jueves, 31 de mayo de 2018
LA PODA DEL HIBISCUS
LA PODA DEL HIBISCUS
En el invierno el hibiscus enfermó. No sé si tuvo que ver con el maligno
insecto alado, de un color esmeralda muy brillante, que descubrí
al final de su rama más alta, al que intenté alejar o matar
-viva por vida, prefería la planta- y en un instante desapareció volando.
Tal vez el insecto no fuera el causante de la plaga -pero sí un mensajero
que anunciaba meses de desdicha. El hibiscus enfermó,
lo atacaron ácaros, pulgones, cochinillas..., puntos blancos
inmóviles y viscosos sobre las hojas y los capullos, puntos blancos
que robaron su intenso verde y lo tornaron amarillo y pardo.
Lentamente comenzaron a caer, como bajo una invisible lluvia de barro,
las hojas. Y las flores dejaron de florecer. El frío y la oscuridad
no invitaban a regar. Dejé que el hibiscus se entristeciera,
decidiendo que más le valía enfrentarse solo a la triste suerte
que lo marchitaba y consumía. Y pensé que a todos, un día u otro,
un insecto nos visita y nos ofrece de tal modo semejante desafío.
En más de una ocasión, culpable por pasividad, he llegado a creer
que el hibiscus no iba a sobrevivir, que no alcanzaría su primavera.
Pero así es como a menudo me comporto, dejando que suceda
lo que tenga que suceder, pues no depende de mí que algo (una amistad
en trance, una flor surgente, un designio cualquiera, un amor debido...)
sea en su lugar, en su óptimo estado y a su hora, lo que tenga que ser.
De lo inexorable de todo destino saben más los insectos y el azar.
Anteayer encontré en la calle una carta perdida de su baraja:
el ocho de tréboles. La guardé en un bolsillo. Y hoy, en la mañana,
veo que el hibiscus pretende abrir ocho flores que durarán un día.
Multitud de hojas nuevas luchan contra las afectadas, se abren paso,
las desplazan. Y por tal motivo, también en un instante,
empuño las tijeras y enciendo una linterna, en esta noche cálida,
y comienzo a podar el hibiscus bajo esa luz y la atenta mirada
de las gatas que no pierden detalle de las hojas caídas y señaladas.
Pese a la plaga indefinida y la sutil tela de araña entre los tallos,
la planta ha demostrado con creces (pues ha crecido) su firme voluntad
de permanecer y vivir. Sin duda vivirá meses dichosos, otro verano.
Como el hibiscus en su maceta, la maceta en su jaula y la jaula
en su balcón, también yo he recibido la visita del insecto mensajero.
Cuando llegue el momento ¿quién cortará mis hojas iluminadas?
Salvador Alís.
En el invierno el hibiscus enfermó. No sé si tuvo que ver con el maligno
insecto alado, de un color esmeralda muy brillante, que descubrí
al final de su rama más alta, al que intenté alejar o matar
-viva por vida, prefería la planta- y en un instante desapareció volando.
Tal vez el insecto no fuera el causante de la plaga -pero sí un mensajero
que anunciaba meses de desdicha. El hibiscus enfermó,
lo atacaron ácaros, pulgones, cochinillas..., puntos blancos
inmóviles y viscosos sobre las hojas y los capullos, puntos blancos
que robaron su intenso verde y lo tornaron amarillo y pardo.
Lentamente comenzaron a caer, como bajo una invisible lluvia de barro,
las hojas. Y las flores dejaron de florecer. El frío y la oscuridad
no invitaban a regar. Dejé que el hibiscus se entristeciera,
decidiendo que más le valía enfrentarse solo a la triste suerte
que lo marchitaba y consumía. Y pensé que a todos, un día u otro,
un insecto nos visita y nos ofrece de tal modo semejante desafío.
En más de una ocasión, culpable por pasividad, he llegado a creer
que el hibiscus no iba a sobrevivir, que no alcanzaría su primavera.
Pero así es como a menudo me comporto, dejando que suceda
lo que tenga que suceder, pues no depende de mí que algo (una amistad
en trance, una flor surgente, un designio cualquiera, un amor debido...)
sea en su lugar, en su óptimo estado y a su hora, lo que tenga que ser.
De lo inexorable de todo destino saben más los insectos y el azar.
Anteayer encontré en la calle una carta perdida de su baraja:
el ocho de tréboles. La guardé en un bolsillo. Y hoy, en la mañana,
veo que el hibiscus pretende abrir ocho flores que durarán un día.
Multitud de hojas nuevas luchan contra las afectadas, se abren paso,
las desplazan. Y por tal motivo, también en un instante,
empuño las tijeras y enciendo una linterna, en esta noche cálida,
y comienzo a podar el hibiscus bajo esa luz y la atenta mirada
de las gatas que no pierden detalle de las hojas caídas y señaladas.
Pese a la plaga indefinida y la sutil tela de araña entre los tallos,
la planta ha demostrado con creces (pues ha crecido) su firme voluntad
de permanecer y vivir. Sin duda vivirá meses dichosos, otro verano.
Como el hibiscus en su maceta, la maceta en su jaula y la jaula
en su balcón, también yo he recibido la visita del insecto mensajero.
Cuando llegue el momento ¿quién cortará mis hojas iluminadas?
Salvador Alís.
miércoles, 30 de mayo de 2018
DIARIOS
DIARIOS
Hace unos días compré un cuaderno de dibujo (y escritura) marca Talens, 80 hojas de color hueso o marfil claro de 21 x 29,7 cm, 140 gr / m2, y tapas negras. En un principio pensé utilizarlo para escribir un "Diario", pero enseguida dudé y me vino a la cabeza otro título y otro contenido: "Vida".
En el mismo momento compré también un Pilot V ball 0.5 (debo haber superado ya el centenar de estos roller adquiridos siempre con plena satisfacción).
Pero sucede que aún no me he decidido entre el diario o la vida, y por eso el cuaderno conserva su protección de celofán.
Tampoco me pongo de acuerdo (conmigo mismo) respecto al momento en que dejaré definitivamente de fumar, si esta noche o la próxima, inmerso en el temor de dejar de ser yo y convertirme en otro, aunque me digo que hoy -31 de mayo de 2018- debería aprovechar la oportunidad que me ofrece la última cajetilla, vacía, de Rothmans, y el hecho de que tan sólo guarde en un cajón dos zigarren (sello alemán) Lucky Strike con la apariencia de desear ser fumados de una vez por todas.
Así que ante las dudas, mediada la botella del muy placentero chardonnay (fermentado en barrica) Pago de Cirsus 2016, me encierro durante una hora en mi habitación para copiar en un folio en blanco algunas citas extraídas de otros tantos diarios de escritores.
1897. "Es mejor atenuar los colores, vale más equivocarse en menos que en más, la exageración es un crimen." Paul Gauguin.
19 de junio de 1916. "Olvidarlo todo. Abrir las ventanas. Vaciar la habitación, el viento la llena. Uno ve sólo el vacío, busca por todos los rincones y no se encuentra." Franz Kafka.
¿1930? "La única manera de que tengas sensaciones nuevas es que te construyas un alma nueva." Fernando Pessoa.
8 de enero de 1945. "Es necesario escribir cada vez menos y dentro de poco no escribir ya. La escritura es contraria a la meditación. Tu pereza para meditar se apoya en aquello de que piensas librarte a medias escribiendo." Pierre Drieu La Rochelle.
1966. "Cada uno de nosotros hace lo contrario de lo que quería. Ésa es la clave de cada destino, al tiempo que una ley de la Historia." Emil Cioran.
¿1980? "El pensamiento que no dura segundos es una pesadilla. Cuidado con él, que puede traerte quebraderos de cabeza, si no logras quebrantarlo a tiempo." Cristóbal Serra.
1 de junio de 1986. "Una noche en blanco (...) Me encuentro al final de algo, aunque tampoco es que me importe mucho." Sándor Márai.
1986. "¿Puede un espejo volverse ciego, no sólo por corrosión, sino simplemente por el hecho de que haya trabajado? Se cierra al mundo exterior, mientras el recuerdo comienza a lucir con más claridad." Ernst Jünger.
1999. "Mi defecto principal, del que se deducen todos los demás, es la falta de un ritmo estable y previsible, en el que los hechos y las ideas fueran encontrando su lugar." César Aira.
