lunes, 31 de agosto de 2020

SIMBOLOGÍA

SIMBOLOGÍA


Esta tarde, durante la siesta, he soñado que me crecían los pies.
Reclinado en la cama sobre dos almohadas desiguales,
cansado y desnudo, con el ventilador soplando hacia la ventana,
mis ojos de repente se han abierto para ver
el extraño fenómeno que acontecía.

Por suerte, sobre la mesilla mal llamada de noche,
tenía a mi alcance una clásica cinta métrica amarilla.
Y al medir la distancia desde la punta de la nariz hasta los pies
he constatado un metro y treinta centímetros.
Pero esos pies sin duda eran enormes, y según los miraba
seguían creciendo, como si aún soñara.

Al contemplar mis uñas no del todo transparentes,
y al pensar cuán extraños son los pies de uno
-divididos en su extremo en dedos de diferente longitud-,
los huesos, los tendones y las venas que se adivinan bajo la piel,
he sentido un intenso escalofrío
mientras mis pies no cesaban de aumentar su tamaño,
ensanchando y alargando su forma lenta e inexorablemente.

Inclinado hacia delante y con manos temblorosas
he usado por segunda vez la cinta métrica:
tres palmos al menos desde el talón hasta el dedo gordo.
(Y sé que un palmo no es medida precisa
pero, en mi sueño, ¿qué importa eso?)

Mis pies equiparables a unas pálidas aletas de goma,
aunque no tan flexibles y, desde luego, más gruesos y pesados.

Al salir de la cama y al pisar el suelo -como era de esperar-
he sentido la increíble sensación de haber vencido,
definitivamente, a la fuerza de gravedad.
Pero luego, cuando he querido dar unos pasos,
acercarme a la ventana y apagar el zumbido del ventilador,
¡qué torpeza y cuántas limitaciones!

Con estos pies desproporcionados no es fácil andar
ni evitar los obstáculos que antes no eran y ahora sí.
Inimaginable subir o bajar escaleras.
Y para abrir las puertas tendría que inclinarme peligrosamente.
De salir a la calle, ni hablar.
Y en lo que respecta al baile, imposibilidad total.
Comprar unos zapatos nuevos, ni pensarlo.
¿De qué sirven entonces unos pies gigantescos
si con ellos no puede uno correr ni saltar?
Y cuando las uñas crezcan sobre lo ya crecido
¿cómo cortarlas, con qué herramienta, a quién recurrir?

Para estos pies y estos pasos la casa se hace pequeña
y todo avance es un tropiezo.

No sé si todavía sueño o ya estoy despierto,
pero lo que más me inquieta ahora es que todo esto
no sea en el fondo sino el símbolo de otra cosa.


Salvador Alís.


 

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