MOSQUITOS

MOSQUITOS

Mientras estaba desnudo en la cama, dormido o creyendo dormir,
soñando o creyendo soñar,
alguien entró de puntillas en mi cuarto
y dejó a mis pies un completo traje por estrenar
donde no faltaba detalle,
pues incluía calcetines y zapatos, ropa interior,
cinturón, corbata y hasta sombrero.

Cuando al fin desperté o creí despertar,
luego de frotarme los ojos, elevar la persiana y cumplir
con las rutinarias tareas propias del despertar,
me vestí para confrontarme con el espejo.

Lo que el espejo nunca puede ocultar
aparece siempre como verdad reflejada ante los ojos:
el traje no era de tela, aunque lo pareciera,
sino de un falso tejido elaborado con sombras.

A las doce del mediodía, así vestido, salí de mi casa
y me enfrenté a la vida, al ardiente sol de finales de junio,
a las calles saturadas y a tantas otras demandas
imposibles de satisfacer.

¿Cómo explicar una totalidad que se anula a sí misma
y se convierte en nada? ¿Cómo justificar que por defecto de uso
sé hacer el nudo de la horca pero no el de la corbata?

Hace años hubo un río lejos de esta isla, un río delgado
como fina serpiente. Y ese río daba todas las explicaciones. 
Pero tiende el agua, contra su voluntad, a estancarse.
Y del agua estancada, como es sabido, se nutren los mosquitos,
sombras de los clásicos bombarderos y premonición
de las nuevas amenazas que sobrevuelan nuestros sueños.

Salvador Alís.

BOMBONES DE CHOCOLATE

BOMBONES DE CHOCOLATE

Cada noche, después de una jornada de duro trabajo -como suele decirse-, desde que bajo del autobús hasta que llego a casa, atravieso una calle principal, una plaza y varias calles secundarias.
En esa calle principal, en la acera izquierda, aguardan para cazar a sus clientes media docena de cambiantes prostitutas negras. Por lo que sé: nigerianas. Por lo que veo: con cara de niñas o niñas realmente. Separadas entre sí por los cruces de las calles secundarias, invariablemente todas, cada medianoche, tienen algo que decirme, propuestas básicas que lanzan al aire cuando paso a su lado: "¿Follar...? ¿Chupar...?" La novedad, en esta ocasión, la desconcertante pregunta de una adolescente con el cuerpo de una diosa oscura y primordial: "¿Tú gusta bombón de chocolate?".

De repente un tonto se hace famoso, conocido mundialmente (no entraremos en los detalles de sus méritos, oportunidades y aportaciones); esto lo facilitan hoy las nuevas (¿o ya son viejas?) tecnologías, la inmediatez y amplitud de las comunicaciones. Enseguida surge otro tonto que lo imita. Y luego, mil tontos más que imitan al imitador.
Quien no haya leído Masa y Poder quizá no entienda la profundidad que se esconde tras la aparente sencillez del enunciado; quien lo haya leído, quizá tampoco.

Apátrida no oficial sino más bien por vocación, hoy más que nunca reniego de mi nacionalidad (impuesta por el azar y las normativas).
En este país hay más de un listo famoso, y miles de listos imitadores y millones de tontos imitadores de los imitadores. Lo he citado más de una vez y ahora lo repito (en cierto modo, también yo soy un imitador): los corderos eligen a sus lobos; las víctimas a sus torturadores y asesinos; los presos a sus carceleros. La idea de una libertad responsable sigue dando miedo.

El fantasma de dos metros de altura, vestido con una larga túnica blanca, está intentando decirme algo, pero no sé el qué. Desde hace semanas, cada noche cruza la calle bajo mi balcón. No importa a qué hora yo salga a ese balcón para echarle un vistazo a la noche, no controlo los tiempos, no lo busco, pero cada noche lo veo pasar.
En ocasiones puntuales (y esto es aún más extraño) va montado en una bicicleta sin luces. ¿De dónde viene, adónde va? ¡Quién puede saberlo!

La gran pereza que siento ante los procedimientos de la apostasía. Me cuentan como uno de los suyos; no es verdad.
¿Acaso valdría la pena redactar, solicitar, firmar, entregar los documentos exigidos y esperar una respuesta que nunca llega? El simple desprecio y la simple indiferencia (en ocasiones tan fácil de mostrar pero tan difícil de mantener). No un dios per se, sino la idea de dios como aglutinante de la masa.

Hace más de diez años que no ha habido un solo día triste en mi vida. Soy el perfecto pesimista-alegre. Hay cosas que me decepcionan, es cierto, y otras que me irritan. Pero creo que la activa balanza halla siempre su equilibrio. No se debe a ninguna intencionalidad por mi parte. Supongo que todo ello estará en mi naturaleza.
Me satisface tantas veces la ingenuidad y la belleza, la inteligencia que despierta como chispa, y salta de lo que arde entre llamas sin producir, todavía, humo.

Al parecer (no hay certeza absoluta en el asunto) el suicida más lento de la historia moderna tardó 256 años en conseguir su objetivo. Se dice que murió en 1933 (la noticia se publicó en The New York Times). Se llamaba Li Ching-Yu.
Respecto a la historia antigua, otro suicida incluso más lento se menciona en el Génesis: Matusalén -hijo de Enoc, padre de Lamec y abuelo de Noé-, el cual precisó 969 años para acabar con su vida.

Esta noche, a una hora más temprana, no ha sido un fantasma sino cuatro los que han cruzado la calle bajo mi balcón. Sus gestos y actitudes prueban que no son fantasmas reales: uno hablaba por medio de un teléfono móvil; otro se ha desprendido de la blanca túnica bajo la farola de la araña; a los otros dos los ha recogido un coche que ha doblado con rapidez la esquina y desaparecido de mi vista.
Mientras yo contemplaba a los falsos fantasmas, las noticias de televisión anunciaban decenas de muertos y decenas de heridos en un atentado múltiple en el aeropuerto internacional Atatürk, en Estambul.

Día largo y complejo, que ha requerido tranquilidad química; el corazón como un pequeño animal cansado, una tortuga nerviosa, un pájaro asustado al que no he tenido más remedio que tomar por las alas.

Salvador Alís.







DESPUÉS DEL ESCRUTINIO

DESPUÉS DEL ESCRUTINIO

Fuego y hielo

"El mundo acabará, dicen, presa del fuego;
otros afirman que vencerá el hielo.
Por lo que yo sé acerca del deseo,
doy la razón a los que hablan del fuego.
Mas si el mundo tuviera que sucumbir dos veces,
pienso que sé lo bastante sobre el odio
para afirmar que la ruina sería
quizá tan grande,
y bastaría."

El peligro de la esperanza

"Es justo allí,
en la mitad del camino
entre el huerto desnudo
y el huerto verde,
cuando las ramas están a punto
de estallar en flor,
en rosa y blanco,
que tememos lo peor.
Pues no hay región
que a cualquier precio
no elija ese tiempo
para una noche de escarcha."

Dos breves poemas de Robert Frost (1874-1963).


CITAS APÓCRIFAS

CITAS APÓCRIFAS

"Qué estoy haciendo con mi vida? Ni siquiera la vendo al mejor postor. Si algo se desperdicia, acabará siendo desperdicio. Fruta madura y dulce que se compra y se vende como podrida."
Un Trabajador Anónimo, en los momentos finales de su vida laboral.

"Respecto al trabajo alienante y sus consecuencias, que lo sufra la masa -que por algo es masa. Yo soy único y mi pensamiento es único. Mi tiempo me pertenece. Mi pensamiento en el futuro cambiará los pensamientos de algunos elegidos entre la masa. No necesito mucho para vivir: un editor que apueste por mí, una esposa que contribuya a mi mantenimiento, un premio Nobel en el momento adecuado."
Elias Canetti, interpretado por Mario Muchnik.

"¡La Guerra es solo Trabajo, Trabajo y más Trabajo! Los juegos de niños se acabaron para vosotros, Niños-Hombres, pues la Patria os necesita, necesita vuestro Esfuerzo, Trabajo y Sacrificio, para ser Patria y cumplir su Destino: alcanzar la Absoluta Pureza, el Triunfo Total  y la Supremacía Incuestionable!
Adolf Hitler, en un discurso cualquiera a las juventudes hitlerianas.

