeles y el perfecto círculo de algunas copas; esta boca que ha pronunciado palabras, apenas gritos; y que sobre todo ha guardado silencio, secretos, un enigma o el enigma, algunas respuestas no maduras, uvas verdes, adivinanzas...
Faltando en esta boca todo lo que falta: dientes, lenguajes, sensibilidad y perdón...
La parte visible de la muela en cuestión, como carbón que asoma entre la ceniza, como pequeño cráter negro de un volcán dormido hasta ayer...
Nadie, al parecer, escribe sobre su dentadura. Mal gusto hacerlo. Mal gusto decir: carezco de tantos dientes. Lo mismo sucede respecto a los centímetros de la virilidad, la cuenta bancaria existente o inexistente, la orina en el lavabo, la falta de fe...
No está bien hablar de una muela perdida, pero nada impide reflexionar sobre esa muela...
Botellas de vino he dispuesto para la ocasión -para despedir a la puñetera muela-, especialmente dos, cuyos dibujos en blanco me complacen y atraen como centros de telas (de araña) donde la flor, donde el centauro...
Para despedir a la pajolera muela, a este mal año, al caminito real...
Intuyo que mi primer lector es en el fondo tan inteligente o más que yo. Para lograr esto he tenido que ser más inteligente que yo mismo...
Una vez calmada la muela con aceite de clavo y algo de convencimiento, nada me impide seguir leyendo a Monterroso, bolsa de agua caliente a los pies, sábanas de franela, Somnovit, despertador no activado...
Mañana será otro día...
Y hasta aquí hemos llegado...
"Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él."
Augusto Monterroso.
Esta es la segunda vez que aplazo la extracción de una muela. No es una muela cualquiera. Yo tampoco soy el mismo que otras veces, movido sin duda por la inconsciencia, ha tomado decisiones precipitadas...
Hace tres noches, escribía: "Visitaré a un sacamuelas; si tengo suerte, acabará con un problema largo tiempo ignorado y desatendido, una solución postergada, un dolor calmado pero no resuelto..."
Por suerte, guardé el archivo de texto y no lo publiqué en ese instante, pues me hubiera arrepentido...
El asunto no tiene nada de literario; sólo un tercio de la pieza dental es visible, siendo dos tercios invisibles o interiores puesto que se hunden en el hueso de la mandíbula superior...
El fantasma de mi padre y sus largos dientes amarillos -eso sí puede considerarse pura literatura, sueño y memoria y desmemoria a un tiempo...
Pero una cosa es cierta: yo no invento mis procesos. No soy el fiscal, ni el abogado defensor, ni el testigo que señala o encubre, ni el juez que parte y reparte, que absuelve y condena...
Permanezco al margen. Tomo notas, apuntes; elaboro esquemas y bocetos...
Salgo de mí para observar lo que me sucede, pero me sumerjo en la vida para contemplar la vida...
Dentro de cinco días cumpliré sesenta años. Y, desde luego, no es lo mismo un cumpleaños con muela que sin muela, malestar, dolor y menoscabo...
Para la ocasión he dispuesto botellas de vino, especialmente dos, cuyos dibujos en blanco me complacen y atraen como centros de telas donde la flor, donde el centauro...
Dentro de cinco días...
Sesenta años...
Se entenderá mal o no se entenderá en absoluto el capricho de este gasto...
En mi descargo diré únicamente que no hay otro gesto efímero que me cause tanto placer...
En la mesilla de noche, junto a la lámpara de luz, el agua, los somníferos, el despertador, el antifaz negro, la torre de libros, las tijeras melladas, abierto por esa y no otra página al azar el último de Monterroso...
A veces el sexo, la aventura, la locura. A veces el sol del amanecer. A veces, ese sabor. Esa cuerda que se tensa o se retuerce sobre sí misma, adelgaza, se vuelve lazo, se vuelve nudo...
He sido elegido suplente segundo del presidente. Y a las ocho de la mañana del día veinte...
