EL ÁNGEL EXTERMINADOR
A pesar de su nombre altisonante, un ángel exterminador no es
más que un mercenario, el sicario de una divinidad
cuya existencia no está probada, ese ángel que tú no eres
sueña sin embargo con ser tú, con adueñarse de tu voluntad
y dirigir tus instintos, he aquí un dilema pues
una categoría de lo inexistente
pretende, por suplantación, ser lo que tú eres
y después trascenderte, ir más allá e impartir justicia.
Los seres naturales obran según su naturaleza,
exceptuando a los hombres que por soberbia se piensan dioses.
¿Quién puede negarle a un zorro que sea justa su caza?
¿Quién, convencer al conejo que acepte ser cazado?
En general, los humanos adolecen de incomprensión lectora,
se leen a sí mismos y no se entienden, no diferencian
una "y" de una "o". La mayoría ignora que la libertad de elección
requiere conocimiento, que no existe un único dios,
el adorado, sino múltiples y diversos dioses cuya esencia
es imaginaria y sus poderes, quimeras.
Salvador Alís.
sábado, 30 de junio de 2018
viernes, 29 de junio de 2018
TERRAZAS
TERRAZAS
En el oscuro paisaje urbano, nos fascinan las terrazas a lo lejos,
iluminadas pero difusas, en alturas que sobrepasan los diez pisos,
pobladas por fantasmas, de las que emerge otra música,
nada claras en su realidad pero claramente abiertas a la imaginación.
En muchas de ellas se celebran bailes a medianoche,
fiestas secretas ahogadas por humos de diferentes colores,
se exhiben máscaras y se adelantan suicidas que, sin dudarlo,
entre aplausos se lanzan al vacío.
En algunas terrazas arden fuegos espectaculares, en las más amplias,
las que rodean completamente sus edificios, y en otras más humildes
son humildes los fuegos, sin dejar por ello de arder,
y así se mezclan y confunden las luces que de ellas emanan.
Quien disponga de potentes prismáticos o de un pensamiento especulativo,
verá que hombres sin palabra preparan sus paracaídas
para saltar y salvarse, ignorantes de que cualquier pájaro errático
puede atravesar su tela y cambiar su destino.
Mujeres que fueron deseo puro, y que hubieran saltado, ya no saltan,
se limitan a contemplar, asombradas, la distancia al suelo,
la luna tan extraña y las diminutas terrazas a lo lejos
desde las que son contempladas, espejo por alma y alma por espejo.
Sobre las balaustradas, en remates de hierro oxidado o de cerámica,
ajenos a la vida vulgar, sus desafíos y desgracias, dormitan gatos
cuyo ejemplo pocos entienden, soñando con las estrellas
y tan felices en su aparente pasividad, tan distintos de las gárgolas.
Un yo que no eres tú sube en un hermético ascensor hasta ese cielo
de terrazas sin fin, la constante hoguera te ha llamado y las copas
siempre llenas, pero escondes tus alas y pruebas aquí y allá
los venenos inútiles que nada pueden contra tu veneno.
Terrazas al mar las hay en esta isla hasta el deslumbramiento,
sol que nace y se pone, indiferente como gato adormilado
que, no obstante, como gato espabilado, marca a su presa, la acecha
y la hunde, y luego da de lleno con su luz a los responsables.
Otro yo que no eres tú dice que nunca ha vivido por encima
de cinco alturas, que el vértigo, que el miedo, que la duda lo definían,
y sin embargo ahora contempla esos castillos en el aire y aspira
a descubrir lo que esconden, fuego, música, o simple indeterminación.
Pero infinitas soluciones no definen este oscuro paisaje,
siendo múltiples los ojos que ven y una sola mente la que inquiere,
ni tú ni yo hemos sido invitados a la fiesta, tú a cara descubierta
y yo, con mis máscaras, disfrazado como ángel exterminador.
Salvador Alís.
En el oscuro paisaje urbano, nos fascinan las terrazas a lo lejos,
iluminadas pero difusas, en alturas que sobrepasan los diez pisos,
pobladas por fantasmas, de las que emerge otra música,
nada claras en su realidad pero claramente abiertas a la imaginación.
En muchas de ellas se celebran bailes a medianoche,
fiestas secretas ahogadas por humos de diferentes colores,
se exhiben máscaras y se adelantan suicidas que, sin dudarlo,
entre aplausos se lanzan al vacío.
En algunas terrazas arden fuegos espectaculares, en las más amplias,
las que rodean completamente sus edificios, y en otras más humildes
son humildes los fuegos, sin dejar por ello de arder,
y así se mezclan y confunden las luces que de ellas emanan.
Quien disponga de potentes prismáticos o de un pensamiento especulativo,
verá que hombres sin palabra preparan sus paracaídas
para saltar y salvarse, ignorantes de que cualquier pájaro errático
puede atravesar su tela y cambiar su destino.
Mujeres que fueron deseo puro, y que hubieran saltado, ya no saltan,
se limitan a contemplar, asombradas, la distancia al suelo,
la luna tan extraña y las diminutas terrazas a lo lejos
desde las que son contempladas, espejo por alma y alma por espejo.
Sobre las balaustradas, en remates de hierro oxidado o de cerámica,
ajenos a la vida vulgar, sus desafíos y desgracias, dormitan gatos
cuyo ejemplo pocos entienden, soñando con las estrellas
y tan felices en su aparente pasividad, tan distintos de las gárgolas.
Un yo que no eres tú sube en un hermético ascensor hasta ese cielo
de terrazas sin fin, la constante hoguera te ha llamado y las copas
siempre llenas, pero escondes tus alas y pruebas aquí y allá
los venenos inútiles que nada pueden contra tu veneno.
Terrazas al mar las hay en esta isla hasta el deslumbramiento,
sol que nace y se pone, indiferente como gato adormilado
que, no obstante, como gato espabilado, marca a su presa, la acecha
y la hunde, y luego da de lleno con su luz a los responsables.
Otro yo que no eres tú dice que nunca ha vivido por encima
de cinco alturas, que el vértigo, que el miedo, que la duda lo definían,
y sin embargo ahora contempla esos castillos en el aire y aspira
a descubrir lo que esconden, fuego, música, o simple indeterminación.
Pero infinitas soluciones no definen este oscuro paisaje,
siendo múltiples los ojos que ven y una sola mente la que inquiere,
ni tú ni yo hemos sido invitados a la fiesta, tú a cara descubierta
y yo, con mis máscaras, disfrazado como ángel exterminador.
Salvador Alís.
martes, 26 de junio de 2018
ODISEAS DE NUESTRO TIEMPO (SEGUNDA PARTE)
ODISEAS DE NUESTRO TIEMPO (SEGUNDA PARTE)
En cuanto a la literatura y la escritura en general, mi posición es clara: abomino a los que no dicen (o escriben) lo que realmente piensan, su "verdad", a los que se venden por cobardía o interés, a los que tratan de contentar a su público con los relatos con que éste se alimenta, pienso vitaminado y artificial para lectores rumiantes que no practican, dada su naturaleza, ni la crítica ni la más leve oposición, ni mucho menos la rebeldía. Señalo y aborrezco a esos habladores y escribientes que, ante todo, buscan su efímera fama y sus ganancias sembrando en los rebaños distorsiones históricas, estúpidas tramas y artificiosas telas de araña donde cae cualquier mosquito despistado y rompe y atraviesa limpiamente la más humilde (pero decidida) de las avispas.
Hace ya algunos años, al comenzar la última crisis económica (supuesta, programada, aleatoria y sin lugar a dudas falsa crisis), un emprendedor sin visión de futuro e inseparable de su mala suerte, imaginó un nuevo concepto de bar: un bar-biblioteca donde los clientes pudieran no sólo leer sino llevarse libros, intercambiar libros, regalar libros. Llenó el espacio disponible, unos cincuenta metros cuadrados, con libros usados, o de segunda mano, o mejor leídos. Dos estanterías repletas a ambos lados de la puerta, libros en los extremos de la barra y pilas de diferente altura en cada una de las mesas. Carteles estratégicamente colocados decían que cualquier cliente podía llevarse hasta tres libros, aunque se agradecería que más tarde hiciera una donación equivalente.
