LA NATURALEZA DE MI VIAJE. 1.

LA NATURALEZA DE MI VIAJE. 1.

Partimos de aquí y llegamos allá. 
El aquí y el allá son lugares que no pueden describirse. 
Los que por su naturaleza se aburren 
y no sienten interés por el viaje, 
no hablan del viaje. 
Y los que, deslumbrados, hablan sin cesar del viaje, 
suelen olvidar de dónde vienen y adónde van.

Salvador Alís.


Sobre el viaje, pero no sobre el hecho mismo de viajar, no sobre lo concreto sino sobre lo absoluto, existen tantas teorías como experiencias. Doy por supuesto que quien esto lea adivinará que cuando digo experiencias en realidad quiero decir pensamientos. Pues ante todo, y como premisa irrefutable, el viaje es una idea, fruto de la imaginación, producto de un sueño, por encima de otras consideraciones logísticas y su resultante ejecución. Para el pequeño viaje, sea cuál sea, uno está en su derecho de prever, organizar, consultar mapas y trayectos, prepararse. Para el gran viaje, sin embargo, habrá que aceptar que nada puede escapar de la improvisación, es decir del sometimiento a la suerte y a las indicaciones de nuestra predilecta agencia de viajes: "el destino". 

Nuestro último viaje (por ahora) ha sido a Cerdeña. Claro está que a no a toda Cerdeña sino a una ínfima parte de su territorio. La distancia más larga recorrida, desde Maracalagonis hasta San Antioco: poco más de cien kilómetros. Cerdeña es la segunda isla más grande del Mediterráneo, imposible conocerla en siete días. Dicen que en Cerdeña hay cuatro millones de ovejas frente a un millón y medio de habitantes (cifras aproximadas), ¿Acaso esto signifique que nos hallamos ante una tierra de pastores? No todas las islas de nuestro mar se parecen. Cerdeña y Mallorca puede que sí, pero nada que ver -ni la una ni la otra- con Santorini, donde el volcán es dueño y señor.

Más de una vez me han señalado mi predilección por las islas. Es cierto. No me siento a gusto en los continentes, prefiero los espacios reducidos: se parecen a la cama donde en la noche me refugio de la noche. Prefiero el rumor profundo y salvaje del mar a los paranoicos crujidos de los pilares en el sótano. Tanto es así que, si volviera a nacer, si pudiera reencarnarme, me gustaría ser un griego (no importa en qué época) y trabajar en un barco que en sus múltiples travesías visitara las 6.000 islas, sus puertos, laberintos, fortificaciones, viñas y olivos, dioses y filosofías. Si el pensamiento (no el único pero desde luego el fundamental) se generó en Grecia, pudo deberse sin duda a la existencia de esa proliferación de islas. Así lo entendió Christopher Priest cuando redactó La Afirmación y Homero cuando dictó La Odisea

Mis fotografías de Cerdeña no son perfectas. Pude haber sido un buen fotógrafo, estoy seguro, pero las cámaras digitales me hicieron desistir. Al principio tuve una sólida Nikon FM2 y luego otra Nikon F301. La distancia entre el ojo y el papel contenía toda la magia (acertada o fallida) de la creación. Ahora, mi "vieja" Panasonic TZ18, a pesar de la mota de polvo en el interior de la lente, me permite hacer varios miles de fotografías de cada viaje. Y por tanto, es azaroso elegir como resumen de ese viaje, diez o veinte instantáneas que lo puedan resumir. No obstante, algunas significan algo (para mí). Y puesto que, en definitiva, las notas aquí tomadas, las canciones y las imágenes incluidas, son de uso personal, puedo disculpar sus imperfecciones. Cada vez con más fuerza se impone la idea de que la forma debe ceder ante la idea. Lo que cuenta es la intención, es decir el mensaje. 

Comenzaremos pues con la escalera de caracol, estructura recurrente en mi vida desde que, a una edad temprana, ascendí hasta lo alto del campanario de la iglesia de San Pedro y vi sus campanas. 


No vimos muchos gatos en Cerdeña. ¿Qué puede significar? En Estambul, en Santorini, en Isla de la Reunión y en Rodas aparecían por todas partes, pero en Cerdeña se hicieron esperar. Creo que en este viaje los puedo contar con los dedos de una sola mano. A pesar de todo, un gato entre la hierba, a la entrada de un castillo.


A la salida de ese castillo, una ligera llovizna y el cielo gris sobre nuestras cabezas, alguien sale de un bar y atraviesa un arco de piedra que se alza sobre la calzada de adoquines medievales. Es un hombre que no se sostiene en pie sino gracias a su muleta. No es Cerdeña, es la vida. 