¿2000? "Al final sólo habré sido yo mismo. (...) Pintar es ir todos los días a la fuente para sacar agua. La luz." Balthazar Klossoski. Balthus.
31 de mayo de 2018. "Contar una vida real es imposible. Desnudarse por completo es imposible. A la verdad de un cuerpo desnudo se adhieren las mentiras y la atraviesan los sueños."
Salvador Alís.
Hace unos días compré un cuaderno de dibujo (y escritura) marca Talens, 80 hojas de color hueso o marfil claro de 21 x 29,7 cm, 140 gr / m2, y tapas negras. En un principio pensé utilizarlo para escribir un "Diario", pero enseguida dudé y me vino a la cabeza otro título y otro contenido: "Vida".
En el mismo momento compré también un Pilot V ball 0.5 (debo haber superado ya el centenar de estos roller adquiridos siempre con plena satisfacción).
Pero sucede que aún no me he decidido entre el diario o la vida, y por eso el cuaderno conserva su protección de celofán.
Tampoco me pongo de acuerdo (conmigo mismo) respecto al momento en que dejaré definitivamente de fumar, si esta noche o la próxima, inmerso en el temor de dejar de ser yo y convertirme en otro, aunque me digo que hoy -31 de mayo de 2018- debería aprovechar la oportunidad que me ofrece la última cajetilla, vacía, de Rothmans, y el hecho de que tan sólo guarde en un cajón dos zigarren (sello alemán) Lucky Strike con la apariencia de desear ser fumados de una vez por todas.
Así que ante las dudas, mediada la botella del muy placentero chardonnay (fermentado en barrica) Pago de Cirsus 2016, me encierro durante una hora en mi habitación para copiar en un folio en blanco algunas citas extraídas de otros tantos diarios de escritores.
1897. "Es mejor atenuar los colores, vale más equivocarse en menos que en más, la exageración es un crimen." Paul Gauguin.
19 de junio de 1916. "Olvidarlo todo. Abrir las ventanas. Vaciar la habitación, el viento la llena. Uno ve sólo el vacío, busca por todos los rincones y no se encuentra." Franz Kafka.
¿1930? "La única manera de que tengas sensaciones nuevas es que te construyas un alma nueva." Fernando Pessoa.
8 de enero de 1945. "Es necesario escribir cada vez menos y dentro de poco no escribir ya. La escritura es contraria a la meditación. Tu pereza para meditar se apoya en aquello de que piensas librarte a medias escribiendo." Pierre Drieu La Rochelle.
1966. "Cada uno de nosotros hace lo contrario de lo que quería. Ésa es la clave de cada destino, al tiempo que una ley de la Historia." Emil Cioran.
¿1980? "El pensamiento que no dura segundos es una pesadilla. Cuidado con él, que puede traerte quebraderos de cabeza, si no logras quebrantarlo a tiempo." Cristóbal Serra.
1 de junio de 1986. "Una noche en blanco (...) Me encuentro al final de algo, aunque tampoco es que me importe mucho." Sándor Márai.
1986. "¿Puede un espejo volverse ciego, no sólo por corrosión, sino simplemente por el hecho de que haya trabajado? Se cierra al mundo exterior, mientras el recuerdo comienza a lucir con más claridad." Ernst Jünger.
1999. "Mi defecto principal, del que se deducen todos los demás, es la falta de un ritmo estable y previsible, en el que los hechos y las ideas fueran encontrando su lugar." César Aira.
¿2000? "Al final sólo habré sido yo mismo. (...) Pintar es ir todos los días a la fuente para sacar agua. La luz." Balthazar Klossoski. Balthus.
31 de mayo de 2018. "Contar una vida real es imposible. Desnudarse por completo es imposible. A la verdad de un cuerpo desnudo se adhieren las mentiras y la atraviesan los sueños."
Salvador Alís.
miércoles, 23 de mayo de 2018
INSTRUCCIONES PARA DEJAR DE FUMAR
INSTRUCCIONES PARA DEJAR DE FUMAR
A las 4:40 de la mañana me quito los auriculares de las orejas, me levanto,
separo por un momento mi vista ya quemada de la pantalla del ordenador,
me dirijo a la cocina, abro otra botella de vino y me sirvo una copa
(en el corcho aparece la silueta de la cabeza de un lobo, quizá un perro),
enfrío el vino con cinco cubitos de hielo, enciendo un cigarrillo,
abro la primera de las ventanas correderas y me inclino hacia la noche
(para que el humo no afecte los pulmoncitos de las gatas dormidas).
Entonces una oscura sombra, afilada como un cuchillo, se abalanza
(sobre mí), aparece por la izquierda, describe volando una curva cerrada
y de nuevo se pierde por la izquierda, de inmediato sé de quién se trata,
no me ha rozado, tampoco herido, pero se ha llevado la ceniza y la brasa
(con las alas) de mi Rothmans recién encendido, un murciélago
desorientado sin duda al fallar su emisión de ultrasonidos,
su recepción de los ecos, un murciélago simbólico, una advertencia.
Cuarenta minutos después, ahora me doy cuenta, el incidente no impide
que haya escrito ya catorce líneas, que vuelva a llenar la copa fría,
que otra vez insista con el ensordecedor volumen de la música
(un tema ya citado, incomprensible y mil veces oído), que ese tema
(las imágenes que lo acompañan) me incite nuevamente a fumar,
un perro nocturno que al tiempo me sigue y me persigue, me acompaña,
quizá el dibujo negro de un lobo, quizá las negras alas del visitante.
Salvador Alís.
A las 4:40 de la mañana me quito los auriculares de las orejas, me levanto,
separo por un momento mi vista ya quemada de la pantalla del ordenador,
me dirijo a la cocina, abro otra botella de vino y me sirvo una copa
(en el corcho aparece la silueta de la cabeza de un lobo, quizá un perro),
enfrío el vino con cinco cubitos de hielo, enciendo un cigarrillo,
abro la primera de las ventanas correderas y me inclino hacia la noche
(para que el humo no afecte los pulmoncitos de las gatas dormidas).
Entonces una oscura sombra, afilada como un cuchillo, se abalanza
(sobre mí), aparece por la izquierda, describe volando una curva cerrada
y de nuevo se pierde por la izquierda, de inmediato sé de quién se trata,
no me ha rozado, tampoco herido, pero se ha llevado la ceniza y la brasa
(con las alas) de mi Rothmans recién encendido, un murciélago
desorientado sin duda al fallar su emisión de ultrasonidos,
su recepción de los ecos, un murciélago simbólico, una advertencia.
Cuarenta minutos después, ahora me doy cuenta, el incidente no impide
que haya escrito ya catorce líneas, que vuelva a llenar la copa fría,
que otra vez insista con el ensordecedor volumen de la música
(un tema ya citado, incomprensible y mil veces oído), que ese tema
(las imágenes que lo acompañan) me incite nuevamente a fumar,
un perro nocturno que al tiempo me sigue y me persigue, me acompaña,
quizá el dibujo negro de un lobo, quizá las negras alas del visitante.
Salvador Alís.
lunes, 21 de mayo de 2018
LLAMAR A LA PUERTA
LLAMAR A LA PUERTA
"... y la voz una y múltiple y contradictoria, chillona y grave a la vez, composición concertada en el sonido de mil discrepancias en el tiempo y el rencor, dijo desde la oscuridad:
-Aquí estamos, pasen."
Juan Benet. "TBL". 5 narraciones y 2 fábulas. La gaya ciencia. 1972. Pág.: 19.
1. Llamé a la puerta de una casa que durante siglos permanecía cerrada y deshabitada. Durante siglos nadie había entrado ni salido de esa casa. Tan sólo un ocupante inmortal hubiera podido atender a mi llamada. ¿Pero quién cree en nuestros días en la inmortalidad?
2. Llamé repetidas veces, y una y otra vez me contestaron: "La casa está completa. No cabe ya nadie más. Por favor no insista."
3. Alguien llama a mi puerta cada mañana. No espero a nadie. Hago como que no escucho.
4. Para que la puerta se abra, el que llama debe conocer una clave sonora. Esa clave cambia a cada llamada. Y no soy yo, sino la puerta misma, quien establece las claves. Si la puerta no se abre, ¿cómo esperar que yo sea sea capaz de abrirla?
