CANTAR DE CIEGO
Arco de un violín que sin las cuerdas que roza
no vibra y calla,
voces que esta música desdice y suplanta,
orgullo de un sonido que no cesa.
Toda mirada fija en el escenario
mientras chi mai, romance y tarantella.
La vida se abre paso como pícaro río entre montañas,
calma la sed del árbol joven en su orilla,
del retorcido y viejo, del firme y desplazado.
Arco de un violín entrenado en la caricia,
voces que se guardan y hablarán más tarde,
luces que suenan
para iluminar el escarpado sendero.
Al ciego lo guía su fiel perro ciego,
ni el uno ni el otro debieron perder su olfato.
Salvador Alís.
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