sábado, 31 de agosto de 2013

SYRIAN ATTACK 2




     Lo cierto es que Estados Unidos ejerce (o pretende ejercer) un control totalitario sobre el resto del mundo. Y que su política internacional es representativa de una dictadura planetaria. Decir que tal o cual país está sometido a una dictadura -lo contrario de una democracia- es cuanto menos una ignorante o interesada simplificación. Porque, en esencia, todos los gobiernos son iguales, todos son dictaduras: algunas sin disfraces y otras convenientemente maquilladas. Las apariencias cuentan, y mucho, y de la manipulación de las apariencias y del uso de efectos especiales nuestro amigo americano sabe todo lo que hay que saber, desde escenificar un alunizaje hasta convencer a la mayoría de que las Torres Gemelas fueron derribadas por aviones pilotados por terroristas.
     Un buen amigo mío sostiene la teoría de que en España vivimos bajo una dictadura, una dictadura que se renueva cada cuatro años, pero una dictadura al fin y al cabo. Porque ¿qué otro nombre merece un gobierno de mayoría absoluta, en manos de un partido político sospechoso de corrupción, que veta cualquier alternativa de la(s) oposición(es), que no hace ningún caso de las protestas o demandas de los ciudadanos, que incumple prácticamente todo su programa electoral, y que acata órdenes y consignas exteriores (de Alemania, el FMI, los mercados, etc.) ignorando la realidad del propio país? Lo que ocurre hoy en España lo podemos hacer extensivo al conjunto de países denominados "libres". De una u otra manera, las democracias nunca son verdaderamente sistemas políticos donde los pueblos soberanos se gobiernan a sí mismos a traves de sus representantes electos. No nos engañemos. El poder político se compra con poder político, con dinero, con el control de los medios de comunicación, con el miedo, con el adoctrinamiento y embrutecimiento de las poblaciones, y con otras muchas artimañas que sería largo detallar aquí. Hay dictaduras y dictaduras, por supuesto. Dictaduras que no esconden serlo y otras que no lo parecen. Pero en el fondo quién manda en el mundo y quien dicta las directrices de todas las políticas es el dinero, los grandes negocios y las élites económicas.
     La guerra, qué duda cabe, es uno de esos grandes negocios: la fabricación y compraventa de armamento y, sobre todo, el uso que de él se hace. La posesión de un buen arsenal otorga poder, influencia, atemoriza al enemigo, permite acabar con rebeldes de cualquier clase, traspasar fronteras, invadir territorios, conquistar. Y todos sabemos en manos de qué paises están las armas más terribles y sofisticadas. Y cuando estalla una guerra en un país pobre, donde por ejemplo faltan productos básicos como educación, medicina y alimentos, sin embargo sobran las armas (suministradas a uno y otro bando, precisamente, por aquellas potencias que se llaman a sí mismas democráticas y que afirman defender la paz mundial). Rusia o China le venden a una parte y EEUU, Reino Unido, Francia (o incluso España) le venden al otro bando. Y que se maten entre ellos hasta que alguien decida intervenir.
     Las armas están para usarlas, la munición ante todo. Los arsenales tienen que destruirse progresivamente para poder sustituirlos por otros más grandes, más potentes, más innovadores, para poder -como ocurre con cualquier otro producto del mercado- alimentar la rueda capitalista de la fabricación y el consumo. Lo malo es que la destrucción del material existente implica la destrucción de pueblos, ciudades, naciones enteras y sus habitantes. ¿Alguien se ha parado a pensar en lo que cuestan los destructores, submarinos nucleares, portaaviones, helicópteros y cazas que están tomando posiciones en el mediterraneo? ¿Lo que cuesta un simple misil scud o patriot? ¿La cantidad de escuelas, hospitales, programas de alimentación e infraestructuras diversas que podrían obtenerse a cambio?
     Si una pequeña parte del coste y esfuerzo bélico se invirtiera en el diálogo, en la consecución de la paz, ¿qué frutos daría? Resulta difícil de digerir que ya en pleno siglo XXI el mundo sea incapaz de vivir en armonía, justicia y libertad. ¿Dónde está el humanismo, la inteligencia, la ética y todos los valores que se suponen deberían caracterizarnos como especie evolucionada? ¿Se sabe poner un robot en Marte o levantar un rascacielos de mil metros y no se sabe impedir que muchas personas mueran de hambre o sean desplazadas o masacradas?
     (continuará...)

viernes, 30 de agosto de 2013

SYRIAN ATTACK 1




    
     Al parecer Estados Unidos, representado por su presidente Barack Obama, está valorando una acción militar contundente contra Siria, sin esperar al informe de los inspectores de la ONU, ni el aval de esta organización y, ni siquiera, el acuerdo de sus aliados europeos. El objetivo -se nos dice- no sería ni forzar  un cambio de régimen en Siria ni intervenir con tropas en el terreno; de lo que se trata simplemente es de infligir un castigo, una seria advertencia, o incluso defender los intereses de EEUU y sus aliados en la región. Para ello han pensado lanzar durante sólamente un par de días varias tandas de misiles desde los destructores o submarinos que han situado en el Mediterráneo y Mar Rojo o acaso desde las bases terrestres que controlan en diferentes países de la zona. Letales y precisos misiles patriotas y bombardeos selectivos utilizando supercazas F-16 y alguna que otra sorpresa. Es decir: que un país, el gobierno de un país o el gobierno en la sombra del gobierno de un país, puede decidir convertirse en fiscal, juez y verdugo de otro país. Nosotros te acusamos, te juzgamos, te condenamos y ejecutamos la sentencia. Y todo ello en un juicio sumarísimo sin investigación previa, derecho a la defensa, a intervención de testigos, a presentación de pruebas, a escuchar a las partes y a que un tribunal imparcial se prenuncie al respecto.
     ¡No se puede consentir el uso de armamento químico! vociferan los representantes de un país que a lo largo de su breve historia ha usado -presumiblemente- gas mostaza en Irak y -sin ninguna duda- napalm en Vietnam y bombas atómicas en Japón; un país que usa drones para asesinar impunemente, que vende armas a medio mundo, que financia grupos opositores, que infiltra agentes de la CIA, adiestradores, mercenarios, que propicia revoluciones, golpes de estado y guerras a su antojo y según sus intereses estratégicos; un país que espía y controla a otros muchos países y a millones de personas; un país que, en gran parte, ha exterminado y después recluido en reservas a los sobrevientes indios de la población original y que -de nuevo presumiblemente- ha esterilizado a un importante número de mujeres indígenas en Latinoamérica; un país que ha experimentado con los efectos de la radioactividad en conejillos de indias negros o latinos en sus propios hospitales, etc., etc.
     Estados Unidos se permite calificar a otros regímenes de totalitarios o dictatoriales, obviando la patraña de su ejemplar democracia.
     (continuará...)

