domingo, 5 de enero de 2014
PRIMERA ESTACIÓN
PRIMERA ESTACIÓN
Un ángel llama por teléfono. Lo que dice no es audible porque habla en el lenguaje de los ángeles
Cuando llama el enano, sin embargo, todo está claro
Uno da, el otro reclama
Se detiene el tren que partió de una gran ciudad en la primera estación, algunos pasajeros bajan, cae una fina lluvia
Al final de su trayecto, el tren quedará vacío
Se apearán todos, estación tras estación, hasta el destino final
El viaje habrá durado una noche, una larga noche subiendo al norte, a los bosques, al aire helado de la meseta donde vuelan los cuervos y las águilas
La mujer que vuela satisface al cielo y al infierno
No hay cruces en este camino, no hay fronteras, bifurcaciones, nada que altere el discurrir natural de las cosas que se mueven por impulso propio
Un ángel llama por teléfono, llamada oculta. Un enano llama a la puerta, se disparan las alarmas
En esta ciudad hay una calle al final de una calle, bordeada por barandillas de hierro de un puente sobre un riachuelo. Trepadoras verdes ascienden hasta mi frente
Mi frente que imagina contener pensamientos, como un muro o el portón de una fortaleza
En la primera estación
Tan largo el viaje y tantas -y tan distintas- las estaciones, hasta el destino final
Mujeres salen de su cuerpo y lo esclavizan, se hacen dueñas de él, imponen su habla porque dominan tanto el lenguaje del ángel como el lenguaje del enano
Ese tren que partió de una gran ciudad en 1975. Atravesó túneles y se perdió su rastro
Dormir en un tren, emborracharse en un tren, hallar en un tren el amor
Las palabras justas, el movimiento exacto
Ir, hacia quién sabe dónde. Ir, a pesar de todo. Ir. Y estar yendo
En un tren. A toda velocidad
No se resiste la luna llena a ser contemplada en ese viaje, los pinos en la noche a ser comtemplados, la carretera paralela a ser contemplada. El tren en sentido contrario
En ese tren, el viajero escribe hasta la primera estación. Continuará el viaje. Se acabará la tinta. La batería del dispositivo que permite escribir sin tinta y sin papel
Volarán papeles entre las vías. Frases en la noche hacia destinos inciertos
7000 kilómetros entre las islas. 33 toneladas de tiempo. Un túnel que no se acaba. Un sueño del que nunca se despierta
Nunca. Nunca se despierta
Salvador Alís.
Un ángel llama por teléfono. Lo que dice no es audible porque habla en el lenguaje de los ángeles
Cuando llama el enano, sin embargo, todo está claro
Uno da, el otro reclama
Se detiene el tren que partió de una gran ciudad en la primera estación, algunos pasajeros bajan, cae una fina lluvia
Al final de su trayecto, el tren quedará vacío
Se apearán todos, estación tras estación, hasta el destino final
El viaje habrá durado una noche, una larga noche subiendo al norte, a los bosques, al aire helado de la meseta donde vuelan los cuervos y las águilas
La mujer que vuela satisface al cielo y al infierno
No hay cruces en este camino, no hay fronteras, bifurcaciones, nada que altere el discurrir natural de las cosas que se mueven por impulso propio
Un ángel llama por teléfono, llamada oculta. Un enano llama a la puerta, se disparan las alarmas
En esta ciudad hay una calle al final de una calle, bordeada por barandillas de hierro de un puente sobre un riachuelo. Trepadoras verdes ascienden hasta mi frente
Mi frente que imagina contener pensamientos, como un muro o el portón de una fortaleza
En la primera estación
Tan largo el viaje y tantas -y tan distintas- las estaciones, hasta el destino final
Mujeres salen de su cuerpo y lo esclavizan, se hacen dueñas de él, imponen su habla porque dominan tanto el lenguaje del ángel como el lenguaje del enano
Ese tren que partió de una gran ciudad en 1975. Atravesó túneles y se perdió su rastro
Dormir en un tren, emborracharse en un tren, hallar en un tren el amor
Las palabras justas, el movimiento exacto
Ir, hacia quién sabe dónde. Ir, a pesar de todo. Ir. Y estar yendo
En un tren. A toda velocidad
No se resiste la luna llena a ser contemplada en ese viaje, los pinos en la noche a ser comtemplados, la carretera paralela a ser contemplada. El tren en sentido contrario
En ese tren, el viajero escribe hasta la primera estación. Continuará el viaje. Se acabará la tinta. La batería del dispositivo que permite escribir sin tinta y sin papel
Volarán papeles entre las vías. Frases en la noche hacia destinos inciertos
7000 kilómetros entre las islas. 33 toneladas de tiempo. Un túnel que no se acaba. Un sueño del que nunca se despierta
Nunca. Nunca se despierta
Salvador Alís.
