FRENTE AL ESPEJO DE LA CARA OCULTA DE LA LUNA
Lo peor de cumplir años no es el hecho mismo de envejecer,
lo que a la postre puede incluso resultar placentero, un merecido descanso
para los sentidos y los sentimientos; lo peor de cumplir años
no estriba solo en los insoportables deterioros de la piel,
en la pérdida de la visión cercana,
en el ir y venir de dolores sin definición; lo peor
de cumplir años no pasa por la consulta del dentista,
siendo el dentista un torturador nato,
ni pasa por las alteraciones cardiacas, el miedo infundado,
los desvelos o la manifiesta incapacidad -por agotamiento- para soñar.
Lo peor de cumplir años consiste en la revelación de la estupidez
de algunos de nuestros sucesores,
en la vacuidad de sus pensamientos y conversaciones.
Ajenos al mundo que habitan, para muchos no cuentan ni el sol
ni las estrellas; las magnitudes de los viajes espaciales
les resultan inconcebibles;
profundizar en la historia y retroceder en el tiempo
son tareas ingratas e inasumibles; la política, la economía y la sociología,
ciencias herméticas, áridas en segunda acepción; y mejor no hablar
de la poesía, del arte o de la filosofía, conceptos tan extraños
cuando no se presentan asociados a las colas, la comida basura
o el balompié; lo peor de cumplir años es comprobar cómo,
en la deriva humana,
el más idiota congrega a su alrededor a doce apóstoles
y todos juntos avanzan en su idiotez, engreídos, vanidosos,
pagados de sí, cacareando como gallinas orgullosas de sus huevos.
Lo peor de cumplir años es adquirir conciencia
de una indiscutible soledad
en cuanto hace referencia a la interrelación con humanos; lo mejor,
descubrir que hasta las hormigas de dos milímetros tienen conciencia,
independientemente de si estaban o no incluidas en la lista
de la Declaración de Cambridge de julio de 2012.
Lo mejor de cumplir años, frente al espejo de la cara oculta de la luna,
es constatar que se ha vivido al revés, que ahora se paga la deuda
del crédito disfrutado en la juventud, larga juventud y espléndido crédito
que aún no se agotan y brillan de vez en cuando.
Lo mejor de cumplir años, tal vez, sea amar sin duda los extremos,
cuestionando el escaso valor del término medio.
Y mirar a los ojos al tiburón y detener con una mano su avance.
Y decir no, en el momento adecuado, y olvidar ahora y olvidar más tarde.
Y buscar el consuelo en el semblante de aquellos
a los que todavía el tiempo no ha malogrado.
Lo mejor de cumplir años: el recién adquirido poder
para asumir el propio destino, con desgana de oposición e indiferencia,
y la curiosa habilidad para hipnotizar a los gatos.
Salvador Alís.
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