miércoles, 5 de junio de 2019

MOVIMIENTO CONTINUO

MOVIMIENTO CONTINUO



"Supongamos que los nenúfares de un estanque duplican cada día la superficie que ocupan. Se ha calculado que necesitan treinta días para cubrir el estanque por completo. Por consiguiente, el día vigésimo noveno está cubierto sólo la mitad de la superficie. Los que observan ese día el estanque se encuentran con que la mitad de la superficie se halla despejada y creen que la situación dista de ser catastrófica. Pero, en realidad, ¡sólo falta un día para que sea cubierto en su totalidad!

Daisaku Ikeda, citado por Mijaíl Gorbachov en el capítulo "¿Qué hacer?"
de su libro Carta a la Tierra. Ediciones del bronce. 2003. Pág.: 71.



Me siento bajo un árbol, sobre el muro circular de granito que rodea su tronco, a la salida de una "feria del libro" decepcionante. Una joven conocida se acerca.
-¿Qué haces aquí sentado?
-Estoy pensando.
-¿Necesitas sentarte para pensar?
-No. También puedo pensar de pie e incluso andando.
-¿Y entonces?
-Quería descansar las piernas un momento, porque las piernas se cansan.
-Y de pensar, ¿no te cansas?
-A veces creo que sí, pero no importa lo que yo crea. Al pensamiento no puedo detenerlo.
-¿Y en qué piensas ahora, si puede saberse?
-En ti.
-¿En mí?
-Sí, en ti. Y en este libro que he comprado por segunda vez.
-Explícate.
-Hace un par de años lo compré para leerlo. Pero sucedió que antes de acabar su lectura, si lo recuerdas, te lo presté con la advertencia de que no se trataba de un libro fácil.
-Lo recuerdo.
-El año pasado, cuando te pedí que me lo devolvieras, me dijiste que en tu casa no lo encontrabas, que quizá estuviera en la oficina.
-Sí, pero tampoco lo encontré en la oficina.
-Pues por eso, y pensando que seguramente al final no estaba en tu cabeza, que ni siquiera lo habías leído, lo he comprado de nuevo.
-Entiendo, así podrás acabarlo de leer.
-Me parece que no, que te equivocas, porque el libro comprado es uno de esos que, por más que se lea, nunca se termina.
-¿Pensabas algo más?
-Sí, que a menudo no nos damos cuenta de lo importante que puede llegar a ser un libro.



Según el libro, todo esto se puede resumir en la siguiente nota: 
"Una confesión debe ser parte de la nueva vida."
Wittgenstein. Aforismos. Austral. 2017. Pág.: 58.



Sentado bajo el árbol, cuando la joven conocida se despide, siento de repente que una horda de diminutos mosquitos comienza a volar alrededor de mi cabeza. Cuando levanto la vista de la pantalla del Huawei en cuyo bloc de notas estaba concentrado, en lugar de ver mosquitos, veo turistas alemanes que se acercan demasiado, que me rodean e incomodan, que no guardan la distancia de seguridad y respeto. 

Para ahuyentar a unos y a otros, a los voladores invisibles y a los nuevos invasores, enciendo un cigarrillo. En unos minutos todos desaparecen. Y esa desaparición me decide a comprar el libro. 

Algunas noches más tarde, cuando el árbol solo existe en el recuerdo, enciendo un rothmans blue. Pero en esta noche, los rothmans blue y los smoking blue se han acabado, y tan sólo quedan tres camel blue para cerrar el capítulo. 

En estos días me invade también el libro y la adicción al libro. Me conquistan, como una plaga de parásitos, las ideas al servicio de su reina, la mente.



"La nicotina causa miedo."
Allen Carr.