Muela insomne, dolor profundo bajo una manta ignífuga...
¡Qué mierda le importará a mi muela quién gobierne, qué niebla, qué frío, qué diciembre...!
El pinot noir es otra cosa, el ácido riesling, la abeja zumbadora, la rosa, la flecha...
A veces la vida y a veces la muerte...
Como esta noche (y tantas otras noches no distintas, semejantes) donde una gota desborda la copa. Y fuego en el aire, y la vida como un juego, y la muela desde siempre y sus tres raíces...
Como en esta noche, a las puertas de una estancia soñada donde el dolor no tiene fin...
Apenas la anestesia mitigará la falta unas horas. Y después...
Y después...
Sólo un tercio de la pieza dental es visible, siendo dos tercios invisibles o interiores puesto que se hunden en el hueso de la mandíbula superior; el asunto no tiene nada de literario...
"Un dolor calmado pero no resuelto, una extracción postergada, un problema largo tiempo ignorado y desatendido; si tengo suerte, dentro de tres días visitaré a un sacamuelas..."
Esa muela tiene aproximadamente mi edad; ha mordido, desgarrado, triturado, sujetado y presumido durante tanto tiempo...
Muela sin plomo, muela de ciervo y de cabrón, de marfil y de piedra viva...
Muela de pólvora...
Hasta aquí hemos llegado...
Si el lector es tanto o más inteligente que yo, habrá adivinado que, en realidad, el tema central de estas reflexiones no es una muela, por más especial que nos parezca, etcétera, etcétera...
Se trata, en realidad, del paso del tiempo, de no reaccionar cuando suena el despertador, o de hacerlo en sentido contrario, avanzando una y otra vez las manecillas (ganando cada vez algunos minutos), porque abrir los ojos, porque el agua fría, porque el café, salir de casa y todo lo demás...
Aún no sé cómo actuar con Clemens Strobl, el cumpleaños, las elecciones. Y le exijo imperativamente, le ordeno a la muela con vehemencia que permanezca en su sitio, al menos una semana, hasta final de año, un mes incluso, hasta las próximas vacaciones...
En el hueco -después del coágulo- dejado por esta muela, enterraré parte de la vida que todavía me pertenece. No pido mucho entonces. Estirar un poco el crédito. Otro mínimo plazo, antes de saldar la deuda, y respirar sin agobios esta noche...
Tampoco me tranquiliza conocer el nombre del sacamuelas...
Sin las raíces que sustentan este suelo, cuántos otros dientes cederán...
Una boca como mi boca, asimétrica, de labios tan finos bajo nariz prominente; esta boca que ha besado cientos de miles de cigarrillos y un par de labios y mejillas de ángeles y el perfecto círculo de algunas copas; esta boca que ha pronunciado palabras, apenas gritos; y que sobre todo ha guardado silencio, secretos, un enigma o el enigma, algunas respuestas no maduras, uvas verdes, adivinanzas...
Faltando en esta boca todo lo que falta: dientes, lenguajes, sensibilidad y perdón...
La parte visible de la muela en cuestión, como carbón que asoma entre la ceniza, como pequeño cráter negro de un volcán dormido hasta ayer...
Nadie, al parecer, escribe sobre su dentadura. Mal gusto hacerlo. Mal gusto decir: carezco de tantos dientes. Lo mismo sucede respecto a los centímetros de la virilidad, la cuenta bancaria existente o inexistente, la orina en el lavabo, la falta de fe...
No está bien hablar de una muela perdida, pero nada impide reflexionar sobre esa muela...
Botellas de vino he dispuesto para la ocasión -para despedir a la puñetera muela-, especialmente dos, cuyos dibujos en blanco me complacen y atraen como centros de telas (de araña) donde la flor, donde el centauro...
Para despedir a la pajolera muela, a este mal año, al caminito real...
Intuyo que mi primer lector es en el fondo tan inteligente o más que yo. Para lograr esto he tenido que ser más inteligente que yo mismo...
