EL PARAÍSO ES LIBRE

EL PARAÍSO ES LIBRE

"El infierno es sentir un espacio. Lo es el cielo.
(...) El paraíso es libre..."

Janos Pilinszky. 

     Hoy he sentido una gran inquietud al imaginar que nunca moriré del todo,
que de alguna forma lo que soy se duplicará en otro ser y otro principio,
que nada de lo que me aturde e incomoda terminará por completo
pues para terminar hace falta un gran olvido y una fuerza de voluntad
que yo tengo ni deseo. Hoy he sentido esta verdad
como el roce de un animal cuya piel fuera de acero inoxidable, 
fragmentos de esta verdad como escamas que se superponen y sujetan
unas a otras, frente al viento que despierta en su nido interior
y no se eleva ni se expande, bajo un cielo azul debilitado.

     Hoy he sentido que estoy solo y más que solo, en medio de la masa
de los que vociferan y se dan la vuelta, a medio camino del verano,
a medio camino del invierno, contando los años ya pasados, despreciando
los por venir, inmóvil en medio de la masa que corre hacia la playa donde
una sombrilla aislada mide la sombra de un círculo negro inhabitable.
Hoy he sentido que la paz será sentida por otro, no por mí,
que yo seré vencido por la vida porque la vida, pese a todo, se impone.

     Hoy he sentido que me falta la lluvia, la hierba verde, los pájaros,
que me falta tiempo, que me sobra espacio.

Salvador Alís.


 
 

LA FLECHA INMÓVIL

LA FLECHA INMÓVIL

     Anteayer Olivia cumplió un año. Mi hija, veintinueve.
(Lo cierto es que ni la hora ni el día que figuran en estos escritos
son reales. Este poema se termina, contra el tiempo,
el 25 de agosto de 2015, a las 6:16 de la mañana.)
No fue mi cumpleaños, pero recordé que cuando mi padre
tenía mi edad
yo estaba esperando cumplir los dieciocho.
Nunca he tenido buena memoria para las fechas,
por saturación de datos históricos, como dardos afilados
mal-clavados en el calendario.
     En esa diana hay un centro, y en ese centro lo que importa.
De esa diana parte una espiral que contiene toda mi vida
y las vidas de quienes existen, para bien o para mal,
vivos o muertos, en el día veintitrés y en el día treintaiuno.
     Fechas mal escritas no significan olvido.
   
     Al cumplir los cincuenta años, dice César Aira:
"Si tuviera que hacer un resumen final, diría que el problema fue éste:
toda mi vida busqué el conocimiento, pero lo busqué fuera del tiempo,
y el tiempo se tomó venganza sucediendo en otra parte."

     En el día en que mi hija descubre el número atómico del cobre,
yo soporto el duodécimo número primo del calor estival,
mi edad corresponde al praseodimio y una mujer, en mis sueños,
vomita carbón.
En realidad ese carbón se llama neocarbón. Y entre tanto,
como si fuese lo más natural,
imagino doblar el tiempo y revivir las Conversaciones.
Imagino a Olivia, a la que no he visto fuera del vientre de su madre,
inducida a reflejar en sus ojos una única velita encendida
y duplicada. Imagino, releyendo mi primera novela
-Alexandra y Yasmín-, todo lo que sucedió entre 1986 y 1993,
años oscuros y luminosos a un tiempo.

     Muchas de esas páginas numeradas serán pasto de las llamas.
Así el fuego devorará fechas y nombres,
vivencias y circunstancias. No hablo mucho de todo ello,
no hablo lo suficiente. Pienso a menudo en quienes pudieran escuchar,
cercanos y lejanos, inevitablemente ya tan escindidos de su juventud.
Pero me acuesto cada noche (cada amanecer, en realidad)
en el silencio de mi lecho, y ocupo el hueco concreto del molde
donde me consumo.

     En estos días de tantas celebraciones y números primos,
sueño con adquirir un nuevo reloj,
pues mi Tissot ya no avanza segundo a segundo y,
aunque su zafiro permanece irrayado,
ya no puedo sumergirme con él, por pérdida de hermetismo,
a la profundidad deseada. Ese nuevo reloj sería un Zeno.

     Que Zeno equivalga a Zenón es un simple accidente.
De Zenón dice Diógenes Laercio que,
al ser detenido por el intento de derrocar a un tirano,
primero citó los nombres de los amigos del tirano como cómplices,
luego le mordió la oreja al tirano y, finalmente,
se cortó su propia lengua con los dientes y se la escupió en la cara
al tirano.