"Dicen que estoy loco porque hago cuatro cosas a la vez: canto y bailo y vuelo y canto. Dicen que exagero sentimientos y manifestaciones. Que imito a los pájaros. ¡Qué sabrán ellos! Los pájaros son los que me imitan a mí, pues aunque no sepan hablar ni decir, expresan con su canto que les gusta lo que yo hago y no lo que hacen ellos, que es lo mismo que no hacer nada, los que me llaman loco, que ni saben cantar, ni bailar, ni volar ni decir y, según la propia opinión de algunos pájaros vivos, esos que me llaman loco, muertos de envidia y tiesos de cobardía, no son doctores ni personas sino carroñeros disecados."
Un loco, hablando consigo mismo. 

"Soy el Rey porque nací Príncipe." "Soy el Presidente porque tuve la habilidad de comprar mis votos y engañar a mis votantes." "Soy el General porque ordené matar y morir cuando era necesario." "Soy el Líder Espiritual porque el espíritu me designó para hablar en su nombre." "Soy el Espíritu Todopoderoso porque un hombre espabilado comenzó a hablar en mi nombre." "Soy el Jefe porque ordeno y me obedecen. Entre la causa y el acto sé administrar la oportunidad, la incultura, la sutil amenaza y el miedo latente." "Soy el Ministro porque, al ser totalmente ignorante en lo relativo a las tareas del Ministerio, era la persona más imparcial y capacitada para el cargo." "Soy el Portavoz porque nunca me avergüenzo de lo que digo; porque donde dije digo, digo Diego; porque hacer el ridículo no me altera; porque los músculos de mi cara están claramente atrofiados." "Soy el Tesorero Ideal porque no necesito planchas falsas ni falsos hologramas para fabricar dinero; porque conozco el manantial y sus cauces; porque tengo las llaves y las claves y un precioso maletín de piel negra donde guardo mi honestidad." "Soy el Perfecto Conseguidor porque soy muy sociable y poseo una habilidad especial para hacer amigos y poner en contacto a mis amigos con los amigos de otros amigos." "Soy el más rico Banquero porque mi caja fuerte es invulnerable, lugar secreto donde se cierran los negocios más complejos y se guardan, céntimo a céntimo, los miles de millones que proporciona el pequeño timo a gran escala." "Soy el Gran Notario del Reino porque mi firma autentifica al mismo Rey." "Soy el Juez Supremo porque yo descifro la Suprema Ley indescifrable." "Soy el Abogado del Diablo y estoy aquí para representar al Diablo y defender sus intereses." "Soy a la vez el máximo Demócrata y el máximo Dictador; no me confundan con otros; vivimos en un mundo nuevo." "Soy el Terror porque nací aterrorizado, o bien soy el Terror que a ustedes les interesa que sea, el Terror al que compran el petróleo más barato, el Terror que crían en sus criaderos." "Soy el Conserje encargado del protocolo, el que ha dispuesto las sillas, los papeles, los vasos y botellines de agua, los micrófonos y las cámaras ocultas." "Soy el Responsable de la Seguridad: oigo voces reales e irreales, pero no se distinguir cuáles me hablan al oído izquierdo y cuáles al derecho." "Sé que soy Alguien pero no sabría decir quién soy."
Diferentes miembros del Consejo de Gobierno de un país imaginario, 
presentándose a sí mismos en reunión ordinaria.

"Aquí me siento invitado a investigar cómo quedará sepultada debajo de las aguas la mayor parte de la tierra, cuando llegue el día fatal del diluvio. Nada es difícil para la naturaleza, sobre todo cuando se la apresura a destruirse por nuestros actos. Una edad es necesaria para edificar una ciudad: una hora para devastarla. En un momento queda reducido a cenizas un bosque secular. Inmenso cuidado sostiene y preserva todas las cosas que pueden destruirse y caer de un solo golpe. Si inducimos a la naturaleza a romper algunos de sus resortes, esto basta para que todo perezca. Así, pues, cuando llegue esa necesidad de los tiempos, el destino hará surgir muchas causas, no ocurriendo tan grande revolución sin trastorno general del mundo. Etcétera."
Lucio Anneo Séneca, hace 2000 años, anticipando el futuro.

Salvador Alís.

jueves, 23 de junio de 2016

DIBUJITOS

DIBUJITOS

En los 10 años, 5 meses y 3 días que he trabajado en el aeropuerto, esperando aviones que tenían que llegar, y por matar el tiempo y encontrándome solo, he hecho miles de "dibujitos" en cartones grises de formato 14,5 x 21 cm. Nada del otro mundo. Tiempo invertido en cada uno: desde un minuto hasta diez como máximo.
El 99 % de esos "dibujitos" los abandoné a su suerte y se perdieron, fueron modificados, maltratados o alguien se apropió de ellos. Desde hace muy poco tiempo, y no sé por qué razón, en ocasiones los traigo a casa y los meto en una carpeta de cuero ambiciosamente llamada "posteridad".
Abundaron los autorretratos, las máscaras, la calaveras, las caricaturas, los monstruos...
Si los hubiera conservado todos -unos 2000 aproximadamente-, hoy podría componer un patchwork de mí mismo de unos 7,25 metros de anchura por 8,40 metros de altura. Una obra inmensa hecha de retales o fragmentos. Lamento no haberlos guardado, pero no lamento su destino.
Algunos piensan que estoy loco, y, sin embargo, cuando les pido que definan "locura", o bien no saben qué decir, o bien dicen: "lo que tú haces".
Los "dibujitos" que siguen, apresurados y quizá mal ejecutados, no del todo representativos, son una pequeña muestra de esa locura por definir.






















CODORNICES EN ESCABECHE

CODORNICES EN ESCABECHE

Hace un par de días comenzó el verano. "Tus ojos me recuerdan las noches de verano" ¿Qué ojos? ¿Qué verano? ¿Y quién es el que recuerda? Hoy he cenado un par de codornices en escabeche. Los ingredientes: 65 % de codorniz, 16 % de agua, 10 % de vinagre, 5 % de aceite de oliva virgen extra, ajo, sal, pimienta, clavo y laurel. Se advierte en la lata que puede contener perdigones.

No soy cazador, no me gusta matar animales; pero confieso que he tenido tres escopetas y que he matado sin remordimiento. De niño tuve una escopeta de juguete que disparaba tapones de corcho. De adolescente, y prestada durante un verano, tuve una de aire comprimido que disparaba balines de plomo (en realidad, según creo, más que escopeta era un rifle). Y durante años hubo en mi habitación de libros una verdadera escopeta de dos cañones, colgada en la pared, que había pertenecido a mi abuelo. Era larga y pesada, de hierro fundido, con dos percutores paralelos y culata de vieja y lustrada madera sin carcoma. Por supuesto, nunca la cargué con cartuchos, nunca intenté comprobar si funcionaba.

He matado mosquitos y moscas, abejas y avispas, hormigas, arañas, saltamontes, cucarachas, mariposas, gusanos, lagartijas y lagartos, culebras, ranas y sapos, pájaros, langostas, murciélagos, peces, caracoles, ratones, algún gato y al menos un perro, una cabra y tal vez otros seres vivos que no recuerdo.

No soy vegetariano, pero cuando como la carne de algún animal tengo que hacer abstracción del animal, borrar su imagen viva y pensar únicamente en términos de alimento. Me encantan los huevos, su sabor, sus diferentes texturas y preparaciones, y sin embargo me repugna la idea del huevo, aquello que es en esencia, el embrión de lo que está por nacer.

He visto matar a muchos conejos (mi madre lo hacía con frecuencia), yo no he matado a ninguno y, desde hace ya muchos años, me niego a comer carne de conejo. Si tuviera que elegir entre morirme de hambre o comerme a un gato, moriría de hambre. He soñado en ocasiones que mataba a seres humanos; jamás sería capaz del tal hazaña a no ser en defensa propia o por accidente.

Hace poco, dos caballos se escaparon del lugar donde estaban confinados y se adentraron en una carretera mal iluminada, en la noche; los mató inevitablemente un conductor que no pudo frenar ni desviar su vehículo. Al leer la noticia y ver la fotografía de sus cadáveres en la prensa, sentí un estremecimiento. Cada año pongo trampas envenenadas contra las cucarachas en mi casa; no soporto que la invadan. Por contra, si el espacio o las condiciones lo permitieran, no me importaría convivir con un caballo. Sé que mi escala de valores en lo relativo al mundo animal es arbitraria, más así es como lo siento.

Y no diré nada nuevo si digo que antes salvaría a mis gatas de un hipotético incendio o derrumbe de la finca que a cualquiera de mis vecinos. El amor, como el miedo, es irracional y solo obedece a instintos primordiales y en clara oposición a cualquier intento de comprensión intelectual. Antes salvaría a un niño que a un adulto; antes a un pájaro que a su huevo.

