EL CORAZÓN
Los que hieren mi corazón no son desconocidos..., pero se confunden
con inocentes angelitos y, entonces, uno no sabe bien a qué atenerse...
A veces las flechas son simples plumillas antiguas...,
como aquellas que se mojaban en los tinteros
para caligrafiar las añoradas letras góticas de las lentas cartas del amor...
Esas flechas le dicen a tu corazón que corrijas más
y que escribas menos..., pero el consejo y la advertencia causan dolor...
Me gustaría pensar que mi corazón es una manzana verde o amarilla...,
fruta de los desafíos...; me gustaría pensar que -más que apoyarse
en mi cabeza- sustituye a mi cabeza...
En ese corazón caben árboles enteros...; de sus finas ramas
se forman las flechas que tan ligeras vuelven a su origen...
El dolor que vuela no suele ser más que leve y repentina punzada...,
pronto se calma... Los arqueros -en el fondo- son arqueros bondadosos...,
inocentes angelitos de mejillas rosadas, divertidos duendes
jugando a ser duendes...,
pequeños pájaros ladrones sin conciencia de la miga de pan,
de la gota de agua.., arqueros de la lluvia y de la pluma incolora...
Decirle a mi corazón que resista esos envites..., que cada rayo
fulminante lleva consigo cintas escritas con agilidad y sosiego...
Mi corazón como una jaula que encerrase en sí a su propio corazón...
Mi corazón reducido y acelerado como corazón de gato y de flor
que se abre en la mañana y se cierra con la tarde...
A veces las flechas las lleva atrás uno mismo sobre la cuerda tensada...,
a veces la diana es el arco, el arco es la tensión...;
y la mano se abre y deja ir a la flecha al encuentro de la flecha...,
letra capital sobre letra capital... Y el resultado es incierto...
Los que hieren mi corazón no son desconocidos..., pero se confunden
con grotescos actores representando una comedia cuyos latidos
son risas y aplausos a destiempo...; sin olvidar que, en ocasiones, esas risas
-merecidas o no-, esos aplausos -merecidos o no-,
son responsabilidad del director de la obra y fueron pactados...
Si tan sólo pudiera hablarle a mi corazón como a una cereza...,
admirar su cálida madurez, su dulzor sin par, su perfecta forma esférica...;
si pudiera decirle que -bajo su frágil y vieja piel-
laten otros corazones que me son tan queridos...
Cuando la flecha definitiva, cuando el agudo pico del pájaro
se hunda en mi corazón..., pensar que el momento ha llegado,
que la sakura que floreció en la primavera
ya no puede mejorar...,
que el verano está en su apogeo y que el fruto está en sazón...
Salvador Alís.
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