En el camino que bordea los muros y fortificaciones de las alturas de Cagliari, entre un elevador que no funciona y otro que sí, exuberantes plantas y sus flores y sus mariposas (ninguna se dejó fotografiar), Pero en las proximidades de la Via Matarella, en un lugar de ancianos, el penúltimo día, esta belleza se ofrece y posa.


Las manifestaciones de la fe aparecen en Cerdeña por todas partes: ángeles y calaveras, cruces y signos de la cruz, vírgenes en los jardines, sobre pedestales, contra el cielo. 


 Y si uno sabe buscar (y encontrar), en esta isla como en otras, hallará la muerte en alguna de sus manifestaciones: huesos, pinturas, calaveras de mármol, e incluso palmeras.


En la mitad del viaje, en una noche como ninguna, se abrió la luna hasta su anillo de luz y afectó al viajero. Una luna como ésta nunca se vio, nunca fue vista. Sucedió en Cerdeña, en Maracalagonis, y el que nunca había creído, siguió sin creer, pero alucinado.


Pero el viajero es consciente de que su alucinación depende, como no podría ser de otra forma, del vino que se abre, un Giogantinu (vermentino di gallura) de 2013. Frente a la pared, un viejo (que puede tener tu edad) se enfrenta a su papel, El mundo entero y su deriva le son ajenos. Le importa su papelito y su lectura.


Imágenes de Cerdeña se encontrarán fácilmente si uno se contenta con lo superficial, google existe para esto, pero si el viajero realmente siente el viaje guardará sus capturas. Estas (y las anteriores) son las mías. Nada que ver con lo se espera. 


Salvador Alís








       

LA NATURALEZA DE MI JUEGO

LA NATURALEZA DE MI JUEGO

Temprano en la mañana, el once de noviembre de este año, antes de emprender el viaje a Cerdeña, habiendo cerrado ya la maleta, recordé un último detalle: debía esconder en un lugar seguro una hoja de claves, y ¿qué mejor lugar para una aguja que un pajar? De manera que elegí al azar un libro entre dos mil y coloqué esa hoja a resguardo entre sus hojas. El libro sin intención era de Leonard Cohen, la 2ª edición de sus Poemas escogidos publicado por Plaza & Janés (selecciones de poesía universal) en septiembre de 1974 (en la tercera página, bajo mi nombre, la fecha de compra: noviembre de 1974). Apenas una hora más tarde, en un taxi de camino al aeropuerto, la radio anunciaba la muerte de Leonard Cohen.

He tardado diecisiete días en sacar de nuevo el libro de la biblioteca, las claves siguen en él, y lo abro por donde se abre con la intención de copiar aquí algún fragmento como homenaje. En la página 45 encuentro este breve poema traducido (se trata de una edición bilingüe), y ya no necesito buscar más:

"Me pregunto cuánta gente en esta ciudad
vive en habitaciones amuebladas.
A alta hora de la noche, cuando miro hacia las casas
juro que veo un rostro en cada ventana
que me devuelve la mirada.
Y cuando me retiro,
me pregunto cuántos vuelven a sentarse ante sus mesas
y escriben esto mismo."

Hay muertos que hablan después de haber muerto, y que continúan hablando durante días, años y hasta siglos. Hay muertos que hacen mucho ruido al principio y luego nada. Hay muertos que, a la vez, hacen ruido y hablan.

La gerontocracia cubana ha perdido su más ilustre cabeza. Nadie es inmortal, nada es eterno, ni las ideologías ni los sistemas económicos. Quizá alguna idea pueda ser considerada de larga duración. Quizá el concepto de un dios concebido para serlo. Quizá el poder lo sea, en tanto punta de lanza que se adapta para atravesar los tiempos mientras es afilado por las dificultades. Pero en el fondo, nuestras definiciones de eternidad e inmortalidad provienen de mentes mortales cuya duración es efímera. Desde cuándo existen y hasta cuándo existirán por ejemplo el amor y el odio, pasiones humanas ante todo (sin descartar que otros animales puedan sentirlas, más la primera que la segunda), sino durante el intervalo durante el que somos vida entre la vida.

Para "juzgar" la historia, para formular mis propias opiniones, para establecer mis creencias, siempre me he apoyado en mi instinto. Los datos son lo que son, referencias incompletas, manipuladas, sesgadas. El instinto es otra cosa (tiene que ver con el sentido común, el olfato, la lógica...) De la unión de dos puntos en el espacio se obtiene una recta. De la unión de tres puntos un triángulo. Pero si hablamos de mil puntos el resultado es un laberinto. ¿Cuántos puntos temporales hay que unir para obtener una biografía coherente?

De la muerte de una ex alcaldesa de una ciudad significada por el número de electrones en su momento energético más bajo, ciudad hoy conocida por las ruinas de sus proyectos de futuro, sus hogueras inquisitoriales y sus fuegos fatuos, no quedará en el recuerdo más que ruido, un sonar de campanas que reclaman atención para una iglesia vacía donde se exponen, sobre el altar mayor, las treinta monedas de plata de Judas Iscariote.