5. Estoy dentro y quiero salir. Golpeo la puerta desde el interior. Los que están del otro lado no me facilitan la salida. Será por algo que me han encerrado.
6. No se llama igual a la puerta de una posada, de un manicomio, de un monasterio, de un castillo. Cada construcción tiene sus toques y sus timbres. Pocas puertas son ligeras. Muchas son pesadas.
7. Esta torre no tiene puerta ni ventanas, tampoco escaleras. Pero una vez situados en el centro de su planta circular, fácilmente podemos subir al cielo.
8. La puerta tiene una mirilla. El que llama nada ve aunque se siente observado. El ojo que observa puede decidir con conocimiento de causa si abre o no abre la puerta. El que espera no sabe si le conviene entrar o alejarse.
9. Un edificio enorme, que desde el suelo se eleva y desciende en igualdad de pisos elevados y pisos subterráneos. Contiene tantas puertas que se tardaría una eternidad en llamar a todas. Una sola es la acertada. Con suerte al final de nuestra vida esa puerta responde, y entonces se abre y nos deja pasar.
10. Una puerta de cristal separa un día lluvioso de otro donde luce un espléndido sol. El que llama intenta cobijarse del agua, quiere secar su ropa, descansar junto a un fuego. El que abre se siente deslumbrado: al cerrar los párpados, la puerta se cierra.
11. Sin esperar respuesta llamo a la puerta. Sé que me escucho llamar. No quiero abrirme.
12. Estoy esperando. He llamado y estoy esperando. El tiempo pasa. La puerta se desvanece.
13. La última puerta, al final de este largo pasillo, permanece abierta para ti. No necesitas llamar.
Salvador Alís.
miércoles, 16 de mayo de 2018
lunes, 14 de mayo de 2018
ÉPICA
ÉPICA
Cada vez que me acerco a la orilla de la noche
contemplo en la noche un abismo que amo y que temo.
Ese abismo me rodea ya por completo,
como una esfera hueca donde se igualan
el exterior y el interior; donde yo mismo soy
un punto no determinante, un sueño que no duerme,
un escribiente que no escribe; donde sueño y escritura
son los ecos de mi voz en la esfera
y la esfera (que es el abismo, que es la noche)
soy yo, mi temor, mi amor, mis ojos ciegos.
Cada vez que me acerco a la orilla de la noche
escucho los ecos de una batalla perdida,
naves que naufragaron, olas que no fueron vencidas
ni domadas; y escucho este canto de sirenas
que no existe y me reclama.
Salvador Alís.
Cada vez que me acerco a la orilla de la noche
contemplo en la noche un abismo que amo y que temo.
Ese abismo me rodea ya por completo,
como una esfera hueca donde se igualan
el exterior y el interior; donde yo mismo soy
un punto no determinante, un sueño que no duerme,
un escribiente que no escribe; donde sueño y escritura
son los ecos de mi voz en la esfera
y la esfera (que es el abismo, que es la noche)
soy yo, mi temor, mi amor, mis ojos ciegos.
Cada vez que me acerco a la orilla de la noche
escucho los ecos de una batalla perdida,
naves que naufragaron, olas que no fueron vencidas
ni domadas; y escucho este canto de sirenas
que no existe y me reclama.
Salvador Alís.
EL ARTE DE TENER RAZÓN
EL ARTE DE TENER RAZÓN
Para J., porque aún tiene cosas que enseñarme.
"Suele creer el hombre cuando solo oye palabras
que deberían, sin embargo, tener algún sentido."
J. W. Goethe. Fausto.
(La cita que antecede está tomada, como cita, de la "Estratagema 36" de la obra El arte de tener razón de Arthur Schopenhauer. Alianza. 2009. Pág.: 64.)
En su origen, el texto que sigue se titulaba Porque las lenguas me importan un carajo. Fue redactado en la pasada noche del 13 de mayo, pero a mediodía desperté confuso e inseguro y, por precaución, decidí sacarlo de Días volando para revisarlo después. No es la primera vez que ocurre: que escriba algo durante la noche y lo publique sin respetar un tiempo de espera razonable, el necesario para una segunda lectura. Y tampoco quería que alguna persona aludida lo tomara (el título, el texto) como desdén o como ataque. Han pasado ya dos días. He meditado sobre el asunto.
Vuelvo a copiar aquí el texto (a las 0:14 del día 15 de mayo) con la intención de cambiar no muchas cosas, las suficientes para sentirme satisfecho dentro de cuatro o cinco horas y publicarlo de nuevo, bajo otro título, sin tener que arrepentirme más tarde.
PORQUE LAS LENGUAS ME IMPORTAN UN CARAJO
En primer lugar porque la etimología de la voz "carajo"
no ha sido establecida con seguridad, ni ha sido definida sin sombra de duda, y
nadie se pone de acuerdo en lo que significa. Que provenga del griego kharax, del
latín caudex, del árabe kharaja o del
holandés kraaienest, no está claro. De forma que, al decir
"carajo", uno puede decir cualquier cosa, positiva o negativa, y
decir lo que se dice sin esperar que se entienda.
Lo fácil sería decir que yo hablo una sola lengua, llámese castellano
o español, tanto da. Pero faltaría a la verdad por reduccionismo al suponer
que una lengua no puede ser más que hablada.
La RAE, en sus acepciones 1, 3, 5 y 6, lo expresa claramente: la lengua o el lenguaje no consiste únicamente en un sistema de comunicación verbal, hablado o escrito, sino que puede ser (y es) un código de signos o más generalmente un conjunto de señales que dan a entender algo.
La contundencia al elegir el primer título se debe a una reacción intuitiva ante el dilema planteado por los artículos que motivaron esta contestación. Por supuesto que abogo por un lenguaje universal que pudiera facilitar el entendimiento humano. Pero al mismo tiempo reivindico la pluralidad y la diferencia. Simplificar este dilema enfrentando una sola lengua con una diversidad de lenguas no es admisible. Una cultura unificadora frente a culturas disgregantes, no es el tema.
La RAE, en sus acepciones 1, 3, 5 y 6, lo expresa claramente: la lengua o el lenguaje no consiste únicamente en un sistema de comunicación verbal, hablado o escrito, sino que puede ser (y es) un código de signos o más generalmente un conjunto de señales que dan a entender algo.
La contundencia al elegir el primer título se debe a una reacción intuitiva ante el dilema planteado por los artículos que motivaron esta contestación. Por supuesto que abogo por un lenguaje universal que pudiera facilitar el entendimiento humano. Pero al mismo tiempo reivindico la pluralidad y la diferencia. Simplificar este dilema enfrentando una sola lengua con una diversidad de lenguas no es admisible. Una cultura unificadora frente a culturas disgregantes, no es el tema.
Si hubiera podido elegir me gustaría haber nacido en alguna isla
griega, o en Mongolia o en el Tíbet, jamás en Valencia, donde nací. Pero me
educaron y me enseñaron a hablar en un pueblo del interior donde la lengua era
pueblerina, castellano trufado de expresiones aragonesas y valencianas, y con
los vicios propios de la época que afectaban directamente al lenguaje mediante
los discursos franquistas y católicos.
Lenguajes. En mi infancia hubo cierta variedad de lenguajes: el
divino, el autoritario, el político, el femenino, el fantástico, el lenguaje de
la naturaleza... Y Miguel Hernández, sobre los quince años.
El lenguaje poético me mostró temprano que todos hablamos lenguas
diferentes, que por lo común nadie se entiende, y que, cuando sucede que nos
entendamos, aparece entonces algo que supera al entendimiento mismo, creándose
así un vínculo entre emociones o un supralenguaje.
El lenguaje de los mitos. ¿Quién lo considera hoy en día? ¿A quién le preocupa, quién lo interpreta? El dios de la Biblia creó el mundo en seis días. Los físicos teóricos (no todos, por suerte) intentan demostrar que el universo estalló (pudo nacer) en un instante temporal tan insignificante que, con ese acontecimiento único, tal vez pudo incluso nacer el tiempo. "Vivimos entre prodigios: sin la luz de la revelación son enigmas indescifrables nuestra cuna y nuestra tumba; no hay instante sin milagro..." Federico Delclaux. El silencio creador. Rialp. 1996. Pág.: 179.
