lunes, 21 de mayo de 2018

LLAMAR A LA PUERTA

LLAMAR A LA PUERTA

"... y la voz una y múltiple y contradictoria, chillona y grave a la vez, composición concertada en el sonido de mil discrepancias en el tiempo y el rencor, dijo desde la oscuridad:
-Aquí estamos, pasen."

Juan Benet. "TBL". 5 narraciones y 2 fábulas. La gaya ciencia. 1972. Pág.: 19.


1. Llamé a la puerta de una casa que durante siglos permanecía cerrada y deshabitada. Durante siglos nadie había entrado ni salido de esa casa. Tan sólo un ocupante inmortal hubiera podido atender a mi llamada. ¿Pero quién cree en nuestros días en la inmortalidad? 

2. Llamé repetidas veces, y una y otra vez me contestaron: "La casa está completa. No cabe ya nadie más. Por favor no insista." 

3. Alguien llama a mi puerta cada mañana. No espero a nadie. Hago como que no escucho. 

4. Para que la puerta se abra, el que llama debe conocer una clave sonora. Esa clave cambia a cada llamada. Y no soy yo, sino la puerta misma, quien establece las claves. Si la puerta no se abre, ¿cómo esperar que yo sea sea capaz de abrirla? 

5. Estoy dentro y quiero salir. Golpeo la puerta desde el interior. Los que están del otro lado no me facilitan la salida. Será por algo que me han encerrado. 

6. No se llama igual a la puerta de una posada, de un manicomio, de un monasterio, de un castillo. Cada construcción tiene sus toques y sus timbres. Pocas puertas son ligeras. Muchas son pesadas. 

7. Esta torre no tiene puerta ni ventanas, tampoco escaleras. Pero una vez situados en el centro de su planta circular, fácilmente podemos subir al cielo. 

8. La puerta tiene una mirilla. El que llama nada ve aunque se siente observado. El ojo que observa puede decidir con conocimiento de causa si abre o no abre la puerta. El que espera no sabe si le conviene entrar o alejarse. 

9. Un edificio enorme, que desde el suelo se eleva y desciende en igualdad de pisos elevados y pisos subterráneos. Contiene tantas puertas que se tardaría una eternidad en llamar a todas. Una sola es la acertada. Con suerte al final de nuestra vida esa puerta responde, y entonces se abre y nos deja pasar. 

10. Una puerta de cristal separa un día lluvioso de otro donde luce un espléndido sol. El que llama intenta cobijarse del agua, quiere secar su ropa, descansar junto a un fuego. El que abre se siente deslumbrado: al cerrar los párpados, la puerta se cierra. 

11. Sin esperar respuesta llamo a la puerta. Sé que me escucho llamar. No quiero abrirme. 

12. Estoy esperando. He llamado y estoy esperando. El tiempo pasa. La puerta se desvanece. 

13. La última puerta, al final de este largo pasillo, permanece abierta para ti. No necesitas llamar. 

Salvador Alís.  


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