    

jueves, 29 de agosto de 2013

ARTE ENCONTRADO 5 PALMA








Fotografías de Salvador Alís. 9-07-13. Palma. Diversos autores. Galerías de arte y graffiti en la calle.

miércoles, 28 de agosto de 2013

ESQUIZOFENIA 2



"(el esquizofrénico) Puebla su mundo secreto de partes de sí mismo, partes temidas, amadas u odiadas. Es él el que produce involuntariamente ese drama interior tan espantoso que difícilmente nos lo puede comunicar de una manera normal. Su confusión mental impide que él y nosotros lleguemos a comprender lo que se está gestando en su interior. Se ha dicho alguna vez que existe un muro de cristal entre nosotros y el esquizofrénico. Así puede parecer, visto desde la parte no psicótica de la barrera. Desde su lado, no existe tal barrera. No existe ninguna frontera. Nuestra propia identidad del ego se confirma por nuestras relaciones con personas normales, pero para el esquizofrénico se pierden tanto la barrera como la sensación de la propia identidad. No puede expresar o comprender sus experiencias, puesto que no puede distinguirse a sí mismo del mundo."
     Andrew Crowcroft

Evru
Pintura de Zush, alias Evru, alias Albert Porta.



martes, 27 de agosto de 2013

ESQUIZOFRENIA 1

  




"Si se comparan los criterios formales de los dibujos de los esquizofrénicos con los trabajos de artistas modernos, no surge ninguna escala segura de valores para una distinción principal entre lo patológico y lo no patológico: así no lo son ni la deformación, ni la no existencia de sombras, ni la carencia de perspectivas, ni el empleo de materias heterogéneas, etc." 
     Joachim Dehne


Pintura de Evru, alias Zush, alias Albert Porta.



    
    



    
    

lunes, 26 de agosto de 2013

MOHSEN NAMJOO

Un par de temas del iraní Mohsen Namjoo, porque la música es otra forma de comprensión:

"Dokhtarane Farari"


"Alaki"


MAHMUD AHMADINEYAD

Después de 8 años en el poder, Mahmud Ahmadineyad fue sustituido en la Presidencia de la República Islámica de Irán a principios de agosto de 2013. Al margén de otras consideraciones sobre su influencia, decisiones políticas, ideario y biografía, el video que se puede ver a continuación plantea algunos interrogantes dignos de consideración. Además de las palabras, vale la pena fijarse en la confrontación de miradas y expresiones faciales de los interlocutores.


LECTURAS DE VERANO

     Durante la última noche hubo grandes truenos y relámpagos sobre la isla y llovió en abundancia y con estrépito. Los destellos en el cielo parecían anunciar el final del verano. Pero sólo es agosto que se acaba. Todavía en septiembre es previsible que haga calor y el sol brille con cierta intensidad.
     Tres días restan para que yo finalice mis vacaciones. Y aún me quedan libros por leer. Lo cierto es que leo durante todo el año, aunque debido a imperativos derivados de mi escasa disponibilidad de tiempo libre, mis lecturas se limitan a fragmentos. Y únicamente en vacaciones puedo abordar con tranquilidad algunos libros completos, y consumirlos de principio a final en un plazo razonable.
     Es lugar común asociar el verano y las vacaciones a una época de ocio y relajación, época propicia, entre otras actividades, a la lectura pausada y al goce sin implicaciones. De ahí que las fantasías, la realidad manipulada, las historias y vidas que suplantan a nuestras vidas y los best-sellers en particular tengan el éxito que tienen. La norma general es evadirse. La incómoda pregunta es: ¿evadirse de qué?
     Si uno tiene una falsa existencia, y pretende escapar momentáneamente de ella sumergiéndose en otra falsa -y ajena- existencia, ¿qué consigue? Pero no leamos libros donde se formulan preguntas, no, pues lo que se busca son páginas que den respuestas.
     A las doce del mediodía, en una playa arenosa y grasienta, bajo un sol inclemente, oliendo el salado perfume de las algas, lo que todos quisiéramos saber es por qué el zombi todavía es capaz de enamorarse, por qué el asesino es malvado, por qué hay un plan universal y atemporal para oscurecer el mundo, por qué las pirámides de la Antártida son tumbas de extraterrestes..., y cosas semejantes.
     No me siento decepcionado ni creo decepcionar a nadie si digo que mis lecturas de los últimos quince días no me han resuelto ninguna duda. ¡Allá cada cual con sus preferencias! Ni he pisado la playa, ni el hotelito rural, ni me he tumbado en una hamaca. Y en abundancia, y no resueltas, muchas preguntas.
     Podría copiar aquí una lista de mis lecturas de verano, creíbles o increíbles, pero por economía me limitaré a un par de títulos (los más recientes) y un par de citas. Durante cálidas noches, y con el ventilador encendido, un pequeño viento domesticado ha pasado las hojas por mí.

De W. G. Sebald, Sobre la historia natural de la destrucción, Anagrama, 2003.:

"Es difícil hacerse hoy una idea medianamente adecuada de las dimensiones que alcanzó la destrucción de las ciudades alemanas en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, y más difícil aún reflexionar sobre los horrores que acompañaron a esa devastación. Es verdad que de los Strategic Bombing Surveys de los Aliados, de las encuestas de la Oficina Federal de Estadística y de otras fuentes oficiales se desprende que sólo la Royal Air Force arrojó un millón de toneladas de bombas sobre el territorio enemigo, que de las 131 ciudades atacadas, en parte sólo una vez y en parte repetidas veces, algunas quedaron casi totalmente arrasadas, que unos 600.000 civiles fueron víctimas de la guerra aérea en Alemania, que tres millones y medio de viviendas fueron destruidas, que al terminar la guerra había siete millones y medio de personas sin hogar, que a cada habitante de Colonia le correspondieron 31,4 metros cúbicos de escombros, y a cada uno de Dresde 42,8..., pero qué significaba realmente todo ello no lo sabemos."

De Wislawa Szymborska, Paisaje con grano de arena, Lumen, 2011.:

FIN Y PRINCIPIO

"Después de cada guerra
alguien tiene que hacer la limpieza.
Un mínimo orden
no se hará solo.

Alguien tiene que apartar los escombros
de los caminos
para que puedan pasar
carros llenos de cadáveres.

Alguien tiene que hundirse
en el fango y en la ceniza,
en los muelles de los sofás,
en las esquirlas de vidrio
y en los trapos ensangrentados.

Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar la pared,
alguien debe poner cristales en las ventanas
y colocar la puerta en los goznes.

Es una labor nada fotogénica
y requiere años.
Las cámaras ya se han ido
a otra guerra.

Otra vez puentes,
de nuevo estaciones.
Las mangas se deshilacharán
a fuerza de arremangarse.

Alguien, escoba en mano,
recuerda aún cómo era todo.
Alguien escucha
y asiente con la cabeza que no le arrancaron.
Pero pronto, muy cerca,
empiezan a pulular
quienes lo encuentran aburrido.

Alguien todavía a veces
de debajo de una mata desentierra
argumentos oxidados
y los arroja al montón de desechos.

Quienes saben
la trama de la historia
tienen que ceder
a quienes apenas la conocen.
Y menos que apenas.
E incluso casi nada.