Recuerdo bien la primera noche que entré a ese bar. A cambio de una copa barata de vino conseguí de manera gratuita la edición de 1994, de Lumen / Tusquets, del Ulises de James Joyce. 799 páginas frente a las 728 del Ulises de Rueda. Lo novedoso de este ejemplar es que incluía esquemas donde se pone en relación los mitos originales con el experimento del autor. Más grande, más grueso y más pesado, prefiero el volumen dedicado al más reciente; prefiero las páginas que amarillean frente a las blanquecinas.
Uno de los errores del visionario emprendedor fue su absoluto desconocimiento de los vinos, pues servía un fresco verdejo plano y un rioja tinto (de supermercado) a temperatura ambiente. Eso hizo que, después de tres o cuatro visitas, no me compensara pagar el sobreprecio de esos vinos a cambio de la posibilidad (remota) de conseguir otro Ulises.
Poco después el bar cerró. Si no me equivoco, ese local está hoy en manos de un nuevo emprendedor visionario que lo ha reabierto como sex shop.
Poseo una tercera edición del Ulises, más rara que las anteriores, donde en la página 899 dice Leopold Bloom: "Personas allegadas insisten y me recomiendan que deje de fumar. Aún respiro y respiro más que bien. Ignoran que el problema no es el tabaco sino el alcohol." Y en la página 900 remata Stephen Dedalus (imaginado por Joyce, imaginado por mí): "Tu hígado no aguantará mucho más. Roto en mil pedazos, en mil noches, te da las gracias por el ron pero te pide una tregua."
Ulises u Odiseo será retardado por el destino en la vuelta a su isla, Ítaca, pero una vez lo consigue empuña su arco como únicamente él sabe hacerlo y acaba con los pretendientes de su esposa, Penélope. La aventura de Leopold Bloom dura apenas un día. Y la escritura de Joyce se expande hasta el infinito.
¿Quién fue el escritor que, a la pregunta de cómo escribir, contestó: "¿Conoce usted una palabra? Si con ella inicia su escrito lo demás vendrá por añadidura. Ponga a continuación otra palabra y otra más y tendrá una frase. Añada otras frases y tendrá un párrafo. Algunos párrafos dan forma a un capítulo. Varios capítulos componen un libro."
A Homero no sólo se le atribuye la autoría de la Odisea, sino también de la Ilíada. Antes de concluir este texto acaricio el lomo negro y dorado de la edición de Plaza & Janés, 1961, impreso por los talleres gráficos Saturno, de 765 páginas, y que termina contando que: "Así hicieron las honras de Héctor, domador de caballos."
Los martes por la tarde la china cierra su bar. Hoy salí del aeropuerto a las cinco y no a las diez; pero me presenté a las dos llegando en taxi. Con la cena (salmón crudo y frío bañado en salsa de soja y acompañado con arroz de Calasparra, algas y jengibre) apuré una botella de blanco, 2014, de Albillo Centenario, Ermita del Conde.
A Héctor lo mató Aquiles. Pero antes de morir, cuando la lanza atravesada en su cuello aún no le había arrebatado la vida, tuvo Héctor tiempo de renegar de su pasado
Poco antes de las doce de la mañana, a punto de despertar, he soñado que mis sueños se cumplían: "Un castillo acogedor, una boca sin palabras y un mar dulce, azul brillante, sin aspavientos."
Salvador Alís.
En cuanto a la literatura y la escritura en general, mi posición es clara: abomino a los que no dicen (o escriben) lo que realmente piensan, su "verdad", a los que se venden por cobardía o interés, a los que tratan de contentar a su público con los relatos con que éste se alimenta, pienso vitaminado y artificial para lectores rumiantes que no practican, dada su naturaleza, ni la crítica ni la más leve oposición, ni mucho menos la rebeldía. Señalo y aborrezco a esos habladores y escribientes que, ante todo, buscan su efímera fama y sus ganancias sembrando en los rebaños distorsiones históricas, estúpidas tramas y artificiosas telas de araña donde cae cualquier mosquito despistado y rompe y atraviesa limpiamente la más humilde (pero decidida) de las avispas.
Hace ya algunos años, al comenzar la última crisis económica (supuesta, programada, aleatoria y sin lugar a dudas falsa crisis), un emprendedor sin visión de futuro e inseparable de su mala suerte, imaginó un nuevo concepto de bar: un bar-biblioteca donde los clientes pudieran no sólo leer sino llevarse libros, intercambiar libros, regalar libros. Llenó el espacio disponible, unos cincuenta metros cuadrados, con libros usados, o de segunda mano, o mejor leídos. Dos estanterías repletas a ambos lados de la puerta, libros en los extremos de la barra y pilas de diferente altura en cada una de las mesas. Carteles estratégicamente colocados decían que cualquier cliente podía llevarse hasta tres libros, aunque se agradecería que más tarde hiciera una donación equivalente.
Recuerdo bien la primera noche que entré a ese bar. A cambio de una copa barata de vino conseguí de manera gratuita la edición de 1994, de Lumen / Tusquets, del Ulises de James Joyce. 799 páginas frente a las 728 del Ulises de Rueda. Lo novedoso de este ejemplar es que incluía esquemas donde se pone en relación los mitos originales con el experimento del autor. Más grande, más grueso y más pesado, prefiero el volumen dedicado al más reciente; prefiero las páginas que amarillean frente a las blanquecinas.
Uno de los errores del visionario emprendedor fue su absoluto desconocimiento de los vinos, pues servía un fresco verdejo plano y un rioja tinto (de supermercado) a temperatura ambiente. Eso hizo que, después de tres o cuatro visitas, no me compensara pagar el sobreprecio de esos vinos a cambio de la posibilidad (remota) de conseguir otro Ulises.
Poco después el bar cerró. Si no me equivoco, ese local está hoy en manos de un nuevo emprendedor visionario que lo ha reabierto como sex shop.
Poseo una tercera edición del Ulises, más rara que las anteriores, donde en la página 899 dice Leopold Bloom: "Personas allegadas insisten y me recomiendan que deje de fumar. Aún respiro y respiro más que bien. Ignoran que el problema no es el tabaco sino el alcohol." Y en la página 900 remata Stephen Dedalus (imaginado por Joyce, imaginado por mí): "Tu hígado no aguantará mucho más. Roto en mil pedazos, en mil noches, te da las gracias por el ron pero te pide una tregua."
Ulises u Odiseo será retardado por el destino en la vuelta a su isla, Ítaca, pero una vez lo consigue empuña su arco como únicamente él sabe hacerlo y acaba con los pretendientes de su esposa, Penélope. La aventura de Leopold Bloom dura apenas un día. Y la escritura de Joyce se expande hasta el infinito.
¿Quién fue el escritor que, a la pregunta de cómo escribir, contestó: "¿Conoce usted una palabra? Si con ella inicia su escrito lo demás vendrá por añadidura. Ponga a continuación otra palabra y otra más y tendrá una frase. Añada otras frases y tendrá un párrafo. Algunos párrafos dan forma a un capítulo. Varios capítulos componen un libro."
A Homero no sólo se le atribuye la autoría de la Odisea, sino también de la Ilíada. Antes de concluir este texto acaricio el lomo negro y dorado de la edición de Plaza & Janés, 1961, impreso por los talleres gráficos Saturno, de 765 páginas, y que termina contando que: "Así hicieron las honras de Héctor, domador de caballos."
Los martes por la tarde la china cierra su bar. Hoy salí del aeropuerto a las cinco y no a las diez; pero me presenté a las dos llegando en taxi. Con la cena (salmón crudo y frío bañado en salsa de soja y acompañado con arroz de Calasparra, algas y jengibre) apuré una botella de blanco, 2014, de Albillo Centenario, Ermita del Conde.
A Héctor lo mató Aquiles. Pero antes de morir, cuando la lanza atravesada en su cuello aún no le había arrebatado la vida, tuvo Héctor tiempo de renegar de su pasado
Poco antes de las doce de la mañana, a punto de despertar, he soñado que mis sueños se cumplían: "Un castillo acogedor, una boca sin palabras y un mar dulce, azul brillante, sin aspavientos."
Salvador Alís.
lunes, 25 de junio de 2018
ODISEAS DE NUESTRO TIEMPO (PRIMERA PARTE)
ODISEAS DE NUESTRO TIEMPO (PRIMERA PARTE)
Si uno busca hoy a Homero y su título Odisea en Iberlibro, encontrará 1.370 entradas; y si filtra los resultados por el ejemplar más caro, aparecerá entonces en primer lugar una edición de 2008 de Edimat Libros, a la venta en Portland, Estados Unidos, de Irish Booksellers, al precio de 3.533,10 y 41,16 euros por gastos de envío.