Tras la muerte de Cohen quedarán canciones y poemas, mejores y peores, quedará la imagen imborrable de un viaje por carretera hacia "ninguna parte", viaje de juventud y de inicio (¿de qué?), cuando escuchando sus canciones, el cálido viento del verano entrando por las ventanillas, me enamoré irracionalmente (¿de qué otra forma se puede uno enamorar?) de Analuisa, de su pelo negro, sus ojos azules, sus facciones geométricas. Tras la muerte de Cohen quedará su discurso ante los príncipes, la historia del suicidio en Montreal de su profesor de guitarra y estos comentarios memorables (a propósito de sí mismo y de Federico García Lorca):

"Podría decirles que cuando yo era joven, un adolescente que ansiaba tener una voz, estudié a los poetas ingleses y me familiaricé con su obra y copié su estilo; pero no pude encontrar la voz. Fue al leer, aunque estuvieran traducidos, los textos de Lorca, cuando comprendí que había una voz. No es que copiara su voz (no me atrevería), sino que él me dio permiso para encontrar mi voz, esto es, encontrar un yo, un yo que no es estático, un yo que lucha por su propia existencia. Con el paso de los años, comprendí que esta voz incluía algunas instrucciones. ¿Cuáles eran estas instrucciones? Nunca plañir con displicencia. Y que si alguien va a expresar la gran e inevitable caída que nos espera a todos, debe hacerlo dentro de los estrictos límites de la dignidad y la belleza."
(Fragmento del discurso de aceptación de Leonard Cohen del Premio Príncipe de Asturias de las Letras, 2011).

Cuanto estuve en la Habana, en noviembre de 2008, Fidel Castro aún gobernaba Cuba como figura omnipresente (no fue hasta 2011 que delegó sus poderes en su hermano Raúl), pero ya entonces todos los taxistas y camareros hablaban de la gerontocracia imperante. Creo que a Fidel se lo comió el tiempo, que no supo anticiparse (la recomendación de Sándor Márai: no esperar a que la lucidez nos abandone para tomar la gran decisión), retirarse y dar paso a unas elecciones lo más democráticas posibles, previa legitimación de otros partidos políticos distintos al PCC, y que hubieran dado lugar a un gobierno elegido. Respecto a los miles de muertos que se le atribuyen, presos políticos, carencias, imposiciones ideológicas y represiones, no diré ni que sí ni que no (no confío en los datos). Sé lo que vi en la Habana en aquellos catorce días: decadencia arquitectónica, disciplina, resignación, música, baile, ron, tabaco, alegría, orgullo, viento y fuerza. Al menos Fidel tuvo lo que hay que tener para plantar cara al tirano, reconquistar una isla y mantenerla aislada, y no ceder ante los superpoderes del Capitán América.

Nací en Valencia, accidentalmente, en 1955, y viví en un pueblo absurdo, en una casa oscura bajo el dominio de un imponente castillo (así me lo parecía) hasta 1973. En 1975 volví a instalarme en la ciudad, pero abandoné esa tierra hace ya más de 30 años para regresar (con mayores o menores implicaciones) sólo ocasionalmente. ¿Podría haber vivido en la Habana? Sí. Y en cualquier otro lugar sin duda pues no padezco la enfermedad del patriotismo.

Una lectora (no diré su nombre) publicó hace poco un comentario a propósito (supongo) de mi entrada sobre Donald Trump, pero no aquí, en días volando, de hecho no sé dónde ni tampoco me interesa averiguarlo, donde decía algo así como: "Ay, viejito, creo que te pasaste con el vodka..." Etcétera. No le contesté en su momento ni en su medio. Te contesto ahora: Pues no, viejita, no me pasé con el vodka. Lo cierto es que hace tres décadas que no tomo. Prefiero las uvas a las patatas. ¿Entendiste lo que dije, viejita, o tengo que explicarte algo tan obvio como que de las primeras se obtiene el vino y de las segundas (se puede obtener) el destilado de referencia?

En Cerdeña (en concreto en un pequeño pueblo llamado Maracalagonis) alquilamos un ático al que se accedía desde la calle mediante una escalera de caracol. Desde ese ático pude contemplar el universo o una muestra o representación simplificada del universo: el amanecer, el sol, las nubes de variados colores, el viento, el frío, la lluvia, la tormenta y sus relámpagos, la luna y su anillo, las estrellas, mi imagen en los espejos, y hasta cinco de mis obsesiones dibujadas:
- Un niño que se ahoga.
- Un hombre que habla.
- Una fiera amarilla.
- Un ángel mentiroso.
- Una sombra que se multiplica.