Una vez calmada la muela con aceite de clavo y algo de convencimiento, nada me impide seguir leyendo a Monterroso, bolsa de agua caliente a los pies, sábanas de franela, Somnovit, despertador no activado...
Mañana será otro día...
Y hasta aquí hemos llegado...
domingo, 6 de diciembre de 2015
AUGUSTO MONTERROSO / TRES CUENTOS
EL CONEJO Y EL LEÓN
Un celebre Psicoanalista se encontró cierto día en medio de la Selva, semiperdido.
Con la fuerza que dan el instinto y el afán de investigación logró fácilmente subirse a un altísimo árbol, desde el cual pudo observar a su antojo no solo la lenta puesta del sol sino además la vida y costumbres de algunos animales, que comparó una y otra vez con las de los humanos.
Al caer la tarde vio aparecer, por un lado, al Conejo; por otro, al León.
En un principio no sucedió nada digno de mencionarse, pero poco después ambos animales sintieron sus respectivas presencias y, cuando toparon el uno con el otro, cada cual reaccionó como lo había venido haciendo desde que el hombre era hombre.
El León estremeció la Selva con sus rugidos, sacudió la melena majestuosamente como era su costumbre y hendió el aire con sus garras enormes; por su parte, el Conejo respiró con mayor celeridad, vio un instante a los ojos del León, dio media vuelta y se alejó corriendo.
De regreso a la ciudad el celebre Psicoanalista publicó cum laude su famoso tratado en que demuestra que el León es el animal más infantil y cobarde de la Selva, y el Conejo el más valiente y maduro: el León ruge y hace gestos y amenaza al universo movido por el miedo; el Conejo advierte esto, conoce su propia fuerza, y se retira antes de perder la paciencia y acabar con aquel ser extravagante y fuera de sí, al que comprende y que después de todo no le ha hecho nada.
EL ECLIPSE
Un celebre Psicoanalista se encontró cierto día en medio de la Selva, semiperdido.
Con la fuerza que dan el instinto y el afán de investigación logró fácilmente subirse a un altísimo árbol, desde el cual pudo observar a su antojo no solo la lenta puesta del sol sino además la vida y costumbres de algunos animales, que comparó una y otra vez con las de los humanos.
Al caer la tarde vio aparecer, por un lado, al Conejo; por otro, al León.
En un principio no sucedió nada digno de mencionarse, pero poco después ambos animales sintieron sus respectivas presencias y, cuando toparon el uno con el otro, cada cual reaccionó como lo había venido haciendo desde que el hombre era hombre.
El León estremeció la Selva con sus rugidos, sacudió la melena majestuosamente como era su costumbre y hendió el aire con sus garras enormes; por su parte, el Conejo respiró con mayor celeridad, vio un instante a los ojos del León, dio media vuelta y se alejó corriendo.
De regreso a la ciudad el celebre Psicoanalista publicó cum laude su famoso tratado en que demuestra que el León es el animal más infantil y cobarde de la Selva, y el Conejo el más valiente y maduro: el León ruge y hace gestos y amenaza al universo movido por el miedo; el Conejo advierte esto, conoce su propia fuerza, y se retira antes de perder la paciencia y acabar con aquel ser extravagante y fuera de sí, al que comprende y que después de todo no le ha hecho nada.
EL ECLIPSE
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó
que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado,
implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con
tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza,
aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el
convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de
su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor
redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de
indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un
altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de
sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano
dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron
comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de
su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles.
Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo
más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar
la vida.
-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se
oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé
sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y
esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola
chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo
la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin
ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se
producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya
habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
EL MONO QUE QUISO SER ESCRITOR SATÍRICO
En la selva vivía una vez un Mono que quiso ser escritor
satírico.
Estudió mucho, pero pronto se dio cuenta de que para ser escritor satírico le faltaba conocer a la gente y se aplicó a visitar a todos y a ir a los cocteles y a observarlos por el rabo del ojo mientras estaban distraídos con la copa en la mano.