Pero si uno busca, igualmente en Iberlibro, a James Joyce y el título Ulysses, encontrará 4.579 entradas; y si filtra los resultados por el ejemplar más caro, aparecerá entonces la primera edición de Shakespeare and Company, París,1922, a la venta en Palm Beach, Estados Unidos, de Raptis Rare Books, al precio de 132.491,09 y 47,17 euros por gastos de envío.
Esas cantidades no redondas, es más: desquiciadas por los céntimos, es algo que ni Homero ni Joyce suscribirían. No obedecen a ninguna lógica natural. Y qué decir de los abusivos gastos añadidos en concepto de transporte sobre el alto valor de las piezas.
Pero los libros son una cosa y la vida real es otra. Si en los tiempos antiguos navegaron y perecieron muchos en "nuestro" mar Mediterráneo, lo hicieron por su riesgo y su valor, por su aventurado deseo, por el mito y su destino. Héroes de las aguas y los vientos; en ningún caso víctimas de la desesperanza.
Durante trece años, doscientos cuarenta y dos días al año, he tomado en viajes de ida y vuelta el autobús de la Línea 1 desde el centro de Palma al aeropuerto, e invariablemente he visto durante parte del trayecto el mar al frente y a la derecha. Me he bañado en ese mar cientos de veces, hace años, pero ahora ya no. Si antes mi único temor (paranoico) eran los tiburones, ahora me repele la idea de sumergirme en un cementerio (acuático). Las estadísticas no son fiables y lo más seguro es que no alcancen, ni siquiera se acerquen, a la verdadera magnitud de la tragedia.
En los años ochenta nos visitaron portaaviones armados hasta los dientes (de acero) y ahora lo hacen lujosos cruceros que rivalizan con ciudades. Miles de marines-guerreros invadían el Barrio Chino. Pero tres décadas después, miles de turistas tontos, no viajeros, pagando por una copa lo que cuesta una botella, por dos billetes de autobús lo que cuesta un taxi, perdidos en sus acaloradas fantasías, buscando relojes de marca falsificados y devorando langostas descongeladas, son los invasores.
Si en estas calurosas noches de junio un héroe cualquiera volviese a casa, tendría que sortear los desafíos que la vida real le presentara, llámese como se llame, Ulises u Odiseo, victorioso de sus mares o sus calles.
Mi más preciado ejemplar del Ulises, entre los varios que poseo, fue editado por Santiago Rueda, en Buenos Aires,1972, y contiene la dedicatoria de "Marisol A." (agosto 1973). En ese momento yo tenía 17 años y, como es lógico, al deslumbramiento inicial siguió el empecinamiento por imitar la escritura del irlandés. Por suerte aquello duró poco. Y pronto aprendí a respetar y valorar más que a Joyce a su secretario.
En mi regreso nocturno y diario, veo el mar oscuro a mi izquierda, y en este barco con ruedas que podría ser llamado autobús, veo en esta noche concreta a un forzudo en busca de su circo, a una monja en busca de su dios, a una azafata asfixiada por su uniforme, a un imbécil y su maleta cerrando la puerta de salida, a una cabeza que no se corresponde con el cuerpo que corona, a mis "hermanas" limpiadoras molestas bajo su uniforme blanco: y en muchas paradas, putas que acechan a quienes bajan, y en los pasos de cebra, asesinos en potencia pisando el acelerador.
De acuerdo a las estadísticas oficiales -sin pretender ser preciso-, es muy posible que yo coincida en mis viajes con algún que otro violador, suicida o asesino. Forma parte del paquete comprometido.
Imagino a Odiseo intentando regresar a su Ítaca. Y recuerdo los versos de Cavafis: "Ítaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte." Y recuerdo la última línea quebrada del Ulises: "... y sí yo dije quiero sí."
Como intérprete aficionado de aquel Ulises prosaico, de aquel Odiseo enfrentado a su arco final, diré que el viaje no es fácil, que desde el autobús a la casa le acechan a uno Circes y cerdos, Sirenas y tempestades, Cíclopes y sus cuevas.
La china sordomuda, apenas me ve, me sirve una copa de vino blanco. En un portal de La Caixa, en la Plaza de las Columnas, duermen los "sin techo" y algunas momias. La mezquita en el garaje, antes de doblar la esquina, permanece abierta a medianoche. La puerta chirría y se resiste a ser abierta.
Y a pesar de todo, a pesar de este viaje, ¡qué hermoso es el cielo de este amanecer y con qué alegría me saludan los pájaros con su primer canto!
Salvador Alís.
Si uno busca hoy a Homero y su título Odisea en Iberlibro, encontrará 1.370 entradas; y si filtra los resultados por el ejemplar más caro, aparecerá entonces en primer lugar una edición de 2008 de Edimat Libros, a la venta en Portland, Estados Unidos, de Irish Booksellers, al precio de 3.533,10 y 41,16 euros por gastos de envío.
Pero si uno busca, igualmente en Iberlibro, a James Joyce y el título Ulysses, encontrará 4.579 entradas; y si filtra los resultados por el ejemplar más caro, aparecerá entonces la primera edición de Shakespeare and Company, París,1922, a la venta en Palm Beach, Estados Unidos, de Raptis Rare Books, al precio de 132.491,09 y 47,17 euros por gastos de envío.
Esas cantidades no redondas, es más: desquiciadas por los céntimos, es algo que ni Homero ni Joyce suscribirían. No obedecen a ninguna lógica natural. Y qué decir de los abusivos gastos añadidos en concepto de transporte sobre el alto valor de las piezas.
Pero los libros son una cosa y la vida real es otra. Si en los tiempos antiguos navegaron y perecieron muchos en "nuestro" mar Mediterráneo, lo hicieron por su riesgo y su valor, por su aventurado deseo, por el mito y su destino. Héroes de las aguas y los vientos; en ningún caso víctimas de la desesperanza.
Durante trece años, doscientos cuarenta y dos días al año, he tomado en viajes de ida y vuelta el autobús de la Línea 1 desde el centro de Palma al aeropuerto, e invariablemente he visto durante parte del trayecto el mar al frente y a la derecha. Me he bañado en ese mar cientos de veces, hace años, pero ahora ya no. Si antes mi único temor (paranoico) eran los tiburones, ahora me repele la idea de sumergirme en un cementerio (acuático). Las estadísticas no son fiables y lo más seguro es que no alcancen, ni siquiera se acerquen, a la verdadera magnitud de la tragedia.
En los años ochenta nos visitaron portaaviones armados hasta los dientes (de acero) y ahora lo hacen lujosos cruceros que rivalizan con ciudades. Miles de marines-guerreros invadían el Barrio Chino. Pero tres décadas después, miles de turistas tontos, no viajeros, pagando por una copa lo que cuesta una botella, por dos billetes de autobús lo que cuesta un taxi, perdidos en sus acaloradas fantasías, buscando relojes de marca falsificados y devorando langostas descongeladas, son los invasores.
Si en estas calurosas noches de junio un héroe cualquiera volviese a casa, tendría que sortear los desafíos que la vida real le presentara, llámese como se llame, Ulises u Odiseo, victorioso de sus mares o sus calles.
Mi más preciado ejemplar del Ulises, entre los varios que poseo, fue editado por Santiago Rueda, en Buenos Aires,1972, y contiene la dedicatoria de "Marisol A." (agosto 1973). En ese momento yo tenía 17 años y, como es lógico, al deslumbramiento inicial siguió el empecinamiento por imitar la escritura del irlandés. Por suerte aquello duró poco. Y pronto aprendí a respetar y valorar más que a Joyce a su secretario.
En mi regreso nocturno y diario, veo el mar oscuro a mi izquierda, y en este barco con ruedas que podría ser llamado autobús, veo en esta noche concreta a un forzudo en busca de su circo, a una monja en busca de su dios, a una azafata asfixiada por su uniforme, a un imbécil y su maleta cerrando la puerta de salida, a una cabeza que no se corresponde con el cuerpo que corona, a mis "hermanas" limpiadoras molestas bajo su uniforme blanco: y en muchas paradas, putas que acechan a quienes bajan, y en los pasos de cebra, asesinos en potencia pisando el acelerador.
