DOBLE VIDA
En el autobús. Dos hermanas gemelas hablan de un tercero:
"... hasta que supe que llevaba una doble vida."
" Y entonces ¿qué hiciste?"
"¿Qué podía hacer? Lo dejé... Imposible saber cuál de ellas era la verdadera."
Se miraron largamente y ambas asintieron con leves movimientos de cabeza.
Durante el resto del viaje ya no pronunciaron palabra.
Así pude concentrarme en mis pensamientos.
¿Es correcto decir de alguien que lleva una doble vida?
La vida o, en este caso, las vidas ¿se llevan o se tienen?
Una vida se vive, no se lleva (no se transporta como un objeto), no se tiene (no se posee).
Pero qué suerte, por otro lado, vivir dos vidas, vivir doblemente.
Si éstas se dan de manera simultánea, pueden causar confusión.
¿Y por qué deducir que una ha de ser necesariamente cierta y la otra falsa?
¿No podrían quizá ser las dos verdaderas, las dos simuladas?
¿Lo sabía el sujeto del que se hablaba?
¿Fingía por partida doble? ¿Sabía diferenciar un sí de un no?
¿O creía que tanto la negación como la afirmación
formaban parte de su única vida contradictoria, compleja y binaria?
¿Llevaba yo una doble vida? -me pregunté.
En el supuesto de llevarla
acaso pudiera descubrir en mí su veracidad o su falsedad.
Intento vano, pues inmediatamente concluí que dos vidas no,
que en realidad yo vivía múltiples vidas,
en algunos aspectos coincidentes y en otros divergentes.
De mis muchas vidas, como los enmarañados garabatos de Jackson Pollock,
ya salpiqué y salpico mi camino con palabras,
en ese intento mío, dudoso, insatisfactorio, de presentar un lienzo solo,
cuando en realidad lo que debiera pintar (escribir)
es un simple y uniforme paisaje azul a la manera de Yves Klein.
Por ello -me dije-, mejor dejar para otra ocasión estas vidas multiplicadas,
pues al igual que el multiverso de Hawking,
su teoría no deja de ser materia de sueños y especulaciones.
Curioso que a la posibilidad de coexistencia de un número finito
o infinito de universos se le denomine multiverso.
Ese calificativo y sustantivo unidos me recordó el libro de Raymond Quenau
Cent mille milliards de poèmes, apenas diez páginas, diez sonetos
cortados longitudinalmente entre sus versos
de manera que, al combinar los cortes,
pudieran leerse cien mil millones de poemas distintos.
Cuando pienso en las estrellas y en las galaxias, pienso en metáforas.
Hasta tal punto mi pensamiento es literario (o pictórico).
Y de ser cierto que el universo (convencional) se expande,
del mismo modo mis ideas y reflexiones se alejan unas de otras,
demostrando que la cohesión no es posible.
Intento que lo sea.
Las gemelas asintieron al considerar que una doble vida era condenable.
¿Por qué?
Vuelvo a pensar que si éstas corren en paralelo pero no al unísono,
sino en tonos discrepantes,
pueden suponer para el vividor un problema.
Pero imagino una posibilidad diferente: que entre vida y vida
de un mismo sujeto haya una sutil diferencia horaria.
Que el sujeto A2, por ejemplo, pierda el autobús
por haber llegado a la parada a las 13:20
y el sujeto A1 se anticipe y lo tome a las 13:15.
Si alguien pudiera tener dos vidas separadas
por un cierto lapso de tiempo, sin duda gozaría de una gran ventaja.
Los errores cometidos en una vida, fácilmente serían enmendados en la otra.
Una palabra dicha en la vida primera, que causara alguna conmoción,
podría silenciarse en la segunda;
y un accidente, por torpeza, sufrido en la vida anticipada,
ser evitado por la vida que viene después sabiendo lo que sabe.
Presuponer que se dispone, siempre, de otra oportunidad,
y vivir alegremente por tanto.
En estas y otras cosas que no recuerdo pensaba yo al despedirme de las gemelas
cuando llegué a mi parada y me bajé, mientras otro yo, viviendo otra vida,
siguió sentado, contemplándolas, y se pasó de parada.
"Idiota -pensé-, ensimismado en tus divagaciones
te has pasado de parada. Ahora tendrás que andar calles oscuras
para llegar a casa. Deja ya las fantasías y detén el bus en la Plaza de España."
Así lo hice y me bajé, detrás de las gemelas que, al bajar, se volvieron una.
Eché a correr con la intención de reunirme enseguida con mi yo precedente,
el que se bajó en la parada anterior.
Por más que corrí no lo pude alcanzar.
Él y yo (vidas dobles en un solo corredor), distanciados apenas cinco minutos
el uno del otro, debimos pensar y sentir lo mismo:
que urgía llegar a casa y descansar, pero sin duda él me llevaba ventaja.
Salvador Alís.
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