EDUARDO GALEANO NO MURIÓ EN 2015
En esta suerte de vidas paralelas,
que algunos escritores proporcionan
a quienes saben leerlos
o que algunos lectores imaginan,
tres puntos de coincidencia resumen
nuestra breve historia.
Hacia 1977 compré y leí
Las venas abiertas de América Latina,
tal vez en su primera edición
o tal vez no. Ese libro se perdió
por el camino, pero quedó
su influjo en mi pensamiento.
Cursaba entonces mi segundo año
de Historia Contemporánea,
y estaba profundamente enamorado
de una persona que hasta hoy
ha sido recordada, jamás olvidada,
protagonista cierta del ensayo.
Y después nada. Ninguna lectura,
ninguna noticia, ningún interés
por su obra aparte de la contemplación
ocasional de sus portadas.
Siempre estuvo ahí, o acá, o más allá,
sin mezclarse conmigo.
Hace sólo un par de semanas
se presentó ante mis ojos y ya leído
El libro de los abrazos,
y me tentó con su bajo precio
y su letra clara. ¿Por qué no comprarlo?
Se lo debo -me dije- a él y a ella.
Así fue que lo compré y lo sigo leyendo,
cada noche unas páginas para soñar
y soñarlo, sin una imagen de su rostro,
sin haber escuchado su voz,
ajeno a su mirada, a sus cabellos de plata,
mas reconociéndome en él.
Y ayer, sin ir más lejos y por primera vez,
lo vi, por suerte pude verlo
porque alguien lo había grabado,
y creí que me hablaba, que nos hablaba
a todos, también a ti.
¿Cómo pude ignorarlo durante años?
Sus palabras en voz alta, no escritas,
no leídas, no tienen la perfección
de su escritura, pero suenan verdaderas
y vivas para quien las ha citado
sin conocerlas. No murió en 2015
-sigue vivo y hablando- Eduardo Galeano.
Salvador Alis.
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