De acuerdo a las estadísticas oficiales -sin pretender ser preciso-, es muy posible que yo coincida en mis viajes con algún que otro violador, suicida o asesino. Forma parte del paquete comprometido.
Imagino a Odiseo intentando regresar a su Ítaca. Y recuerdo los versos de Cavafis: "Ítaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte." Y recuerdo la última línea quebrada del Ulises: "... y sí yo dije quiero sí."
Como intérprete aficionado de aquel Ulises prosaico, de aquel Odiseo enfrentado a su arco final, diré que el viaje no es fácil, que desde el autobús a la casa le acechan a uno Circes y cerdos, Sirenas y tempestades, Cíclopes y sus cuevas.
La china sordomuda, apenas me ve, me sirve una copa de vino blanco. En un portal de La Caixa, en la Plaza de las Columnas, duermen los "sin techo" y algunas momias. La mezquita en el garaje, antes de doblar la esquina, permanece abierta a medianoche. La puerta chirría y se resiste a ser abierta.
Y a pesar de todo, a pesar de este viaje, ¡qué hermoso es el cielo de este amanecer y con qué alegría me saludan los pájaros con su primer canto!
Salvador Alís.
sábado, 23 de junio de 2018
EL RETRASADO (UN CUENTO RÁPIDO)
EL RETRASADO (UN CUENTO RÁPIDO)
Como todas las mamás, la suya lo esperaba con emoción justo cuando estaban por cumplirse los nueve meses de embarazo; pero no pudo o no quiso nacer entonces y se demoró tres semanas más de la cuenta, hasta que los doctores decidieron extraerlo forzosamente mediante cesárea.
Indiferente a la dedicación y los esfuerzos de su familia y los maestros, no se digno a ponerse en pie y caminar hasta los tres años, y no pronunció palabra hasta los siete.
En la escuela era habitual que estuviese en la cola, compartiendo aulas y cursos con alumnos más jóvenes que él, brillante a su manera, pero desajustado en los tiempos.
Tampoco tuvo ningún éxito cuando empezó a interesarse por el amor, pues jamás consiguió ser puntual. Y ya se sabe que en estos asuntos, lo peor que puede hacer un adolescente es llegar tarde a sus citas.
Decían de él que nunca abandonaba su ciudad, su barrió; y que a duras penas conseguía salir algunas tardes o noches de su casa y dar un largo paseo rodeando una manzana y volver al amanecer. Imposible tomar un autobús, un tren, un barco y mucho menos un avión. Sabiendo que a todo llegaba tarde, para qué tomarse la molestia.
Cuando finalmente, después de abundantes dudas y reflexiones, decidía comprarse esa camisa, ese pantalón, esos zapatos que todos lucían con entusiasmo, la moda había cambiado.
Siempre era el último en acostarse y el último en levantarse (para desesperación de quienes preparaban la comida y ponían la mesa).
Conocía a la perfección los finales de muchas películas, pero ignoraba sus argumentos. Y con los libros le pasaba lo contrario: era incapaz de acabar ninguno por lentitud de lectura y aburrimiento.
Hablar con él por teléfono era imposible. Cuando contestaba llamadas, los llamadores ya estaban en otra cosa. Si escribía una carta, o bien no la enviaba o lo hacía con tanta demora que el destinatario ya había cambiado de dirección.
Jamás en su vida emitió un voto útil o inútil. Al hacer acto de presencia, los colegios electorales estaban invariablemente cerrados.
Y sin embargo gozó de buena salud durante años, puesto que cualquier enfermedad que pudiera afectarle se retrasaba y se retrasaba.
Una carrera universitaria dejada a un lado, por imposible, a los 27. La formación en filas militares a los 28. El primer viaje al exterior a los 29. Y a los 30, por primera vez, logró subirse a un avión que por su culpa perdió el slot.
Se demoró cuatro meses respecto al nacimiento de su hija. Y no pudo casarse hasta catorce años después, cuando al fin los desencuentros se encontraron.
Fue ley fundamental en su vida dejar para mañana cualquier empresa que pudiera ser acometida hoy.
Fiel a sus principios, cuando todos esperaban que se muriese de puro viejo, o porque ya era su hora, no quiso morirse y siguió viviendo -según cuentan- haciendo esperar (y desesperar) a la mismísima muerte.
Salvador Alís.
Como todas las mamás, la suya lo esperaba con emoción justo cuando estaban por cumplirse los nueve meses de embarazo; pero no pudo o no quiso nacer entonces y se demoró tres semanas más de la cuenta, hasta que los doctores decidieron extraerlo forzosamente mediante cesárea.
Indiferente a la dedicación y los esfuerzos de su familia y los maestros, no se digno a ponerse en pie y caminar hasta los tres años, y no pronunció palabra hasta los siete.
En la escuela era habitual que estuviese en la cola, compartiendo aulas y cursos con alumnos más jóvenes que él, brillante a su manera, pero desajustado en los tiempos.
Tampoco tuvo ningún éxito cuando empezó a interesarse por el amor, pues jamás consiguió ser puntual. Y ya se sabe que en estos asuntos, lo peor que puede hacer un adolescente es llegar tarde a sus citas.
Decían de él que nunca abandonaba su ciudad, su barrió; y que a duras penas conseguía salir algunas tardes o noches de su casa y dar un largo paseo rodeando una manzana y volver al amanecer. Imposible tomar un autobús, un tren, un barco y mucho menos un avión. Sabiendo que a todo llegaba tarde, para qué tomarse la molestia.
Cuando finalmente, después de abundantes dudas y reflexiones, decidía comprarse esa camisa, ese pantalón, esos zapatos que todos lucían con entusiasmo, la moda había cambiado.
Siempre era el último en acostarse y el último en levantarse (para desesperación de quienes preparaban la comida y ponían la mesa).
Conocía a la perfección los finales de muchas películas, pero ignoraba sus argumentos. Y con los libros le pasaba lo contrario: era incapaz de acabar ninguno por lentitud de lectura y aburrimiento.
Hablar con él por teléfono era imposible. Cuando contestaba llamadas, los llamadores ya estaban en otra cosa. Si escribía una carta, o bien no la enviaba o lo hacía con tanta demora que el destinatario ya había cambiado de dirección.
Jamás en su vida emitió un voto útil o inútil. Al hacer acto de presencia, los colegios electorales estaban invariablemente cerrados.
Y sin embargo gozó de buena salud durante años, puesto que cualquier enfermedad que pudiera afectarle se retrasaba y se retrasaba.
Una carrera universitaria dejada a un lado, por imposible, a los 27. La formación en filas militares a los 28. El primer viaje al exterior a los 29. Y a los 30, por primera vez, logró subirse a un avión que por su culpa perdió el slot.
Se demoró cuatro meses respecto al nacimiento de su hija. Y no pudo casarse hasta catorce años después, cuando al fin los desencuentros se encontraron.
Fue ley fundamental en su vida dejar para mañana cualquier empresa que pudiera ser acometida hoy.
Fiel a sus principios, cuando todos esperaban que se muriese de puro viejo, o porque ya era su hora, no quiso morirse y siguió viviendo -según cuentan- haciendo esperar (y desesperar) a la mismísima muerte.
Salvador Alís.
jueves, 14 de junio de 2018
CANTAR DE CIEGO
CANTAR DE CIEGO
Arco de un violín que sin las cuerdas que roza
no vibra y calla,
voces que esta música desdice y suplanta,
orgullo de un sonido que no cesa.
Toda mirada fija en el escenario
mientras chi mai, romance y tarantella.
La vida se abre paso como pícaro río entre montañas,
calma la sed del árbol joven en su orilla,
del retorcido y viejo, del firme y desplazado.
Arco de un violín entrenado en la caricia,
voces que se guardan y hablarán más tarde,
luces que suenan
para iluminar el escarpado sendero.
Al ciego lo guía su fiel perro ciego,
ni el uno ni el otro debieron perder su olfato.
Salvador Alís.
Arco de un violín que sin las cuerdas que roza
no vibra y calla,
voces que esta música desdice y suplanta,
orgullo de un sonido que no cesa.
Toda mirada fija en el escenario
mientras chi mai, romance y tarantella.
