EL VIAJE LENTO

EL VIAJE LENTO

Porque quiero ver mientras viva
una ola que llega y otra que nace, un árbol que pasa,
un sol que se entrega a su horizonte,
un día ya cumplido y una noche que se abre,
          elijo el viaje lento.

Porque no espero ir y volver en un instante,
porque me importa el trayecto y su demora,
porque todo cuenta,
          elijo el viaje lento.

Se dirá de mí que no tuve prisa,
que no temí perder el último tren, el último barco.
Ni la tierra ni el mar me olvidan,
ni tiene por qué olvidarme el cielo. Y por eso
          elijo el viaje lento.

De no haber retorno posible, el destino es el viaje.
La meta final, tan lejana,
puede estar ante los ojos y no ser vista.
Uno se va de lo que ama
para mejor amar. Con la lluvia y el invierno
          elijo el viaje lento.

Mi corazón me dice que viviré cien años.
Pero mi ángel de la guarda, envejecido en sus alas 
de humo y de vino, me dice lo contrario.
          Elijo el viaje lento.


Salvador Alís.
   


OCTUBRE

OCTUBRE

A finales de octubre aún son cálidas las noches.
No hay nubes en el cielo.
Las aguas y las lluvias se fueron a otra parte.
Y la luna brilla insistente pero suave en su halo.

Lolita bebe de su cuenco como si no hubiera un mañana.
Nube se acicala sobre la lavadora.
Sombrita duerme plácidamente en el sofá amarillo.

Muy lejos una campana suena tocada por el viento.
No hay pájaros en el aire, tal vez emigraron,
tal vez se ocultan y duermen para soñar que vuelan
en las tupidas copas de algunos árboles.

A finales de octubre aún son cálidas las noches.


Salvador Alís. Vida. Pág.: 100.