En la hierba que ha crecido
sobre causas y efectos
alguien debe tumbarse
con una espiga entre los dientes
para contemplar las nubes."

     Durante la última noche, Lolita, Nube y Sombra pasaron mucho miedo. La luna ausente, una lluvia enfurecida y grises nubarrones estallando en el cielo. Y sin embargo, agosto no ha terminado. Persiste el calor y el verano y, para muchos, todavía, las vacaciones.
     Es la época de las desconexiones, una cerveza helada, una brillante copa de vino blanco en la terraza frente al mar, una siesta entre los pinos que no arden, a resguardo del enjambre de abejas laboriosas, y de vez en cuando un periódico, pasando las páginas con desgana.
     En Irak vuelan por los aires, en Egipto nadie visita la Gran Esfinge, en Cisjordania se interrumpe el diálogo para la paz, algunos en Occidente defienden que es legítimo intervenir militarmente en Siria, incluso sin el respaldo de Naciones Unidas, Irán advierte que no se cruce la "línea roja", Moscú toma posiciones..., ¿qué hace esta espiga entre los dientes?





    

domingo, 25 de agosto de 2013

NAGUIB MAHFUZ



FRAGMENTOS DE EL DÍA EN QUE ASESINARON AL LIDER. NAGUIB MAHFUZ.

"Ésta es una época de aguante y paciencia; la época del fuego y de las fieras, en la que ninguna brisa refresca el corazón..."

"Esta  época me ha enseñado a pensar; y también a darle poca importancia a las cosas y a dudar de todo. Cuando por casualidad leo algún proyecto de los que hacen recuperar las esperanzas, rápidamente los comentarios muestran la desnuda realidad: no ha sido más que el fruto de un juego sucio."

"¿Vas a meter en la cárcel a todos los egipcios, ya sean musulmanes, coptos, afiliados a partidos políticos  e intelectuales para no dejar libres más que a los oportunistas?"

"¿Por qué vuelves a representar esa antigua pieza teatral del repertorio trágico de Egipto?"

"Como quiera que sea el futuro, no será peor que el presente. Hasta la anarquía es preferible a la desesperación y la lucha contra los fantasmas mejor que el miedo."

"-Tal vez sea el presagio de un renacer -respondí con esperanza.
-O de una nueva muerte -repuso con ironía.
-Hablemos de vida, no de muerte -manifesté con ardor.
-La muerte también es vida -replicó con agudeza."

sábado, 24 de agosto de 2013

C´EST LA VIE


Despina Vandi - "C´est la vie"


Chuck Berry - "C´est la vie"

TONY CRAGG







Fotografías de Salvador Alís. Palma. 24 de agosto de 2013.

Hoy en la tarde visitamos una exposición de esculturas.
Tony Cragg en el Palacio de la Lonja de Palma.
Formas orgánicas y metálicas frente a las palmeras.
Un león de piedra.
Un gusano amarillo.
Un alfabeto.
Figuras desfiguradas. Distorsiones. Alteraciones.
Mi ojo derecho cae, se desliza por la cara.
El párpado inferior ya no se aguanta.

viernes, 23 de agosto de 2013

FALLING IN LOVE AGAIN

     Una de esas potentes canciones clásicas que ha conocido multitud de versiones y que nunca queda atrás. Originalmente compuesta (música y letra) por Friedrich Holländer (compositor alemán de ascendencia judía, nacido en Londres en 1896 y muerto en Munich en 1976 -después de emigrar a Estados Unidos y cambiar su nombre por el de Frederick Hollaender), se titulaba "Ich bin von Kopf bis FuB auf eingestellt" (algo así como "Yo estoy de la cabeza a los pies listo para el amor"). La popularizó, al cantarla por primera vez, Marlene Dietrich en 1930, en la película El ángel azul de Josef von Sternberg. La letra en inglés -con menor contenido erótico que la alemana- fue obra de Sammy Lerner, con el título Falling in Love Again (Can´t Help It). Y la han interpretado, entre otros: Billie Holiday, Bryan Ferry, Doris Day, Klaus Nomi, Marianne Faithfull, Nina Simone, Patricia Kaas, The Beatles, Ute Lemper, etcétera.

     Una versión que me gusta especialmente es la de Christina Aguilera, artista que -como me pasa con otras famosas made in usa- me interesa más bien poco, aunque este tema en su voz me parece muy digno de tener en cuenta. De nuevo recomiendo, para disfrutarlo de verdad, el máximo volúmen.




     Y una rareza, también muy especial: la versión de William S. Burroughs, escritor estadounidense (1914 - 1997), homosexual, autodestructivo, fanático de las armas y adicto al alcohol, la heroína y otras drogas. Debido a su amistad con Kerouac y Ginsberg, se le incluyó en un principio en la Generación Beat y la Contracultura, pero con obras posteriores se alejó de estos movimientos. A pesar de su tendencia sexual, se casó y fue padre, aunque a su mujer la mató de un disparo en México, un día en que estando ambos borrachos quisieron reproducir la mítica escena de Guillermo Tell disparando una flecha a la manzana sobre la cabeza de su hijo. Crítico con la sociedad de su época y también renovador del lenguaje, creía que éste (con sus estrictas reglas gramaticales y sintácticas) era una especie de virus que había parasitado las mentes, sin que la humanidad infectada fuera consciente de ello. De ahí que su idea de revolución evolucionara desde lo social y lo político hasta lo mental, destruyendo el lenguaje convencional (desde el uso del collage literario hasta la violación de normas de escritura o, incluso, haciendo que sus personajes -humanos, extraterrestes o demonios- lucharan con intensidad a favor o en contra del virus). Algunas de sus obras son Yonqui, El almuerzo desnudo, Ciudades de la noche roja, Las últimas palabras de Dutch Schultz y El metro blanco (al menos las que yo he leído). A los 77 años (en 1990) se le ocurrió ponerse a cantar Falling in Love Again. Este es el resultado:



CUMPLEAÑOS


Fotografías de Salvador Alís. Mallorca. 1989.


JUGUETES DE AYER Y DE HOY

Nada tuvo que ver que nacieras bajo el agua,
que tu nombre fuese un río navegable,
que tu risa contagiara al oso panda,
al caballo de madera, a la ardilla, a la pantera.

En los campos de pizarra de tus sueños
cobraban vida otras vidas imaginarias,
y en la selva cuadrada de la mesita de noche
se miraban a los ojos los leones y las cebras.

Nada tuvo que ver la manzana del verano,
ni tus manos abiertas, ni el círculo de tiza.

Cartulinas en el suelo, pies descalzos,
y en las pinturas: senderos, huellas felinas,
monstruos inocentes, estrellas, autorretratos.

Nada tuvo que ver el trayecto hasta la escuela,
las piedras mojadas, el amanecer en un barco,
los viajes reales, los imaginarios.

En la página en blanco que tú encontraste
y en la página en blanco que yo perdí
estaba escrito: juguetes de ayer y de hoy.

Cada palabra y cada línea coincidentes,
como si el juego fuera el mismo,
los jugadores distintos y el tiempo no contara,
suspendido por amor y reglas sin condiciones.