La vida se abre paso como pícaro río entre montañas,
calma la sed del árbol joven en su orilla,
del retorcido y viejo, del firme y desplazado.
Arco de un violín entrenado en la caricia,
voces que se guardan y hablarán más tarde,
luces que suenan
para iluminar el escarpado sendero.
Al ciego lo guía su fiel perro ciego,
ni el uno ni el otro debieron perder su olfato.
Salvador Alís.
miércoles, 13 de junio de 2018
ROSTROS / LEOPOLDO MARÍA PANERO
1948 - 2015 "tres son pues las formas de la nada parecidas a cerdos bailando en torno del poema junto a la casa que el viento ha derrumbado" |
CON LA MIERDA A CUESTAS / REVISADO Y AMPLIADO
CON LA MIERDA A CUESTAS / REVISADO Y AMPLIADO
Hay noticias que parecen chistes. Pero esas noticias, así presentadas, son las que prefiero. Ante ellas siempre me acuerdo de lo difícil que es hacerle ingerir a un gato un medicamento en forma de pastilla. Los gatos odian las pastillas y la única manera de conseguir que las traguen (no siempre con éxito) es mediante el ardid de ocultarlas en una bolita de carne. La realidad, con sus tragedias, muchas veces se asemeja a una odiosa pastilla; por eso es necesario camuflarla bajo la apariencia de la ironía, edulcorarla con risas y engañar así a los consumidores para que el trance les resulte más liviano.
La noticia concreta, la noticia-chiste a la que voy a referirme, aparece enmarcada en la página 43 del Diario de Mallorca (13 de junio de 2018), dentro de una noticia global (Bloomberg / AFP) acerca del encuentro en Singapur de Kim Jong-Un y Donald Trump. La firman las iniciales R. J., y se titula "Las extravagancias de Kim: se lleva a la cumbre su propio inodoro."
En lugar de facilitarles un resumen, copiaré algunos fragmentos, advirtiendo no obstante que la redacción de R. J. no es lo buena que debería ser. Pero ya se sabe: unos tienen la capacidad y otros la oportunidad. A pesar de todo, me basta con la intención y, por eso, cito y aplaudo a R. J.
Dice R. J.: "El líder norcoreano, Kim Jong-un, siempre mantiene a su alrededor extremados controles de seguridad siempre que viaja al extranjero. Entre las medidas figura la de llevar siempre consigo su propio inodoro, ya que sus enemigos podrían hacerse con sus heces y conocer detalles de su estado de salud, según publicó ayer el periódico surcoreano Chosun." Repetir tres veces en dos líneas "siempre" está de más. Y es un error obviar que los controles de seguridad también se impongan cuando el líder no viaje al extranjero.
Sigue R. J.: "El Líder Supremo se llevó a la cumbre de Singapur su inodoro. Y ello a pesar de que se ha hospedado en uno de los mejores hoteles del mundo, el ST. Regis. El inodoro impedirá a los buzos de aguas residuales -de las alcantarillas- recopilar información cuando evacúe-." R. J. escribe en el primer párrafo líder con minúsculas y en el segundo con mayúsculas, como si hace un minuto fuese un líder cualquiera y poco después fuese el Supremo. ¿Acaso se ha parado a pensar R. J. que por muy líder o Líder que uno sea, por el hecho de cagar en un gran hotel, su mierda no vaya a mezclarse inevitablemente con las mierdas de otros huéspedes, resultando por tanto imposible diferenciarlas?
Imaginen la siguiente escena (y díganme si no sería digna del genio paródico de Stanley Kubrick, por ejemplo, en su genial parodia -la repetición es intencionada- Teléfono rojo o Dr. Strangelove): Gina Haspel, actual directora de la CIA, reúne en su despacho ultra secreto a sus mejores y más curtidos agentes y les encomienda una misión imposible: deberán viajar a Singapur, adentrarse en las cloacas de la ciudad, localizar la mierda de Kim, tomar muestras puras, es decir evitando toda posible contaminación, envasarlas y trasladarlas a un laboratorio de confianza para un concienzudo análisis y la consecuente obtención de datos transcendentales y de interés nacional, vitales para la defensa de su país.
El tercio superior de la citada página del Diario de Mallorca está ocupado por una foto que muestra a Kim y Donald dándose la mano. El estudio gestual es importante. Y puesto que la interpretación de la gestualidad es una disciplina que me interesa y a la que he dedicado no pocas horas, les adelantaré algunas conclusiones fáciles de mi propia cosecha: Kim es más bajo que Donald, pero mantiene la cabeza erguida mientras Donald la inclina (sumisión). Kim extiende totalmente su brazo derecho; Donald retrae el suyo flexionando el codo (defensa). Tras ellos, el fondo está cubierto de banderas de ambos países, pero la foto encuadra tres de EEUU y dos de Corea del Norte (triunfo de la decoración).
Ambos mandatarios parecen personajes de dibujos animados. El Pato Donald y Mickey Mouse (con perdón para los ratones y los patos). Alguien diría, sin errar, que Kim se parece a Mickey por su astucia ratonil, su pelo negro, su consistencia; y que Donald, por su altanería y su peluquín amarillo, se asemeja más bien a un pato. Al margen de estos parecidos, como ha señalado con acierto cierto comentarista televisivo (la cacofonía es intencionada), los dos parecen niños compitiendo con sus bombas de juguete. Solo que en este caso las posibles bombas son del tipo de las que pueden estallar y estallan.
La verdad es que son dos hipócritas, dos inconsecuentes. Si hace dos días, "como aquel que dice", se amenazaban mutuamente con lanzarse misiles o destruir completamente sus respectivos países, ¿cómo es que ahora se dan tan cordialmente la mano? EEUU reconoce en esta cumbre a Corea del Norte. Donald Trump (o el tío Gilito) sueña con expandir sus negocios inmobiliarios. Retirará su amenazante flota y cesarán sus maniobras militares a cambio de la hipotética desnuclearización del enemigo. La armas nucleares disuasorias, el equilibrio en la paz por el previsible apocalipsis del enfrentamiento, es un argumento válido tan sólo entre los grandes. A una mierda de Estado como Corea del Norte -deben pensar los amos del mundo, los que fabricaron y mueven la marioneta distinguida con una corbata roja- se le puede comprar con las tópicas promesas del capitalismo: hoteles, turistas, dinero a manos llenas (para los elegidos). Si realmente EEUU estuviera interesado en reducir (por el peligro inherente) la capacidad nuclear repartida entre los Estados que la poseen, ¿por qué se rebaja a una fácil negociación (o soborno, o compra) con Corea del Norte? ¿Por qué no afronta la cuestión con sus iguales: Rusia o China? ¿Por qué no con su avanzadilla en el mundo árabe, Israel?
Ayer, cuando ya la noche estaba muy cerrada, y a medias interesado y a medias somnoliento, contemplé partes de un documental en televisión sobre un luchador japonés de sumo, su vocación, su entrenamiento, su dieta, sus logros, su desencanto. En una secuencia extraordinaria (en mi opinión), un viejo maestro de la escuela donde los aprendices aspiran a ser maestros, diserta sobre el peligro de la castidad: "Dentro de vuestros cuerpos, en los testículos, se acumula día tras día el esperma. Esa acumulación no es buena, se opone a la salud física y mental, al equilibrio, a la serenidad. Deberéis por tanto deshaceros de esa acumulación, auto-satisfaceros para libraros de ella." Kim Jong-Un me recuerda a un luchador de sumo que hubiera envasado su esperma en cohetes, su energía sobrante. Pero la mierda la guarda en un inodoro transportable. Allí donde va, caga y guarda su mierda, la lleva de vuelta consigo, aunque ignoramos qué hace con ella. Quizá la destruya mediante soluciones químicas. Quizá la incinere. Quemar la mierda propia debe oler mal para uno mismo.
De la mierda (o las cagadas) de Donald la información que tenemos está intoxicada. Pero es lícito imaginar que también lleve consigo su propio inodoro (de oro), que intente preservar su mierda lejos del análisis de otros o de los simples ojos curiosos de cualquiera. Probablemente EEUU sea el país del mundo con mayor índice de obesos. Si un luchador de sumo adquiere su volumen gracias, fundamentalmente, a su brutal ingesta de arroz, un norteamericano tipo engorda por su consumo de carne, grasas, hidratos de carbono de ínfima calidad y azúcar líquida de una marca harto conocida, y todo ello sumado a su falta de ejercicio y su ignorancia.