Admiro la ovalada forma del huevo, pero odio su significado. Hace años que me harté de las presencias del huevo y su simbología en tres visitas a los "lugares" dalinianos: Figueres, Cadaqués y Portlligat. Un huevo sumergido en vinagre vuelve elástica y maleable su cáscara y consistencia. Un huevo puede presentar un impecable aspecto exterior y estar podrido por dentro. Todo lo nauseabundo de un huevo queda encerrado en su perfección.

Lo que el huevo viene a representar no es tanto la posibilidad de ser algo diferente a un huevo, sino el detenimiento, la frustración de lo que pudo haber sido.

Y ahora, una vez establecidos los enlaces y hechas algunas confidencias, vayamos a lo que importa (que no es otra cosa que la lectura). Del capítulo "De lo que uno representa" (páginas 105 a 123 de La filosofía de A. Schopenhauer, compilada por el Dr. L. Gámbara. F. Granada y C.ª, Editores. c. 1910.), esta breve selección de citas como perdigones:

"Dar demasiado valor á la opinión de los otros, es una superstición universalmente dominante; ora tenga sus raíces en nuestra misma naturaleza, ora haya seguido al nacimiento de la sociedad y de la civilización, es seguro que ejercita en todo caso, en nuestra conducta, una influencia desmedida ú hostil á nuestra felicidad."

"El orgullo más barato es el orgullo nacional. El traiciona á menudo á quien lo tiene. Quien posee méritos personales reconocerá fácilmente los defectos de su nación, porque los tiene siempre á la vista. Pero cualquier miserable imbécil que no tiene en el mundo nada de que pueda enorgullecerse, se da á este último expediente, de mostrarse orgulloso de la nación á que pertenece por efecto del acaso; con esto quiere rehacerse, y, en su gratitud, está pronto á defender con las manos todos los defectos y todas las locuras propias de sus connacionales."

"En verdad, la muchedumbre tiene ojos y oídos, pero nada más; especialmente el entendimiento es muy escaso en ella, y la memoria muy corta."

"Todos los granujas son tan sociables, que dan lástima; en cambio, en esto sólo se ve que un hombre es de cualidad más noble cuando no encuentra ningún placer con los otros, cuando á la sociedad de ellos prefiere siempre la soledad, adquiriendo con la edad la convicción de que, con muy raras excepciones, no hay elección en el mundo entre el aislamiento y la vulgaridad."

"Tomado en su conjunto, el mundo es malo; los salvajes se comen entre sí, y los pueblos civilizados se engañan recíprocamente, y esta es la marcha de las cosas humanas. Los Estados, con sus ingeniosos mecanismos y con sus medios de coacción, ¿qué son sino medidas establecidas para poner un límite á la ilimitada perversión de los hombres? ¿No vemos tal vez en todas las historias, que apenas un rey está sólidamente sentado en el trono y goza su país de alguna prosperidad, se aprovecha de ella para caer con su ejército como una cuadrilla de ladrones sobre el país vecino? Todas las guerras ¿no son, acaso en substancia, actos de latrocinio?"

"Como el papel moneda circula en el mercado en lugar de la plata, así en vez de la estimación y de la amistad genuinas, sólo su apariencia más o menos perfecta y su forma, tienen salida en el mundo. Podría uno, es verdad, preguntarse si hay de veras gente que merezca estimación y amistad. Sea de esto lo que se quiera, tengo más confianza en un buen perro cuando menea la cola, que en todas estas demostraciones y ceremonias."

"Los amigos se dicen sinceros: solamente los enemigos son sinceros; por esto se debería, para aprender á conocerse á sí mismo, aprovecharse de su reprobación como de una medicina amarga."

"¿Son raros los amigos en la necesidad? Al contrario. Apenas se ha hecho amistad con un hombre, he aquí que se encuentra en seguida necesitado, y os pide plata prestada."

"No tener ni amor ni odio es el compendio de una mitad de la más alta sabiduría; no decir palabra y no creer en nada es la otra mitad."

Arthur Schopenhauer (1788-1860) no aplicó -es evidente- la primera mitad de la segunda mitad de sus máximas de alta sabiduría, pues dijo muchas (y muy pensadas) palabras. Es lo que ocurre con ciertos escritores en el acto de escribir: se parecen al calamar que, cuando se ve en peligro, suelta toda su tinta para ocultarse o atacar protegido por esa negra densidad.

Hoy he cenado codornices en escabeche. No tenían ojos (no tenían cabezas); tampoco encontré en ellas perdigones. En el fondo, los ojos y los huevos se parecen, tan bellos en su apariencia, tan secretos en su interior. Y para los que consideren, todavía, que cierto grado de locura es posible, esta última anotación (que no pertence ni al filósofo ni al pintor, por más que pudiera parecerlo):

"El gran huevo del Estado no contiene clara ni yema, sino una mezcla caótica de ojos que se miran unos a otros con recelo y aprensión."

(Al fin y al cabo todo esto nace con las primeras noches de verano, fruto de algunas contemplaciones: los ojos de la noche oscura y clara, las estrellas como brillantes ojos, la música de un viejo poeta en sus versiones, la emoción en las palabras de Machado -tan cercano al cielo y al olvido-, el punto central en que me situan las rectas trayectorias de los ojos de mis gatas, y el recuerdo de tus ojos en el pasado.)

No sé dónde vamos (un ministro y su interlocutor grabados por un ojo anónimo), aunque sé dónde voy. Sin embargo, la revelación aún se hará esperar. Me sostiene la poesía, es decir: la locura. A la hora del entendimiento, tu dificultad no es igual que la mía. Permite que termine con un apunte de Elias Canetti: "Sólo nos podemos sobreponer a la infelicidad mientras sigamos jugando."

Salvador Alís.

 










¿PODEMOS VOTAR A PODEMOS?

¿PODEMOS VOTAR A PODEMOS?

Cuando la memoria es corta, la ignorancia suele ser larga. Si esta noche me implico (cosa no segura de antemano) será para intentar desarrollar algunas intuiciones acerca de la importancia e inmediatez de tomar una decisión que no debería aplazarse.

Durante una vida ya adelantada se van conservando imágenes que, a veces, explican motivos pasados y presentes y aun futuros. A los siete años, vestido de domingo, recuerdo haber sido convocado por las monjas, formado en filas, dotado de una banderita nacional de papel pintado y caña, y desfilado por calles asediadas por el sol hasta la fachada de la Iglesia de San Pedro para agitar esa bandera y rendir homenaje a los nombres de los muertos (franquistas) allí mencionados y, de paso, cantar el himno "Cara al sol", tan ensayado.

Al ser un niño entonces -como a otros les sucede hoy, sean o no sean niños- no era consciente de aquella realidad. La Enciclopedia Álvarez, en sus distintos tomos y grados, hablaba de un Dios Todopoderoso, de un necesario Alzamiento Nacional, de un bienintencionado y salvador Generalísimo, de la obligatoria conveniencia de ser un "niño bueno" (es decir: sumiso, creyente y activo agitador de banderitas).

La imagen pública de Podemos es heterogénea: un tipo con el pelo largo recogido en una coleta que se llama igual que el fundador (nacido 128 años antes) del Partido Socialista Obrero Español; un segundo, doctor y secretario de estrategia y campaña, que se parece tanto al personaje de dibujos animados Milhouse; un científico en silla de ruedas tan delgado y valiente superando sus carencias; una mujer madre que intenta conciliar empeño, sentido común y amamantamiento; un listo asesor con chaleco ensayando trucos para ganar al Gran Casino en su terreno; un juez que renuncia a juzgar; un general de cuatro estrellas convencido, según sus palabras, de que hay y puede haber otras alternativas a la Guerra.

Y así miles de implicados, así millones de reflexivos, impulsivos o hastiados votantes, de anónimos como yo mismo (salvo cuando me desprendo de la primera de mis mil máscaras), que optan por decir "hasta aquí hemos llegados", "ya basta" o "ya es suficiente".

Obligado a dormir vestido, abrazado a mi fúsil y sus cargadores, la noche anterior al triunfo de aquel Felipe González hoy español y colombiano, elegido secretario general en el congreso de Suresnes de 1974, en el cuartel de Cerro Muriano, borracho perdido según la costumbre, pensaba yo en las consecuencias de cualquier guerra posible: muerte, horfandad, destrucción, campos yermos, represión, imposición y tantas otras cosas terribles y, por encima de todo, el miedo.

He sido testigo de ese miedo. Nunca hablo (no escribo) de lo que no he vivido. Vi el miedo en los ojos de mi padre; en los ojos de mi madre vi a dios; y vi la muerte (tan claramente vista que podría describirla en cualquiera de los párrafos siguientes) en la locura de mi abuelo y en la definitiva lasitud de mi abuela. Miedo político, divino, terrenal y existencial. ¡Cuánto amé a mi padre y cuánto eché en falta su amor! ¡Cuánto me saturó el amor de mi madre y cuánto vértigo me produjo!

