domingo, 7 de abril de 2019

ALGO MÁS QUE SIMPLES ESCRITORES

ALGO MÁS QUE SIMPLES ESCRITORES

James Joyce es un diamante.
Samuel Beckett, una nuez.
Franz Kafka, un bosque quemado.
Wittgenstein y Jünger, dos hermanos gemelos y sordomudos.
Cioran, el corazón arrancado a un caballo, aún palpitante.
Italo Calvino, un reloj de cuerda.
Walter Benjamin, una sombra que dobla la esquina
persiguiendo a quien la proyecta, a quien ya no vemos.
Schopenhauer es un ajedrecista con barba postiza.
Stanislav Lem, una cerilla con su llama en primer plano.
Borges, un remolino clavado en un río.
Henry Miller es el urinario de Marcel Duchamp.
Zambrano, la máscara que anhelan los bailarines del bosque.
Quevedo se parece a Quevedo.
Cervantes no es Don Quijote.
Szymborska son pájaros que vuelan libres bajo el agua.
Canetti es un arquero.
De Sade, el encapuchado.
Edgar Allan Poe no es un cuervo ni Mario Levrero una paloma.
Bellatín es un piano tocado con cinco dedos.
Aira es el plano del jardín de senderos que se bifurcan.
Pessoa no es Pessoa.
Séneca está y no está en el cuadro de la muerte de Luca Giordano.
Laing es un loco que cree ser un siquiatra
que habla con ese loco
creado por sí mismo.
Flaubert, cuando en una ocasión "paseaba a caballo por un bosque,
en un mediodía de otoño bajo las hojas amarillentas",
sintió que "era los caballos, las hojas, el viento,
las palabras que se decían y el sol rojo"
que cierra los párpados.
Sabato puede ser todos los escritores que ha leído y ha citado,
puede ser Flaubert y Henry Miller:
"El escribir, como la vida misma,
es un viaje de descubrimiento.
La aventura es de carácter metafísico:
es una manera de aproximación indirecta a la vida,
de adquisición de una visión total del universo".

Salvador Alís. Vida. Págs.: 204, 205, 206 y 214.

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