Nada tuvo que ver la primera fotografía
ni la última por ahora, ni las que vendrán vestidas
de pálidos azules y de sutil horizonte.

Sé que tus dedos de colores las teñirán,
al rozarlas, de otra vida más amable y verdadera.

Sé que los años se diluyen en los años, y espero
que la memoria no los agite sin matizarlos.

Más fácil la caricia que la escritura,
más fácil el abrazo, la mirada, la caja de música.

Letras que en la noche quieren jugar contigo
porque la niña ya es mujer
y el que escribe quiere ser niño.

Nada tuvo que ver la cereza encarnada
ni las playas al atardecer,
la bicicleta de tres ruedas, las hojas verdes,
la figura ausente, la pequeña máscara.

Nada tuvo que ver el rey de los gatos
adormecido en tu regazo,
la pasta de papel, los sonidos de una flauta,
el taekwondo, los castillos, el pequeño hámster.

El alocado vuelo de un pájaro
te iluminó la cara sobre iluminada.
Tú y yo sabemos de qué se habla.

Hablamos sin mentir e inventamos las palabras.

Vida por vida, alma por alma.

Nada tuvo que ver la sangre ni la escarcha.

Naciste bajo el agua y yo ¿dónde estaba?

Detrás de tu columpio, los ojos cerrados,
concentrado en el oscuro vaivén de mi destino,
en el tuyo, tan claro y aún furtivo
y sabiendo, tal vez, lo que ahora sé,
lo que sí tuvo que ver y no será nombrado.

Naciste bajo el agua, sí, ¿pero quién te nació,
quién quiso que fueras su vida y su marea?

¿Quién te nombro como un río?
¿Quién en la mañana peinó tus cabellos dorados?
¿Quién ha vivido por ti y por mí, quién,
con la determinación de la becasina en alto vuelo
que sobre el mar no puede detenerse,
todavía nos protege entre sus alas?

Cuando la casa esté vacía y en las estancias
me busques, veinte años más tarde
o siete años apenas, que no te sorprendan
los juguetes de entonces, eso cuenta y no cuenta,
el muñeco roto y el papel pisado.

Tras una ventana que sólo tú podrás abrir,
ella coserá tus vestidos y yo
dibujaré un gato gordo tendido a tus pies.

Bien poco es lo que cuenta. Lo demás, ya lo sabes.
El truco del mago no ha sido descubierto.

Hoy es tu cumpleaños.

Veintisiete veces te quiero.


Salvador Alís (Para mi hija. 22 y 23 de agosto de 2013.)



Fotografías de Salvador Alís. Mallorca. 1989.

DETRÁS DE LA MÁSCARA




Fotografía de Anduin Guy. Palma. Febrero de 2001.



Uno nunca sabe quién es. Son los demás los que le dicen a uno quién y qué es. Y como esto uno lo oye millones de veces en su vida, por poco que ésta sea larga, acaba por no saber en absoluto quién es. Todos dicen algo distinto. Incluso uno mismo está siempre cambiando de parecer.”
(Thomas Bernhard)