Cuando el Partido Popular no era todavía el Partido Popular (¡qué nombre tan irónico considerando que hoy en día acusan a sus enemigos de "populistas"!), sino Alianza Polpular; cuando Fraga Iribarne cambiaba sus calzoncillos de Palomares por los tirantes de la Transición; cuando Ciudadanos no era siquiera imaginable y Blas Piñar enseñaba a sus cachorros a usar el bate de béisbol y la Llama de 9 mm; cuando muchos cubanos se adentraban en el mar en precarias naves (dirección Florida) y eran llamados "gusanos"; cuando el departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia era regido sin disimulo por un grupo de profesores marxistas; cuando los libros que importaban no podían exhibirse en los escaparates y eran relegados a la trastienda; cuando el ácido lisérgico todavía podía plantarle cara a la hierba; cuando para escuchar a Paco Ibáñez, a Raimon Pelegero o a Ovidi Montllor había que recurrir a locales insonorizados; cuando algunos curas obreros comenzaban a entrever las ventajas de prescindir de las dádivas y prebendas de su rango, cuando otros curas -garbanzos blancos- colgaron la sotana y apetecieron mostrar su potencia viril a las novias adolescentes de sus acólitos...; cuando todo eso (y más) sucedía o estaba sucediendo, ahí estaba yo tan perplejo como interesado, involucrado, participativo, pensante, sintiente, etcétera.

Cuarenta años después, visto lo visto, el mundo va cambiado a peor. Ahora podría describir la muerte o relatar mis aventuras juveniles. Tanto me da lo uno como lo otro. Quizá unas simples pinceladas claras y unas simples pinceladas oscuras, y el cuadro sería visible. Otra cosa es el marco, parte fundamental de la obra (o no), pues su función es el límite, y esa palabra puede ser negativa en cuanto a su aplicación, un cerco, una frontera, una valla insalvable, un obstáculo.

¿La muerte? Muy fácil: se detiene el corazón o se detiene la voluntad de vivir, o un accidente fortuito sucede y rompe o desvía el camino trazado. Hace tiempo que dejé de subrayar mis lecturas, pero suelo recordar lo que me altera, el clavo que se hunde bajo los golpes de la palabra en mi carne, y cito de memoria dudando  si la cita es correcta: "¿Por qué temes a la muerte si ya sabes que eres mortal?".

En los últimos años, como las setas tras una propicia lluvia, han brotado palabras y conceptos que antes no existían, o se ocultaban, o apenas sobresalían. "Crisis", Amanita Muscaria. "Rescate", Gyromitra Esculenta. "Ajustes", Tricoloma Pardinum. "Recortes", Amanita Phalloides. Y así sucesivamente.

La versión oficial del Partido Popular, respecto a sus aconteceres (aquí algo se ha borrado), y este émulo de John Fitzgerald Kennedy, el que sueña con un país a su medida, limpio, gimnástico, joven, atlético, digno del siglo XXI, un país Rivera.

Corruptos, gilipollas, ignorantes, tentados por la fama y el anzuelo de la entrada al Club del los Grandes Hoteles y Castillos europeos. ¿Cuántos presuntos crímenes sostienen sin pestañear los gonzáles, los guerras, los aznares, los gallegos y las esperanzas? No puedo creer que en junio de 2016 esté pasando lo que pasa. ¿Alguien tiene alguna duda? Si Venezuela ha financiado -no a Podemos, que aún no existía- a Iglesias, a Monedero, a Errejón, ¿cuál es el problema?. El PSOE y el PP se han financiado, siempre e invariablemente, a costa de los pobres y en beneficio de sí mismos y de sus ricos amigos colocados. ¿Y los monarcas? ¿Y los banqueros? ¿Y los ejércitos? ¿Y la policía? ¿Y las grandes empresas? ¿Las religiones? ¿Las mafias ?

En 1975, cuando me infiltré en Fuerza Nueva con el propósito de conocer desde dentro cómo funcionaba un partido de ultraderecha, conseguí dos trofeos: una cinta de música nacionalsocialista y la confesión de un dirigente que afirmaba que las grandes partidas de cocaína no se almacenaban en pisos ni en bares ni en otros lugares previsibles, sino en las cajas de seguridad de la principales entidades bancarias.

He escuchado muchas voces y, en ellas, la mentira es norma general. ¿A quién creer? Ni este país ni este mundo están gobernados por los que aparentan ocuparse del gobierno, ni afectan a las grandes decisiones la oposición ni los postulantes.

No soy original, no soy el primero que toca la campana, no soy el responsable en cuanto a dar la voz de alerta, no señalo un peligro inminente. Repito palabras leídas o escuchadas, que sin embargo deben ser repetidas y citadas de nuevo cuantas veces haga falta. El mundo en que vivimos no nos pertenece. Aquí estamos de paso. Lo heredamos de nuestros antepasados y deberemos dejarlo, en herencia, a nuestros descencientes. Pensemos cómo era el mundo al que vinimos y cómo será el mundo que, más pronto que tarde, tendremos que abandonar. Este nuevo mundo ¿se lo merecen nuestros hijos? ¿Es esto lo que va a constituir nuestro legado? ¿Un mundo enfebrecido, contaminado, infectado, al borde de la agonía física y química? ¿Un mundo delirante, paralelo, robotizado, violento, intransigente, escrutado, enfrentado? ¿Un mundo donde no se colabora sino que se compite? ¿Un mundo donde las ideas son consideradas amenazas, donde el arte tiene sus definiciones establecidas, donde la palabra es un arma potencial, donde el actor es sospechoso por ocultar su identidad, donde el dron ruiseñor será seguido, marcado, controlado y anulado -si fuera necesario- por el dron halcón?

Algunos científicos visionarios postulan que la muerte puede ser aplazaba e incluso negada, que todo es una cuestión de tiempo, que en un abrir y cerrar de ojos (metafórico) se podrá frenar el envejemiento y dilatar nuestro destino. No pongo en duda tales afirmaciones, ya he visto otras cosas imposibles hacerse realidad e incluso superar nuestras más locas proyecciones, pero sé que ese futuro no me alcanza, que si hoy no puedo permitirme el lujo de unos dientes atornillados, menos aún podré compar años de vida cuando mi vida -como mis dientes- se convierta en mera espectadora pasiva de su propio destino y deterioro, espectáculo final de su razón de ser.

Llegados a este punto, es de rigor preguntarse si alguna vez -en el pasado- Felipe González fue un obrero, si lo es ahora Pedro Sánches, si el joven Rivera no ha suscrito ya un plan de pensiones especial que le garantice vivir quinientos años, si el seco Rajoy y el ultraseco Aznar no son ramificaciones del mismo árbol donde anidan los buitres carroñeros. Llegados a este punto, preguntarse si el miedo no debe oponerse al miedo, si el miedo no debe medirse en las fronteras, si Machado, si Hernández, si Lorca, si Celaya... no anticiparon nuestros miedos actuales y nuestros antídotos.

No hay, nunca hubieron dos españas; hay un mapa manipulado y gobiernos en la sombra. Hay -esto es seguro- banqueros que venden su alma a cambio de una ilimitada capacidad de usura; empresarios que ponen en venta su alma a cambio de un poder ilimitado; obispos y cardenales que por su alma se adentran en el fango de los secretos; pistoleros que sin alma empuñan sus pistolas; voceros y portavoces que desprecian su alma confrontada con la fama; abogados, fiscales y jueces que cubren sus almas con togas y papeles escritos con leyes indescifrables; maestros que aplicando fórmulas matemáticas valoran sus almas en monedas y reparten después el coste entre sus alumnos; hombres vestidos de verde, de negro o de azul marino cuyas almas, cristalizadas, portan sobre sus cabezas como elementos rectores; grandes jefes, jefes intermedios, pequeños jefes, aspirantes y becarios, apostadores de sus almas por la falacia de un cargo que suponen o presuponen satisfactorio... Y la serie de desalmados -esto es seguro- podría no tener fin.

A mis sesenta años pido permiso y pido la palabra para sentarme (porque estoy cansado) y conversar con los jóvenes de esta España contradictoria y tambaleante. No temo a los desafíos. No temo a la noche oscura ni al amanecer que pueda cegarme. Pero me niego rotundamente a que una legión de cabrones siga campando a sus anchas, apropiándose de la tierra y del agua y, además, exhibiendo sus cuernos cornudos como si fuesen la ensencial curvatura de la ley. No temo a los cambios. ¿Algo podría ser peor de lo que es? Cuando los cabrones (DLE. 6. Macho de la cabra. 7. Diablo.) entran y salen con tanta facilidad de las cárceles, pagando con el capital robado sus fianzas, algo no concuerda y todo el sistema debe ponerse en entredicho.

