viernes, 29 de junio de 2018

TERRAZAS

TERRAZAS

En el oscuro paisaje urbano, nos fascinan las terrazas a lo lejos,
iluminadas pero difusas, en alturas que sobrepasan los diez pisos,
pobladas por fantasmas, de las que emerge otra música,
nada claras en su realidad pero claramente abiertas a la imaginación.

En muchas de ellas se celebran bailes a medianoche,
fiestas secretas ahogadas por humos de diferentes colores,
se exhiben máscaras y se adelantan suicidas que, sin dudarlo,
entre aplausos se lanzan al vacío.

En algunas terrazas arden fuegos espectaculares, en las más amplias,
las que rodean completamente sus edificios, y en otras más humildes
son humildes los fuegos, sin dejar por ello de arder,
y así se mezclan y confunden las luces que de ellas emanan.

Quien disponga de potentes prismáticos o de un pensamiento especulativo,
verá que hombres sin palabra preparan sus paracaídas
para saltar y salvarse, ignorantes de que cualquier pájaro errático
puede atravesar su tela y cambiar su destino.

Mujeres que fueron deseo puro, y que hubieran saltado, ya no saltan,
se limitan a contemplar, asombradas, la distancia al suelo,
la luna tan extraña y las diminutas terrazas a lo lejos
desde las que son contempladas, espejo por alma y alma por espejo.

Sobre las balaustradas, en remates de hierro oxidado o de cerámica,
ajenos a la vida vulgar, sus desafíos y desgracias, dormitan gatos
cuyo ejemplo pocos entienden, soñando con las estrellas
y tan felices en su aparente pasividad, tan distintos de las gárgolas.

Un yo que no eres tú sube en un hermético ascensor hasta ese cielo
de terrazas sin fin, la constante hoguera te ha llamado y las copas
siempre llenas, pero escondes tus alas y pruebas aquí y allá
los venenos inútiles que nada pueden contra tu veneno.

Terrazas al mar las hay en esta isla hasta el deslumbramiento,
sol que nace y se pone, indiferente como gato adormilado
que, no obstante, como gato espabilado, marca a su presa, la acecha
y la hunde, y luego da de lleno con su luz a los responsables.

Otro yo que no eres tú dice que nunca ha vivido por encima
de cinco alturas, que el vértigo, que el miedo, que la duda lo definían,
y sin embargo ahora contempla esos castillos en el aire y aspira
a descubrir lo que esconden, fuego, música, o simple indeterminación.

Pero infinitas soluciones no definen este oscuro paisaje,
siendo múltiples los ojos que ven y una sola mente la que inquiere,
ni tú ni yo hemos sido invitados a la fiesta, tú a cara descubierta
y yo, con mis máscaras, disfrazado como ángel exterminador.


Salvador Alís.



















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