Hay muertos que hablan y muertos que hacen ruido. Lo mismo pasa con los vivos. Pero esa es otra historia. Siempre falta tiempo para lo esencial. Lo secundario tiene acceso a las más reputadas relojerías y puede adquirir sin ningún problema las mejores obras maestras del tiempo mecánico. El tiempo real no se mide impunemente. Quedan nueve meses para que el libro único se haga. Todo lo demás habrá de resentirse. Faltarán noches a los días, palabras a la voz, opiniones al respecto. El diseño de la botella antes que el contenido de la botella. El vodka que prefiero es el Crystal Head.

Salvador Alís.



 

   





     

jueves, 24 de noviembre de 2016

LA MANO Y EL LIBRO

LA MANO Y EL LIBRO









Detalles de algunos cuadros de la Pinacoteca Nazionale di Cagliari.

domingo, 20 de noviembre de 2016

LUNA


Luna sobre Maracalagonis, Cerdeña. Noviembre de 2016. Fotografía de Salvador Alís.

EL OJO DE LA LUNA

EL OJO DE LA LUNA

Desde la terraza de un ático en las afueras de Maracalagonis
contemplas este gran agujero abierto en el cielo
a través del cual el ojo de la luna te contempla.
El círculo luminoso que hoy, quince de noviembre de 2016,
a la 1:30, rodea el satélite, tiene un diámetro inconmensurable.
Fuera del círculo, oscuridad absoluta,
noche nublada que se protege a sí misma.
En el interior, de un gris-azul más claro, se adivinan estrellas.

Un año has esperado para emprender este viaje,
pero el viaje no te espera, sigue su curso como el agua
de los ríos impacientes que siempre buscan su origen.

Jamás has visto una luna semejante, con su anillo blanco,
y permaneces inmóvil, la cabeza inclinada hacia atrás
y los ojos bien abiertos.
Las pocas luces de Maracalagonis y las montañas al fondo
son el horizonte del viaje donde te detienes.

Has comenzado los dibujos-pinturas para el Libro Único,
y te sientes satisfecho por más que la tarea
derive en un agudo dolor de espalda.
Te sientes feliz y diferente, a pesar de la imposibilidad
del sentimiento, a pesar de saber
que eres sólo uno entre muchos, un brote
en una rama perdida entre las innumerables ramas
de este árbol de la vida que, en esta noche y en este viaje,
ha sido coronada por un alto agujero de luz
a través del cual el ojo de la luna te contempla.

Todo lo que aquí sucede no puedes evitarlo.
Ella se ha quedado sin voz. Una mariposa cierra las alas.
La reina blanca tiene los ojos de distinto color.
Un día, el viento. Otro, la lluvia y el relámpago.
Tú no puedes hacer reverencias.
Cada mañana, el calor, la calima, el laberinto.
Cuatro millones de ovejas pacen en los campos y,
para subir al ático, hay que dar vueltas sobre vueltas
en una escalera de caracol.

En Maracalagonis hay lunas y lunas, ojos en el cielo
que te recuerdan que cada uno de tus pasos
no significa nada y en nada puede alterar el camino.

Salvador Alís.



 


LA CALACA

LA CALACA

Donald Trump ha ganado las elecciones. Por fin un tío con cojones
se hará cargo del Imperio y, de rebote, del Mundo. No saben
la alegría que esto me causa, que no quepo en mí de gozo, las razones
de su triunfo absoluto y las posibilidades que se abren.

Claro que ustedes, señores votantes y aplaudidores, no comprenden
de qué hablo, niños al fin y al cabo, ni siquiera estudiantes,
adulando al matón de la clase, que por no estudiar no aprenden
que en este circo no hay futuro y que así gobiernan los comediantes.

Este evento de consecuencias planetarias me llega descolocado.
Hoy comienzan mis vacaciones, mañana emprendo el viaje.
Espero que mis aviones no sean en el aire fatalmente derribados.
Ya he pagado por mi vida, no quieran cobrarme otro peaje.

Cerdeña nos espera con los brazos abiertos, y algunas botellas
de vermentino. Un par de libros pendientes y pinturas por hacer.
A Donald no le voy a perdonar que haya ofendido a Lila, pues ella
es una verdadera mujer y no una muñeca rota o que se deje romper.

Un muro de mil seiscientos kilómetros, dice el ingenuo, otra muralla
infinita, a semejanza de la china de 10.000 Li. Y no pagaremos,
dice el payaso, las risas no provocadas por nuestras batallas.
El cambio climático, dice el inconsciente, es un invento de memos.

Aquí falta un hombre de verdad, un Dirty Harry y su pistolón,
alguien que imparta justicia y ahorre en los presupuestos
policiales, judiciales y penitenciarios. Un tiro de gatillo y un cabrón
menos, a tomar por culo. Por mí que sí, que se maten entre ellos.