     Que "tirano" sea un adjetivo tantas veces referido al tiempo
es otra razón arbitraria. El tiempo no existe porque el movimiento puro
no existe. Esta es la paradoja de la flecha inmóvil.
La imagen de las saetas del Tissot, de los dardos en la diana.
     Y yo el metal plateado y suave que conforma las saetas.

Salvador Alís.







     

    




     
     


50 SOMBRAS DE AL BAGHDADI

     50 SOMBRAS DE AL BAGHDADI

     Kayla Mueller, originaria de Prescott, Arizona, una joven cooperante y, al parecer, comprometida con la defensa de los derechos humanos, fue secuestrada por el EI en agosto de 2013, al parecer junto a su novio Omar Alkhani.

     Omar Alkhani, de origen sirio, fue librerado poco después, quizá tras unos cuantos golpes y algunas advertencias. A la Mueller la retuvieron un año y medio y luego fue asesinada, al parecer.

     Al parecer, alguien la llevó hasta la casa de Abu Sayyaf -uno de los supuestos miembros de la cúpula del Estado Islámico-, una especie de prostíbulo para jovencitas, preferentemente de la etnia yazidí.

     El Autoproclamado Califa Ibrahim Awwad Ibrahim Ali al-Badri al-Samarrai, lider del EI y más conocido como Abu Bakr al-Baghdadi, se enamoró al parecer de la estadounidense y la visitó y la tomó como "esposa" en repetidas ocasiones.

     Naturalmente, todo esto es un experimento de comunicación. Una joven yazidí que logró escapar en octubre de 2014 contó a las fuerzas especiales de Estados Unidos qué había vivido con la Mueller.

     "Ellos nos dijeron que él la desposó, y todos entendimos lo que eso significa", dijo Carl Mueller, padre de Kayla, a The Associated Press. Su madre, Marsha Mueller, añadió: "Kayla no se casó con ese hombre. El la llevó a su habitación y abusó de ella y ella salió llorando". Los padres fueron informados en detalle de lo que había sufrido su hija. Abu Sayyaf murió en Siria en una operación estadounidense y su esposa, Umm Sayyaf, fue detenida e interrogada por las fuerzas norteamericanas antes de ser entregada a las milicias kurdas de Irak. Umm Sayyaf dijo durante los interrogatorios que Al Baghdadi había "poseído" a Kayla, contaron los Mueller.

    Al Baghdadi, al perecer un demonio, "poseyó" a la joven idealista norteamericana contra su voluntad, forzada y violentada sin miramiento, hasta hacerle mucho daño y que brotasen sus lágrimas, sin que a ella todo esto le causara el más mínimo placer y, al parecer, tanto dolor.

     Su novio no pudo rescatarla. Sus padres comprenden su muerte. El gobierno de EEUU dice que fue torturada, violada y, finalmente y al parecer, asesinada sin piedad.

     Algunas cosas se escapan a nuestra comprensión. ¿Por qué Al-Baghdadi iba a ordenar o permitir la muerte de Kayla cuando la eligió como "esposa" y la visitaba asiduamente?

     Algún misterio se esconde tras la versión oficial, al parecer, como suele ocurrir, porque nada es tan fácil ni tan complejo que se pueda entender o no entender en un momento.

     Al parecer, Kayla Mueller portaba brackets. "El grave problema de la aparatología fija, es su capacidad de producir cortes al besar, morder o lamer, ya que sus paredes frontales poseen poderosos filos."

     Naturalmente, todo esto es un experimento de comunicación. Quizá Kayla no portara brackets, quizá Al-Baghdadi no fuera un demonio, quizá el novio sirio cantó su canción preferida en un improvisado karaoke. Quizá la familia de la Mueller sacó brillo a sus flores de aluminio, durante su cautiverio.

     Me confesó un amigo periodista que una entrevista con Kayla hubiera valido su peso en oro. Para Al-Baghdadi ¿qué valor tuvo realmente el peso de Kayla, qué valor su versión de la historia?

     Al parecer, y siempre al parecer, damos por ciertos los informes de la infamia. La pregunta se impone y es evidente: ¿quién asistió a los encuentros de la Cooperante y el Califa? ¿Quién puede hablar en primera persona y garantizar que su relato se ajusta a la verdad?

     Al parecer todos tratamos de sobrevivir en las arenas movedizas de la opinión, la interpretación, la estrategia y la maledicencia.

