jueves, 20 de julio de 2017

EL DILEMA

EL DILEMA

Salvé de una muerte segura, por falta de riego, a una planta sin nombre.
Ayer sólo tenía tres hojas, hoy tiene trescientas;
y lucen verdes y frescas bajo el violento sol de julio.

Puesto que una planta es en definitiva un ser vivo,
y puesto que todo ser vivo vive mejor y se alegra en compañía,
esta mañana he comprado un pequeño tronco de Brasil
y un hibiscus sin flores.

Las he plantado en macetas mayores, tierra nueva y agua fresca,
y una protección de rejilla de alambre. Eso no ha impedido
que mis tres gatas se mostraran desde el comienzo interesadas.

Como ellas me entienden -aunque no siempre me obedecen-,
les he dicho que nada de comerse a sus nuevas amigas,
que podían olfatearlas, maullar, admirarlas,
pero en ningún caso darles bocados y masticarlas.

Pero al menos dos de ellas se han saltado las normas y el alambre,
porque antes del anochecer, varias de las afiladas hojas
estaban mordidas. He aquí el dilema. Hombres, gatos y plantas,
para ser lo que son deben seguir su instinto.

Yo jamás me comería a un gato, pero sí como plantas.
Un gato difícilmente me podría comer a mí, pero come plantas.
Las plantas no comen hombres ni gatos.

El devenir es harto complicado. Cuando se cumplen o se incumplen
las leyes de la naturaleza, uno no sabe qué pensar.

Menos mal que a esta isla -plantas, gatas, y yo mismo-
la rodea un mar inmenso con sus propias reglas,
un mar agitado o un mar en calma, con su propia música
y su inesperado azul.

Salvador Alís.

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