¿Acaso habla o se expresa el universo mediante un solo lenguaje? Por un lado sí, puesto que si cada planeta, estrella o galaxia gravitara a su antojo, sobrevendría el caos (y esto no sucede, al menos por ahora). Por otro lado no -bajo la consideración humana, herramienta única de nuestro análisis-, pues ¿qué tendrían en común los códigos matemáticos, los poéticos, los religiosos y hasta los éticos y los pornográficos?
Las disidencias y los disidentes siempre son aquí bienvenidos. Una filmación altamente sexualizada puede presentarse muda de palabras (adornada o incrementada con suspiros, gemidos, gritos, música...) y no obstante ser inteligible para la mayoría: lenguaje por tanto universal. Lenguaje-instinto. Lenguaje-supervivencia. Lenguaje-poder y lenguaje-dominación. Si fuera posible transportar en el tiempo una cámara de video hacia el pasado remoto y filmar a nuestros ancestros (anteriores a simios y humanos), esas imágenes contempladas hoy carecerían de todo erotismo, sofisticación e intencionalidad, y se sustraerían a toda crítica por su propia naturaleza. El lenguaje corporal aderezado por la cultura se convierte siempre en otro lenguaje.
Muchos dicen entenderlo y los responsables justifican su empleo en contentar el gusto de muchos. Pero muy pocos lo entienden. La pornografía es un arte universal, como la arquitectura, la escultura o la pintura, dicen. Entonces ¿qué lengua hablan las pirámides? ¿Qué lengua, la Victoria Alada atribuida a Pithókritos de Rodas? ¿Qué lengua o lenguas hablaba Picasso?
"Picasso contrató a un jardinero italiano. Un día decidió preguntarle a aquel hombre ya mayor qué opinión le merecía su obra. El siguiente diálogo tuvo lugar en el estudio de Picasso:
Jardinero -¿Qué es eso?
Picasso -Es una mujer.
Jardinero -¿Una mujer?
Picasso -Así es como yo veo a una mujer.
Jardinero -Signor Picasso, ¿cómo es que siendo usted tan corto de vista se ha dedicado a pintar?" Branko Bokun- El humor como terapia. Tusquets.1987. Pág.: 128.
El lenguaje de los mitos. ¿Quién lo considera hoy en día? ¿A quién le preocupa, quién lo interpreta? El dios de la Biblia creó el mundo en seis días. Los físicos teóricos (no todos, por suerte) intentan demostrar que el universo estalló (pudo nacer) en un instante temporal tan insignificante que, con ese acontecimiento único, tal vez pudo incluso nacer el tiempo. "Vivimos entre prodigios: sin la luz de la revelación son enigmas indescifrables nuestra cuna y nuestra tumba; no hay instante sin milagro..." Federico Delclaux. El silencio creador. Rialp. 1996. Pág.: 179.
¿Acaso habla o se expresa el universo mediante un solo lenguaje? Por un lado sí, puesto que si cada planeta, estrella o galaxia gravitara a su antojo, sobrevendría el caos (y esto no sucede, al menos por ahora). Por otro lado no -bajo la consideración humana, herramienta única de nuestro análisis-, pues ¿qué tendrían en común los códigos matemáticos, los poéticos, los religiosos y hasta los éticos y los pornográficos?
Las disidencias y los disidentes siempre son aquí bienvenidos. Una filmación altamente sexualizada puede presentarse muda de palabras (adornada o incrementada con suspiros, gemidos, gritos, música...) y no obstante ser inteligible para la mayoría: lenguaje por tanto universal. Lenguaje-instinto. Lenguaje-supervivencia. Lenguaje-poder y lenguaje-dominación. Si fuera posible transportar en el tiempo una cámara de video hacia el pasado remoto y filmar a nuestros ancestros (anteriores a simios y humanos), esas imágenes contempladas hoy carecerían de todo erotismo, sofisticación e intencionalidad, y se sustraerían a toda crítica por su propia naturaleza. El lenguaje corporal aderezado por la cultura se convierte siempre en otro lenguaje.
Muchos dicen entenderlo y los responsables justifican su empleo en contentar el gusto de muchos. Pero muy pocos lo entienden. La pornografía es un arte universal, como la arquitectura, la escultura o la pintura, dicen. Entonces ¿qué lengua hablan las pirámides? ¿Qué lengua, la Victoria Alada atribuida a Pithókritos de Rodas? ¿Qué lengua o lenguas hablaba Picasso?
"Picasso contrató a un jardinero italiano. Un día decidió preguntarle a aquel hombre ya mayor qué opinión le merecía su obra. El siguiente diálogo tuvo lugar en el estudio de Picasso:
Jardinero -¿Qué es eso?
Picasso -Es una mujer.
Jardinero -¿Una mujer?
Picasso -Así es como yo veo a una mujer.
Jardinero -Signor Picasso, ¿cómo es que siendo usted tan corto de vista se ha dedicado a pintar?" Branko Bokun- El humor como terapia. Tusquets.1987. Pág.: 128.
Mi hermano J., físico vocacional y entregado (a su vocación),
pedagogo de la física y, según vengo sospechando, también humanista, me envía
dos artículos firmados por Félix Ovejero y Daniel Gil. El primero se define a
sí mismo como "profesor titular de Economía, Ética y Ciencias Sociales en
la Universidad de Barcelona (las mayúsculas son suyas)." El segundo no se
define, en este caso, firmando tan sólo con su nombre. Si no me equivoco, ha
sido el mentor de mi hermano, y su currículo es extenso. De ese currículo
destacaría por incomprensible que en 1967 obtuvo el título de Doctor "en
Ciencias Físicas (sobresaliente cum laude) con la tesis Interacciones
de Kaones de 13.6 GeV/c con núcleos pesados de la emulsión, como contribución
al estudio del mecanismo de interacción y estructura nuclear". Ante
titulación semejante uno puede quedarse mudo. Y ante la mudez surgen algunas
preguntas. ¿Qué lengua habla un mudo? ¿En qué lengua piensa? ¿Acaso un mudo
español no puede entenderse con un mudo griego o mongol o tibetano?
¿Existen lenguajes no hablados, que no dependen de la lengua,
mediante los cuales podemos entendernos? Seguro que sí. La sexualidad se
entiende a sí misma, la violencia igualmente, el arte, el amor y la muerte.
Nacidos y educados en extremos opuestos del mundo, ¿acaso no habrían de
entenderse dos cuerpos que se aman o se odian con intensidad?
Siendo mi conocimiento del alemán o del chino tan limitado,
¿alguien me negará que pueda yo comprender y conectar con su cultura? Para ello
existen o han existido un Durero (y su Melancolía) y un Ernst (y
su Semana de bondad), un Qi Baishi (y sus tigres y sus conejos), un
Ai Weiwei (y sus cabezas zodiacales).
Me sitúo o intento situarme frente a los textos de Ovejero y Gil,
a medio camino de ambos, guardando o intentando guardar una distancia
equivalente, y lo primero que se me ocurre decir es esto: ¿Por qué se ocultan
bajo sus tesis y antítesis? ¿Por qué buscan referentes ajenos, en Will Kymlicka
o en Amin Maalouf? ¿Por qué no hablan por sí mismos? ¿Por qué no dicen
"yo pienso, yo creo, yo siento"? El autor ausente difícilmente puede
aspirar a ser veraz.
Los ensayos..., cómo decirlo, académicos, científicos, objetivos y
no subjetivos, pretenden serlo mediante la estratagema de ocultar al
"yo" que los escribe, al autor, presuponiendo que la aparición del
autor en primer plano y de viva voz supondría una merma de credibilidad en el
discurso.
No son estas mis convicciones ni mi manera de pensar. Si yo me
expreso, es porque previamente he pensado lo que voy a decir (sea cuál sea mi
lenguaje), y lo que se expresa y se piensa lo he pensado yo. Por tanto
"yo" debo estar presente, involucrarme, formar parte del argumento.