En mis muchos años de oficio he tenido clientes fáciles y difíciles, más de los segundos que de los primeros porque, en general, la gente no sabe lo que quiere y, si cree saberlo, en realidad no lo sabe, dándose cuenta de ello, de esa ignorancia oculta tras una falsa consciencia de saber, a poco que se le haga alguna pregunta o se le exija determinada precisión acerca de sus equivocadas o superficiales creencias. Basta con insinuar una contradicción, poner a su alcance una duda, ¿está seguro de que eso es lo que quiere?, y cualquier persona puede venirse abajo, comenzar a dudar verdaderamente, sin importar cuánto sabía ni la seguridad con que contaba para hacer su encargo. Vienen a mí, la mayoría, con una idea simple, un esbozo de su deseo de convertirse en otros, convencidos de que yo sabré interpretar esa simplicidad, a menudo una sola imagen y a menudo una imagen borrosa, y dotarla de la complejidad necesaria para adecuarla a su función. Las palabras mágicas son “quiero ser”, “quiero ser esto o aquello”, no “me gustaría parecer” sino “quiero ser”. Todo el mundo quiere ser lo que no es, el mero parecido no es suficiente, la esencia es lo que se persigue. Como si yo fuera un genio capacitado para conceder todo deseo y toda apetencia por muy extravagantes que se supongan. A estas alturas ya habrán adivinado que soy un fabricante de máscaras, un sencillo artesano cuya especialidad es el engaño, la burla, la estafa. Casi nadie ve en mí al filósofo, prueba de la maestría alcanzada en mi trabajo, en especial en lo que refiere a las circunstancias de mi propio enmascaramiento. La máscara se da en todo tiempo y en todo lugar, y con más intensidad en el mundo moderno, como intuía Schopenhauer. Y no es tan sólo un atributo humano. Difícilmente puede responderse a la pregunta ¿qué es una máscara? considerando únicamente los aspectos físicos, materiales o corporales, relativos al hecho de enmascararse. La máscara no es un objeto que se coloca por algún motivo delante del rostro. Es claro que afirmar tal cosa sería una práctica simplificación, pero no es el caso. En realidad máscara es “algo” externo al yo en cuanto apropiación y peculiar en cuanto emanación (un objeto, idea, procedimiento, gesto, actitud...), que se superpone o recubre al ser para transformar su apariencia (que, a su vez, puede ser ella misma otra máscara), en parte o totalmente, frente a la visión del otro. Así pues, tenemos por un lado al sujeto emisor (el yo) y al receptor (el otro), y por otro lado un elemento mediador (la máscara) y, finalmente, una intencionalidad (el engaño). Pero nótese que incluso la dirección de la anterior propuesta puede invertirse, y ser el otro quien a través de su particular manera de ver dote al sujeto de una máscara de la cual quizá él no sea consciente. Cuando no se me ve como realmente soy, porque quien me observa lo hace con ojos donde luce el interés, el prejuicio o las emociones, de algún modo se me está adjudicando una máscara. De modo que máscara puede ser hasta una forma de visión. Pero yendo a lo concreto, sin por ello abandonar ni tener por qué hacerlo lo inconcreto, ante todo, para fabricar una máscara, se necesita previamente una cara. Sin cara a la que añadir el adverbio no es posible componer la máscara. Esta afirmación no es, o no es tan sólo, una chanza lingüística. Limitando el escenario donde se la convoca a lo que atañe en exclusiva al rostro humano, pues la totalidad de lo que existe es susceptible de enmascarar y ser enmascarado, importa detenerse ahora, antes de entrar en materia, en la carnalidad de ese rostro y en el acontecimiento que en tiempos primigenios provocó que dejara de presentarse y comenzara a representarse. Nuestros ancestros tenían cara, pero lo ignoraban. El hecho de ver las caras de los otros no garantiza que uno también la tenga. Para comprobarlo se acude al sentido del tacto y al espejo. Sin embargo, aunque las manos del homo sapiens ya eran aptas para elaborar herramientas, todavía la percepción táctil no alcanzaba una sofisticación capaz, por el simple acto de tentarse el rostro, de asociar formas y texturas a una idea o visión de sí que le permitiera concebirse como semejante y, a la vez, distinto de sus congéneres. Y en cuanto al espejo, inexistente por el momento, tuvo que ser suplido por las aguas. La primera máscara no la hace el hombre, la encuentra ya hecha, se le ofrece en la superficie variable de las aguas, frente a la charca levemente distorsionada por el viento, el remanso de algún río o el apaciguado borde del mar que genera vida. En esa primera desfiguración reflejada ve el hombre no la singularidad de lo que es sino la pluralidad de lo que puede ser. Aspecto que cambia mientras la mirada permanece fija en él, imagen activa que difiere, como si el proceso se hubiera salido del tiempo, de la deformación producida por la mueca, cualquier asomo de sentimientos o incluso el envejecimiento. Una vez se posee la visión de la máscara, entonces ya se la puede soñar, proyectar y construir. Combinando sus carencias y sus dones –porque la naturaleza le ha privado de los múltiples adornos que otorga a otros seres, dotándole, para compensar, de una hábil inteligencia en desarrollo– adquiere el hombre consciencia de sí mismo y aprende que para ser más debe ser siempre otro. Acentuar las diferencias nos descarga del vacío que, como recipientes, portamos con nosotros y nos llena de sentido. Somos lo que aparentamos, lo que cada uno representa para los demás. Sin representación no hay espectadores, no hay nada, se está solo. Cualidades de la máscara son entre otras la repetición y la imposición. Nadie puede, por más que se desnude o se resista, evitar el disfraz, ya que éste se adhiere a su piel y allí se establece como naturaleza, parte esencial de todo lo que existe y más de lo que vive y es humano. Y si uno, en lugar de negar esa imposición, conscientemente la buscara, si decidiera hacer su máscara para ser único, erraría por completo pues las máximas o mínimas diferencias de la fabricación artesanal no evitan nunca que los patrones se reiteren. Cierto que el catálogo sería extenso, pero a la vez es limitado. En todo arquetipo se da la variación, del mismo modo que ante un modelo dado las interpretaciones artísticas cambiarían; no obstante, ese modelo permanecerá inmutable. La máscara de la muerte puede adoptar las más diversas formas, pero el concepto de muerte es uno tan sólo. Y eso vale tanto para el diablo como para el jaguar, para las fuerzas elementales, los mitos, el irónico arlequín y el férreo yelmo. Vale para todo porque todo se repite, todo comparte origen y causalidad. Las miles y millones de palabras que suman las lenguas provienen todas de un grito primordial y desde luego primario, así que también las palabras son máscaras de ese grito, de esa necesidad primitiva del silencio por ser voz, por jugar al estallido, por escucharse a sí mismo. Se repiten, por ejemplo, las citas literarias, máscaras del escritor, hasta que las reconocemos como propias y nos recubrimos con ellas. Y mientras se enmascara o desenmascara, tanto da, puesto que al desenmascararse no puede tampoco eludir la exhibición de aquella otra máscara que siempre hay por debajo, el escritor hace sus máscaras escribiendo; cada personaje, una máscara de sí que a veces usa y a veces guarda en el cajón de la escritura. El pintor, no importa lo que pinte, está continuamente pintando su autorretrato, es decir su máscara. El fotógrafo, aun sin saberlo, da la vuelta a la cámara y fotografía su ojo cada vez que dispara. El escultor modela, talla o construye siempre una máscara que le pertenece y de la que se desprende. El actor no es concebible sin máscara, sea ésta tangible o no, objeto ajeno a sí mismo o simple ademán; por ello en el teatro de máscaras los actores aparecen doblemente enmascarados. El músico compone su máscara con sonidos y el danzante con su danza. Y quienes no danzan, ni componen, ni representan, ni esculpen, ni fotografían, ni pintan, ni escriben, quienes sólo viven, también lo hacen enmascarados. Cuando los dioses crearon a los hombres a su imagen y semejanza no hacían otra cosa que forjarse máscaras, máscaras cómicas y, en ocasiones, trágicas, pero máscaras al fin y al cabo. Los padres, al gestar a los hijos, crean máscaras de sí mismos, aunque luego esas máscaras se independicen y acaben siendo nuevos creadores de nuevas máscaras (“un hijo es como un espejo donde se ve el padre, y el padre es también un espejo donde el hijo puede ver el porvenir” –Kierkegaard). Y por encima de todos ellos, dioses y hombres, se halla el tiempo, el supremo hacedor de máscaras. Artesano pausado pero infatigable, el tiempo es el responsable último de todos nuestros disfraces, de su constante modificación, su incremento de belleza, deformidad o decrepitud; para él sí somos maleable arcilla, un puro juego de expresiones. Y como es condenadamente perfeccionista, al final, nunca satisfecho, a todos nos iguala y termina por darnos el mismo aspecto, la misma máscara a todos sin excepción: la calavera. Pronto fuimos conscientes de que el cráneo era la máscara definitiva; por esa razón, una vez descarnado, lo adornamos con plumas, lo cubrimos de barro, incrustaciones de conchas, piedras, marfiles, le añadimos colmillos y pieles y crines, lo pintamos con sangre o abrillantamos con betunes y ceras, le trazamos incisiones, lo portamos como máscara sobre nuestras cabezas, lo encerramos en vasijas o sobre–modelamos para él otras máscaras de oro y de plata. Pero antes de descubrir la calavera, o quizá a la par, descubrimos el rostro, la posibilidad de pintarlo, tatuarlo, esgrafiarlo, herirlo para obtener dibujos con las cicatrices. Inconformistas natos, nadie quiere ser lo que es porque es nada, o dicho de otra forma: somos un nudo de posibilidades de ser, mas sólo eso, posibilidad, potencia, símbolo, jamás el acto. Nos revestimos de máscaras para ser todo aquello que nunca seremos, y en conclusión somos únicamente ese conjunto de máscaras; pero incluso si las máscaras