UN SUEÑO / 3
El paisaje es abrupto, espectacular y grandioso: profundos barrancos y altísimas montañas. Un pequeño pueblo animado, turístico, lleno de gente que pasea por sus angostas y empinadas calles, en mitad de una montaña; y cientos de casas desperdigadas por las laderas y las cumbres. En el fondo del barranco principal, un río transcurre lentamente formando pequeñas lagunas entre rocas.
Rodeo con mi brazo la cintura de una mujer joven. Tengo mucho sueño y quisiera hacerle una pregunta, pero no sé cómo formularla: ¿Podemos dormir juntos? ¿Quieres dormir conmigo? ¿Puedo acostarme contigo? Etcétera.
En un momento dado, la tomo en brazos y nos elevamos por el aire. Al levantar el vuelo, al principio, cuesta un poco; se tropieza y se tiene que esquivar multitud de hojas y ramas de árboles que cubren gran parte de las montañas. Después todo se acelera, la ascensión es muy rápida, vertiginosa, hacia las alturas a media tarde bajo un cielo gris y entre ráfagas de viento frío.
Luego caemos en picado. No sé si nos vamos a estrellar contra las rocas o acabaremos en el agua, pero no tengo miedo.
Nos detenemos suavemente. A continuación estoy solo en ese pueblo medieval lleno de escaleras, túneles, arcos, muros y edificios fortificados y, sin embargo, iluminado por muchas luces, tiendas, tabernas acogedoras y multitud de paseantes. A la salida de una curva bajo un puente veo una pared vertical de piedra que escalan dos alpinistas sin piernas. Van pertrechados con todo lo necesario, vestimentas, cascos, arneses, cuerdas, nudos dinámicos, frenos, anclajes, mosquetones, magnesio; y se mueven trepando por la pared con agilidad a pesar de carecer de piernas.
No sé por qué motivo siento un gran deseo de atemorizar a los alpinistas. Me elevo en el aire hasta su altura y comienzo a rugir, primero en un tono bajo y luego más fuerte, al tiempo que azoto con una especie de látigo a uno de ellos, el que ha quedado rezagado y apenas puede protegerse colgado de su cuerda. El látigo tiene atado en un extremo un pequeño objeto pesado, quizá un trozo de hierro o de plomo.
Sigo teniendo mucho sueño y quisiera acostarme con la jovencita que me espera en el suelo, sólo para dormir. Esa idea, esa intimidad, me excita considerablemente.
Al llegar al hotel donde me alojo (o se aloja), me aguardan dos detectives con anchas gabardinas marrones y sombreros anchos. Alguien me ha denunciado (no sé si por volar, atacar a los alpinistas sin piernas o pretender acostarme con la joven). Los detectives quieren interrogarme. Permanezco tranquilo.
Rodeo con mi brazo la cintura de una mujer joven. Tengo mucho sueño y quisiera hacerle una pregunta, pero no sé cómo formularla: ¿Podemos dormir juntos? ¿Quieres dormir conmigo? ¿Puedo acostarme contigo? Etcétera.
En un momento dado, la tomo en brazos y nos elevamos por el aire. Al levantar el vuelo, al principio, cuesta un poco; se tropieza y se tiene que esquivar multitud de hojas y ramas de árboles que cubren gran parte de las montañas. Después todo se acelera, la ascensión es muy rápida, vertiginosa, hacia las alturas a media tarde bajo un cielo gris y entre ráfagas de viento frío.
Luego caemos en picado. No sé si nos vamos a estrellar contra las rocas o acabaremos en el agua, pero no tengo miedo.
Nos detenemos suavemente. A continuación estoy solo en ese pueblo medieval lleno de escaleras, túneles, arcos, muros y edificios fortificados y, sin embargo, iluminado por muchas luces, tiendas, tabernas acogedoras y multitud de paseantes. A la salida de una curva bajo un puente veo una pared vertical de piedra que escalan dos alpinistas sin piernas. Van pertrechados con todo lo necesario, vestimentas, cascos, arneses, cuerdas, nudos dinámicos, frenos, anclajes, mosquetones, magnesio; y se mueven trepando por la pared con agilidad a pesar de carecer de piernas.
No sé por qué motivo siento un gran deseo de atemorizar a los alpinistas. Me elevo en el aire hasta su altura y comienzo a rugir, primero en un tono bajo y luego más fuerte, al tiempo que azoto con una especie de látigo a uno de ellos, el que ha quedado rezagado y apenas puede protegerse colgado de su cuerda. El látigo tiene atado en un extremo un pequeño objeto pesado, quizá un trozo de hierro o de plomo.
Sigo teniendo mucho sueño y quisiera acostarme con la jovencita que me espera en el suelo, sólo para dormir. Esa idea, esa intimidad, me excita considerablemente.