Para apoyar esta idea, sin renunciar al juego de los referentes, citaré a un lingüista que a su vez cita a un filósofo: "...una palabra no tiene una significación dada, por decirlo así, por un poder independiente de nosotros, de modo que quepa investigar científicamente lo que la palabra realmente significa. Una palabra tiene la significación que alguien le ha dado..." Noam Chomsky. Conocimiento y libertad. Ariel. 1972. Pág.: 55. Quien habla en realidad, por boca de Chomsky, no es otro que Wittgenstein. Pero ambos, esta noche, subrayan mis palabras o deben subrayarlas.
Para apoyar esta idea, sin renunciar al juego de los referentes, citaré a un lingüista que a su vez cita a un filósofo: "...una palabra no tiene una significación dada, por decirlo así, por un poder independiente de nosotros, de modo que quepa investigar científicamente lo que la palabra realmente significa. Una palabra tiene la significación que alguien le ha dado..." Noam Chomsky. Conocimiento y libertad. Ariel. 1972. Pág.: 55. Quien habla en realidad, por boca de Chomsky, no es otro que Wittgenstein. Pero ambos, esta noche, subrayan mis palabras o deben subrayarlas.
También puede ocurrir que alguien se exprese sin pensar. Y en
tal caso ¿diríamos que su expresión no pensada no es lenguaje?
Escribo, yo, pensando o sin pensar, en un castellano medianamente
correcto. Y sé, por estadísticas, que me leen rusos e italianos. Allá ellos si
me entienden o no.
El tal Ovejero, me parece (sin inconveniente en confesar que su
enunciado me resulta aburrido; que lo he leído de pasada; que puesto que no se
implica, tampoco yo puedo implicarme), defiende la idea de un lenguaje
universal, que facilitaría el entendimiento, la igualdad de oportunidades y
haría superfluas las fronteras que "nos" separan.
Le contesta Gil apostando por la "diversidad".
Ambos se complican en discursos que juegan con estas ideas:
fronteras, discriminaciones, culturas, libertad, pueblos, identidades, riqueza y
menosprecio, izquierdas y derechas (conceptos obsoletos). Y otras semejantes,
sujetas al mismo juego. Que se hablen en el mundo 6.700 lenguas es importante,
pero no es determinante.
Veamos un ejemplo: Si mañana me encontrase ante un broker inglés o
un campesino maorí ¿con cuál de los dos me entendería mejor? El segundo conoce
sin duda las posibilidades y regalos de la tierra; el primero es un chamán hermético del
progreso financiero. ¿Me interesa especialmente que este índice, este valor,
estas acciones suban y bajen? ¿O me interesa más bien que este árbol (su
naturaleza) siga en pie y me ofrezca sus frutos?
No soy un fanático de la lengua única. El esperanto despierta en
mí cierta curiosidad pero no es carta de mi baraja. Odio sinceramente el inglés
(por su ambición desmedida). Odio el catalán, valenciano, mallorquín,
menorquín, ibicenco, por absurdos y empalagosos, los lenguaje de estas islas.
Si elegí el francés en el instituto se debió sin duda a mis
precoces lecturas del Marqués de Sade. No me defiendo mal en francés, sobre
todo después de la segunda botella de vino (con preferencia un blanco, un sauternes, un champagne, un vouvray de viñas viejas).
Y no descarto, si la idea no me abandona y las ganas persisten,
aprender alemán o chino cuando me jubile.
A veces sueño en otras lenguas; en otros idiomas me hablo a mi mismo o mantengo conversaciones con otros. Y sin embargo, al despertar, comprendo mejor mis sueños que la vida cotidiana que me reclama.
Cuando escribo un poema (y llamarlo así es una licencia que me permito), lo hago fundamentalmente para interrogarme y responderme, para clarificar algún malentendido conmigo mismo, porque no me entiendo y quisiera entenderme. Si soy único y soy diverso, ¿cómo conjugar y llevar a buen término la comprensión?
A veces sueño en otras lenguas; en otros idiomas me hablo a mi mismo o mantengo conversaciones con otros. Y sin embargo, al despertar, comprendo mejor mis sueños que la vida cotidiana que me reclama.
Cuando escribo un poema (y llamarlo así es una licencia que me permito), lo hago fundamentalmente para interrogarme y responderme, para clarificar algún malentendido conmigo mismo, porque no me entiendo y quisiera entenderme. Si soy único y soy diverso, ¿cómo conjugar y llevar a buen término la comprensión?
Alabo la propuesta de Gil: la diversidad frente a la unicidad y la
frontera. Pero insisto: lo que las lenguas hacen por la diversidad no se acerca
ni mucho menos a lo que un ser humano hace por la diversidad. El problema ya no
es Etemenanki, la confusión de las lenguas. El problema es que
hablando la misma lengua ya nadie se entiende, porque la lengua se ha
convertido en vehículo de desinformación y propaganda.
Para hablar y entender, pienso yo, no vale ya cualquier lenguaje
programado. Se necesita otro esfuerzo, otra actitud. No porque tú hables la
lengua de la ciencia mi yo científico te va a entender; ni mi yo económico
entenderá tus economías. De tus propuestas políticas, mejor no hablar.
Me niego a hablar o escribir en otra lengua que no sea mi
castellano viciado. Pero no renuncio a otras formas: pictóricas,
cinematográficas, musicales o fotográficas...
La diversidad es un valor fundamental, de acuerdo. Pero que no se
olvide que no hay mayor diversidad que la que se da entre dos hermanos, dos
amigos, dos momentos en un mismo día de uno mismo pensando.
Lenguaje. Se escribe y se piensa sobre el lenguaje. Pero ¿sobre
qué lenguaje?
Hablamos cuando soñamos. Y ¿quién nos entiende?
Sin tener ni puta idea de alemán, hace ya quince años -y al decir
esto me confieso, me implico- adquirí las obras completas de Walter
Benjamin en alemán. Y anteayer, cerrando uno de tantos círculos,
compré una preciosa edición de la Banca Popolare di Milano, 923
páginas, titulada Poesia europea del Novecento. Una cuidada
selección de poemas franceses, españoles, portugueses, ingleses, alemanes,
escandinavos, neerlandeses, rusos, polacos, checos, húngaros y griegos,
amablemente traducidos al italiano.
En mis sueños hay palabras y conversaciones. En qué lengua sueño
no lo sé.
Paréntesis: ha comenzado a llover -aquí la realidad se introduce
en el texto.
Aquí los deseos se convierten en lenguaje puro: Te imagino a ti y a mí sentados bajo la sombra de algún cerezo en el jardín de Siete Aguas, lejos ya de todo compromiso y ambición, conversando al atardecer sobre gatos y limones, nubes que pasan y estrellas que fueron. Sin duda hablaríamos lenguas distintas. Sin duda -quiero pensarlo- sobrevendría el acuerdo y la conciliación.
Aquí los deseos se convierten en lenguaje puro: Te imagino a ti y a mí sentados bajo la sombra de algún cerezo en el jardín de Siete Aguas, lejos ya de todo compromiso y ambición, conversando al atardecer sobre gatos y limones, nubes que pasan y estrellas que fueron. Sin duda hablaríamos lenguas distintas. Sin duda -quiero pensarlo- sobrevendría el acuerdo y la conciliación.
En una primera lectura, lectura superficial por la innecesaria
densidad y el aburrimiento del texto, me inclino más por Gil que por Ovejero.
Pero todo depende de la segunda lectura. Por el placer del texto. Cuando leo no
puedo evitar soñar.
Ningún ensayista que no se comprometa "vitalmente" con
su ensayo será digno de consideración. Siempre será oportuna una voz propia, no
una voz que repita o cite ideas ya expresadas. Mas en el juego de las citas y
los lugares comunes, falta todavía decir: "Die Grenzen meiner Sprache
bedeuten die Grenzen meiner Welt." y "Wovon man nicht
sprechen kann, darüber muß man schweigen."
A físicos y doctores, articulistas y (aprendices de) humanistas,
recomiendo traducir a Wittgenstein. Entonces quizá comprendan que no hay una
lengua común ni una variedad de lenguas posibles.
O bien se sabe (cuál es nuestro lugar en el mundo) o no se sabe. O
uno se entiende a sí mismo o no se ha comprendido nada.
Y para terminar con el tema propuesto (por qué las lenguas me
importan un carajo), sencillamente diré que el enfoque está equivocado. Una
lengua universal no garantiza el entendimiento, la igualdad, la democracia.