faltaran, si todas se deshicieran como agua evaporada, todavía una sería visible, no a los ojos sino al intelecto, la máscara de la invisibilidad. Sabedores de ser nada, hemos querido ser todo: dioses y animales, espíritus y héroes, seres imaginarios, fantasías, vegetación y fuego, monstruos y mutantes. Metamórficos por decisión propia y también a nuestro pesar, imitamos lo real y lo irreal, pues a nuestra debilidad esencial le sigue la exigencia del camuflaje y la defensa, ser y aparecer como lo otro para protegernos de lo que no somos. En tiempos remotos, al igual que hoy, se usaban máscaras temibles para disuadir al enemigo, máscaras poderosas o aberrantes inspiradas en nuestras pesadillas. Primordialmente la máscara es agresiva o defensiva, repele o hipnotiza, asusta o seduce. Todo lo demás se da por añadidura. Hacer una clasificación exhaustiva de los diferentes tipos de máscaras, atendiendo a características tales como los materiales empleados, la forma dada, la escena donde aparecen, el uso, su razón de ser, etcétera, no es tarea imposible pero excedería con mucho los límites de este artículo. Una primera división, sin embargo, las situaría en tres grandes grupos: intangibles, epidérmicas y objetuales. Por su relación con las diversas manifestaciones artísticas, como ya se ha insinuado, una segunda división podría separarlas en teatrales, pictóricas, escultóricas, literarias, gráficas, fotográficas, cinematográficas, virtuales... Por su movimiento hay máscaras centrípetas que igualan y asimilan al portador a su grupo, y máscaras centrífugas, que lo separan. La religión sería inimaginable sin máscaras, ya que todo en ella es fingimiento y alegoría. Los dioses, traducidos por el anhelo humano, quieren envolverse en humanidad, en tanto los hombres designan santos o magos o chamanes intermediarios y, frecuentemente, también usurpadores, para identificarse con los dioses. Como fabricante de máscaras, he tenido ya tantos clientes que me es imposible recordarlos a todos, y aunque me esfuerce citaré a unos cuantos y olvidaré a muchos, confundiré sus rostros y de ninguna forma dominaré la cronología. Recuerdo a una señorita llamada Medusa y a un rey Agamenón, salvajes asaros que llegaban a mi taller desnudos pero cargados de barro, feroces maoríes y oscuros dinkas solicitando tatuajes, faraones acompañados de su séquito y divinidades y gatos, guerreros temerosos de la espada solicitando una armadura, hombres que temían al viento demandando turbantes, avergonzados verdugos en pos de una capucha, fanáticos del capirote, recuerdo a un tal Fantômas y a un tal Duende Que Camina, a una mujer pantera, a un superhombre y a un hombre murciélago y a un hombre araña y a un Capitán América y a un hombre de hierro y a un, así doblemente nombrado, a veces doctor Jekyll y a veces mister Hyde, al Fantasma de la Ópera, hordas de vikingos buscando máscaras de bronce, masais, nubas, yanomamos, hulis, hopis, jívaros, macas, melpas, txucarramaes, yalibas, kamaiuras y huicholes en busca de maquillajes, un fulano literato de nombre Marcel Schwob que pretendía una máscara de oro, un atormentado japonés Kôbô Abe en busca de remedio para su deformidad, un anatomista doctor Frankenstein, un exigente demonio demandando en exclusiva todas mis máscaras, monjes de Nepal, actores que necesitaban desvanecerse en la inexpresividad del Nô, mujeres que deseaban ser la mujer más bella del mundo, o brujas o hadas, hombres que querían ser cerdos, matasanos de la peste, sádicos, masoquistas, aficionados a travestirse, ciegos de naturaleza o vocación rogándome lentes negras o bien una venda con que cubrirse los ojos, y a tantos locos que ofrecían grandes sumas por un hábito, una camisa de fuerza, un uniforme, tinglits habitantes del hielo implorando por una máscara de oso o de lobo, de auténtica piel o de madera, sacerdotes y hechiceros con la exigencia de un nuevo rostro de piedra, omaníes, iraníes y otros árabes a la caza de velos para sus hermosas pero invisibles mujeres, opulentos exhibicionistas que encargaban máscaras de marfil, de jade, de plumas de pavo real y de variadas joyas, ricos también que para aparentar ser humildes pedían el basto lino y el esparto, pobres que para aparentar ser ricos pedían la fina seda y el suave terciopelo, poderosos comidos por los piojos ansiando elaboradas pelucas, asesinos persiguiendo las caras del miedo, recuerdo al hijo de Minos que prefirió una máscara de toro, y al hijo de Dédalo eligiendo una de pájaro, cien mil idiotas queriendo parecerse a Elvis, decadentes tribus africanas y amazónicas vistiendo caretas de fiesta para los turistas, balineses, tibetanos y tailandeses aficionados a la papiroflexia enmascarativa, recuerdo a tímidos bufones pidiéndome consejo acerca de cómo enmascararse para provocar la carcajada, clientes principales fueron asimismo representantes del Santo Oficio en requerimiento de máscaras de tortura, el Ku–Kus–Klan, los nazis, los marines estadounidenses y, en general, todos los bárbaros, muchos deportistas de elite decidiéndose por espléndidos cascos publicitarios, políticos con sus máscaras discursivas, jefes militares con sus condecoraciones, jueces con sus togas, clérigos con sotanas y alzacuellos, policías antidisturbios, espías, conspiradores, practicantes de strip–tease y nudistas, buzos, astronautas, ancianos pretendiendo la máscara de la eterna juventud y jóvenes pretendiendo lo contrario, infieles en busca del disfraz de la fidelidad y el amor, amantes anhelando el orgiástico disfraz del desenfreno, impotentes rogando por una máscara de dominio, heterogéneas compañías de carnaval, vivos emulando a muertos y muertos emulando a vivos, ángeles, diablos, bhramanes, doncellas, madrastras, ogresas, cazadores y comparsas, mexicanos adoradores de la muerte clamando por una dulce calavera de azúcar, bereberes y tuaregs en demanda de metros y metros de telas blancas, negras y azules, apicultores y maestros de esgrima igualados por la fina trama de rejilla, payasos pidiendo narices postizas, una sola ceja, un círculo bermellón para la mejilla, gente clandestina implorando un pasamontañas, bandas urbanas locas por conseguir todo tipo de complementos metálicos y afilados, príncipes queriendo renovar sus coronas, fetichistas que proyectaban sus máscaras en ídolos y tótems, artistas del performance y del body–art, operarios de marionetas, representantes de kabuki y bunraku, vampiros, licántropos, viejas burguesas desviviéndose por una nueva y más tensa piel, adolescentes obsesionadas con la máscara flaca, hombres–elefante y hombres–mono y hombres–pez, gárgolas indagando si acaso podía yo reparar sus erosionadas máscaras, momias precolombinas a por el lote completo, sudario y máscaras de alabastro o pórfido o mármol o basalto, recuerdo a Melpómene, a Talía y a otras musas, al ridículo Mefistófeles y al maligno Depredador, inteligencias artificiales con el encargo de una piel robótica, Anubis rastreando a su chacal, y a Zeus el insaciable pretendiendo las seductoras máscaras del cuco, la serpiente y la codorniz, viudas ansiosas por enlutarse, faunos y sátiros, centauros, íncubos y súcubos, inescrutables mujeres afganas cubiertas de la cabeza a los pies con el tchadri, y a un supuesto Gregorio Samsa que deseaba devolverme su máscara de escarabajo y que en realidad, como no tardé en descubrir, era el farsante Kafka bajo la máscara de su personaje. Podría seguir indefinidamente con esta caótica máscara de la divagación, pero mi plazo se acaba y mi cliente debe empezar a impacientarse. Al fin y al cabo ya se habrán hecho una idea aproximada de mi trabajo. Decirles, además, que he sido y soy orfebre, herrero, sastre, maquillador, dibujante, curtidor, ceramista, calígrafo..., y que muchas especialidades secundarias me han sido de gran ayuda, imprescindibles incluso, para confeccionar mis carátulas. “La máscara como obra de arte, y detrás de ella el hombre.”, como dejó dicho Paul Klee en sus Diarios. Por cierto, no quiero poner punto final sin mencionar algunos nombres de colegas de profesión: al genial Francis Bacon, que no hizo otra cosa en su vida más que retratar máscaras; a Nietzche (“Todo lo que es profundo ama el disfraz. Todo espíritu profundo tiene necesidad de una máscara.”); a Joel–Peter Witkin, que fotografío el horror; a Dionisos, inventor del carnaval y precursor de excesos; a Michel Leiris, director del Departamento del África Negra del Musée de l´Homme y artífice, junto a Picasso, del reconocimiento público hacia las máscaras africanas; a Jean–Paul Gaultier, que desde hace años recupera para la moda los tatuajes y pinturas faciales de los polinesios; a Baudelaire, que nos aclaró ciertas cuestiones sobre la belleza y las mujeres, hoy de plena actualidad (el maquillaje, viene a decir Baudelaire, le sirve a la mujer para lograr que se olvide su naturaleza humana, para convertirla en un ídolo y, como tal, ser idolatrada. “El maquillaje acerca al ser humano a la estatua, es decir, a un ser divino y superior.”); a David Cronemberg, por su fascinante recreación del travestismo en su película Madam Butterfly; a Juan Benet, por las soberbias fábulas donde cruza las máscaras con el destino; a Oscar Wilde, que sabía que “los únicos personajes verdaderos son los que nunca han existido” y que “el hombre es menos él mismo cuando habla por su propia cuenta”, y aconsejaba: “dadle una máscara y os dirá la verdad”... La máscara es un artificio de sociabilidad; todos nos enmascaramos para relacionarnos los unos con los otros, de lo contrario, si nos enfrentásemos desnudos, cara a cara, mostrándonos tal cual somos, esa relación sería insoportable, tan intensa que causaría pánico. Nos enmascaramos, es decir: mentimos, fingimos, aceptamos las convenciones sociales para hacer más llevadera la vida en común. Sólo el que está realmente solo, auténticamente solo, no tiene que recurrir a la máscara. Los demás, cada vez que nos enmascaramos, nos vamos pareciendo más al sueño que de nosotros mismos tenemos y, desde luego, al que la sociedad tiene de cada uno.

