jueves, 16 de julio de 2020

LOS TONTOS DEL PATINETE

LOS TONTOS DEL PATINETE


Se les ve a todas horas, de día y de noche,
por todos sitios: carril bici, aceras y calles,
esquivando (es un decir) a los transeúntes,
en contra dirección, saltándose los semáforos,
invadiendo plazas y parques,
sin luces, sin casco, sin chaleco reflectante,
pocas mujeres, aunque algunas,
la mayoría chicos jóvenes y concentrados 
en su rigidez muñequil, pupilas dilatadas
bajo párpados caídos, muchas veces gorras,
con manifiesta prisa por llegar
a ninguna parte y expresión bobalicona.

Al desplazarse más rápido que los caminantes
deben sentirse superiores, rebeldes
al trasgredir toda norma de circulación,
en estimulante competencia con motocicletas,
turismos, el camión de la basura
y el autobús urbano, y prestos a huir
ante la menor sospecha de una sirena
o las luces distintivas de un coche policial.
Van y vienen (¿de dónde y hacia dónde?)
esquivando los obstáculos: niños, ancianos,
farolas, terrazas, automóviles, bancos,
bordillos, perros con y sin bozal
y ciegos enmascarados bajo gafas negras
esgrimiendo sus bastones.

Maquinita del deseo y artilugio de moda,
anárquico sólo en lo superficial,
se puede conseguir fácilmente y barato:
de segunda mano y apenas 40 euros
en cashconverters, o nuevos en Amazon
a partir de 80. Los hay mejores y más caros
dependiendo de su batería y rapidez,
y según su marca y su carisma.
Los chinos son especialistas:
Huawei y Xiaomi invaden mercados.
Sirven para hacer la compra de cogollos,
para rastrear los sucios contenedores
donde se acumulan residuos
(incluidos otros patinetes ya desechados),
para dar un tirón, para golpear impunes
algunas nalgas, o simplemente
para disfrutar del viaje sin motivo ni meta.

A la fiebre de la bicicleta de años pasados
la ha sustituido la fiebre actual del patinete,
en el fondo fiebre al fin y al cabo
y semejante delirio. Dos ruedas grandes
o dos pequeñas. Ir y venir por la vida
mas sin sentido. A esa velocidad media
del patín eléctrico, entre 20 y 25 km a la hora,
las nuevas ideas no llegan
y las pocas establecidas se escapan.
El patinete es un artefacto diluyente:
con el aire se pierde lo aprendido
(si es que algo se aprendió)
y pasa el paisaje, los días y las noches,
sin percibir su realidad
entre los banales efectos de la niebla
de esa modesta aceleración magnificada.

Están aquí y ahora. Están por todas partes.
Te adelantan por la derecha o por la izquierda,
sin previo aviso, con la inconsciente
seguridad de su juventud y desplazamiento,
ignorando su pasado y cerrando los ojos
ante su futuro. Son los tontos del patinete.


Salvador Alís.





 

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