Tampoco lenguas diversas. Culturas diferentes no suponen libertad. Aun hablando
la misma lengua nadie se entiende. Aun reconociendo las mismas canciones nadie
se escucha.
No te veo cuando te miro; no me ves cuando me ves.
Un país (o un mundo) monolingüe, cuando el sentido de las palabras sólo puede atribuirse a una élite dirigente, será una dictadura del significado. Un país (o un mundo) donde existan y se fomenten otras formas de expresión, será desde luego un territorio de prueba y confrontación, más vivo, más dinámico, pero igualmente imperfecto.
Lo más complejo (la suma, la mezcla, la destilación) suele ser finalmente lo más favorable a la solución. Que cada cual use los múltiples recursos de su lengua para hacerse entender. Que cada cual afine su oído, pues no silba el viento igual esta noche a cómo puede silbar en la noche de mañana.
Pero quede claro que no es mi objetivo convencer a nadie de nada. Ni aspiro a ninguna suerte de comprensión. Me expreso como sé, como puedo y como se me antoja, según las circunstancias. Y me gusta pensar que si yo fuese un jardinero sembraría cristales para cosechar arroz.
"Para lograr que el adversario acepte una tesis, deberemos presentarle su opuesto y dejarle la elección, y expresar de forma bien estridente ese opuesto, de modo que, para no ser paradójico, tenga que avenirse a nuestra tesis que, en contraste, parece sumamente probable." Arthur Schopenhauer. El arte de tener razón. "Estratagema 13". ob. cit. Pág.: 45.
(Toda lengua (hablada, escrita) es un lenguaje; pero no todo lenguaje es una lengua.)
(He suprimido en una segunda revisión dos citas por superfluas; una de Roland Barthes y otra de Ernst Cassirer. No venían al caso.)
(Esta entrada, además de El arte de tener razón y Porque las lenguas me importan un carajo, podría con pleno derecho titularse también: Hablar por hablar.)
(Después de la escritura inicial y las dos correcciones posteriores, me sigue pareciendo una entrada confusa. Cuando intento expresarme mediante el ensayo, me pierdo en un léxico caprichoso y desordenado. Más me vale centrarse en las abstracciones y crear una épica -que diga más de lo que diga- comprensible sólo para los elegidos.)
Salvador Alís.
Un país (o un mundo) monolingüe, cuando el sentido de las palabras sólo puede atribuirse a una élite dirigente, será una dictadura del significado. Un país (o un mundo) donde existan y se fomenten otras formas de expresión, será desde luego un territorio de prueba y confrontación, más vivo, más dinámico, pero igualmente imperfecto.
Lo más complejo (la suma, la mezcla, la destilación) suele ser finalmente lo más favorable a la solución. Que cada cual use los múltiples recursos de su lengua para hacerse entender. Que cada cual afine su oído, pues no silba el viento igual esta noche a cómo puede silbar en la noche de mañana.
Pero quede claro que no es mi objetivo convencer a nadie de nada. Ni aspiro a ninguna suerte de comprensión. Me expreso como sé, como puedo y como se me antoja, según las circunstancias. Y me gusta pensar que si yo fuese un jardinero sembraría cristales para cosechar arroz.
"Para lograr que el adversario acepte una tesis, deberemos presentarle su opuesto y dejarle la elección, y expresar de forma bien estridente ese opuesto, de modo que, para no ser paradójico, tenga que avenirse a nuestra tesis que, en contraste, parece sumamente probable." Arthur Schopenhauer. El arte de tener razón. "Estratagema 13". ob. cit. Pág.: 45.
(Toda lengua (hablada, escrita) es un lenguaje; pero no todo lenguaje es una lengua.)
(He suprimido en una segunda revisión dos citas por superfluas; una de Roland Barthes y otra de Ernst Cassirer. No venían al caso.)
(Esta entrada, además de El arte de tener razón y Porque las lenguas me importan un carajo, podría con pleno derecho titularse también: Hablar por hablar.)
(Después de la escritura inicial y las dos correcciones posteriores, me sigue pareciendo una entrada confusa. Cuando intento expresarme mediante el ensayo, me pierdo en un léxico caprichoso y desordenado. Más me vale centrarse en las abstracciones y crear una épica -que diga más de lo que diga- comprensible sólo para los elegidos.)
Salvador Alís.
jueves, 10 de mayo de 2018
EDUARDO GALEANO NO MURIÓ EN 2015
EDUARDO GALEANO NO MURIÓ EN 2015
En esta suerte de vidas paralelas,
que algunos escritores proporcionan
a quienes saben leerlos
o que algunos lectores imaginan,
tres puntos de coincidencia resumen
nuestra breve historia.
Hacia 1977 compré y leí
Las venas abiertas de América Latina,
tal vez en su primera edición
o tal vez no. Ese libro se perdió
por el camino, pero quedó
su influjo en mi pensamiento.
Cursaba entonces mi segundo año
de Historia Contemporánea,
y estaba profundamente enamorado
de una persona que hasta hoy
ha sido recordada, jamás olvidada,
protagonista cierta del ensayo.
Y después nada. Ninguna lectura,
ninguna noticia, ningún interés
por su obra aparte de la contemplación
ocasional de sus portadas.
Siempre estuvo ahí, o acá, o más allá,
sin mezclarse conmigo.
Hace sólo un par de semanas
se presentó ante mis ojos y ya leído
El libro de los abrazos,
y me tentó con su bajo precio
y su letra clara. ¿Por qué no comprarlo?
Se lo debo -me dije- a él y a ella.
Así fue que lo compré y lo sigo leyendo,
cada noche unas páginas para soñar
y soñarlo, sin una imagen de su rostro,
sin haber escuchado su voz,
ajeno a su mirada, a sus cabellos de plata,
mas reconociéndome en él.
Y ayer, sin ir más lejos y por primera vez,
lo vi, por suerte pude verlo
porque alguien lo había grabado,
y creí que me hablaba, que nos hablaba
a todos, también a ti.
¿Cómo pude ignorarlo durante años?
Sus palabras en voz alta, no escritas,
no leídas, no tienen la perfección
de su escritura, pero suenan verdaderas
y vivas para quien las ha citado
sin conocerlas. No murió en 2015
-sigue vivo y hablando- Eduardo Galeano.
Salvador Alis.
En esta suerte de vidas paralelas,
que algunos escritores proporcionan
a quienes saben leerlos
o que algunos lectores imaginan,
tres puntos de coincidencia resumen
nuestra breve historia.
Hacia 1977 compré y leí
Las venas abiertas de América Latina,
tal vez en su primera edición
o tal vez no. Ese libro se perdió
por el camino, pero quedó
su influjo en mi pensamiento.
Cursaba entonces mi segundo año
de Historia Contemporánea,
y estaba profundamente enamorado
de una persona que hasta hoy
ha sido recordada, jamás olvidada,
protagonista cierta del ensayo.
Y después nada. Ninguna lectura,
ninguna noticia, ningún interés
por su obra aparte de la contemplación
ocasional de sus portadas.
Siempre estuvo ahí, o acá, o más allá,
sin mezclarse conmigo.
Hace sólo un par de semanas
se presentó ante mis ojos y ya leído
El libro de los abrazos,
y me tentó con su bajo precio
y su letra clara. ¿Por qué no comprarlo?
Se lo debo -me dije- a él y a ella.
Así fue que lo compré y lo sigo leyendo,
cada noche unas páginas para soñar
y soñarlo, sin una imagen de su rostro,
sin haber escuchado su voz,
ajeno a su mirada, a sus cabellos de plata,
mas reconociéndome en él.
Y ayer, sin ir más lejos y por primera vez,
lo vi, por suerte pude verlo
porque alguien lo había grabado,
y creí que me hablaba, que nos hablaba
a todos, también a ti.
¿Cómo pude ignorarlo durante años?
Sus palabras en voz alta, no escritas,
no leídas, no tienen la perfección
de su escritura, pero suenan verdaderas
y vivas para quien las ha citado
sin conocerlas. No murió en 2015
-sigue vivo y hablando- Eduardo Galeano.