Salvador Alís.

(Texto escrito en 2005 para la Revista del Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras de las Islas Baleares. No llegó a publicarse.)

Fotografía de Anduin Guy. Palma. Febrero de 2001.

martes, 20 de agosto de 2013

LHASA DE SELA

    
 

     Lhasa de Sela (su nombre, que es el de la capital del Tibet, lo eligió su madre intencionadamente) nació en Estados Unidos en 1972 y murió en Canadá en 2010, a los 37 años, a consecuencia de un cáncer. Su padre, mexicano, era profesor de español y escritor (aunque no sé si llegó a publicar algún libro); su madre, estadounidense, era fotógrafa. Tuvo tres hermanas que trabajaron en un circo.
     A los 13 años, Lhasa ya actuaba en cafés en San Francisco, y más tarde, en Montreal, siguió con esa costumbre de cantar en ruidosos bares donde los clientes bebían y hablaban.
     Sus influencias fueron Chavela Vargas, Billie Holiday, Amália Rodrigues. Le gustaba la música triste, decía. Y cantaba tanto en español como en inglés y francés.
     Compositora e intérprete genial, dejó sólo tres discos: La llorona (1997), The living road (2003) y Lhasa (2009), y en ellos un conjunto de excelentes canciones.





JACQUELINE DU PRÉ

     Jacqueline du Pré (Oxford, 1945 - Londres, 1987) fue una precoz violonchelista inglesa -dio su primer concierto a los 12 años- que estuvo casada con el director de orquesta Daniel Barenboim. A causa de una esclerosis múltiple, se retiró a los 28, y murió a los 42. Entre otros maestros, pudo estudiar con Rostropovich y con Casals. Y son notables sus interpretaciones de conciertos y sonatas para cello de compositores como Dvorak, Brahms, Haydn, Beethoven, Elgar, Schubert, Chopin, etc.
     En el video que sigue, y acompañada al piano por su madre Iris du Pré, se la puede ver y escuchar interpretando tres piezas breves:
- de Mendelssohn, "Romance sin palabras", op. 109.
- de Enrique Granados, "Goyescas, Intermezzo."
- de Saint-Saëns, "Allegro Appasionato."
     En ese momento tenía 17 años.


lunes, 19 de agosto de 2013

M. C. ESCHER





Maurits Cornelis Escher. Relatividad. Litografía. Paises Bajos 1898 - 1972.

ESCALERAS DE CARACOL






Fotografías de Salvador Alís. Portugal. Noviembre 2012.

ESCALERAS Y KILÓMETROS



Fotografías de Salvador Alís. 5 de abril de 2002.


     La casa en que viví hasta los 17 años estaba llena de escaleras; las había de varios tipos: de baldosas con perfiles de hierro, de yeso endurecido, de piedra, de ladrillo y de madera. Desde la planta baja, una subía hasta los dormitorios y, desde ahí, hasta el desván (dividido en dos partes con nombre peculiares: el terrao y la andana) y una pequeña terraza; otra descendía hasta la bodega; y desde la cocina y su anexo (donde antes estaba la cuadra), otra daba acceso al pajar.
     Desde la calle pincipal del pueblo, donde se ubicaban el ayuntamiento, la iglesia, la escuela, los cines, los bares, las tiendas, etc., varios tramos de escalera eran necesarios para llegar a la casa. Y desde la casa hasta el instituto, innumerables cuestas bordeadas de escalones o retorcidas escaleras -según el trayecto- eludían o atravesaban el recinto del Castillo para llegar a la zona alta llamada Las Ventas.
     Todo el pueblo, en realidad, fue construido en pendientes, comenzando por el centro (el espacio amurallado) y prolongándose hacia abajo, hasta el río, y hacia arriba, hasta la careretera nacional. En ese escenario transcurrió mi infancia.
     Me habría gustado disponer desde entonces de uno de esos dispositivos que miden los kilómetros andados. Pero la invención aún no estaba disponible. Imposible calcular las distancias recorridas, las escaleras transitadas, aunque intuyo que las cifras serían asombrosas.
     Afectado por una "lesión cardíaca de crecimiento", cierta debilidad en una de las válvulas de mi corazón que, con el paso del tiempo, remitió por si sola, fui declarado exento para la asignatura de gimnasia durante casi todos los cursos que duró mi bachillerato. No debía fatigarme -dijeron los médicos- ni cometer excesos.
     Y, sin embargo, nunca renuncié en esos años a subir a los árboles, recorrer de punta a punta el largo barranco que se abría en un extremo del pueblo, adentrarme en las cuevas, ascender montañas, bañarme en charcas delimitadas por grandes rocas y, sobre todo, hacer intensas excursiones en bicicleta en periplos que pasaban por cuatro o cinco pueblos próximos a mi pueblo y que suponían, a veces, hasta 40 kilómeros de altibajos en una tarde.
     Exagerando un poco, podría decir que me he pasado la vida andando. El único deporte que he practicado de manera constante ha sido andar, primero porque siempre me ha gustado y, después, porque nunca he tenido coche.
     En las ciudades en que he vivido, una vez salí del pueblo, raro ha sido el día en que no haya callejeado durante horas en trayectos variables a la busca de bares, librerías, galerías de arte y otros lugares de mi interés.
     Incluso en los viajes, durante las vacaciones, lo habitual ha sido andar. Esto tiene sus ventajas: la apreciación del paisaje es más completa, más pausada, los detalles no se pierden y puede uno detenerse cuando quiera para aumentar la información.
     A los 50 años, coincidiendo con el inicio de mi trabajo actual, me di cuenta de inmediato de que éste iba a consistir también en caminar horas y horas y subir y bajar escalones incesantemente.
     Si mi corazón es fuerte todavía, es justo que lo agradezca a todos los kilómetros y a todas las escaleras que la vida me he puesto y me pone por delante. Cuando mi corazón era joven, y por más que estuviese dañado, desafié todas las recomendaciones. Me parece que esa actitud de entonces ha cambiado poco en lo esencial. Quizá siga teniendo suerte.
   