Como era de veras gracioso y sus ágiles piruetas entretenían a los otros animales, en cualquier parte era bien recibido y él perfeccionó el arte de ser mejor recibido aún.
No había quien no se encantara con su conversación y cuando llegaba era agasajado con júbilo tanto por las Monas como por los esposos de las Monas y por los demás habitantes de la Selva, ante los cuales, por contrarios que fueran a él en política internacional, nacional o doméstica, se mostraba invariablemente comprensivo; siempre, claro, con el ánimo de investigar a fondo la naturaleza humana y poder retratarla en sus sátiras.
Así llegó el momento en que entre los animales era el más experto conocedor de la naturaleza humana, sin que se le escapara nada.
Entonces, un día dijo voy a escribir en contra de los ladrones, y se fijó en la Urraca, y principió a hacerlo con entusiasmo y gozaba y se reía y se encaramaba de placer a los árboles por las cosas que se le ocurrían acerca de la Urraca; pero de repente reflexionó que entre los animales de sociedad que lo agasajaban había muchas Urracas y especialmente una, y que se iban a ver retratadas en su sátira, por suave que la escribiera, y desistió de hacerlo.
Después quiso escribir sobre los oportunistas, y puso el ojo en la Serpiente, quien por diferentes medios -auxiliares en realidad de su arte adulatorio- lograba siempre conservar, o sustituir, mejorándolos, sus cargos; pero varias Serpientes amigas suyas, y especialmente una, se sentirían aludidas, y desistió de hacerlo.
Después deseó satirizar a los laboriosos compulsivos y se detuvo en la Abeja, que trabajaba estúpidamente sin saber para qué ni para quién; pero por miedo de que sus amigos de este género, y especialmente uno, se ofendieran, terminó comparándola favorablemente con la Cigarra, que egoísta no hacia más que cantar y cantar dándoselas de poeta, y desistió de hacerlo.
Después se le ocurrió escribir contra la promiscuidad sexual y enfiló su sátira contra las Gallinas adúlteras que andaban todo el día inquietas en busca de Gallitos; pero tantas de éstas lo habían recibido que temió lastimarlas, y desistió de hacerlo.
Finalmente elaboró una lista completa de las debilidades y los defectos humanos y no encontró contra quién dirigir sus baterías, pues todos estaban en los amigos que compartían su mesa y en él mismo.
En ese momento renunció a ser escritor satírico y le empezó a dar por la Mística y el Amor y esas cosas; pero a raíz de eso, ya se sabe cómo es la gente, todos dijeron que se había vuelto loco y ya no lo recibieron tan bien ni con tanto gusto.
Estudió mucho, pero pronto se dio cuenta de que para ser escritor satírico le faltaba conocer a la gente y se aplicó a visitar a todos y a ir a los cocteles y a observarlos por el rabo del ojo mientras estaban distraídos con la copa en la mano.
Como era de veras gracioso y sus ágiles piruetas entretenían a los otros animales, en cualquier parte era bien recibido y él perfeccionó el arte de ser mejor recibido aún.
No había quien no se encantara con su conversación y cuando llegaba era agasajado con júbilo tanto por las Monas como por los esposos de las Monas y por los demás habitantes de la Selva, ante los cuales, por contrarios que fueran a él en política internacional, nacional o doméstica, se mostraba invariablemente comprensivo; siempre, claro, con el ánimo de investigar a fondo la naturaleza humana y poder retratarla en sus sátiras.
Así llegó el momento en que entre los animales era el más experto conocedor de la naturaleza humana, sin que se le escapara nada.
Entonces, un día dijo voy a escribir en contra de los ladrones, y se fijó en la Urraca, y principió a hacerlo con entusiasmo y gozaba y se reía y se encaramaba de placer a los árboles por las cosas que se le ocurrían acerca de la Urraca; pero de repente reflexionó que entre los animales de sociedad que lo agasajaban había muchas Urracas y especialmente una, y que se iban a ver retratadas en su sátira, por suave que la escribiera, y desistió de hacerlo.