Lo anterior no es un deliz ni un capricho. La ignorancia se ve acompañada a menudo de una severa falta de interés y preocupaciones y, por esa razón, la ignorancia engorda. Repasando la historia de la humanidad, se me ocurre que no ha habido muchos sabios gordos y sí muchos delgados. Será porque el hambre aguza el ingenio. Pero este silogismo no puede ser definitivo. Don Quijote era flaco y Sancho gordo, y la comunión entre ambos iluminó (e iluminará) los siglos.
Cuanto mayor sea el diámetro de la cintura, tanto mayor será el volumen del estómago y la capacidad de ingerir y digerir. Con esos diámetros sobre dimensionados, igualmente la longitud y el grosor de los intestinos se incrementa. Respecto a los líderes reunidos en la cumbre de Singapur, ¿disponemos de las medidas oficiales de sus respectivas cinturas? La ley excrementicia que siguen muchos ascetas y faquires dice que no es bueno almacenar mierda en el cuerpo, que para llevar una vida sana se debería cagar tantas veces al día como se come. La idea de que la mierda es tóxica se impone. Y mantener dentro de uno kilos de esa toxicidad, cuando se sufre por vicio o por capricho una obesidad mórbida, puede afectar gravemente la movilidad y el pensamiento.
Qué duda cabe que un retrete portátil es un gran invento. La paranoia de algunos facilita el avance de las sociedades. A partir de ahora, siguiendo el ejemplo de los dictadores sin complejos, conviene que controlemos y destruyamos nuestras defecaciones. No lo hacen así quienes falsean sus currículum, quienes intentan ocultar sus fraudes a la Hacienda Pública, sus cuentas en Paraísos Fiscales, sus amistades peligrosas, sus oscuras violaciones, su pasión por la caza, sus billetes negros y la tentación de exhibir un poder ilimitado; esos viven con el agua al cuello, con la mierda a cuestas.
Dos luchadores de sumo en un combate son dos bolas de grasa entrechocando, pero sometidas a unas reglas claras y muy simples. De dos dibujos animados frente a frente ¿qué se puede esperar sino un resultado absurdo?
De la base de estas reflexiones risibles surge una pregunta nada complaciente: ¿qué diferencia a una dictadura básica o primitiva de otra más sofisticada? ¿Hay por ventura en este mundo todavía un lugar o espacio que pueda llamarse libre?
Imagino el azoramiento de los intérpretes en esa cumbre. Kim Jong-Un, General de Cuatro Estrellas y educado en Suiza, dominando varios idiomas, entre ellos el alemán y el inglés, pretendiendo hacerse entender por el bachiller, organizador de eventos (miss USA, miss Universo) y acomplejado hombre de negocios Donald Trump. Si no fuera por la información de sus satélites, ¿sabría Trump ubicar en un Mapa Mundi dónde se encuentra Corea (cualquiera de las dos)?
Si Kim es tan celoso de su intimidad como afirma R. J., cada vez que echa un polvo debe hacerlo con preservativo y guardar éste a buen recaudo con su exiguo contenido de semen supremo, tal como hace con su mierda. ¿Hará lo mismo Trump, desaprovechando las posibilidades del libre albedrío, el placer del derroche, el coste y el uso de las fantásticas Viagras que seguramente le recomendó su amigo Berlusconi, apelando a la seguridad nacional?
El riesgo de "viajar" por la vida con la mierda a cuestas es que en algún momento la "bolsa" o "la caja" que la contiene se rompa y la mierda se esparza, y que entonces una rata interesada hurgue en la mierda ajena, que las "cagadas" de quien se pretende sincero y honrado queden al descubierto. Ejemplos hay en abundancia.
Para evitar ser blanco de estas mismas mismas acusaciones, no suelo esconder mi opinión. Y este texto y los anteriores son prueba de lo que digo. Mucho tendríamos que aprender de los gatos, que de forma natural y simple rehúsan ocultar sus necesidades; exponen claramente lo que quieren; cagan cuantas veces les apetece, y tapan su mierda por respeto e higiene, sin pretender engañar a nadie. Y sin necesitar traductores.
Salvador Alís.
Hay noticias que parecen chistes. Pero esas noticias, así presentadas, son las que prefiero. Ante ellas siempre me acuerdo de lo difícil que es hacerle ingerir a un gato un medicamento en forma de pastilla. Los gatos odian las pastillas y la única manera de conseguir que las traguen (no siempre con éxito) es mediante el ardid de ocultarlas en una bolita de carne. La realidad, con sus tragedias, muchas veces se asemeja a una odiosa pastilla; por eso es necesario camuflarla bajo la apariencia de la ironía, edulcorarla con risas y engañar así a los consumidores para que el trance les resulte más liviano.
La noticia concreta, la noticia-chiste a la que voy a referirme, aparece enmarcada en la página 43 del Diario de Mallorca (13 de junio de 2018), dentro de una noticia global (Bloomberg / AFP) acerca del encuentro en Singapur de Kim Jong-Un y Donald Trump. La firman las iniciales R. J., y se titula "Las extravagancias de Kim: se lleva a la cumbre su propio inodoro."
En lugar de facilitarles un resumen, copiaré algunos fragmentos, advirtiendo no obstante que la redacción de R. J. no es lo buena que debería ser. Pero ya se sabe: unos tienen la capacidad y otros la oportunidad. A pesar de todo, me basta con la intención y, por eso, cito y aplaudo a R. J.
Dice R. J.: "El líder norcoreano, Kim Jong-un, siempre mantiene a su alrededor extremados controles de seguridad siempre que viaja al extranjero. Entre las medidas figura la de llevar siempre consigo su propio inodoro, ya que sus enemigos podrían hacerse con sus heces y conocer detalles de su estado de salud, según publicó ayer el periódico surcoreano Chosun." Repetir tres veces en dos líneas "siempre" está de más. Y es un error obviar que los controles de seguridad también se impongan cuando el líder no viaje al extranjero.
Sigue R. J.: "El Líder Supremo se llevó a la cumbre de Singapur su inodoro. Y ello a pesar de que se ha hospedado en uno de los mejores hoteles del mundo, el ST. Regis. El inodoro impedirá a los buzos de aguas residuales -de las alcantarillas- recopilar información cuando evacúe-." R. J. escribe en el primer párrafo líder con minúsculas y en el segundo con mayúsculas, como si hace un minuto fuese un líder cualquiera y poco después fuese el Supremo. ¿Acaso se ha parado a pensar R. J. que por muy líder o Líder que uno sea, por el hecho de cagar en un gran hotel, su mierda no vaya a mezclarse inevitablemente con las mierdas de otros huéspedes, resultando por tanto imposible diferenciarlas?
Imaginen la siguiente escena (y díganme si no sería digna del genio paródico de Stanley Kubrick, por ejemplo, en su genial parodia -la repetición es intencionada- Teléfono rojo o Dr. Strangelove): Gina Haspel, actual directora de la CIA, reúne en su despacho ultra secreto a sus mejores y más curtidos agentes y les encomienda una misión imposible: deberán viajar a Singapur, adentrarse en las cloacas de la ciudad, localizar la mierda de Kim, tomar muestras puras, es decir evitando toda posible contaminación, envasarlas y trasladarlas a un laboratorio de confianza para un concienzudo análisis y la consecuente obtención de datos transcendentales y de interés nacional, vitales para la defensa de su país.
El tercio superior de la citada página del Diario de Mallorca está ocupado por una foto que muestra a Kim y Donald dándose la mano. El estudio gestual es importante. Y puesto que la interpretación de la gestualidad es una disciplina que me interesa y a la que he dedicado no pocas horas, les adelantaré algunas conclusiones fáciles de mi propia cosecha: Kim es más bajo que Donald, pero mantiene la cabeza erguida mientras Donald la inclina (sumisión). Kim extiende totalmente su brazo derecho; Donald retrae el suyo flexionando el codo (defensa). Tras ellos, el fondo está cubierto de banderas de ambos países, pero la foto encuadra tres de EEUU y dos de Corea del Norte (triunfo de la decoración).
