viernes, 8 de enero de 2016

BANVILLE / BLACK

BANVILLE / BLACK

Tengo que reconocer que no he leído ninguna novela de John Banville. Tampoco de su heterónimo Benjamin Black. Y además, desde que (siendo muy joven) leí a Dashiell Hammett y (un poco más tarde) a Patricia Highsmith, poco me ha interesado el género policiaco (ni Agatha, ni Chandler, ni Greene, ni Le Carré, ni Mankell, ni siquiera Stieg Larssón -que, por cierto, murió después de escribir su trilogía Millennium al parecer por el efecto combinado de su obsesión por la escritura, el consumo excesivo de café y tabaco, y el insomnio crónico que padecía). Puntualizar que cuando digo género policiaco me refiero también a la novela negra y de espías. Algunas excepciones (El nombre de la rosa de Umberto Eco, La máscara de Dimitrios de Eric Ambler o La cabeza de la Hidra de Carlos Fuentes) no deben ser obviadas. Y, sobre todo, reafirmar que las mejores obras de este género jamas escritas son -en opinión del que escribe- El proceso y El Castillo de Franz Kafka y las Memorias encontradas en una bañera de Stanislaw Lem.

John Banville se presenta como escritor serio, y Benjamin Black como escritor de género; por el trabajo de ambos -supongo- se les concedio en 2014 el Príncipe de Asturias de las Letras. He visto las portadas de sus libros y poco más. Si alguna vez he sentido curiosidad por leer las contraportadas, no recuerdo con precisión lo que decían, pero sí que le ensalzaban como magnífico escritor. Lo que sucede es que los comentarios de las contraportadas son, en el fondo, publicidad mejor o peor disimulada y, como tal publicidad, con frecuencia sospechosa de falsedad o exageración. No obstante, me han llamado la atención algunos fragmentos de una entrevista firmada por Luis Alemany (realizada en Dublín y publicada en el suplemento cultural de El Mundo del 4 de enero de este año). Espero que Alemany no se moleste si reproduzco aquí palabras de Banville (o de Black), que no pertenecen al periodista sino al escritor.

"...yo escribo para escapar de mí mismo, no para adentrarme más."

"...a veces me da la sensación de que no existo fuera de mis libros. Me hicieron un documental en televisión que incluía una entrevista. Lo primero que me preguntaban era: ¿Quién es John Banville? Y no supe qué decir. Ya ni siquiera sé si existe ese John Banville fuera de los libros. Cuando escribo, me sumerjo en profundidades tan oscuras, el trabajo me requiere tanta concentración, que el resto del día se convierte más bien en algo insignificante."

"Hace poco un amigo me llevó a una clase de escritura creativa para que hablara con los alumnos. Les dije: Dejadlo. Sólo os espera una vida de soledad y pobreza. Os juzgarán, se burlarán de vosotros, haréis daño a vuestras familias, los avergonzaréis..."

"Pienso en una fantasía con la que juego desde hace tiempo: escribir una autobiografía en la que todo esté equivocado: el año de nacimiento, el número de hermanos, el nombre del colegio... Que todo sea no exactamente falso, pero sí equivocado."

"...no soy un artista emocional. Escribo fríamente, espero escribir fríamente. Lejos de la pasión, creo que ésa es la mejor manera de hacer las cosas."

"Me quedo con lo que decía John McGahern, que era un novelista amigo mío: <<Está la prosa, está el verso y después está la poesía, que puede encontrarse en el verso y en la prosa>>. La poesía la veo como una intensificación del lenguaje (...) Cualquiera puede escribir sobre las cosas; lo importante es capturar las cosas en sí mismas."

"Amo el arte y amo la música. Pero la música es como una alquimía que me es incomprensible. Puedo entender a Tiepolo o al Greco y por eso los empleo (aparecen en mis libros), pero no puedo hacerme una idea de lo que es Bach, por mucho que lo ame y que viva con él."

Para terminar, una cita de su última novela -La guitarra azul, página 73-: "Cómo divaga mi mente intentando huir de sí para toparse de nuevo y con gran sobresalto consigo misma que viene a su encuentro desde la dirección contraria. Un círculo cerrado -¿acaso es posible otro?-, ahí es donde vivo."

Por alguna de las ideas expuestas, a saber cuál, uno de estos días me pongo a leer al profundo Banville o al intelectual Black, o a los dos a un tiempo (por comparar). Como anécdota, según parece, el gran triunfador del género -Stieg Larsson- murió de un infarto después de subir a pie siete pisos a causa de un ascensor averiado. Yo también padezco insomnio crónico, obsesión por la escritura, adicción al café (y al vino) y he sido durante años fumador (no de tres cajetillas diarias, como él) sino de cuatro; y cada día bajo y subo cuatro pisos a pie (en mi casa no hay ascensor), una vez al menos cuando me desplazo a mi trabajo y entre dos y tres veces en mis días libres. Larsson terminó a los 50; yo acabo de cumplir 60; Banville / Black tiene 70. Y a diferencia de Banville / Black, yo sí creo comprender la música y me gusta mezclarla con mis escritos. La naturaleza humana es imprevisible y nos hace diferentes para que, además de la desconfianza y el odio, podamos también sentir -los unos por los otros- admiración y respeto.

LECTOR




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