lunes, 25 de enero de 2016

CASUALIDAD

     Puede creerse o no, pero lo cierto es que acaba de producirse (ante mis ojos y de manera asombrosa) uno de esos acontecimientos casuales que le dan a uno que pensar.
     Puesto que estos días ando ocupado con otros asuntos (entre ellos: pasar a formato OpenOffice todos los poemas anotados en este blog), y no queriendo dejar de publicar alguna entrada, ayer decidí incluir una cita breve de algún escritor. Fui a mi habitación y, entre más de mil posibilidades, elegí un libro sobre Kant (biografía, crítica, etc.) que además contenía una selección de textos; pasé las hojas leyendo un poco aquí y allá hasta dar con un fragmento que me gustase y que no fuera muy extenso; lo hallé y me entretuve un rato en copiarlo ("La resolución kantiana"), indicando al final los datos bibliográficos esenciales (autor, título, editorial, año de edición y páginas donde se encontraba el texto: 154 y 155).
     Por último, busqué en google un retrato del filósofo, para completar la entrada.
     Pero hoy, intentando repetir el método, ha ocurrido lo siguiente: he vuelto a mi habitación y, de nuevo entre más de mil posibilidades, he escogido un libro compuesto por reflexiones de diferentes pensadores, artistas, poetas o creadores en general; y al igual que ayer he pasado las hojas hasta encontrar algo digno (para mí) de convertirse en entrada de diasvolando, un pequeña pieza maestra de Kafka ("Para que mediten los jinetes"). De la misma forma, he indicado al final la procedencia bibliográfica.
     Después de localizar una ilustración para la cita, en este caso una pintura de Magritte (del que recordaba cuadros de jockeys a caballo, que le vendrían bien al texto), he reparado en la coincidencia inaudita, en modo alguno premeditada, de que también las páginas de donde hoy he extraído la cita eran la 154 y 155.
     Puede creerse o no, pero lo cierto es que el hecho de que los apellidos de ambos autores comenzaran por K ha sido completamente fortuito.
     Todo lo anterior me lleva a imaginar un posible juego que, si más adelante recuerdo y me apetece, intentaré desarrollar como divertimento. Primero se elige un número al azar, digamos entre el 1 y el 300 -extensión normalizada de la mayoría de libros-, y un número determinado de líneas para cada principio o final de página -por ejemplo 5-. Acto seguido se sacan de la biblioteca algunos libros que contengan al menos 300 páginas, títulos significativos de nuestros escritores favoritos -la cantidad no debería ser excesiva-. Se abren esos libros, previamente barajados, por la página elegida y, para finalizar, se copian las líneas seleccionadas unas a continuación de las otras.
     El resultado del juego tendría que ver con la coherencia o incoherencia del texto resultante, del encuentro de significados, su colisión o acoplamiento. La duda, como sucede habitualmente cuando uno cree tener una idea original, reside en la misma originalidad de la idea. No sé hasta qué punto un autor tan interesado por las casualidades como Paul Auster no lo haya pensado antes. O Enrique Vila-Matas, lector y citador infatigable. En todo caso, ¿qué me impediría hacerlo, si quisiera, y hasta permitirme introducir algunas frases mías intercaladas, reconociendo u ocultando que me pertenecen, como nexo innecesario? Por suerte para mí todavía no he leído los Ejercicios de estilo de Raymond Queneau, así como tampoco al inclasificable Georges Perec.
     Mi cabeza se alegra al darse cuenta -con la edad que ya tiene mi cabeza- que aún le quedan libros que leer y juegos que jugar.

     Para darle una "vuelta de tuerca" a esta entrada, acabo de reparar en que el automóvil de La ira de los dioses de René Magritte no es una limusina o coche de lujo, no es un coche oficial; que carece de brillos, emblemas, banderolas; que ninguna escolta lo sigue o lo precede; que su austeridad y su color verde remiten más bien a un vehículo militar. Pero lo que más me llama la atención es que el viajero parece ser Vladímir Lenin y el conductor se parece a Francisco Franco.
     ¿Casualidad o intencionalidad? Nunca se sabe. Quizá estas apreciaciones se deban al simple hecho de que hoy he cambiado de gafas -aunque las nuevas sean idénticas a las viejas, igual modelo e iguales 3 aumentos- pues los cristales se me velaron esta tarde al entrar en contacto con un decapante altamente corrosivo.
    


 

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