Palabras que se muestran como espinas.
Las hay donde uno menos las espera,
lo mismo en invierno que en primavera,
sirenas de luz que aúllan a la vida.
Soneto de la palabra y la espina.
Se escribe al mismo tiempo que se clava,
esa espina-palabra ya clamaba
su derecho a ser. Y a ser distinta.
Espina mística llamada púa,
palabra que a la palabra se suma.
Mundo sin palabras y sin espinas.
Las palabras se unen todas a una,
el soneto se abre y madura.
La espina reclama ser espina.
Surge de repente como soneto, con su rima y sus endecasílabos. Al parecer se va depurando el pensamiento, haciéndose más delgado, más sutil.
En el soneto se adivina (se advierte) fácilmente una intención de trabalenguas, se repiten palabras y espinas como si fuera lo mismo, como si no importará qué decir.
Pero lo que se dice importa: es otra manera de dibujar.
P
A L
A B R
A S
Y
E
S P I N A
S
3.er TEXTO: Conocí a un verdadero genio. Mientras te miraba a los ojos unos segundos, se retorcía la nariz con los cinco dedos de la mano, la derecha o la izquierda, ahora no sé que pensar. ¿Burla o advertencia? ¿Era un gesto político ese retorcimiento? ¿Tal vez el genio te estaba diciendo "Me siento feliz"? ¿O "Estas bebiendo demasiado"? ¿Tal vez pensara que eres un cobarde? ¿O un mentiroso? Quizá te dijera con esa señal que los hombres tienen cinco narices. Tal vez el genio te estuviera indicando disimuladamente -mensaje solo para ti- que cuidar de uno mismo depende del sentido del humor. El genio murió y yo asistí a su entierro, protocolos e incineración. Esto no garantiza que yo no vaya a morir. Por si acaso, empiezo ya con la burla y la advertencia.
El nuevo presidente pronuncia un discurso ante los grandes hombres (quizá alguna mujer). Aquí estamos los que mandamos, los que ejercemos el poder. Si el nuevo presidente es rico, en la sala de reuniones habrá semillas de oro en tinajas de barro. Se acabó eso de juzgarnos a nosotros mismos, a nuestros amigos, protectores, electores, recaudadores, educadores, etcétera. Si el nuevo presidente es pobre, en la sala de reuniones habrá telarañas en las cortinas. Si este país se pudiera comparar a una empresa, este país se está jugando su futuro con trileros. Ante mil grandes hombres (y alguna mujer), el nuevo presidente habla para la credulidad, para los que ansían ganancias y no saben como conseguirlas. Tranquilos, el nuevo presidente sabe cómo hacerlo sin levantar sospechas, detentando el poder con serenidad y mano firme. Don dinero sabe (lo ha sabido siempre) dónde está el dinero, dónde la fe y dónde la mala fe. Al nuevo presidente, rico o pobre, alguien puede regalarle un bolígrafo táctico o una estilográfica. El designado aplaude a don dinero, es lógico, es quien le da de comer. Pero cuando el comisario político se asoma a su ventana sólo ve pájaros de enormes ojos abiertos, búhos y lechuzas. El nuevo presidente sabe mover las alas, en la noche. De eso se trata: de influencia. La influencia lo es todo en este país. Porque muchos en este país no saben lo que es la influencia. Al margen de lo que sí saben, por mas que no quieran saberlo, la influencia se expresa con un libro, un discurso, una lectura poética, una reflexión en su momento, imágenes que se repiten y que cautivan, En esta país hay muros escritos y pintados con los cinco dedos de la mano, la derecha o la izquierda, ahora no sé que pensar. La irrupción del nuevo presidente hace que el tiempo se ralentice, que ver pasar las cosas se haga eterno. Se lanzan los dados. Se avanza un peón. Dotado de una sensibilidad extra sensorial, el peón se mueve a la casilla más conveniente del tablero, la más segura, la más agresiva según la ocasión. Se trata en definitiva de ganar y entonces cualquier movimiento es válido si procura la victoria. Dice el nuevo presidente: Seguidme y os llevaré hasta el abismo donde todas las dificultades se precipitan al vacío. Yo resolveré vuestros problemas. Si al nuevo presidente se le ofrece un micrófono, una beca, una pizarra, no os quepa duda de que dibujará el mundo, con dedicación absoluta, pensando en voz alta. Ese nuevo presidente no tiene seis caras, como el dado, pero al menos tiene dos, como las cartas, pero al menos tiene cientos, como el diamante, joya refulgente que en su interior esconde un fuego. Las caras y los caminos se confunden. Arde lo que tiene que arder, lo que está seco. Lo verde hace humo. Para cualquier nuevo presidente de este consejo de administración, el rocío de la mañana debería ser un cortafuegos. Para unir y no separar, para ganar en resumen, la palabra y la espina en ambas manos.
Salvador Alís.
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