"Ábrete Bárcenas" y "Ciérrate Bárcenas" son frases mágicas mediante las cuales los cuarenta ladrones acceden a la cueva del tesoro. Esos cuarenta ladrones tienen frente a sí a otros cuarenta, y estos, a su vez, a otros cuarenta. La cueva no pertenece a nadie y pertenece a todos. No creo haberme explicado como quisiera, por lo tanto no creo haber sido entendido. No importa. El próximo domingo acudiré a la sede del colegio electoral que me corresponda y daré un sí (mis condiciones me las reservo) a la candidatura de Alí Babá.

Un pesimismo casi absoluto me mueve, pero el "casi" importa más que el "pesismismo". A veces imágenes del pasado y del presente me hacen reír a carcajadas: un director de la Guardia Civil a la fuga; un robotizado secretrario general y candidato a la presidencia del gobierno, tal mal programado y tan discordante en sus gestos y palabras; un ex presidente firmando libros que no ha escrito (un reto para el periodismo de investigación: la identidad del "negro" de Aznar), y aquel brillante momento de pies sobre la mesa cuando creía formar parte del triuvirato dominador del mundo; la torpeza de un rey rompiéndose por enésima vez los huesos (de titanio) de su cadera; y ese grupo de importantes bancos y banqueros advirtiendo del peligro de ser gobernados por un partido radical, extremista y antisistema; etcétera, etcétera.

¡¿Bancos alertando que si gobierna Podemos llevarán a la ruina a nuestro país, que nos empobrecerán sin solución, que nos sumirán en profunda crisis?! ¿Nos toman por tontos? Sí, nos toman por tontos. Y yo espero que algunos millones de habitantes de nuestro país, los suficientes, se indignen un poco más con esa burla y actúen en consecuencia. Ante todo confío en los más jóvenes, en los primeros votantes, y en los más ancianos, los que ya han vivido lo exigible para no ser engañados. De mi generación (¿perdida?) la verdad no espero gran cosa.

No he preparado este discurso ni es mi intención convencer a nadie. Yo tengo mis preferencias, como cualquiera, y siento mis rechazos. Hoy, mañana o ayer, miles de chinos matarán y se comerán a miles de perros y gatos; eso genera una gran controversia. Pero hace tres noches, en mi barrio, se produjo a las cuatro de la mañana un sangriento espectáculo: una veintena de chinos se enfentaron con cuchillos de cocina, espadas y katanas en la calle, después de una disputa imposible de resolver generada en una timba ilegal en un garito secreto. El peso específico de la economía china en la economía mundial es innegable. Pero se comen a los perros y a los gatos.

No soy vegetariano. Lo roconozco. Lo admito. Pero, en la medida de lo posible, trato de no comer animales inteligentes. Eso entraña una nueva discusión. ¿En qué consiste la inteligencia? ¿Por qué un perro debe ser considerado más inteligente que un cerdo? Que cada cual encuentre su respuesta (si es que previamente se ha planteado la pregunta?

Si apelo a los más jóvenes para resolver algunas ecuaciones nada claras (y es evidente que aquí el término "ecuaciones" es una metáfora), se debe sin duda a mi voluntad de pagar las deudas contraídas. Por este mundo que os dejo en herencia, os pido perdón. Por este desierto. Por este deshielo. Por esta guerra interminable. Por esta frontera. Por esta bala. Por esta impotencia. Por esta contaminación. Por este día sin flores. Por esta deseperación que reclama a gritos otra esperanza.

Me quedan con suerte diez años, cinco con mala suerte, veinte con mucha suerte. Ningún temblor, por ahora, ningún miedo. La posibilidad (muy remota dadas las circunstancias actuales) de una dictadura de izquierdas no es, no puede ser, sino aliciente. ¿Alguien cree realmente que en esta España del siglo XXI, en esta Europa dirigida por poderes tan totalitarios y tan ocultos, una precaria dictadura de Podemos sería viable?

Dada mi edad, mi memoria y mis conflictos, solo aspiro a ver que algo (con tan poco me contento) cambia y no se parece a lo ya vivido: dios todopoderoso, un caudillo, banderitas de colores y una vida entregada al miedo, al conformismo, a la falsa estabilidad que establece pobreza para el pobre y riqueza para el rico. Dije al comienzo de esta entrada que intentaría desarrollar intuiciones; cierto, pues extenderme en otras consideraciones, aun siendo posible, supondría para mí mucho desgaste y extenuación. Y conste que, si dispusiera de tiempo (¡tiempo!) y energía suficiente, nada me impediría argumentar en beneficio de mi tesis los conceptos de usura y plusvalía, referirme a la esclavitud, a la revolución industrial, a los hiper desarrollados servicios de inteligencia, a los hallazgos de la ciencia ficción aplicados al control político, a la manipulación de imágenes, publicidad, apetencias.

Función principal de las grandes empresas es explotar a los trabajadores, apropiarse de la riqueza que estos generan a cambio de un salario (entendido como regalo y no como atadura). Función de la Iglesia es apaciguar los ánimos y sembar un grave sentimiento de culpabilidad en los creyentes. Función de los ejércitos y fuerzas de seguridad, garantizar el orden establecido. Función de los banqueros, jugar contra todos al estupendo juego del monopoly: con las pequeñas aportaciones de los ingenuos, unos pocos acabarán comprando rascacielos y casinos. Función de algunos pluriempleados voceros diseminar el temor y cuestionar lo incuestionable.

Este mundo que gira en 2016 no es igual al que giraba. La última dictadura histórica (no fantasmática) que sufrió este país fue tan benévola conmigo que apenas me condenó a un día de cárcel por el error cometido. A mi padre le rompió el corazón. A mi madre le provocó un aborto. Una dictadura de cartón piedra, como es sabido, una minucia en comparación con los sistemas más avanzados. A los que señalan peligrosas alternativas (de libertad), y reclaman experiencia, estabilidad y buen gobierno, decirles que su experiencia incrementa cada día un cambio climático (y mental) próximo al desastre, que su estabilidad es en el fondo desequilibrio económico (yo tengo una mansión, a ti te echamos de tu humilde casa), y su buen gobierno consiste en favorecer blancas dentaduras de porcelana (a los privilegiados) frente a los dientes inestables y amarillos (de los desplazados).

Es verdad que no ceso de envejecer, cada noche una noche más, mas conservo por suerte mi buena memoria. Y recuerdo haberme cruzado con tantos hijos de puta (sin menosprecio de sus madres): aquel que gozaba abofeteando a los niños; aquel chivato del régimen; aquel que portaba tan altos cirios en Semana Santa; aquel bendito; aquel toca-campanas; aquel profesor al que le gustaba bailar apretado con sus alumnas; aquel gracioso con la cartera llena de graciosos billetes; aquel constructor que pretendió compar a mi padre (sin conocer a mi padre); aquel competidor ventajoso... Recuerdo y no olvido.

Más de siete millones (o algo así) de españoles votaron a finales del año pasado a sus ladrones, a nuestros ladrones. Pensando que solo unos miles de esos votantes serían beneficiarios del botín, es inevitable concluir que muchos millones son gente aturdida o candorosa. Otros millones votaron a otros ladrones anteriores; aturdidos y candorosos anclados a su pasado. Y otros con un supuesto criterio nuevo (o un criterio falso) se dejaron convencer por el que calcula hasta el milímetro sus comedidos aspavientos.

Quizá tú, lector meticuloso que has llegado a este último párrafo, eches de menos alguna referencia a los "programas" políticos. ¡Cómo no recordar aquí al viejo sabio y denostado Julio Anguita! Pero los programas son lo que son: anticipaciones que nunca pueden cumplirse tal como se establecen. Conoce por ti mismo, busca la información que te ilumine; y recuerda que, en el fondo, toda luz es finalmente intuición. "Tus ojos me recuerdan las noches de verano."  

Si el pájaro que amenaza nuestros campos es Pablo Iglesias, entonces Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Albert Rivera son tres espantapájaros. No sé si el pájaro tan temido será un cuervo, una urraca o un gorrión, pero sé que a estas alturas de mi vida me apetece probar algo nuevo. No soy cazador. Tendré la escopeta preparada.

Salvador Alís.