Ambos mandatarios parecen personajes de dibujos animados. El Pato Donald y Mickey Mouse (con perdón para los ratones y los patos). Alguien diría, sin errar, que Kim se parece a Mickey por su astucia ratonil, su pelo negro, su consistencia; y que Donald, por su altanería y su peluquín amarillo, se asemeja más bien a un pato. Al margen de estos parecidos, como ha señalado con acierto cierto comentarista televisivo (la cacofonía es intencionada), los dos parecen niños compitiendo con sus bombas de juguete. Solo que en este caso las posibles bombas son del tipo de las que pueden estallar y estallan.
La verdad es que son dos hipócritas, dos inconsecuentes. Si hace dos días, "como aquel que dice", se amenazaban mutuamente con lanzarse misiles o destruir completamente sus respectivos países, ¿cómo es que ahora se dan tan cordialmente la mano? EEUU reconoce en esta cumbre a Corea del Norte. Donald Trump (o el tío Gilito) sueña con expandir sus negocios inmobiliarios. Retirará su amenazante flota y cesarán sus maniobras militares a cambio de la hipotética desnuclearización del enemigo. La armas nucleares disuasorias, el equilibrio en la paz por el previsible apocalipsis del enfrentamiento, es un argumento válido tan sólo entre los grandes. A una mierda de Estado como Corea del Norte -deben pensar los amos del mundo, los que fabricaron y mueven la marioneta distinguida con una corbata roja- se le puede comprar con las tópicas promesas del capitalismo: hoteles, turistas, dinero a manos llenas (para los elegidos). Si realmente EEUU estuviera interesado en reducir (por el peligro inherente) la capacidad nuclear repartida entre los Estados que la poseen, ¿por qué se rebaja a una fácil negociación (o soborno, o compra) con Corea del Norte? ¿Por qué no afronta la cuestión con sus iguales: Rusia o China? ¿Por qué no con su avanzadilla en el mundo árabe, Israel?
Ayer, cuando ya la noche estaba muy cerrada, y a medias interesado y a medias somnoliento, contemplé partes de un documental en televisión sobre un luchador japonés de sumo, su vocación, su entrenamiento, su dieta, sus logros, su desencanto. En una secuencia extraordinaria (en mi opinión), un viejo maestro de la escuela donde los aprendices aspiran a ser maestros, diserta sobre el peligro de la castidad: "Dentro de vuestros cuerpos, en los testículos, se acumula día tras día el esperma. Esa acumulación no es buena, se opone a la salud física y mental, al equilibrio, a la serenidad. Deberéis por tanto deshaceros de esa acumulación, auto-satisfaceros para libraros de ella." Kim Jong-Un me recuerda a un luchador de sumo que hubiera envasado su esperma en cohetes, su energía sobrante. Pero la mierda la guarda en un inodoro transportable. Allí donde va, caga y guarda su mierda, la lleva de vuelta consigo, aunque ignoramos qué hace con ella. Quizá la destruya mediante soluciones químicas. Quizá la incinere. Quemar la mierda propia debe oler mal para uno mismo.
De la mierda (o las cagadas) de Donald la información que tenemos está intoxicada. Pero es lícito imaginar que también lleve consigo su propio inodoro (de oro), que intente preservar su mierda lejos del análisis de otros o de los simples ojos curiosos de cualquiera. Probablemente EEUU sea el país del mundo con mayor índice de obesos. Si un luchador de sumo adquiere su volumen gracias, fundamentalmente, a su brutal ingesta de arroz, un norteamericano tipo engorda por su consumo de carne, grasas, hidratos de carbono de ínfima calidad y azúcar líquida de una marca harto conocida, y todo ello sumado a su falta de ejercicio y su ignorancia.
Lo anterior no es un deliz ni un capricho. La ignorancia se ve acompañada a menudo de una severa falta de interés y preocupaciones y, por esa razón, la ignorancia engorda. Repasando la historia de la humanidad, se me ocurre que no ha habido muchos sabios gordos y sí muchos delgados. Será porque el hambre aguza el ingenio. Pero este silogismo no puede ser definitivo. Don Quijote era flaco y Sancho gordo, y la comunión entre ambos iluminó (e iluminará) los siglos.
Cuanto mayor sea el diámetro de la cintura, tanto mayor será el volumen del estómago y la capacidad de ingerir y digerir. Con esos diámetros sobre dimensionados, igualmente la longitud y el grosor de los intestinos se incrementa. Respecto a los líderes reunidos en la cumbre de Singapur, ¿disponemos de las medidas oficiales de sus respectivas cinturas? La ley excrementicia que siguen muchos ascetas y faquires dice que no es bueno almacenar mierda en el cuerpo, que para llevar una vida sana se debería cagar tantas veces al día como se come. La idea de que la mierda es tóxica se impone. Y mantener dentro de uno kilos de esa toxicidad, cuando se sufre por vicio o por capricho una obesidad mórbida, puede afectar gravemente la movilidad y el pensamiento.
Qué duda cabe que un retrete portátil es un gran invento. La paranoia de algunos facilita el avance de las sociedades. A partir de ahora, siguiendo el ejemplo de los dictadores sin complejos, conviene que controlemos y destruyamos nuestras defecaciones. No lo hacen así quienes falsean sus currículum, quienes intentan ocultar sus fraudes a la Hacienda Pública, sus cuentas en Paraísos Fiscales, sus amistades peligrosas, sus oscuras violaciones, su pasión por la caza, sus billetes negros y la tentación de exhibir un poder ilimitado; esos viven con el agua al cuello, con la mierda a cuestas.
Dos luchadores de sumo en un combate son dos bolas de grasa entrechocando, pero sometidas a unas reglas claras y muy simples. De dos dibujos animados frente a frente ¿qué se puede esperar sino un resultado absurdo?
De la base de estas reflexiones risibles surge una pregunta nada complaciente: ¿qué diferencia a una dictadura básica o primitiva de otra más sofisticada? ¿Hay por ventura en este mundo todavía un lugar o espacio que pueda llamarse libre?
Imagino el azoramiento de los intérpretes en esa cumbre. Kim Jong-Un, General de Cuatro Estrellas y educado en Suiza, dominando varios idiomas, entre ellos el alemán y el inglés, pretendiendo hacerse entender por el bachiller, organizador de eventos (miss USA, miss Universo) y acomplejado hombre de negocios Donald Trump. Si no fuera por la información de sus satélites, ¿sabría Trump ubicar en un Mapa Mundi dónde se encuentra Corea (cualquiera de las dos)?
Si Kim es tan celoso de su intimidad como afirma R. J., cada vez que echa un polvo debe hacerlo con preservativo y guardar éste a buen recaudo con su exiguo contenido de semen supremo, tal como hace con su mierda. ¿Hará lo mismo Trump, desaprovechando las posibilidades del libre albedrío, el placer del derroche, el coste y el uso de las fantásticas Viagras que seguramente le recomendó su amigo Berlusconi, apelando a la seguridad nacional?
El riesgo de "viajar" por la vida con la mierda a cuestas es que en algún momento la "bolsa" o "la caja" que la contiene se rompa y la mierda se esparza, y que entonces una rata interesada hurgue en la mierda ajena, que las "cagadas" de quien se pretende sincero y honrado queden al descubierto. Ejemplos hay en abundancia.
Para evitar ser blanco de estas mismas mismas acusaciones, no suelo esconder mi opinión. Y este texto y los anteriores son prueba de lo que digo. Mucho tendríamos que aprender de los gatos, que de forma natural y simple rehúsan ocultar sus necesidades; exponen claramente lo que quieren; cagan cuantas veces les apetece, y tapan su mierda por respeto e higiene, sin pretender engañar a nadie. Y sin necesitar traductores.
Salvador Alís.
jueves, 7 de junio de 2018
HOY
HOY
Hoy ha sido un día importante en mi vida.
Suceden cosas, al parecer.
Pero a mi vida le preocupa poco, cada vez menos,
lo que pasa a su alrededor.
Se vive a sí misma, mi vida, se complace
a si misma, se basta con lo que tiene,
se consume sin más.
Hoy he conseguido los Espejos de Galeano
y los Extravíos de Cioran.
Más tarde, al acostarme sin saber
si habrá un mañana donde despertar,
mantendré una silenciosa conversación a tres.
Se cerrarán sin duda los círculos abiertos.
Y todo lo quede afuera de mi noche y mis palabras
importará lo que deba pero no a mí.
Salvador Alís.