     Pobre Kayla Mueller si realmente fue vejada y soliviantada, humillada, seducida, reducida, castigada, usada, si realmente no fue amada y todo consistió en una farsa o, simplemente, en una amenaza urdida para conseguir sus fines y, al parecer, otros fines más allá de los fines relativos al interés del concubinato.

     Del EI, de su puesta en escena, de sus máscaras y decapitaciones, ¿qué sabemos realmente? ¿Cómo comparar elementos incomparables? ¿Un machete-cimitarra frente a Little Boy? Al parecer perdemos de vista las leyes de perspectiva. Al parecer nos dejamos llevar por opiniones contaminadas, por las falsas apariencias, como de costumbre. Al parecer nada ha cambiado o nada cambia con la suficiente contundencia. Al parecer, el arte de los efectos especiales se impone fácilmente.

     Todos con la boca abierta, asintiendo a los humos que descienden y a los temblores de la tierra. Todos con la boca cerrada, mudos ante las palabras y su rastro de ironía.

     Pobre Al-Baghdadi, presentado con cejas negras y barba cerrada, un demonio de lascivia incontrolable más atento a satisfacer su deseo que a comprender los mapas elaborados por satélites y a escuchar los cantos de sirenas de los drones de ojos negros.

     Pobres Alkhani y Sayyaf y Carl y Marsha, actores secundarios en esta tragedia. Pobres los intérpretes y los portavoces. Al parecer nada es lo que parece.

     Naturalmente, pido disculpas al EI, a los padres de Kayla, a sus amigos cooperantes del colt de la pólvora negra del calibre 45, a su novio sirio, a los Servicios Secretos (perdón, pero si son secretos, ¿ante quién debo disculparme?), pido perdón a mis lectores convencionales, me pido perdón a mi mismo, me retiro al desierto, me hundo en desasosiego, me confieso, me absuelvo, me condeno.

     Al-Baghdadi y Kayla Mueller conversan en una habitación entre el horror, bajo el horror, a salvo del horror. Refunfuña en un cierto ángulo de oscuridad un artefacto de chatarra ideológica llamado Enola Gay. Una pequeña (aunque no insignificante) parte del mundo busca lo que no se merece, a costa de merecer la bomba. Al parecer, tras el día llega la noche y tras la noche llega el día.

     Todos mis amigos, al parecer a todos mis amigos les cuesta entender que cuando el cuerpo se entrega, la mente permanece al margen de todo eso. Al parecer la mente verdadera se mantiene al margen.

     Una mujer que sienta como mujer, una Jean Simmons cualquiera, hubiera elaborado -como ella- una estratégica tela de araña donde el agresor quedase atrapado.

     Ya sale el sol y nada queda definido ni aclarado. Naturalmente, todo esto es un experimento de comunicación.

Salvador Alís.


    

    

     

FRENTE AL ESPEJO DE LA CARA OCULTA DE LA LUNA

FRENTE AL ESPEJO DE LA CARA OCULTA DE LA LUNA

     Lo peor de cumplir años no es el hecho mismo de envejecer,
lo que a la postre puede incluso resultar placentero, un merecido descanso
para los sentidos y los sentimientos; lo peor de cumplir años
no estriba solo en los insoportables deterioros de la piel,
en la pérdida de la visión cercana,
en el ir y venir de dolores sin definición; lo peor
de cumplir años no pasa por la consulta del dentista,
siendo el dentista un torturador nato,
ni pasa por las alteraciones cardiacas, el miedo infundado,
los desvelos o la manifiesta incapacidad -por agotamiento- para soñar.

     Lo peor de cumplir años consiste en la revelación de la estupidez
de algunos de nuestros sucesores,
en la vacuidad de sus pensamientos y conversaciones.
Ajenos al mundo que habitan, para muchos no cuentan ni el sol
ni las estrellas; las magnitudes de los viajes espaciales
les resultan inconcebibles;
profundizar en la historia y retroceder en el tiempo
son tareas ingratas e inasumibles; la política, la economía y la sociología,
ciencias herméticas, áridas en segunda acepción; y mejor no hablar
de la poesía, del arte o de la filosofía, conceptos tan extraños
cuando no se presentan asociados a las colas, la comida basura
o el balompié; lo peor de cumplir años es comprobar cómo,
en la deriva humana,
el más idiota congrega a su alrededor a doce apóstoles
y todos juntos avanzan en su idiotez, engreídos, vanidosos,
pagados de sí, cacareando como gallinas orgullosas de sus huevos.