Salvador Alis.
lunes, 7 de mayo de 2018
UN SUICIDIO DE AYER
UN SUICIDIO DE AYER
Uno de los periódicos de la isla, La última hora, festejó hace unos días su 125 aniversario. Con tal motivo editó una edición facsímil de su número inaugural, fechado el 1º de mayo de 1893. Apenas cuatro páginas de contenido limitado: Editorial, Sección telegráfica, Crónica local (tres artículos y cuatro noticias breves), Cultos sagrados, Últimas cotizaciones y Anuncios. Ninguna sección, ningún artículo aparece firmado, resultando por tanto una primera edición completamente anónima. Pero algunos pasajes de la tercera entrada de la Crónica local bien podría haberlos firmado Franz Kafka (aunque por entonces sólo tuviera 10 años) o Thomas Bernhard (al que le faltaban 38 para nacer). Se titula "El suicidio de ayer". Vale la pena leerlo con atención. Y comprobar que las conclusiones de su desconocido redactor no han perdido en absoluto vigencia.
Uno de los periódicos de la isla, La última hora, festejó hace unos días su 125 aniversario. Con tal motivo editó una edición facsímil de su número inaugural, fechado el 1º de mayo de 1893. Apenas cuatro páginas de contenido limitado: Editorial, Sección telegráfica, Crónica local (tres artículos y cuatro noticias breves), Cultos sagrados, Últimas cotizaciones y Anuncios. Ninguna sección, ningún artículo aparece firmado, resultando por tanto una primera edición completamente anónima. Pero algunos pasajes de la tercera entrada de la Crónica local bien podría haberlos firmado Franz Kafka (aunque por entonces sólo tuviera 10 años) o Thomas Bernhard (al que le faltaban 38 para nacer). Se titula "El suicidio de ayer". Vale la pena leerlo con atención. Y comprobar que las conclusiones de su desconocido redactor no han perdido en absoluto vigencia.
El suicidio de ayer
Ayer, á las diez de la mañana, se encontró ahorcado en un piso de la casa número 9 de la calle de Cestos, un individuo llamado José Costa, (a) Guidoy, 52 años, operario de una fábrica de mantas.
Según se dice, por palabras tenidas con el mayordomo, quedó sin trabajo el desdichado Costa, y al poco tiempo se notaron en él algunos síntomas de locura. El domingo, á las 7 de la mañana, se empeñó en que su mujer tuviera la luz encendida; y, más tarde, dijo que no se encontraba bien. Salió su esposa en busca del médico, y al regresar quedó horrorizada ante el cuadro que contemplaban sus ojos. De una cuerda muy delgada, que había penetrado ya en las carnes, pendía el infeliz operario inmóvil y sin vida.
A los gritos de la espantada mujer acudió primeramente el joven Busquets, dependiente del almacén de ultramarinos de D. Guillermo Más; con raro valor suspendió al suicida por las piernas por si aún era tiempo de salvarle; pero todo fué inútil. Acudió luego el comandante señor Fiol, y poco después el médico forense señor Escafí y el Juez del distrito señor Escolano. Por disposición del segundo cortó la cuerda el comandante Fiol.
Esta era de cáñamo, y la alcayata, pequeña, de las que valen cinco céntimos, clavada con bastante inclinación para que resistiera el peso. Se dice que colocó dos sillas, una grande y otra pequeña, con el objeto de quedar suspendido á mayor altura. La agonía fué corta al parecer.
Por el juzgado se hacen las diligencias necesarias para esclarecer el asunto.
Si la falta de trabajo produjo en este infeliz la locura primero, y después el suicidio, hay razón para pensar con tristeza que la sociedad no ha encontrado aún la fórmula de proteger á sus miembros contra la miseria y el hambre. Tan horribles sucesos debieran quedar grabados en la memoria de los que rigen los destinos de las naciones.
Me hubiera gustado conocer al genial autor de esta crónica, conversar con él acerca de su estilo conciso y directo; y elogiar sobre todo su último párrafo, que tan sencillamente expone profecías y advertencias. Las unas se siguen cumpliendo, pues todavía, 125 años más tarde, "la sociedad no ha encontrado la fórmula..."; y por desgracia habrá que repetir las otras, pues la desmemoria es ley en "los que rigen los destinos...".
No creo que fuese intencionado, pero en el origen de La última hora, ese 1º de mayo de 1893, se cumplía el cuarto aniversario del establecimiento del Día Internacional de los Trabajadores (en París, 1989) durante la celebración del Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, y en homenaje a los anarquistas condenados y ejecutados por el gobierno de EE.UU., los pioneros que lucharon por conseguir que se estableciera como derecho fundamental de la clase obrera la jornada laboral de 8 horas.
Esa jornada y ese derecho, que a muchos les parecerá natural e indiscutible, no viene de tan lejos, pues hubo que superar épocas y regímenes más crueles, aunque quizá no tan hipócritas: esclavismos, teocracias, feudalismos, imperios, monarquías absolutas, dictaduras de toda calaña (ideológicas, militares, racistas, de culto a un líder iluminado). Esa jornada de 8 horas, que yo disfruto siendo un privilegiado, se niega hoy a un sinfín de trabajadores que, pretendiendo alcanzarla, no la alcanzan y firman contratos a tiempo parcial claramente insuficientes para sus expectativas y sustento; y se niega igualmente a los que, contratados por 8 horas diarias, tienen que trabajar 10 ó 12 obligados con chantajes y mediante la justificación de horas extras (que a veces no se pagan), horas perentorias de obligado cumplimiento o hábil manejo (por parte del contratista) del argumento de la productividad. ¿Qué decir entonces de los que no tienen trabajo? ¿De los que no lo encuentran o lo pierden? ¿De los que no tienen esperanza de encontrarlo?
José Costa, operario de una fábrica de mantas, se volvió loco y se suicidó en 1893 a causa de haber perdido su trabajo. Recientes son todavía las noticias de personas que al ser desahuciadas, al perder sus casas, optaban también en España por el suicidio. Pero el suicidio, popularizado en la cultura europea desde 1774 como el Werther-Fieber (un suicidio romántico), a partir de la publicación de Las penas del joven Werther de Goethe, parece hoy en día un tema secreto o, al menos, restringido al ámbito del acoso escolar. Que los motivos del suicidio son tanto externos como internos es de sentido común. ¿Pero por qué se suicidan tres veces más los hombres que las mujeres? La esposa de José Costa también se debió ver afectada por la pérdida de trabajo de su marido y, en lugar de matarse, gritó; en lugar de enloquecer, pidió ayuda y fue a buscar al médico.
(Por norma general) El hombre mata y se mata. La mujer tiene hijos y los protege; vive más que el hombre. Todo esto da qué pensar.
Salvador Alís.
sábado, 5 de mayo de 2018
EDUARDO GALEANO / LA VENTOLERA
LA VENTOLERA
"Silba el viento dentro de mí.
(...) soy mi cara en el viento, a contraviento, y soy el viento que me golpea la cara."
Eduardo Galeano. El libro de los abrazos. Siglo XXI. 2007. Pág.: 258 (última página).
DOBLE VIDA
DOBLE VIDA
En el autobús. Dos hermanas gemelas hablan de un tercero:
"... hasta que supe que llevaba una doble vida."
" Y entonces ¿qué hiciste?"
"¿Qué podía hacer? Lo dejé... Imposible saber cuál de ellas era la verdadera."
Se miraron largamente y ambas asintieron con leves movimientos de cabeza.
Durante el resto del viaje ya no pronunciaron palabra.
Así pude concentrarme en mis pensamientos.
¿Es correcto decir de alguien que lleva una doble vida?
La vida o, en este caso, las vidas ¿se llevan o se tienen?
Una vida se vive, no se lleva (no se transporta como un objeto), no se tiene (no se posee).
Pero qué suerte, por otro lado, vivir dos vidas, vivir doblemente.
Si éstas se dan de manera simultánea, pueden causar confusión.
¿Y por qué deducir que una ha de ser necesariamente cierta y la otra falsa?
¿No podrían quizá ser las dos verdaderas, las dos simuladas?
¿Lo sabía el sujeto del que se hablaba?
¿Fingía por partida doble? ¿Sabía diferenciar un sí de un no?
¿O creía que tanto la negación como la afirmación
formaban parte de su única vida contradictoria, compleja y binaria?
¿Llevaba yo una doble vida? -me pregunté.
En el supuesto de llevarla
acaso pudiera descubrir en mí su veracidad o su falsedad.