Vuelvo a estar sentado en el muro de granito que sostiene un árbol. Un hombre de mediana edad, cuyo rostro pudiera ser el rostro de cualquiera, se acerca y me pregunta: 
-¿Necesita usted ayuda? ¿Le incomodan los mosquitos? ¿Le está dando un infarto? 
-Por supuesto que no, a los mosquitos no los veo y mi corazón late con normalidad. En todo caso, si desea ayudarme, déjeme solo.
-¡Está seguro? 
-Y tanto. No hay otra cosa que yo anhele más. 
-¿Estar solo, completamente solo, sin nadie, nunca?
-Usted lo ha dicho. 
-¿Me invitaría a un cigarrillo? 
-¿Qué le hace pensar que lo haría? 
-Usted está fumando. 
-Si le proporcionara un cigarrillo ¿lo encendería? 
-Sin dudarlo. 

Al hombre de mediana edad y múltiples rostros le sigue un ciego que tropieza su bastón con el muro circular que rodea el árbol bajo cuya copa me he sentado a descansar. 
-Usted me da miedo- me dice el ciego luego de tocarme. 
-Dígame por qué. 
-Es muy fácil de entender. Usted está aquí sentado y seguramente no es ciego. Ve todo lo que ocurre a su alrededor: mosquitos que vuelan, turistas que proliferan como colonias de chinches rojas, libros, hojas verdes y amarillas en los árboles, nubes blancas flotando en un cielo azul, tiendas de lujo con sus bolsos, pañuelos y relojes, terrazas en el paseo central que pertenecen a distintos bares, camareros y camareras como fichas de dominó, vestidos de blanco y negro, flores, perros en miniatura y otros más grandes, periódicos de ayer en papeleras de hoy, automóviles subiendo y bajando a diferentes velocidades... Usted ve un mundo luminoso y diferenciado. Son tantas las formas y los colores que no hay manera de saber cuál es su camino elegido. Yo, sin embargo, no veo otra cosa que oscuridad. En mi visión no hay caminos, no hay alternativas, mi mundo es más simple. Cualquier elección será acertada. 
-¿Y eso explica que yo le de miedo? 
-Usted puede disparar muchas flechas a muchas dianas. Algunas se desviarán de su curso y pueden clavarse donde no debieran. Y debido a mi ceguera, si yo empuño el arco, tenso la cuerda y disparo, no tengo otra diana que el azar. 



"...escupe la colilla, alza el parche con dos dedos, descubriendo el ojo que lleva tapado y con un guiño lo recata de nuevo bajo el verde tafetán."

Ramón del Valle-Inclán. Divinas palabras. Opera Omnia. 1920, Pág.: 255.


Como es lógico, y al margen del tiempo real que me quede de vida, espero vivir con la mayor salud posible, sin sufrimientos físicos ni emocionales y, de ser posible, morir sin dolor. Pero es ilusorio creer que la salud puede ser buena por sí misma, y no estaría de más pensar que uno debe contribuir con sus precauciones y cuidados, es decir con una actitud activa y positiva, al equilibrio y la bondad de dicha salud. 

Si bien la voluntad nada puede contra la muerte -pues no puede evitarla ni postergar su llegada ni establecer su modo a no ser mediante el suicidio-, sí que es, por contra, el instrumento adecuado para vencer a los enemigos de la salud. En gran medida, la falta de sueño y los excesos con el tabaco y el vino pueden ser aminorados y controlados por la voluntad, siempre que ésta deje de ser destructiva y se ejerza para procurar mejoras y bienestar. 

Pero cuando uno vive sumido en un eterno día de la marmota, cuando pese a todas las reflexiones y proyectos uno se despierta cada día para vivir el día ya vivido, la gran duda es si los enemigos anularán la voluntad o si una voluntad ya inevitablemente anulada permitirá a los enemigos campar a sus anchas. 

El tabaco y el vino se dan siempre en la noche en el escenario de la escritura. Para neutralizarlos, ese  escenario debe desaparecer y la voluntad debe ser minuciosamente analizada. 

El impulso de escribir tendría que ser sustituido por el impulso de la recopilación. Se producirá un cambio de voluntad y la voluntad será negada. 


Salvador Alís. 


  













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