   





 



  



   



  

    

NUMEROLOGÍA

NUMEROLOGÍA

En mi trabajo no tengo nombre: soy el número 16; y aunque nada me impediría usar un nombre propio, he preferido -dado el contexto- el simbolismo del número. En realidad poseo dos nombres y dos apellidos, que de acuerdo a sus combinaciones ordinarias darían lugar al menos a catorce variantes. No uso, jamás he usado, mi primer nombre (puesto que es sinónimo del segundo y por tanto redundante); mi segundo nombre y primer apellido (a veces seguido del segundo) lo reservo para temas oficiales; mi segundo nombre y mi segundo apellido, para asuntos personales. También empleo, según la situación, dos firmas de distinto trazo, para mí tan válida la una como la otra. El caso es que hoy, a la hora de rellenar los albaranes de conexión y desconexión de los aviones, en las casillas correspondientes a la fecha, hora y firma, en un momento puntual de la tarde, se ha dado la curiosa coincidencia de aparecer esta sucesión de números: 16/6/16-16:16-16.

Corría el año 1976; yo tenía 20 años. Ya para entonces seis casas me habían acogido, incluida la vieja casa familiar, la oscura, la temida, la odiada. Al descubrir la ligereza de los pisos de alquiler, la libertad de ir y venir y cambiar de lugar con las pertenencias justas que pudiera transportar con mis manos, me propuse no comprar jamás una casa. Lo he incumplido. Ya para entonces conocía el amor y el desamor, el primer amor, el gran amor, el gran desaliento y la soledad; me propuse no casarme nunca. Lo he incumplido. Siempre tuve gatos a mi lado a los que servir, querer y adorar; me propuse no tener hijos. Lo he incumplido. De acuerdo a mis creencias anarquistas, que brotaron espontáneamente como una salvaje flor en primavera, me propuse no votar en ninguna elección política. Lo he incumplido. Ateo por convencimiento y confrontación (frente a las monjas, los curas, los beatos meapilas y las obsesiones maternales), me propuse volverle la espalda a dios (a cualquier dios); pero hoy miro a dios de reojo (a no importa qué dios) y no sé si he cumplido o incumplido mi promesa. Después de mi primera redacción escolar, titulada: Por qué soy un Genio (aunque precoz en algunos aspectos -solo tenía diez años- hay que tener en cuenta que aún no había leído a Nietzsche), redacción que mereció elogios de mi maestro y burlas de la práctica totalidad de mis compañeros, me propuse seguir escribiendo, escribir siempre y publicar al menos un libro. Esto sí lo he cumplido. He escrito en exceso y hay un libro con mi nombre (aunque de corta tirada y muy delgado). A los once años hice mi primer dibujo creativo, no una mera copia: un paisaje donde aparecía la Torre del Homenaje del castillo de mi pueblo y, sobre ella, flotando en el cielo, un enorme plátano amarillo con manchas ocres irregulares. Debo decir que siempre destaqué en esta disciplina, tal vez porque en mis genes bailaban influencias de un tío y un tío-abuelo pintores, aunque no siempre haya sido realista y mucho menos comprendido. A los once años, la verdad, en aquella España negra de los sesenta, puedo jurar que no tenía la más remota idea de lo que era o significaba el surrealismo (y tampoco recuerdo, por aquel entonces, haber visto un solo cuadro o grabado de Goya o de Solana). Me propuse pintar mis visiones y obsesiones (de nuevo inducido por mi madre como referente de vida). Esto también lo he cumplido, o creo haberlo cumplido, por mucho que ahora, por falta de espacio, me contente con algún dibujito de vez en cuando. Consecuente con mis convicciones y mis fobias (odio al amo y odio al poder), me propuse no trabajar nunca para nadie; y lo cierto es que logré llegar a los cincuenta sin haber firmado un contrato ni visto una nómina. Sin embargo, al final, igualmente esta proposición fue incumplida. Ante el lejano horizonte y el previsible deterioro del proceso de envejecer, me propuse no vivir más allá del año 2000 -límite suficiente y tan rotundo y simbólico desde mis ojos todavía adolescentes-, aunque dejé para más tarde la cuestión del método a emplear. Lógicamente, también aquí puede hablarse sin paliativos de incumplimiento. O tal vez no; tal vez se trate tan solo de un aplazamiento, de la elección de un método sustentado en la paciencia y la lentitud que ha traspasado su horizonte para avanzar sin duda hacia el número (minuto, hora, día, mes y año) de su cumplimiento.

Sería tan curioso, tan oportuno decir que a los sesenta años se ha vivido en sesenta casas diferentes, que se han tenido sesenta amantes, que se han escrito sesenta libros, que se han cometido sesenta traiciones, pintado sesenta cuadros. Verdades y mentiras son equivalentes y sirven al mismo propósito. Seguro que en mi vida he fabricado más de seis mil máscaras y he leído más de seis mil volúmenes; eso me proporciona cierta inmunidad, me protege y me dota de recursos insospechados. Bajo la cama guardo sesenta armas por si acaso se presenta la ocasión del ataque o la defensa. En tiempos tomé clases de esgrima; conozco el florete y el humilde alambre. No soy quien creo ser ni quien tú crees que soy. El texto que escribo ha tenido seis pausas, seis veces he salido al balcón y he mirado la calle a mis pies; y como cada noche, he visto pasar al fantasma negro de dos metros de altura vestido con túnica blanca, al personaje anódino que prueba o intenta abrir -sin éxito- todas las puertas de los coches aparcados, al viejo (¿cuál será su edad?) que pasea a un perro minúsculo, al borracho que se tambalea zizagueando por la estrecha acera, a la prostituta que se ha despedido (sus razones tendrá) de alguno de los clubes de Joan Bauzà, al chino que le grita a su teléfono móvil iluminado como linterna. Sería tan curioso, tan certero decir que el tema musical que acompaña este texto -las imágenes no importan- ha sido escuchado sesenta veces, que en este desbaratado conjunto de palabras puede haber quizá dieciséis faltas de ortografía, que a las 6:16 (es decir: en breves momentos) amanecerá en la isla otro día solar del mes seis del año 2016 y que la vida sigue viva y que uno sigue vivo -a pesar de todo- y sale al balcón por séptima vez mientras la noche se va. 

Salvador Alís.

DOS NIÑOS

DOS NIÑOS

Esta tarde, en el autobús hacia el aeropuerto, una escena enternecedora y muy gratificante; mientras ha durado, en los cortos quince minutos del trayecto, casi me ha reconciliado con mi viejo enemigo: el ser humano. Dos niños ocupando sus asientos frente a mí, iluminados por el sol, muy parecidos, sin duda hermanos, aunque de diferentes edades; el más pequeño tendría cinco o seis años; el mayor, nueve o diez. Antes de salir de la ciudad, el pequeño no cesaba de mirarme (y yo a él) con cierta curiosidad; supongo que le llamarían la atención mi cabeza sin pelo, mis párpados caídos, mi bigote manchado de blanco, mis orejas puntiagudas; lo que yo miraba intentando "entender" eran los objetos que él portaba en sus manos: un libro de cuentos y un juguete de plástico verde. Los dos vestían pantalones cortos, sandalias, camisetas de colores intensos con dibujos y colores, y pequeñas gorras a juego. El mayor en ningún momento me ha mirado, pendiente de la ventana, las calles, el mar y la carretera. Cuando se han acabado las paradas, cuando el autobús ha entrado en la autovía y el zumbido de su motor se ha vuelto uniforme y monótono, el más pequeño de los niños ha cerrado de pronto los ojos y se ha dormido; durante algunos instantes parecía que luchaba contra el sueño, resbalando del asiento y enderezándose, inclinando la cabeza hacia su hermano y rectificando la posición, relajando las manos y soltando el libro y el juguete y volviendo a sujetarlos. Pero al final el sueño ha ganado la batalla, y entonces -y aquí hace acto de presencia la sorpresa, como una inesperada ola que se levantara sin previo aviso muy cerca de mí y me golpeara con su ligera espuma de sensibilidad- el hermano mayor le ha cogido al pequeño (para evitar que cayeran al suelo) el libro de cuentos y el juguete, los ha colocado entre ellos en lugar seguro; y luego, sin dejar de contemplar el mar, ha cruzado su brazo izquierdo sobre su propio pecho y ha puesto la mano sobre la mejilla del durmiente, a medias para sostenerla y a medias para acariciarla (mientras acercaba la cabecita soñadora -para que encontrara reposo- hacia su hombro). Puesto que el sol era tan intenso, y los azules tan intensos, puesto que la imagen ha sido tan breve y él no me ha mirado, no habrá visto seguramente a los esquivos pececillos que han comenzado a navegar por mis ojos.