Me intriga imaginar qué pensarán los iraníes, los norcoreanos,
los chinos, los cubanos... Pero que pronto hemos sabido del beneplácito
de tantos dirigentes europeos. Añoranza de los imperios, los romanos
conquistaban por las armas. Trump se contenta con tocar el pito.

Alarma mundial no hay, las bolsas oscilan al alza y a la baja.
Quizá en nombre de la democracia llegue ahora un portaaviones
a Bahía de Cochinos y convierta la caña de azúcar en paja.
Esos roncitos que se tomaban gratis, los pagarán sin objeciones.

Y el negro -que decepción- lo invita a la Casa Blanca para el traspaso
de poderes y quién sabe qué otros secretos. Una casa de putas
de mi juventud se llamaba igual. Seguramente no es este el caso
pero se parece. Lo mismo se aflige uno por estas cuitas.

La loca ha perdido mientras el loco sujeta con su mano derecha el cetro.
La cobarde Europa -con la excepción del tibio Hollande- felicita
al Emperador. Yo también lo felicito, y al tiempo lo espero.
Su leche norteamericana no puede darnos más de lo que nos quita.

Hipócritas y temerosos, aquí nadie habla claro, nadie dice lo que piensa
-en el caso de pensar- salvo Lila y algunos pocos. Pero yo que no tengo
guardaespaldas, fama, dinero ni protección, y ninguna renta
en la que apoyar mis metáforas, no me guardo de decir lo que pienso.

Y por pensar digo que con el Pato Donald y con el tío Gilito
el Mundo irá de mal en peor. Felicito al Ku Kus Klan y al neo nazismo.
Lograron alcanzar sus metas. Camino allanado para este capitalismo
que excluye a quienes por nacimiento jamás alcanzarán este hito.

Racista, machista, adinerado, fraudulento, televisivo, intolerante,
atiende este consejo: un buen psicólogo, un buen tratamiento
con tranquilizantes..., o pégate un tiro por los verdaderos comediantes,
los que de verdad hacer reír sin necesidad de fingimiento.

Representas todo lo que yo más rechazo, la densa oscuridad
de tus alturas. Tú no pisas la tierra que yo piso, tú no vives la vida
que yo vivo. En tus rascacielos y tus misas negras no hay verdad,
no hay empatía, no hay escalera que ascienda, solo profunda sima.

Ningún temor ante ti y ante tu Imperio. Ya me voy, A pulso me he ganado
mis vacaciones. Aunque si estas palabras te fueran filtradas y aceptas
el desafío, te espero sin esperanza, pues no tú sino un sicario
será el que se presente y se sacrifique por ti. Tú no andas, sino reptas.

Hijo de una serpiente, nacido de un huevo podrido, ¿quién eres tú
para excluir a los que buscan algún refugio, negar que el hielo se rompe,
afirmar que las mujeres son juguetes? ¿Quién eres tú
para controlar armas geológicas, para detener asteroides?

El Mundo no es el nombre de un casino en Las Vegas. Para ti nunca
cantó Presley ni Sinatra. Y te han negado Madona, Clooney, Beyonce...
A tu favor, extrañamente, Clint Eastwood, Tyson... La única
verdad de tus asuntos es verdad especulativa, ganar y no perder.

Lo que más me duele es reconocer tu falta de responsabilidad,
pues no eres tú quien se ha votado a sí mismo, aunque sí,
sino un ejército de obesos, descerebrados y fanáticos faltos de equidad,
los cagados por la incultura, el miedo, el interés y (continuará)

Salvador Alís.
 



 














lunes, 7 de noviembre de 2016

JE SUIS DÉCHIRÉ



Salvador Alís. Je suis Déchiré. Pintura para cuero sobre papel. Palma, 6-XI-2016.

TRASTORNO

TRASTORNO

"Hay personas que se refugian hasta tal punto en la oscuridad, 
que todo lo que es luz les parece confuso." 

Pomponio (citado por Séneca).

Si deseas trastorno, lee a Thomas Bernhard. Si no lo deseas, lee cualquier best-seller o libro de auto-ayuda. O mejor no leas nada. 

Escribir me calma y, a la vez, me agita. Hacer un dibujo me calma y, a la vez, me agita. Pensar y vivir (o vivir y pensar) me calman y me agitan. Dice Séneca, a propósito de la elección de amigos: "Estos dos extremos deben alternarse entre sí: el ocioso debe actuar, y el que actúa debe descansar. Consulta a la naturaleza y te dirá que ha hecho el día y la noche." 

Si deseas dormir calmado, lee a Ernst Jünger. Si no lo deseas, entra en la cama en completa oscuridad, cierra los ojos (o déjalos abiertos) e intenta responder en silencio a las preguntas planteadas por el día. La noche -ya lo sabes- no hace preguntas: crea sueños, resuelve enigmas. 