Al llegar al hotel donde me alojo (o se aloja), me aguardan dos detectives con anchas gabardinas marrones y sombreros anchos. Alguien me ha denunciado (no sé si por volar, atacar a los alpinistas sin piernas o pretender acostarme con la joven). Los detectives quieren interrogarme. Permanezco tranquilo.
jueves, 2 de enero de 2014
CUENTO DE PRINCIPIO DE AÑO
CUENTO DE PRINCIPIO DE AÑO
El hombre que duerme le dice al hombre que sueña que todo es un sueño. Cierto -le contesta el hombre que sueña-, pero un sueño que no es soñado por ti
Esta noche, el gato llamado Robertito el Volador se convierte en REV. La necesidad puede confundirse con la crueldad; la saturación, con el desapego
El fuego en la nieve es posible; la nieve en el fuego, no
El sueño de la noche anterior estaba dominado por gatos. Cuento de final de año
Los tumores en el gato asustan al durmiente. Otro gato sonríe
A su manera sonríe otro gato y, el tercero, el más viejo, contempla a los otros dos sin inmutarse
El sueño de la noche anterior
El sueño de la noche que se repite. En la noche
Se parecen todas; en la nieve se parecen todas, pero son distintas en el fuego donde la nieve no puede darse
El gato con tumores no entristece al gato que sonríe. El gato que sonríe no alegra al gato con tumores. Ambos son vigilados de cerca
Ni el uno vive realmente ni realmente el otro muere. Gatos soñados
El gato que contempla espera ver como, más pronto o más tarde, los contemplados interactúan
El durmiente no es el mismo que sueña. El durmiente sucumbe al sueño y a las emociones del sueño
El que sueña hace aparecer y desaparecer gatos a su antojo
El cuento de final de año se convierte en el cuento de principio de año
Todo prosigue porque todo es azar. Todo es combustible
Una frase no justifica a la anterior ni tampoco a la posterior
La lógica de los sueños no dispone las frases
Líneas blancas en el espectro que desaparece en la nieve y aparece en el fuego
Una hoguera sobre un espacio blanco. Arden las hojas
En las calles, en la noche, el viento agita las hojas. El amanecer las reúne
Montones de hojas secas en una hoguera. En la noche
Se proyectan desde la memoria imágenes de gatos
La mano que acarícia el lomo y la barriga del gato sólo encuentra terciopelo
El gato que sonríe abre la boca desmesuradamente
Y el tercer gato desde su altura impasible
El gato siberiano y el gato que se llamó REV, la diosa del amor y de la guerra, los gatos del jardín
En la espesura del sueño: una hoja amarilla
Salvador Alís.
El hombre que duerme le dice al hombre que sueña que todo es un sueño. Cierto -le contesta el hombre que sueña-, pero un sueño que no es soñado por ti
Esta noche, el gato llamado Robertito el Volador se convierte en REV. La necesidad puede confundirse con la crueldad; la saturación, con el desapego
El fuego en la nieve es posible; la nieve en el fuego, no
El sueño de la noche anterior estaba dominado por gatos. Cuento de final de año
Los tumores en el gato asustan al durmiente. Otro gato sonríe
A su manera sonríe otro gato y, el tercero, el más viejo, contempla a los otros dos sin inmutarse
El sueño de la noche anterior
El sueño de la noche que se repite. En la noche
Se parecen todas; en la nieve se parecen todas, pero son distintas en el fuego donde la nieve no puede darse
El gato con tumores no entristece al gato que sonríe. El gato que sonríe no alegra al gato con tumores. Ambos son vigilados de cerca
Ni el uno vive realmente ni realmente el otro muere. Gatos soñados
El gato que contempla espera ver como, más pronto o más tarde, los contemplados interactúan
El durmiente no es el mismo que sueña. El durmiente sucumbe al sueño y a las emociones del sueño
El que sueña hace aparecer y desaparecer gatos a su antojo
El cuento de final de año se convierte en el cuento de principio de año
Todo prosigue porque todo es azar. Todo es combustible
Una frase no justifica a la anterior ni tampoco a la posterior
La lógica de los sueños no dispone las frases
Líneas blancas en el espectro que desaparece en la nieve y aparece en el fuego
Una hoguera sobre un espacio blanco. Arden las hojas
En las calles, en la noche, el viento agita las hojas. El amanecer las reúne
Montones de hojas secas en una hoguera. En la noche
Se proyectan desde la memoria imágenes de gatos
La mano que acarícia el lomo y la barriga del gato sólo encuentra terciopelo
El gato que sonríe abre la boca desmesuradamente
Y el tercer gato desde su altura impasible
El gato siberiano y el gato que se llamó REV, la diosa del amor y de la guerra, los gatos del jardín
En la espesura del sueño: una hoja amarilla
Salvador Alís.
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