     Lo peor de cumplir años es adquirir conciencia
de una indiscutible soledad
en cuanto hace referencia a la interrelación con humanos; lo mejor,
descubrir que hasta las hormigas de dos milímetros tienen conciencia,
independientemente de si estaban o no incluidas en la lista
de la Declaración de Cambridge de julio de 2012.

     Lo mejor de cumplir años, frente al espejo de la cara oculta de la luna,
es constatar que se ha vivido al revés, que ahora se paga la deuda
del crédito disfrutado en la juventud, larga juventud y espléndido crédito
que aún no se agotan y brillan de vez en cuando.

     Lo mejor de cumplir años, tal vez, sea amar sin duda los extremos,
cuestionando el escaso valor del término medio.
Y mirar a los ojos al tiburón y detener con una mano su avance.
Y decir no, en el momento adecuado, y olvidar ahora y olvidar más tarde.
Y buscar el consuelo en el semblante de aquellos
a los que todavía el tiempo no ha malogrado.

     Lo mejor de cumplir años: el recién adquirido poder
para asumir el propio destino, con desgana de oposición e indiferencia,
y la curiosa habilidad para hipnotizar a los gatos.


Salvador Alís.

    

COLAPSO

COLAPSO

     Algo que estaba presente desde hace años,
pero que nunca se había mostrado y nunca
merecido nuestra atención,
se hace visible una noche cualquiera,
al volver a casa, en forma de grietas:
24,6 centímetros la primera;
28,5 centímetros la segunda;
la tercera no medida, mas enorme;
la cuarta y quinta sobre el tercer escalón.
     La linterna roja ilumina suelos, techos y paredes,
se desliza su luz hasta el cuarto de contadores,
asusta a la esquiva cucaracha y no inmuta
al constante desfile de las hormigas.
     Hace tanto calor y hace tanto
que el ojo no descansa, que las aspas del ventilador
no pueden mover el aire enrarecido e irrespirable
de este verano donde
la gota de agua escapa de los depósitos azules
y la puerta no se cierra y las estrellas fugaces
y las horas perdidas
y la falta de sueño y el corazón del gato
con latidos que duplican los latidos
en tu pecho, sin perdón, con burla y circunstancia,
pompa y colapso, epílogo y final.
     Desde que Lolita rige mi destino
no encuentro página en blanco que discutir;
su blancura natural incluye estratégicas manchas
negras y rubias sobre su cabeza y su cola.
Sé que Lolita vencerá al mejor y más sofisticado
detector de terremotos; sé que si la casa
ha de venirse abajo, ella hundirá sus afiladas uñas
en mi rostro y ambos volaremos
sobre el derrumbe rescatando a Sombra y Nube
y a mi amor si duerme en casa.
     Perderlo todo menos la vida. Perder los cuadros
y los dibujos, los libros, la cabeza del ángel,
la esfera de cristal negro, la caja pintada,
las pequeñas máscaras y las grandes máscaras;
perder a Sezen, el cuerno de toro, la jaula, el hacha;
perder las cien miniaturas de gato, las cien camisas,
los poemas, los diarios, los fragmentos.
¿Para qué vivir entonces?
¿Para que guardar la vida?
     Se vive solamente una vez, entre ecuaciones
sin solución puesto que el acierto y el error
no culminan en experiencia. Se vive a veces
sin miedo y, otras veces, sintiendo
que a 15 metros de altura no se duerme uno seguro
cuando en la base de los pilares
se agitan, ensanchan y crecen, pequeñas serpientes
que se alimentan con el óxido y el cemento.
     Se desploma una casa y el polvo sube y baja
y todo sigue igual. Puesto que somos polvo y epílogo
y burla y pompa y circunstancia y colapso y final.

Salvador Alís.
   
    

     
    
    


martes, 4 de agosto de 2015

LEONES DE PIEDRA



Fotografías de Salvador Alís. Lisboa. 23 de octubre de 2012.

LA MUERTE DEL LEÓN

     LA MUERTE DEL LEÓN

     Los años son cada vez más cortos; el sol está cansado;
la Tierra, alterada; la selva, avergonzada.
     Y cada año muere el penúltimo león, la penúltima posibilidad
de que el león sobreviva al desalmado asesino, al anónimo, implacable,
colectivo y gratuito cazador con rostro humano y ojos desleales.
     Pudiendo ser garantes de la vida, somos el depredador absoluto:
Saturno enloquecido devorando a sus hijos,
Crono devorándose a sí mismo, malos actores en una tragedia
cuyo decorado arde desde el primer acto.
     Cuando el último león haya muerto;
cuando el sol, cuando la Tierra, cuando la selva miren hacia otro lado;
cuando no quede león que matar ni fruto que morder
ni semilla que sembrar; cuando los enjambres de drones prefieran
no ocuparse de la miel y afilar sus aguijones; 
entonces y solo entonces,
el que ahora caza tendrá conciencia de ser
el penúltimo cazador; y verá su arma como arma sin sentido,
y sentirá el claro temblor que antecede a la desaparición.
     Lo que Esopo nos dijo, hace ya más de dos mil quinientos años,
de nada ha servido. Negados Androcles y el león de Androcles,
¿qué nos queda por hacer?
     El último cazador no será humano.  