Después quiso escribir sobre los oportunistas, y puso el ojo en la Serpiente, quien por diferentes medios -auxiliares en realidad de su arte adulatorio- lograba siempre conservar, o sustituir, mejorándolos, sus cargos; pero varias Serpientes amigas suyas, y especialmente una, se sentirían aludidas, y desistió de hacerlo.
Después deseó satirizar a los laboriosos compulsivos y se detuvo en la Abeja, que trabajaba estúpidamente sin saber para qué ni para quién; pero por miedo de que sus amigos de este género, y especialmente uno, se ofendieran, terminó comparándola favorablemente con la Cigarra, que egoísta no hacia más que cantar y cantar dándoselas de poeta, y desistió de hacerlo.
Después se le ocurrió escribir contra la promiscuidad sexual y enfiló su sátira contra las Gallinas adúlteras que andaban todo el día inquietas en busca de Gallitos; pero tantas de éstas lo habían recibido que temió lastimarlas, y desistió de hacerlo.
Finalmente elaboró una lista completa de las debilidades y los defectos humanos y no encontró contra quién dirigir sus baterías, pues todos estaban en los amigos que compartían su mesa y en él mismo.
En ese momento renunció a ser escritor satírico y le empezó a dar por la Mística y el Amor y esas cosas; pero a raíz de eso, ya se sabe cómo es la gente, todos dijeron que se había vuelto loco y ya no lo recibieron tan bien ni con tanto gusto.
miércoles, 2 de diciembre de 2015
ÚLTIMA OPORTUNIDAD
ÚLTIMA OPORTUNIDAD
Este cruce de caminos se llama "última oportunidad". La casa abandonada,
colores en las paredes rotas que pierden intensidad y se desplazan hacia la luz,
y ventanas que se abren al supremo bosque y a la maleza.
Este cruce de caminos se llama "última oportunidad".
Nunca el verde ni el azul. Nunca el rojo ni el amarillo. Los cristales sucios,
los arcos en equilibrio, los pilares azogados, yeso envejecido y cemento muerto.
Nunca el verde ni el azul. La chimenea fría, los azulejos vibrantes,
y esta desolación y esta derrota, y esta escalera que se inclina a un lado.
A su favor un cálido noviembre, un árbol hueco, espadas pintadas,
alas que ya no existen, coronas perdidas, emblemas cambiados, y un laberinto rojo
que anticipa el próximo caos, donde el miedo es sólo un fantasma
de papel pintado. Este cruce de caminos se llama "última oportunidad".
Este cruce de caminos se llama "última oportunidad".
Salvador Alís.
Este cruce de caminos se llama "última oportunidad". La casa abandonada,
colores en las paredes rotas que pierden intensidad y se desplazan hacia la luz,
y ventanas que se abren al supremo bosque y a la maleza.
Este cruce de caminos se llama "última oportunidad".
Nunca el verde ni el azul. Nunca el rojo ni el amarillo. Los cristales sucios,
los arcos en equilibrio, los pilares azogados, yeso envejecido y cemento muerto.
Nunca el verde ni el azul. La chimenea fría, los azulejos vibrantes,
y esta desolación y esta derrota, y esta escalera que se inclina a un lado.
A su favor un cálido noviembre, un árbol hueco, espadas pintadas,
alas que ya no existen, coronas perdidas, emblemas cambiados, y un laberinto rojo
que anticipa el próximo caos, donde el miedo es sólo un fantasma
de papel pintado. Este cruce de caminos se llama "última oportunidad".
Este cruce de caminos se llama "última oportunidad".
Salvador Alís.
FADI AL - HAMWI
Algunas pinturas de Fadi al - Hamwi, pintor sirio de 29 años, nacido en Damasco en 1986,
y que actualmente vive en Beirut.









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