Para encabezar el texto he dudado entre varias posibilidades: Dos niños (el elegido), Dos hermanos, Ser niños, Ser como niños, Un cuento, El monstruo verde. Lamento que por culpa de mi poca vista no pueda decir qué tipo de monstruo era el juguete ni cuál el título del libro. Pero me alegro de haber contemplado como regalo ¿inmerecido? la escena; y aún me alegraría más si hubiera podido transmitir a cualquier lector ocasional un mínimo entendimiento de la humilde esencialidad del gesto. Los niños me gustan tanto como los gatos, sí, pero ¡qué pena que a la mayoría de los primeros los malogre el tiempo, en tanto la totalidad de los segundos conserva su belleza y acrecienta su innata independencia y serenidad! Ahora que el niño que fui (y que todavía, a veces, me empeño en ser) comienza a dormirse para entrar en el definitivo sueño del que no se despierta, siento envidia de los niños por su descuento de años, por su edad, por su esperanza de ser lo que deban ser, lo que consigan ser, por el trayecto necesario más que por la meta trazada. Y por las mismas razones me apeno y entro en gran inquietud, porque me parece que el mundo que les espera no es igual al mundo que me esperó; porque mi infancia fue lenta, aislada, propicia a los sueños e íntimamente entrelazada con la naturaleza -como las raíces entre sí hundidas en la tierra-, y la suya la intuyo avasallada por la velocidad, la inmediatez, la sobre-excitación, la hiper-actividad, la absoluta y descontrolada conectividad y la absoluta pesadilla. Y porque concibo el mundo actual como un enorme globo hinchado por aires a diferentes presiones y a punto de estallar. ¿Qué futuro les espera (les hemos preparado) a esos dos niños que, terminadas las vacaciones, se dirigen al aeropuerto para volar hacia nuestro futuro? ¿En qué nos hemos equivocado, en qué hemos fallado? ¿No hemos aprendido nada?

Los veranos que les aguardan no creo que puedan compararse sin menoscabo con mis veranos. El escenario de mis juegos estaba compuesto por el río y las montañas, las frutas silvestres, el agua de los manantiales, las ranas en su charca, los pájaros en su nido, la miel en sus panales; y en septiembre, las tormentas; y al acabar el año, las primeras nieves. Ahora el clima esta cambiando de acuerdo a una lógica terrible de aceleración constante. La información adquiere la capacidad del rayo: suena con mucho estruendo, quema, deslumbra, juega con la luz y la oscuridad, se ramifica en látigos knut de siete colas, no deja lugar al reposo, impide respirar. ¿Acaso no existió Lao-Tse? ¿Gandhi, un olvidado? ¿Ha perdido Buda su eterna sonrisa? ¿Han sido traicionado el Sol, la Ballena, el Águila? ¿Jesucristo por su iglesia? ¿Acaso contempla con agrado Alá bombardeos y decapitaciones? ¿Meditó en vano Marco Aurelio? ¿Pensaron en vano los filósofos y en vano escribieron los poetas? ¿Intuyeron algunos el átomo para nada, el universo para nada? ¿Acaso no existieron  marxistas y capitalistas? ¿No se perdió ninguna guerra? ¿Nadie anunció un fracaso, un destino erróneo, una desviación propicia a multiplicarse...? La historia, al parecer, no ha sido (no está siendo) interpretada como una escalera que se sube peldaño a peldaño para alcanzar una altura confortable, una plataforma elevada desde la que contemplar las injusticias por debajo de las nubes y, más arriba de las nubes, otros peldaños, otros sistemas, estructuras, conceptos, otros colores éticos y estéticos que dieran valor y sentido a la ascensión. Más bien parece -la historia- un abrupto acantilado que impulsa o atrae a las almas al suicidio. Animales solitarios y grupos de animales dan ejemplo en nuestros días de esta desesperación.

El gesto de ese niño que sujeta y acaricia la mejilla de su hermano, hoy en la tarde, en el autobús hacia el aeropuerto, quisiera verlo reflejado, imitado y aumentado en nuestro mundo adulto. Quizá sea mi última esperanza, para bien o para mal, para cumplirse o no cumplirse. Esperanza y al mismo tiempo melancolía, pues recuerdo otros días del pasado, cuando en una pizarra verde yo dibujaba para mi hija un mundo posible donde los animales hablaban, donde los cuentos no tenían nombre pero intentaban tener imaginación y maravilla, donde los monstruos, a pesar de todo, seguían siendo juguetes, no amenazas reales. El niño que fui lo recuerda; la niña que ella fue quizá lo recuerde más adelante. No hay que olvidar, no se puede olvidar. No hay que olvidar nunca ni la protección ni la caricia. Si aún estamos a tiempo, otro mundo es posible. En cuanto a mí, sé que no voy a mejorar, pero podría no empeorar. Y me sumerjo en aguas profundas -¿por qué no hacerlo?- intentando seguir a los pequeños peces que navegaron por mis ojos.

Salvador Alís.

     

DEBATE Y ORACIÓN

DEBATE Y ORACIÓN

 “No hay pensamientos peligrosos; el solo pensamiento por sí mismo es peligroso."
Hannah Arendt.

Algunas mañanas y algunas noches, mientras me preparo la comida y como, enciendo la televisión, ruido de fondo. No soy selectivo, de reojo veo cualquier cosa, dejando que mis pensamientos tomen su propio camino. Por ejemplo, hace unos días vi (o mejor dicho: volví a ver) la película Cuando el destino nos alcance, protagonizada por uno de mis actores favoritos de todos los tiempos: el inconmensurable Charlton Heston (el Judah de Ben-Hur, el Taylor de El planeta de los simios, el Vargas de Sed de mal..., entre tantos otros grandes papeles); ayer vi y escuché, creo que en la primera cadena, a un grupo de músicos llamados Limbotheque, cuya cantante -Carol García- me deslumbró por su interpretación y puesta en escena y, sobre todo, por sus ojos como almendras verdes con un punto de mercurio en su centro; y hoy mismo he contemplado el final del único debate a cuatro donde los aspirantes a presidir el gobierno de España han pretendido transmitir lo mejor de sí mismos.

En una casual comparación de estos ejemplares momentos televisivos, la intencionada coquetería de Carol García (que, por supuesto -para el que quiera o pueda verlo- va más allá de su apariencia y significa otra cosa) gana de lejos como espectáculo. Durante años he tenido en mente una novela (el argumento de una novela que nunca escribiré) cuyo título debía ser Cuando el destino nos alcance. La película de 1973, dirigida por Richard Fleischer, seguramente la vería hace ya cuatro décadas, pero la había olvidado, aunque no su título que quedó en mi subconsciente y ha perdurado hasta hoy. Respecto a los debatientes, que no verdaderos duelistas -al menos en el sentido en que lo fueron Feraud y D´Hubert-, todos pierden pues todos mienten por su cobardía, todos pendientes de su interés, del consejo de asesores, tendencias, encuestas y estrategias para vivir de acuerdo a sus expectativas, aun con deshonor, rehusando a toda costa la posibilidad de una muerte honrosa.

Ver televisión me quema los ojos. Escribir en el ordenador me quema los ojos. Leer a Teresa de Jesús o a María Zambrano me quema los ojos. Yo también los tuve verdes, solo que mi punto de mercurio ya no los hace resplandecer sino que los ha envenenado y consumido hasta casi volverlos ciegos. Calculo y espero que duren todavía lo imprescindible para acabar el libro que tengo entre manos, el que estoy leyendo, el que escribo sin más hilo conductor que mis impulsos, que duren todavía para ver lo invisible, para trascender estos lenguajes tan airados como vanos.

Destaca en los místicos españoles que fueron, ante todo, el lenguaje, la oración. Carol García canta para agradar y conquistar. Los debatientes debaten para engañar (y en ese acto se engañan). En los lujosos apartamentos en alquiler de Cuando el destino nos alcance algunas mujeres, especialmente capacitadas para la función que se concibe, forman parte del mobiliario, son "muebles", objetos incluidos en una oferta de decoración activa (o pasiva).

Se repara en que los cuatro debatientes son hombres -hombres todos ellos que quieren salvar a las mujeres, firmar un Pacto de Estado para acabar con la violencia ejercida contra las mujeres-. Pero las mujeres apenas aparecen en un segundo plano: la rubia de la mano de Pedro Sánchez, la ex de Pablo Iglesias a su espalda, y las consortes ausentes de Mariano Rajoy y Albert Rivera. Se imagina un debate diferente: las mencionadas Teresa de Jesús y María Zambrano, por ejemplo, y Louise Bourgeois y Frida Kahlo. Aquí se tratarían sin duda otros temas: moradas y castillos, métodos y claros en el bosque, celdas y jaulas interiores. El debate actual es lenguaje corruptor y corrompido, palabras que salen de bocas saciadas y vuelven a bocas saciadas; palabras que ni contienen melodía ni encantan, que se hablan a sí mismas, que no se dirigen -como en la oración, el pensamiento o el arte- hacia lo que está sobre ellas o muy por encima de ellas.