Salvador Alís.

MATALEONES

     Un grandísimo hijodeputa, y conste que no me refiero a su madre sino a él mismo, dentista de dentadura arrogante y artificial, millonario a fuerza de adentrarse en bocas ajenas, ha matado -culminando su cima de crueldad y su destreza- a un león en Zimbabue, con ballesta y flechas.
     El león herido y muerto, despellejado y decapitado, espíritu, símbolo y leyenda, abrirá la boca en un rugido silencioso y atronador e impondrá justicia donde la justicia haya sido burlada y negada con gran menosprecio de la vida, la belleza y la libertad.
     Mi madre en su su tiempo, y por su educación y sentido práctico, llenaba la casa de cepos y veneno contra los ratones. Pero en cuanto a los gatos, disponía simplemente delante de la puerta botellas de plástico transparente llenas de agua, confiando en que las botellas, como espejos deformantes, repitieran la imagen de los gatos, los asustaran y se fueran.
     Walter Palmer, casa de millón y medio, fortuna de más de cinco millones, alto, serio, frecuentador de gimnasios y en forma, hurgador de caries y olfateador de fetideces bucales, depredador de animales y de mujeres, tan desprendido, tan aventurero, tan valiente que estaba dispuesto a pagar 20, 30, 40 ó 50 mil por abatir a una cabra o a un oso, se pasea por medio mundo derrochando sus dólares, arropado por pistoleros y guardaespaldas, para completar los circuitos de la muerte que, gracias a él, ahora, comenzarán a ser conocidos, como por ejemplo el denominado The Big Five (matar a los cinco grandes de África: un búfalo, un rinoceronte, un elefante, un leopardo y un león).
     Lágrimas en los ojos y furia indescriptible en el corazón. El dentista pretendía repetir la hazaña. El aparente prestigio ganado por el uso de su ballesta frente al habitual empleo de los rifles no significa nada. Para equilibrar la balanza tendría que haberse enfrentado al león solo y desnudo con un machete en las manos, y nunca apoyado por todoterrenos y tiradores de élite.
     Dicen que han puesto precio a su cabeza. Subo la apuesta. Estoy trabajando en mi mejor poema. Se titulará: "La muerte del león." Autógrafo, dedicado y firmado, será entregado a quien demuestre que le ha cortado la cabeza al cerdo dentista que invierte fortunas en la muerte.
     40 ó 50 mil dólares por arrebatarle la vida a un ser vivo que representa como ninguno la magia, la oportunidad y el milagro de la vida. Impresiona tanta ignorancia y capacidad destructiva.
     Por si alguien tiene dudas respecto a lo que quiero decir, a lo que siento, por favor lean el cuento de Rubem Fonseca titulado El cobrador. Después todo será más fácil.
     Dentistas y Reyes se creen dioses capacitados por su dinero o su fama para acabar con la vida cuando acaban con los símbolos vivos de la vida.
     Un gran león y un pequeño gato. Incluso una insignificante hormiga de dos milímetros.
     No se debe matar. No podemos matar. La muerte no es la solución.
     Todo lo que vive ha de vivir.
     El hijodeputa del dentista americano, ¿cómo transportaba sus ballestas de un continente a otro? ¿En el equipaje facturado o en el equipaje de mano? ¿O las compraba en el país de recepción?
     Odio profundamente a los dentistas. Y si a este odio le sumamos el odio a los cazadores, a los mataleones, a los cobardes, a los que prefieren a los perros frente a los gatos, a los partidarios de la represión, el orden, a los que pagan por quitar la vida...
     Mi madre mataba cerdos y pollos y conejos, sin que el pulso le temblara. Las ratas caían en la trampa. Usaba veneno verde, el canto de la mano, el cuchillo grande o el pequeño.
     Al final todo muere. La gran diferencia consiste en saber si tú me matas o yo me muero, si yo te mato y tú te mueres. El espíritu del gran león te ha marcado y jamás lo podrás olvidar.