miércoles, 20 de febrero de 2019

IMPOSIBLE RELAJARSE

IMPOSIBLE RELAJARSE

          No hace mucho, tal vez creyendo que lo necesitaba, alguien me envía mediante whatsapp un vídeo que mezcla fotos de floridos árboles enanos y una música suave; y bajo el enlace escribe la palabra "Relax..."

          Recuerdo que hace años le regalé a D. un bonsái y un manual de instrucciones. Ella entonces amaba las plantas y se interesó realmente por el arbolito, pero el arbolito murió.

          Con el tiempo he acabado pensando que impedir intencionadamente el crecimiento de un ser vivo es un crimen, sin excepciones.

          Por supuesto que el arte de miniaturizar elementos del mundo vegetal no es comparable a reducir cabezas de cadáveres ni mucho menos a impedir el desarrollo de un cerebro, de una mente; al respecto, resultaría anecdótica la atribuible tarea de los shuar, también llamados jíbaros, pero muy dignos de consideración y estudio los esfuerzos y las presiones de los dirigentes de las naciones por extender de forma planetaria la incultura.

          En nuestros días, el hecho de poseer un teléfono móvil (y aunque espero con impaciencia el momento de la liberación, cuando pueda prescindir del artefacto o, al menos, limitar su manipulación a las imprescindibles ocasiones de llamar o ser llamado -en caso de emergencia) supone, por tentación y debilidad, leer cada mañana una serie de noticias que alguien (o algo) decide que deben interesarme. Yerra muy a menudo esa inteligencia artificial, pues me ofrece un abanico de posibilidades que no renuevan mi aire ni alientan mi respiración.

          Noticias relativas a deportes (en un 99% simplemente fútbol), noticias acerca de personajes televisivos que venden su reputación al mejor postor, noticias y avances sobre nuevas tecnologías que son escaparates para la venta de otros artefactos que se superan día tras día en prestaciones, noticias intrascendentes y prescindibles, noticias de políticos y políticas que sólo aspirar a manipular la información dada.

          Y sin embargo, de tanto en tanto, ese alguien o ese algo comete el error de dar luz a un tema sugerente o preocupante.

          Al parecer, Mike Tyson quiso pelearse en los años ochenta con un gorila de 200 kilos. De haberse realizado ese combate, ¿habría aceptado el gorila ponerse guantes?, ¿habría respetado las normas respecto a golpes bajos o tras la nuca?, ¿se habría abstenido de asfixiar a su oponente apretando su garganta?, ¿hubiera evitado los mordiscos?

          Ahora las llaman fake news. Pero las mentiras han existido siempre. Las inventó dios cuando creo el mundo, cuando les dijo a la primera mujer y al primer hombre: "aquí tenéis el paraíso".

          Hoy (o ayer) -dicen- es el Día Internacional del Gato. Pero al respecto se muestran totalmente indiferentes los gatos. ¿Quién decide esto y por qué? Los gatos no necesitan un día especial en su nombre, que como de costumbre suelen celebrar los humanos y, entre los humanos, los más tontos.

          Lo falso me interesa desde siempre, puesto que siempre he sido un falsario. Pero no es lo mismo falsificar una vida que las cartas en juego. Cuando hay dinero sobre la mesa, el delito de falsedad debería penarse más.

          Un japonés y dos noruegos -afirman noticias no contrastadas- han propuesto a Donald Trump como candidato al Nobel de la Paz. Lo único cierto, por ahora, es su empecinamiento por materializar un muro invisible que le proteja de hipotéticos enemigos y su interesado capricho en abordar la cuestión venezolana.

          Las cartas sobre la mesa, algunas de cara y otras tapadas; las apuestas y los faroles son motivo de atención para muchos jugadores a distancia y algunos privilegiados y nerviosos espectadores.