La importancia de los pequeños detalles, cuyo error, falta o incumplimiento, nos trastorna: la puerta no cerrada por donde Nube se escapa; el fuego que no arde; los papeles que no se lleva el agua; la mediocre performance con una botella de vino; la puesta en escena de una actriz incapaz de representar su verdad o su tragedia; la inexplicable negación contra natura en su contexto; la evasión sistemática por el orden de las horas; el rechazo del espejo vertical, de la confrontación, del cara a cara; el miedo a la mirada directa; el lenguaje no aprendido. 

Si deseas viajar, viaja. Si no puedes pagarte un hotel, duerme en la playa. Te recuerdo que se puede hacer cualquier viaje -como ya fue establecido y es canónico- sin salir de la propia habitación (siempre que se disponga de habitación propia), y cuando uno disponga de una mente viajera y preparada para el viaje. 

Nunca me has llamado por mi nombre (lo que podría significar una negación inconsciente), ni por mi nombre completo ni por el simplificado. Te refieres a mí -por mi nombre- cuando hablas con terceros, pero hecho de menos oírlo de tus labios, por ejemplo, como llamada. 

En el fondo, a menos que tú creas que estoy exagerando, yo tenía razón: no hay tres sin cuatro, y no hay cuatro sin cinco, seis, siete, etcétera. 

Al final (y espero que sea realmente un final), acabo por pensar que un viento maldito nos ha complicado la travesía: los inconvenientes se suceden sin dar tregua. Penélope aguarda el regreso de Odiseo cercada por los pretendientes, pero Odiseo se entretiene durante años con sirenas, brujerías, cíclopes, hombres armados y otras adversidades. La preguntas esenciales, en realidad, son si Odiseo desea regresar a su palacio, si desea tensar su arco intensable, si desea matar o morir. 

Se hace tarde (siempre se hace tarde) y uno debe interrumpir su viaje, entrar en la oscuridad, caer en la cama, no hacerse más preguntas, dejar que las cosas sucedan como deben suceder -sin intervenir-, poner el despertador, lavarse los dientes, engullir un orfidal, buscar el merecido descanso, cerrar la boca por un tiempo, dejarse llevar. 

Bajan las temperaturas; en la noche hay relámpagos. No me preocupa la noche, porque la conozco bien. 

Hace un par de días murió en esta isla una niña de doce años por un coma etílico. Yo no he muerto todavía; la prueba es que aún escribo. ¿Hasta cuándo? ¿Y por qué razón? Mi oscuridad es mi luz. 

Me preocupa lo que se manifiesta externamente, si la piel es expresión repentina de un malestar. Esta noche pienso y pensaré -sobre todo- en mi hija, en su piel herida y en su vestido de novia. Mi corazón que late tan acelerado, y mis gatos reales e inventados, viajamos a su vida para darle la caricia que todo lo cura

No deseo más trastornos. Lejos de mí la hechicera Circe. Admito mi soberbia pero no admito el egoísmo. 

Todo esto me causa gran pesar. Todo lo hice por ti y todo lo haré por ti. Y sin embargo -que no se olvide- todo tiene su límite. 

Si no tengo nada, pido algo. Si algo tengo, lo doy con la generosidad que no entraña pérdida sino ganancia. Cuando lo he necesitado, he pedido. Cuando tú lo has necesitado, lo has tenido. En la medida en que uno da, se da a sí mismo (y recibe a cambio). Quien no da sino toma (con abuso y sin respeto), no merece palabras ni dibujos. 

Seguramente estoy algo enfurecido; ¡joder, sí, lo reconozco, lo admito! 

Me consuela el que me ofrece una copa de vino por sorpresa; me consuela rescatar a mi gatita huida (cuatro pisos abajo y arriba y el corazón a punto de salir del pecho); me consuela Lila cuando canta contra el muro, contra el personaje aupado por las audiencias televisivas. 

El imbécil que dijo que había que construir un muro en la frontera (¡¿qué frontera?!), y que ese muro lo pagarían los excluidos. ¿Cuál es su miedo? ¿Acaso teme perder su hortera peluca y su traje amarillo y su ancha corbata y su grasienta barriga? 

Nada que perder. Me fascina el J-20 chino presentado hace unos días (volando en horizontal y en vertical) en el Salón Aeronáutico de Zhuhai. El gran problema sin solución es que sobre un único tablero (de ajedrez) pretender jugar (mover las piezas), no dos, sino muchos contrincantes, viejos y jóvenes, estrategas y creativos, famosos y ocultos. 

Y el imbécil local, que se muestra tan satisfecho con los objetivos logrados de su inoperancia. 

Y el "jefe" entre comillas, atemorizado por la luz. 