Intento vano, pues inmediatamente concluí que dos vidas no,
que en realidad yo vivía múltiples vidas,
en algunos aspectos coincidentes y en otros divergentes.
De mis muchas vidas, como los enmarañados garabatos de Jackson Pollock,
ya salpiqué y salpico mi camino con palabras,
en ese intento mío, dudoso, insatisfactorio, de presentar un lienzo solo,
cuando en realidad lo que debiera pintar (escribir)
es un simple y uniforme paisaje azul a la manera de Yves Klein.
Por ello -me dije-, mejor dejar para otra ocasión estas vidas multiplicadas,
pues al igual que el multiverso de Hawking,
su teoría no deja de ser materia de sueños y especulaciones.
Curioso que a la posibilidad de coexistencia de un número finito
o infinito de universos se le denomine multiverso.
Ese calificativo y sustantivo unidos me recordó el libro de Raymond Quenau
Cent mille milliards de poèmes, apenas diez páginas, diez sonetos
cortados longitudinalmente entre sus versos
de manera que, al combinar los cortes,
pudieran leerse cien mil millones de poemas distintos.
Cuando pienso en las estrellas y en las galaxias, pienso en metáforas.
Hasta tal punto mi pensamiento es literario (o pictórico).
Y de ser cierto que el universo (convencional) se expande,
del mismo modo mis ideas y reflexiones se alejan unas de otras,
demostrando que la cohesión no es posible.
Intento que lo sea.
Las gemelas asintieron al considerar que una doble vida era condenable.
¿Por qué?
Vuelvo a pensar que si éstas corren en paralelo pero no al unísono,
sino en tonos discrepantes,
pueden suponer para el vividor un problema.
Pero imagino una posibilidad diferente: que entre vida y vida
de un mismo sujeto haya una sutil diferencia horaria.
Que el sujeto A2, por ejemplo, pierda el autobús
por haber llegado a la parada a las 13:20
y el sujeto A1 se anticipe y lo tome a las 13:15.
Si alguien pudiera tener dos vidas separadas
por un cierto lapso de tiempo, sin duda gozaría de una gran ventaja.
Los errores cometidos en una vida, fácilmente serían enmendados en la otra.
Una palabra dicha en la vida primera, que causara alguna conmoción,
podría silenciarse en la segunda;
y un accidente, por torpeza, sufrido en la vida anticipada,
ser evitado por la vida que viene después sabiendo lo que sabe.
Presuponer que se dispone, siempre, de otra oportunidad,
y vivir alegremente por tanto.
En estas y otras cosas que no recuerdo pensaba yo al despedirme de las gemelas
cuando llegué a mi parada y me bajé, mientras otro yo, viviendo otra vida,
siguió sentado, contemplándolas, y se pasó de parada.
"Idiota -pensé-, ensimismado en tus divagaciones
te has pasado de parada. Ahora tendrás que andar calles oscuras
para llegar a casa. Deja ya las fantasías y detén el bus en la Plaza de España."
Así lo hice y me bajé, detrás de las gemelas que, al bajar, se volvieron una.
Eché a correr con la intención de reunirme enseguida con mi yo precedente,
el que se bajó en la parada anterior.
Por más que corrí no lo pude alcanzar.
Él y yo (vidas dobles en un solo corredor), distanciados apenas cinco minutos
el uno del otro, debimos pensar y sentir lo mismo:
que urgía llegar a casa y descansar, pero sin duda él me llevaba ventaja.
Salvador Alís.
En el autobús. Dos hermanas gemelas hablan de un tercero:
"... hasta que supe que llevaba una doble vida."
" Y entonces ¿qué hiciste?"
"¿Qué podía hacer? Lo dejé... Imposible saber cuál de ellas era la verdadera."
Se miraron largamente y ambas asintieron con leves movimientos de cabeza.
Durante el resto del viaje ya no pronunciaron palabra.
Así pude concentrarme en mis pensamientos.
¿Es correcto decir de alguien que lleva una doble vida?
La vida o, en este caso, las vidas ¿se llevan o se tienen?
Una vida se vive, no se lleva (no se transporta como un objeto), no se tiene (no se posee).
Pero qué suerte, por otro lado, vivir dos vidas, vivir doblemente.
Si éstas se dan de manera simultánea, pueden causar confusión.
¿Y por qué deducir que una ha de ser necesariamente cierta y la otra falsa?
¿No podrían quizá ser las dos verdaderas, las dos simuladas?
¿Lo sabía el sujeto del que se hablaba?
¿Fingía por partida doble? ¿Sabía diferenciar un sí de un no?
¿O creía que tanto la negación como la afirmación
formaban parte de su única vida contradictoria, compleja y binaria?
¿Llevaba yo una doble vida? -me pregunté.
En el supuesto de llevarla
acaso pudiera descubrir en mí su veracidad o su falsedad.
Intento vano, pues inmediatamente concluí que dos vidas no,
que en realidad yo vivía múltiples vidas,
en algunos aspectos coincidentes y en otros divergentes.
De mis muchas vidas, como los enmarañados garabatos de Jackson Pollock,
ya salpiqué y salpico mi camino con palabras,
en ese intento mío, dudoso, insatisfactorio, de presentar un lienzo solo,
cuando en realidad lo que debiera pintar (escribir)
es un simple y uniforme paisaje azul a la manera de Yves Klein.
Por ello -me dije-, mejor dejar para otra ocasión estas vidas multiplicadas,
pues al igual que el multiverso de Hawking,
su teoría no deja de ser materia de sueños y especulaciones.
Curioso que a la posibilidad de coexistencia de un número finito
o infinito de universos se le denomine multiverso.
Ese calificativo y sustantivo unidos me recordó el libro de Raymond Quenau
Cent mille milliards de poèmes, apenas diez páginas, diez sonetos
cortados longitudinalmente entre sus versos
de manera que, al combinar los cortes,
pudieran leerse cien mil millones de poemas distintos.
Cuando pienso en las estrellas y en las galaxias, pienso en metáforas.
Hasta tal punto mi pensamiento es literario (o pictórico).
Y de ser cierto que el universo (convencional) se expande,
del mismo modo mis ideas y reflexiones se alejan unas de otras,
demostrando que la cohesión no es posible.
Intento que lo sea.
Las gemelas asintieron al considerar que una doble vida era condenable.
¿Por qué?
Vuelvo a pensar que si éstas corren en paralelo pero no al unísono,
sino en tonos discrepantes,
pueden suponer para el vividor un problema.
Pero imagino una posibilidad diferente: que entre vida y vida
de un mismo sujeto haya una sutil diferencia horaria.
Que el sujeto A2, por ejemplo, pierda el autobús
por haber llegado a la parada a las 13:20
y el sujeto A1 se anticipe y lo tome a las 13:15.
Si alguien pudiera tener dos vidas separadas
por un cierto lapso de tiempo, sin duda gozaría de una gran ventaja.
Los errores cometidos en una vida, fácilmente serían enmendados en la otra.
Una palabra dicha en la vida primera, que causara alguna conmoción,
podría silenciarse en la segunda;
y un accidente, por torpeza, sufrido en la vida anticipada,
ser evitado por la vida que viene después sabiendo lo que sabe.
Presuponer que se dispone, siempre, de otra oportunidad,
y vivir alegremente por tanto.
En estas y otras cosas que no recuerdo pensaba yo al despedirme de las gemelas
cuando llegué a mi parada y me bajé, mientras otro yo, viviendo otra vida,
siguió sentado, contemplándolas, y se pasó de parada.
"Idiota -pensé-, ensimismado en tus divagaciones
te has pasado de parada. Ahora tendrás que andar calles oscuras
para llegar a casa. Deja ya las fantasías y detén el bus en la Plaza de España."
Así lo hice y me bajé, detrás de las gemelas que, al bajar, se volvieron una.
Eché a correr con la intención de reunirme enseguida con mi yo precedente,
el que se bajó en la parada anterior.
Por más que corrí no lo pude alcanzar.
Él y yo (vidas dobles en un solo corredor), distanciados apenas cinco minutos
el uno del otro, debimos pensar y sentir lo mismo:
que urgía llegar a casa y descansar, pero sin duda él me llevaba ventaja.
Salvador Alís.