          Ayer una superluna, grande y brillante en el cielo. La posibilidad de que la galaxia Andrómeda y la Vía Láctea colisionen dentro de miles de millones de años. Pero constantemente se descubren exoplanetas de condiciones estructurales con gran parecido teórico a nuestra Tierra.

          Los gatos, por naturaleza, evitan los conflictos, salvo cuando se les obliga a enfrentarlos.

          Mis gatas no sueñan con mundos hipotéticos; les basta con una caja de cartón cerrada donde yo, con un cuchillo, he abierto dos puertas: entrada y salida.

          Es indudable que escribir todo esto me relaja, no me vacía completamente, eso no, pero me apacigua, a pesar de que Nube salta sobre mis rodillas, se pasea sobre el teclado (pero sumamente respetuosa, sin pisar las teclas), me lame las manos con su áspera lengua y se acomoda después.

          A ella, como a mí, le importa bien poco quien gobierne el mundo, si el hombre blanco, si el helado, si el que porta bombín o el amarillo, si el que defiende una cruz simple o una compleja, una bandera verde, una bandera negra.

          Un político hace uso de su turno de palabra y repite durante un minuto la palabra cataluña. Ochenta veces repite la palabra. Luego pregunta si esa repetición harta. Y concluye diciendo que cuatro años frente a un minuto suponen un gran hartazgo.

          Otros se llenan la boca con la palabra españa, y otros con la palabra europa.

          Si se confrontara el sentido del cementerio marino de Valéry con los cementerios actuales bajo el agua, la poesía saldría perdiendo, la filosofía ganando.

          Hace tres día me entretuve un par de horas en la librería Agapea. En un lugar destacado, en una estantería completa desde el suelo al techo, se muestran las portadas de cien libros sobre gatos. ¿Los gatos están de moda? ¿Qué hay detrás de esa decisión editorial? Lo que los gatos nos enseñan, lo que podemos aprender de los gatos, el gato que me salvo la vida, la filosofía gatuna y otros títulos que cito de memoria o claramente estoy inventando.

          Hace unos días, alguien me envía mediante whatsapp una fotografía de un pequeño "cuadro" que no recuerdo haber hecho ni imaginado. Le debo una contestación, otras fotografía, una carta, una llamada. Y espero que no se impaciente y sepa perdonar la demora.

          Me ocurre con otras personas, no encuentro la fórmula de fluidez en las comunicaciones. Supongo que le debo mensajes y disculpas a AB y a CR y a II... Este mundo nuestro y esta locura mía. Estos días acelerados, este vértigo, esta luna.

          Al final compré en Agapea una bonita edición de Herder de El arte de sobrevivir de Arthur Schopenhauer. Tal vez un regalo para VC o para mí mismo. La diferencia: este libro ya ha sido leído pero no subrayado.

          Dice un filósofo español cuyo nombre no recuerdo que todo los políticos actuales son unos inútiles o ignorantes, o algo parecido. La filosofía española, salvo contados casos: Zambrano, Unamuno, Machado y otros poetas místicos e iluminados, me interesa menos y más según las comparaciones.

          La tentación de comprar Eumeswil fue difícil de superar. En esta distopía del aquí y el ahora, cuando se cumplen trece años de trabajos aeroportuarios, cuando a derecha e izquierda vienen cojos haciendo valer sus bastones de apoyo, mi mente no reducida y resistente a toda influencia, mi mente libre, crecida con los años, no limitada ni malograda, se acuerda todavía de Arístipo de Cirene.

          Los que pretenden detentar el uso y el abuso de la voz, tal vez deberían escuchar otras voces. Pero no tengo esperanza, porque los sordos sólo se oyen a sí mismos.

          Hablando del gato en el día del gato, no hay que olvidar a los ratones. Los hay puros y contaminados. Hombres-ratones se multiplican y proliferan como si el mundo fuera una cloaca.

          A pesar de todo, este es un mundo maravilloso.


          Salvador Alís.
         

         

         

         

       

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