Ante este panorama, me quedo con la subyugante teatralidad de Limbotheque (buenos músicos más belleza), y anuncio que aún siendo ateo y no siendo ascético, esta noche, gastaré algunos minutos valiosos del crédito de mi vista leyendo o releyendo dos o tres poemas de la Santa. A la hora de votar no formo parte de los indecisos. Para resolver el problema de mis tendencias anarquistas he tenido que emplear más de dos tercios de mi vida. A estas alturas, prefiero arriesgar, prefiero el sable y la herida, el honor y la metáfora. Ninguna marioneta, muñeco ni actor me pueden ya gobernar.

Salvador Alís.      

LA CONFESIÓN

LA CONFESIÓN

¡Pobres ingenuos los que creen que su realidad es la realidad, no sabiendo distinguir su mano izquierda de su mano derecha, no sabiendo -por pereza- que lo que está fuera de su ser no lo contiene su ser, ignorando y negando que en sus cabezas reducidas los impulsos eléctricos no alcanzan por dejadez a iluminar siquiera un instante, un solo instante que pudiera llamarse conexión!

Mi realidad se compone de pequeños fragmentos de irrealidad, hechos ciertos mas absurdos, hechos que nada tienen que ver con lo que a todas luces es compartido y consensuado como lo existente, lo que tiene lugar y espacio para suceder e impregnar a los ingenuos y otorgarles fundamento y un supuesto sentido.

Cerré la puerta de la habitación de la escritura, hace días la cerré, pues acumulaba polvo, diminutos ácaros monstruosos, y en tales condiciones la estilográfica era incapaz de deslizarse sobre el papel, sacudida en la mano, al final del brazo, cargada con la espesa tinta contenida en mi pecho, por las toses recurrentes y los recurrentes espasmos.

Y no obstante seguí leyendo, forzando la vista con placer y con intenso deslumbramiento. Acabé La última posada y comencé Diario de la galera; interrumpí el Diario y compré Yo, otro. Kertész va deparando sorpresas. Y entremezclé esta Crónica del cambio con las Obras Completas de Santa Teresa de Jesús.

"La confesión es para decir culpas y pecados y no virtudes, ni cosas semejantes de oración, si no fuere con quien se entienda que se puede tratar..."
"No es ninguno tentado más de lo que puede sufrir."
"Morir y padecer han de ser nuestros deseos."
(Teresa de Jesús. op. cit. Aguilar. 1942. Pág.: 639.)

Cuando uno llega a la absoluta convicción de que sólo queda un tema acerca del cual escribir, la gran duda hace acto de presencia y paraliza. Escribir ¿para qué? ¿para quién? ¿por qué motivo y con qué finalidad? Escribir para otros, para ser leído, es vanidad; y uno ya conoce hasta la saciedad todas las preguntas que se formula. Llegados a cierto extremo, uno conoce de antemano las respuestas y solamente se entretiene en elaborar las preguntas correspondientes.

Una escritura enferma, fruto de una mente enferma, de una educación enferma, de una sociedad enferma, de una historia enferma. Y sin embargo: esa escritura como diagnóstico y relato directo de la enfermedad.

Teresa de Jesús sabía sin lugar a dudas cuál era su mal y su bien, cuál su camino y cuál la solución final. ¿Lo supieron los directores de Auschwitz (Höss, Liebehenschel y Baer)? ¿Lo supo Andreas Lubitz, el copiloto del vuelo 9525 de Germanwings? ¿Lo llegó a saber el asesino de la isla de Utoya, Anders Breivik, que -según un testigo presencial- llegó a decir mientas disparaba indiscriminadamente: "debéis morir, debéis morir todos"?

Los mediocres escritores que se ocupan del argumento del desgobierno de este mundo, no de este país, ni de esta civilización, sino del propio mundo entendido como planeta. La corrupción económica, tan citada y aireada que ya produce náuseas -conviene no olvidar que tiene su raíz en la corrupción moral, y que en la corrupción verbal tiene asimismo su espejo.

De vez en cuando (no con la frecuencia que necesitarían) cepillo a mis gatas y les corto las uñas. Hoy he pasado el aspirador por el lomo y los bordes de mis libros. Polvo y ácaros desapareciendo por la boca del tubo de acero que conduce a un depósito secreto. Gatas y libros se quejan pero, en el fondo, lo agradecen. Eliminar pelos muertos y pequeños monstruos comedores de papel, es relativamente fácil. Más complicado será cortar las uñas de los libros, de ciertos libros que poseen garras.

Estoy lleno de arañazos. La piel tatuada por un fino entramado de lecturas; el alma tatuada por una compleja e imborrable escritura que escribe sobre lo escrito y sobre lo escrito vuelve a escribir.

Dice Kertész: "Decir que el mundo no puede entenderse por el mero hecho de ser incomprensible es opinión superficial. No entendemos el mundo porque no es ésa nuestra tarea en el mundo." Entonces ¿cuál es nuestra tarea?

Cuando hago un dibujo a solas, lo que siento se expresa directamente sin otras distorsiones que la superficie, el instrumento, la luz, el tiempo, la posición y la energía. No hay espectadores. No hay influencia. Para el acto de escribir debería uno regirse por las mismas condiciones. No aspiro a tener más lectores que los que tengo: yo y yo mismo. En el momento en que pienso en un tercero ya nada es igual.

Mis tres gatas, mis fieles acompañantes nocturnas, desprecian todo lo que sentimental o intelectualmente voy construyendo a partir de fragmentos irreales. Ignoro si saben leer (aunque sospecho que sí saben); en todo caso se erigen como personajes de la escritura permaneciendo ajenas a la narración. Creo que, en ese aspecto, superan con creces el misticismo de Santa Teresa. Contemplan la escritura pero no se dan por aludidas, no se implican, no opinan, no se dejan impregnar.

Entraña gran responsabilidad escribir para otros, para ser leído por ojos no tan fatigados como los míos. Gran responsabilidad confesar que todo ha sido (y es) un simple juego. Que si he "entendido" a Kertész desde la fiebre, igualmente "entendí" a Kafka desde la fiebre. Que ahora, desde la absoluta convicción del tema único que nos ocupa, me atrevo a afirmar que Santa Teresa de Jesús anticipó a Kafka: "Harto me he divertido, más importa tanto lo que queda dicho, que quien lo entendiere no me culpará."

¡Pobres ingenuos los alienados por el sistema, ese corpus interesado y tergiversador que basa su potencia en el miedo, en la preferencia de lo siempre igual, en la repugnancia a lo diferente, en el rechazo al riesgo y la improvisación! Kertész se atreve a usar el gran estilo de Thomas Bernhard en el segundo intento de La última posada y, a pesar de ello, sigue siendo Kertész. No aclara, porque no desea aclaración, si realmente cree en dios, si el árabe es el enemigo de Europa; no justifica por qué acaba viviendo en Berlín y agradeciendo al pueblo alemán su reconocimiento y fama después de Auschwitz; y se contradice tan a menudo conjugando sus fobias y sus viajes, su cansancio y la aceptación de los requerimientos.

El Diario de la galera pide una lectura reposada. Sin destino no me interesa. Y el lenguaje -considerado como vehículo entre la realidad interior y la realidad exterior- de Santa Teresa de Jesús, intercalado en estos días calurosos de junio, en estos días febriles, estériles, contradictorios, con el lenguaje (traducido) de Kertész, resulta ventajoso y asombroso. No hay nada como leer en la lengua original.

Nada como escribir en la lengua original, no traicionarse, no volverse oscuro para velar las insuficiencias; decir (decirse) claramente lo que se debe escuchar. Sólo hay un tema y un tema solamente hay que merezca el esfuerzo de seguir escribiendo. Pero se debe advertir que ese tema no será del agrado de los temerosos y los alienados por el sistema, de los ingenuos incapaces de discernir su realidad de la realidad.

Hay una puerta alta y estrecha, y tú ocupas tu lugar en la extensa cola. No envidias a los que te preceden; quisieras ser el último, pero eso no es posible. Un día u otro se abrirá la puerta para ti. El lugar a donde vayas es un enigma; el lugar de donde vienes, un enigma. No se conoce el antes ni el después. Se ve la puerta cuando se llega, y eso es todo.

Salvador Alís.