sábado, 17 de agosto de 2013

SE APAGA LA LUZ

En la noche anterior, 17 de agosto, mi sueño ha sido inconstante y, cada vez que despertaba, sin poderlo evitar, he pronunciado en voz alta, muchas veces, estas frases:

"Se apaga la luz."
"El ventilador lanza ráfagas de oscuridad."

No sé qué pueden significar, si acaso son un poema o el inicio de un poema. No creo que tengan nada que ver con la lectura previa, antes de apagar la luz, del prólogo de Sergio Pitol a su Tríptico del Carnaval. Y, desde luego, nada que ver con lo que hoy pretendía escribir: algunos apuntes sobre el drama egipcio a través de dos de sus escritores: Sonallah Ibrahim (El comité) y Alaa al-Aswany (El edificio Yacobián). Pero quizá me equivoque y sí tengan que ver con todo esto.

Cuando estoy en la cama, leyendo, no soy consciente del ventilador encendido, pero cuando cierro el libro porque mis ojos ya no son capaces de entender las palabras, cuando apago el flexo y me pongo de costado, entonces el rumor de las aspas girando se apodera de mí y me apacigua, y siento como si las suaves corrientes de aire me hicieran flotar.

En la pasada noche, antes de la lectura, del sueño y el despertar, escuché obsesivamente, una y otra vez, el tema de Gheorghe Dinica: "Vagabondul vietii mele" (soy el vagabundo de mi propia vida). No sé por qué esta canción, sobre todo esta melodía, me lleva a tiempos pasados, incluso anteriores a mi nacimiento, y a ciudades que no he conocido, y me llena de una extraña nostalgia. Dinica fue un actor de cine y de teatro, nacido en Rumanía en 1934 (murió en 2009), que interpretó obras de Shakespeare, Gorki, Büchner, Ionesco, Eco y Beckett (entre otros).

Escuchar una canción hasta saturarme de ella, eso es algo habitual en mí. No lo es tanto repetir entre sueños dos frases, como si fueran las más importantes.

Dice Pitol: "Uno dice: <<no sé, no me he dado cuenta cómo ha pasado el tiempo>>. Y la verdad es que cuesta dar crédito a esa evidencia. Recuerde usted la experiencia del espejo a la hora de afeitarse: el rostro senil que uno se resiste a reconocer, los esfuerzos por revivir ciertos gestos con que treinta o cuarenta años atrás imaginaba fascinar al mundo (...) Hay un genuino resentimiento ante la injusticia cósmica por no haber una señal explícita de la aproximación del desastre. O tal vez la hubo y no logramos detectarla. Parecería que la metamorfosis de lo lozano a lo marchito nos hubiese ocurrido en estado de coma. En fin, la cosa es que uno se ha hecho viejo."

En definitiva, hace dos días que estoy de vacaciones. Estamos en agosto y hace calor. Y el ventilador lanza ráfagas de oscuridad.

E. M. CIORAN


E. M. Cioran. Rasinari (Imperio Austrohúngaro), 1911 - París, 1995.


      

       En otro agosto, hace ya 15 años, en una situación única y muy preocupante para mí, la lectura de los Cuadernos 1957-1972 de Cioran hizo posible que yo mantuviera mis pensamientos dentro de mi cabeza. Lector de toda su obra, descubrí a Cioran en 1979, y desde entonces hasta ahora vuelvo a él de vez en cuando porque me resulta inagotable.

       De los Cuadernos:

       "Hace unos días... Me disponía a salir cuando, para atusarme el pañuelo, me miré en el espejo. Y de repente un espanto indescriptible: ¿quién es ese hombre? Me resultaba imposible reconocerme. De nada me sirvió identificar mi abrigo, mi pañuelo, mi sombrero, no sabía quién era, pues no era yo. Duró unos treinta segundos. Cuando logré recuperarme, el terror no cesó al instante, sino que se degrado insensiblemente. Conservar la razón es un privilegio del que podemos vernos privados."

       "Debo forjarme una sonrisa, armarme con ella, ponerme bajo su protección, tener algo que interponer entre el mundo y yo, camuflar mis heridas, aprender por fin a llevar la máscara."

       "Nunca he podido entusiasmarme por causas destinadas al éxito. Mi predilección se inclinaba siempre por las que me parecían secretamente condenadas. Siempre he estado, por instinto, de parte de los perdedores, aunque su causa no fuera válida. La tragedia es preferible a la justicia."

       "Me han citado el ejemplo de un perro un poco deslucido que, celoso de otro perro, más joven, que habían traído a la casa, se puso a cojear para provocar piedad y, por tanto, favor. Cuando no lo veían, caminaba y corría normalmente."

       "A la larga, la tolerancia engendra más males que la intolerancia: ése es el drama real de la historia. Si esta afirmación es cierta, no hay acusación más grande contra el hombre."

       "La rebelión es una señal de vitalidad, al tiempo que de indigencia metafísica. Cuando hemos ido al fondo, no ya de las cosas, sino de una sola cosa, podemos aún rebelarnos, pero ya no creemos en la rebelión."

       

      

lunes, 12 de agosto de 2013

IRMA IRANZO BERROCAL







Ereshkigal Inanna II
Irma Iranzo Berrocal. Ereshkigal Inanna II.







 HOY CAMINÉ DESNUDA


Hoy me vestí de desnudez
para atravesar las Puertas del Viento,
para pasear por la Puerta de la Tierra
y ser devorada por una lluvia de ojos negros.

Hoy mi fragancia de hembra enamorada,
olfateada por pieles extrañas,
llegó hasta ti.

Hoy caminé cadenciosa, sonriéndole al sol,
               -pensándote-
y sabiéndome deseada en sueños

               por ti.

Hoy caminé, felina,
entre medio de una selva hirviente de asfalto,
bocinas y voraces manos
para ser alcanzada
             
               solo por ti.


Irma Iranzo Berrocal

 


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