Hoy ha sido un día importante en mi vida.
Suceden cosas, al parecer.
Pero a mi vida le preocupa poco, cada vez menos,
lo que pasa a su alrededor.
Se vive a sí misma, mi vida, se complace
a si misma, se basta con lo que tiene,
se consume sin más.
Hoy he conseguido los Espejos de Galeano
y los Extravíos de Cioran.
Más tarde, al acostarme sin saber
si habrá un mañana donde despertar,
mantendré una silenciosa conversación a tres.
Se cerrarán sin duda los círculos abiertos.
Y todo lo quede afuera de mi noche y mis palabras
importará lo que deba pero no a mí.
Salvador Alís.
LAS TRES ESPAÑAS / REVISADO Y AMPLIADO
LAS TRES ESPAÑAS / REVISADO Y AMPLIADO
Como ayer no tuve que trabajar, hice lo que suelo hacer:
me levanté sin remordimientos a las tres de la tarde, me lavé los
ojos
y salí de casa para hojear (pasar las hojas) del diario
y tomar café en uno de los nueve bares que circundan el mercado.
Me senté en una terraza (el propietario pakistaní, la camarera
colombiana, perfecta la temperatura, el aroma inmejorable
y un bombón de chocolate y almendra de regalo...),
ante mí el transitado carril-bici, el bullicio de los
comerciantes,
el desfile que no cesa de banalidad, felicidad y tragedia.
Imposible leer las noticias. Lo que de verdad ocurre en el mundo
sucede a pie de calle. Formas de andar y formas de mirar,
gestos, vestidos, disfraces, música que suena a lo lejos
y que, por momentos, se acerca. Conversaciones sin fin.
Abiertas y extendidas las manoseadas páginas del periódico,
reconozco que la vida verdadera dificulta su lectura. Esa vida
real
y no escrita me reclama con sus voces entrecortadas y chillonas.
A un lado y a otro, a la izquierda y la derecha, dicen lo que
pienso,
lo que niego, lo que me suscita dudas pero afila mis orejas.
Dice uno, en otra mesa, que si el partido socialista deroga la Ley
Mordaza, se cagará con gusto en dios, en la virgen santa
y en la madre que los parió a todos los políticos de mierda
que se llenan la boca con la palabra España y el interés nacional.
Dice un borracho (y no soy yo), de edad similar a la mía,
amante de la ginebra desde primera hora de la mañana
y español de la cabeza a los pies, que trabajó muchos años en
Alemania
y se ganó sobradamente el derecho a su alcohólica jubilación,
que España necesita un nuevo Hitler, un renovado Aznar.
Me hablaron de dos Españas, una roja y otra azul.
Nunca me creí esos colores. Me obligaron a ondear la banderita,
a cantar el Cara al sol. Rojo sangre, amarillo y rojo.
Si la sangre duplica
al oro por algo será. Dice la camarera que hay al menos tres
Españas:
la del loco que atacó molinos de viento, la que contaminaron
sus conquistadores a todo un continente, la que no supo leer ni
entender
a un Quevedo, un Valle, un Unamuno, un Lorca, una Zambrano.
El árabe que viene hasta el bar descalzo, porque perdió sus
zapatos
en la mezquita, pide un té con hierbabuena y afirma que
él no es un terrorista. El maliense que atravesó desiertos y mares
dice que España fue su paraíso soñado y perdido.
Pasan chinas de pelo negro y lacio y nalgas inexistentes.
Se prostituyen amenazadas por el equivalente al salario medio
de una de las tres Españas. Pasan los hijos y los nietos de los
latinos
que aquí se establecieron o refugiaron. Imposible leer todas las
noticias,
pero algunas se imponen. Sus gorras NY no se ajustan a sus
cabezas,
sus letras rapeadas ofenden a los bienpensantes.
El discurso de los desplazados de la primera España
menciona la posverdad como justificación de su derrota.
Frente al mercado echo en falta a los laboriosos checos, me sobran
los calvos tatuados, echo en falta músicos callejeros, me sobran
los armados. Mi arma es un pilot y mi locura, mis
agallas.
Dice un jubilado, con voz muy alta, que no le teme a la muerte,
que de algo hay que morir, pero que no sea por miedo ni
resignación.
Cierro el periódico, pago mi café y me adentro en el mercado.
Otro loco atiende aquí el puesto de quesos, vinos y jamones.
Como siempre, me pregunta si puede ayudarme. Una y otra vez,
la misma pregunta y la misma respuesta:
No necesito ayuda. Ya sé qué veneno quiero.
Una abuela en la pescadería, mientras pide sardinas y caballas:
A mi nieta la quisieron violar el sábado. Menos mal que…
Pena de muerte, dice el pescadero mientras destripa las sardinas.
De vuelta a casa, en el estanco siempre abierto,
un fumador manifiesta su confianza en que el nuevo gobierno
revierta la reforma laboral: a mí ya me despidieron sin nada,
dice,
pero al menos si despiden a mis hijos que les paguen algo.
Importaría saber cuál es la diferencia entre algo y nada.
¿45 días por año, 30, 20, 12…? El despido, nos dijeron,
cuanto más libre más favorece el incremento de la riqueza, del PIB.
Olvidaron mencionar que la riqueza, esa puta de lujo,
sólo se acuesta, la interesada, con sus elegidos.
Al pasar junto a una mercería tradicional, escucho la nueva
versión
de nuestro himno en la
voz agrietada de Marta Sánchez,
tan rubia ella y tan patriota. Para la cantante y los de su estirpe
no procede hablar sino de una Única España Grande y Libre.
Por suerte he sabido que Luz Casal actuará en Palma el 29 de junio.
Eso demuestra que, en efecto, hay otras Españas.
El vecino del tercero, con el que me cruzo en la escalera,
me dice que espera que indulten a Valtonyc y a Hasél.
Habrá que dilucidar también el asunto de los presos políticos
o políticos presos. Las banderas españolas que durante meses
han significado tantos balcones particulares,
en su cruzada contra el independentismo, están desapareciendo,
me dice. Las cosas tienen que cambiar.
Desde el segundo piso se escuchan a todo volumen,
y en toda la finca, canciones iluminadas por el sol del Nuevo Mundo.
Las jóvenes inquilinas brasileñas no contemplan en su consciencia
que esos ritmos y esa alegría
de vivir puedan molestar a nadie.
Muchas esperanzas. Mucha rabia. Importaría saber
cuál es la diferencia. Cómo se despedirán los que se van
de los que llegan. Las mujeres, me parece, ya no esperan nada,
quieren alcanzar o tomar lo que siéndoles negado les pertenece.
Los jubilados ya no tienen paciencia, su tiempo es limitado.
Como si de un coro se tratase, para que suene,
habría que modular las voces de las víctimas de este Sistema,
los migrantes, los desplazados, los excluidos.
Cerrada la puerta y servida la copa, me permito el capricho
de volver a don Antonio Machado: “El vano ayer engendrará un
mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero.” Y yo, habitante a mi pesar
de esta tierra (no país, ni estado, ni nación ni mucho menos
patria)
sé que mi tercera opción es vivir “entre una España que muere
y otra España que bosteza.”
Salvador Alís.
martes, 5 de junio de 2018
viernes, 1 de junio de 2018
ESPAÑA
ESPAÑA
Hoy ha sido desahuciado de la Moncloa el Presidente de España
e investido un nuevo Presidente.
Cesa, pues, el Gobierno de los Mancos y un nuevo Gobierno está por nacer.
Se trata sin duda de un importante acontecimiento histórico.
Pero a mí, apátrida, hipócrita y descreído, en realidad lo único que me importa
es que aún no he logrado dejar de fumar.
Y lo peor: a las seis de la mañana se han acabado los cigarrillos
y no siento somnolencia alguna que me consuele.
Salvador Alís.
Hoy ha sido desahuciado de la Moncloa el Presidente de España
e investido un nuevo Presidente.
Cesa, pues, el Gobierno de los Mancos y un nuevo Gobierno está por nacer.
Se trata sin duda de un importante acontecimiento histórico.
Pero a mí, apátrida, hipócrita y descreído, en realidad lo único que me importa
es que aún no he logrado dejar de fumar.
Y lo peor: a las seis de la mañana se han acabado los cigarrillos
y no siento somnolencia alguna que me consuele.
Salvador Alís.