Seguramente estoy algo enfurecido: ¡joder, sí, me doy cuenta! Mezclo lo personal con lo general. Pero si no quiero trastorno, no saco Trastorno de la estantería. Algunos creen que el mundo es suyo, a gran o pequeña escala, el Mundo, nada más y nada menos que el mismísimo MUNDO con mayúsculas, pobres pretenciosos poseídos por la ambición de ser los primeros, los únicos, los privilegiados, los que se escapan de las horas, los que han sido esclavizados por sus móviles y por sus móviles acoplados a las aparatosas gafas turbias de visión 3D. 

Hace ya muchos años que Salvador Dalí imaginó el retrato de Mae West que puede ser utilizado como apartamento. Y antes aún, en 1829, Simon von Stampfer inventó el estroboscopio. Entonces ¿de qué estamos hablando? 

Salvador Alís.




HUEVOS AL SOL

HUEVOS AL SOL

En el centro de un grupo, apoyándose en una muleta, acapara toda la atención.
Le escuchan y le escucho; otros parecidos a él y otras muy diferentes,
y yo que he salido al exterior con una copa en la mano y mis orejas de gato.

Dice: "Las caries son huevos al sol." Dice: "Algo podrido, o que se está
pudriendo." Sin duda es o ha sido dentista, alguien que sabe de lo que habla.

¡Qué suerte saberlo! ¡Y que atrevimiento afirmarlo!
Yo digo lo que digo sin saber lo que digo, mas confío en mi rara inspiración,
y sé que cuando hablo así, como ahora mismo,
alguna verdad al final del camino hablado se desplegará como verdad.

Que odio a los dentistas es cosa sabida, y a los que hablan por hablar,
a los que no son capaces de salir de los lugares comunes,
a los vulgares traductores, a los imitadores, a los que no saben responder.

En realidad, y realmente, odio a tanta gente que no vale la pena precisar.
Pero algunos ejemplos -me digo- podrían ilustrar mis odios y,
por contra, mis amores. Los ejemplos se darán por sí solos. Aparecerán.

Veintidós metros de altura y las vigas de madera; los baños embellecidos
con falsos azulejos de vinilo. Una joven con uniforme negro
(no una camarera) echándonos de la mesa que ocupamos
con una justificación absurda. "Obstruyen el camino" -nos dice.

En la planta baja, turistas hambrientos devorando lo que pueden devorar.
"Si queda algo de vino en el culo de la botella se viene conmigo".
"Hoy no hemos tenido suerte" -dicen dos preciosas mujeres
tras la barrita de su exposición. Minifaldas plateadas pasan de largo,
pantalones negros pasan de largo, y la música de fondo no se entiende.

En un ángulo del laberinto del matadero donde estamos: la biblioteca.
El bibliotecario es mi amigo, un bibliófilo aplicado, expansivo
y buen conversador, al que superé en puntos cuando ambos
coincidimos en un curso de 400 horas para auxiliar de biblioteca.

Cada cual sigue su camino. El mío no pasa por aprender idiomas.
Odio el inglés. Bastante tengo con lidiar con lo dado, el castellano
que me dieron y el francés que elegí.

Dentro de un huevo hay una vida, o una potencia de vida.
Pero un huevo al sol se pudre y no prospera. Demasiado calor
y demasiada luz. Toda vida que quiera nacer pide su nido.
Esto lo entiende cualquiera, sí, pero ¿quién construye el nido?

Odio el cálculo, los programas, las reglas y las constricciones;
me dejo llevar por mis locas apetencias, por los impulsos.
No estoy loco -frente a la opinión de quienes no me conocen
ni, por tal razón, me conocerán jamás.

Ella extiende los brazos, cruza los dedos y simula que respira.
¿Me esta diciendo que me calme? Odio que alguien me aconseje algo.
Me basto y me sobro para salvarme o perderme, a mi manera,
y digo que "Ningún Buda ni pensador calmado creó nunca nada,
pues todas las creaciones son deudoras de un conflicto.
No se escribe, no se pinta, no se hace música, no se esculpe una estatua,
no se levanta una torre sin conflicto."

Digo esto y digo lo contrario. Deberé sentarme ante la pared en blanco,
meditar seriamente sobre lo gastado y lo perdido, tranquilizarme.
Hablar con la pared, con mis gatos y mis gatas (pues ella no quiere oír).
Hablar conmigo mismo, como es habitual, y hacer alguna llamada
al infinito, a lo que no tiene fin y por tanto no acaba.

La mujer (todavía por apariencia una adolescente) que me sirve una copa
de Abadía Retuerta envejecerá como Lolita. Esa mujer
me robará el corazón en el pasado, por más que el futuro desembarque
en esta noche tan llena de odios, amores, caries y huevos.

Se acerca la hora. Mañana me espera el trabajo, los kilómetros, las escaleras.
Dormiré con ella, tropezaré con su oscuridad.

