EL ESCARABAJO DE ORO
Ayer robé un libro en uno de esos viejos almacenes que frecuento. Lo hice por piedad. Pero tendría que explicar cómo fue. Hace aproximadamente un mes, descubrí en un mueble acristalado y polvoriento dos miniaturas italianas, dos pequeños volúmenes de encuadernación exquisita, en piel negra y azul, con bordes de página dorados. Ni los autores eran conocidos ni los temas atrajeron mi atención, sólo la forma. A su lado, un insignificante cuadernillo (el nº 139 de Les Meilleurs Livres, una tirada que costaba 10 cent. el ejemplar). Se trataba de Le Scarabée d´or de Edgar POË (tal como aparecía en su portada), editado en París por Arthème Fayard & Cie. Pregunté por el precio del lote, pero antes, siguiendo mi costumbre, fijé en mi cabeza el precio máximo que estaría dispuesto a pagar. Puesto que en éste y en otros lugares semejantes los libros no suelen costar más de un euro, me dije que nueve por los tres sería el límite. El dependiente me dijo que tenía que consultarlo. Hizo una llamada a su jefe (o tal vez al propietario de los libros que pudiera haberlos dejado en depósito) y me contestó que pedían cuarenta por los tres. Entre tanto, yo había buscado el escarabajo en Iberlibro, y encontré una edición de 1930 valorada en 25 euros. "Cuarenta es mucho más de lo que estoy dispuesto a pagar. Guárdalos y si alguien te paga esa cifra, se los vendes." Ayer volví con la idea de ver si todavía estaban a la venta y si su precio había sido rebajado. Las dos miniaturas italianas volaron. El cuadernillo de Poe ya no se encontraba aislado y destacado en el mueble con puertas de cristal, sino perdido entre otros muchos libros sin encanto, y, para mi pesar, con la tapa posterior y la última página levemente rasgadas. En un arrebato, pensando que su destino no sería acabar entre manos protectoras como las mías, que si lo dejaba ahí terminaría completamente roto, perdiendo su grapa central y separadas y arrugadas sus viejas y delicadas páginas de color marfil y cien años, y comprobando previamente que el dependiente me tenía fuera de su ángulo de visión, lo introduje entre las hojas de El Buscón y pagué por el Quevedo visible y el Poe oculto la irrisoria cantidad de un euro. Al volver a casa, comprobé que el cuadernillo carecía de fecha de edición, pero que el comprador (o el primer lector) había reseñado bajo su apellido el año 1915.
Vida sigue escribiéndose a buen ritmo. 24 páginas en 24 días. Como máximo en julio de 2019 debería tener un final.
Salvador Alís.
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