"Si Sombra me deja -escribí ayer- comenzaré a escribir.
Ha saltado del suelo sobre mis piernas, y esconde su cabeza
bajo mi brazo derecho. Quiere amor, cariño, caricias, y es lo justo.
Reclama su derecho a ser amada, pues ella es amor.
Se ofrece sin condiciones y, con su sola presencia,
acaba con la ansiedad y el agobio de vivir.
Es verdad que se interpone entre mis manos y el teclado,
que desvía mi escritura, que me hace cometer faltas de ortografía.
Pero sus ochos kilos de ingenuidad gatuna, su cola inquieta,
su calor, su pelaje mezcla de todos los colores,
sus ojos desviados y su cara partida,
valen más que todas las palabras que yo pueda preferir o pronunciar."

"Ahora ha saltado de mis piernas al suelo, ha entrado en la cocina,
se interesa por el agua en el cuenco de acero inoxidable,
me observa desde esa distancia, se lame el pecho, las patas delanteras,
se queda inmóvil, detiene los relojes de pared, el redondo y el cuadrado,
pues una gata como ella tiene ese poder, aunque muchos no lo sepan
e incluso a mí, a veces, me sorprenda que lo consiga."

Y Nube, mientras tanto ¿qué hace? ¿Tal vez se pasea por el matadero
esquivando las copas de cristal y prestando atención a todo ese mundo
hostil e incomprensible?

"Hoy he comprado tres libros: Mi gato Autícko de Bohumil Hrabal
(Galaxia Gutenberg. 2016), Anotaciones del día y de la noche
de Ernst Jünger (Tusquets. 2013) y Acontecimientos y relatos
de Thomas Bernhard (Alianza. 1997)." ¿Qué dirías al respecto?

Mejor no digas nada. Actitudes incomprensibles deberían ser explicadas.
En caso contrario, las palabras se corrompen en la boca
y las caries son huevos al sol.

Salvador Alís.









ADAPTACIÓN

ADAPTACIÓN

Si estás lejos del mar, busca un río; si no encuentras el río, busca una charca;
si no hay charca ni río ni mar, busca la fuente; si no hay fuente ni agua,
siempre queda el vino; no te lavarás por fuera, te lavarás por dentro,
algún resto no deseado lo consumirá el alcohol,
y las lágrimas del vino secarán tus lágrimas.
Desnúdate si tienes calor; si tienes frío, busca abrigo.
Si no hay fuego, busca el hueco reciente donde cualquier animal
haya dejado su huella. Si tienes miedo, busca un árbol.
Da un paso si el horizonte te parece lejano, inalcanzable.
Si no hay un solo cuerpo real a tu lado,
busca en las infinitas formas de la pornografía.
Si te parece irreal la política y otras causas de gestión,
la vida cotidiana es el antídoto: el café en la terraza frente al mercado,
el desfile de payasos, variadas venus y paramilitares,
los descerebrados sin cabeza y con capucha, los ciclistas sin luces,
los creyentes, los parados, los borrachos a las doce del mediodía.
Si tu gato, de repente, intenta suicidarse, habla con él
pero eleva la valla de seguridad. Si el aire deja de ser transparente
y se vuelve gris, busca la montaña; si la tierra se enfurece y se agita,
busca la montaña; si tu casa se ve amenazada, busca la montaña.
Si no encuentras esa altura natural, busca el castillo;
si el castillo ya no existe, ten un sueño.
Si no puedes soñar, que no te falten somníferos.
Cambia el lavavajillas si el que tienes no se cierra;
cambia el ordenador si el que usas no se abre;
cambia la lavadora por si acaso.
Y cambia de corazón si sospechas que el tuyo late mal,
a un ritmo inusual, nada armónico, o muy lento o muy deprisa.
Si todo se confabula para herirte, saca las uñas;
si los nervios no te dejan en paz, adopta la postura del gato que duerme
con las orejas atentas. Si el pasado te incomoda, ve hacia el futuro;
si la hipocresía te incomoda, di lo que piensas; si el oro te falta,
no te inquietes: el oro no alimenta ni enciende la luz ni prende el gas
ni ofrece noticias. Se vive con más, pero se puede vivir con menos.
Adaptarse es posible, cuando no hay otra alternativa.
La vida simple no es una renuncia; tampoco es una utopía.
La entera evolución humana es el resultado de un proceso
de adaptación constante. Eres lo que eres porque han sabido escoger,
en cada momento preciso, el mejor camino, la solución más simple.
A pesar de ello, no te asombre descubrir que tu elección necesaria
será vista por otros como inexplicable complejidad.
El mar, con sus mareas y profundidades, no es cosa fácil;
pero en el mar, y con el mar, todo se funda y todo comienza,
pues hay en ese mar, en su lecho, perlas logradas por el tiempo,
esferas lentas y pulidas, brillos y secretos.

Salvador Alís.